Yo tuve un pájaro, pequeño y
gris
sin mucha gracia,
que cada mañana
cantaba en las ramas
del árbol junto al banco
de plaza
en el que duermo.
Él era mi mascota, mi familia
mis amigos
y la inmensa fortuna
que he tenido:
oír su música
sin deberle nada.
Antipoema VI
A veces no estoy,
no quiero
no tengo
o
ni siquiera puedo
en noches como esta me consuelo
pensando
que si un día
llegara a irme
esa paloma que saludo en esa
esquina
cada noche
de camino a casa
me extrañaría
un poco
o nada
si llegara yo a irme
preferiría que me olvidara
sabiendo
que no vale la pena
perder la vida en un recuerdo
si al irme no le dejo siquiera
esa enseñanza
entonces
no le habré dejado nada
Antipoema XVI
lo único que queremos realmente
es morirnos en silencio
para no tener que decir
“perdón,
te amé tanto
que el amor
y el miedo
fueron la misma cosa”
Entonces uno huye, se esconde
hasta que la muerte
nos separe.
Mis otros laberintos, los del amor
Mis otros laberintos, los del
amor.
La lucha que me mantiene vivo,
la jauría, tus ojos, pesadillas.
¿De quién es esta muerte
y esta vida que no sigue
más que en círculos? Los
laberintos,
el monstruo eterno ahí dentro
devorando el olvido inacabado
de todas las Ariadna.
Sebastián Zampatti
Tandil, Buenos Aires, Argentina
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