miércoles, 1 de agosto de 2018

Cristina Pizarro


Umbral

“Yo soy la puerta. Aquel que entra a través de mí, estará a salvo”.
Evangelio según San Juan (10,9). El buen pastor.

Qué hay tras de la puerta?

Estará allí,
entre el sueño y la vigilia,
ese límite imperfecto
                    que nos une.

Y cruzar ese espacio inmaterial
custodiado por dos columnas
                                       de sombra.

Si pudiera trasponerla
 y repudiar el miedo


El corazón de un hombre es su propio dios

En el principio
el trono de Dios iluminaba el reino.

En el tic tac  el cuerpo se expandía 
y se impregnaba el universo.

En el origen de los tiempos
el corazón era el rey. Sol, fuego, luz.
Timonel de la luz y de la vida.

Como en el santo Graal
la sangre era el brebaje sempiterno.

Tal vez en un lugar escondido
una fórmula mágica quedó grabada en ese amuleto.

Esa célula amurallada
es chispa de luz
es templo de mi ser.

Aquellos pensamientos secretos
son visiones que desvelan el misterio.

Ahora el ojo del corazón contempla  piensa  decide
Por qué amar de corazón hasta el último suspiro.

Ay, mi corazón, serás el último en morir.


Encuentro

Los huesos y la médula arman un laberinto.
Vayamos hacia arriba,
al final del laberinto.
Allí está nuestro amor.

Mi alma quiere reposar por un instante,
mi alma tiene sed.
Beberá las aguas claras,
el rocío penetrará por sus poros.
La lluvia saciará su anhelo.

Con mi voz encadenada
descenderé a la esfera violada.
Y ante los peligros de la noche
escucharé tu canto anclado
en la Cruz de las Tinieblas.

Buscaré la salvación en el encuentro con la dicha.


Cristina Pizarro
Buenos Aires, Argentina

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