sábado, 15 de mayo de 2021

Editorial

con voz propia nº 107

Revista literaria 

Mayo 2021


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner
 
Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275
https://www.facebook.com/revista.convozpropia
 

  

Siempre hay flores para el que desea verlas.
Henri Matisse

 


59 

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

81 

El mar también elige
puertos donde reír
como los marineros.

El mar de los que son.

El mar también elige
puertos donde morir.
Como los marineros.

El mar de los que fueron. 


Miguel Hernández
España, 1910-1942
De: Cancionero y romancero de ausencias


 

No te preguntes qué necesita el mundo. Pregúntate qué es lo que te hace plenamente vivo, y hazlo. Porque lo que el mundo necesita es personas plenamente vivas.
Howard Thurman


Revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner

 

Entonces no lo sabía. No sabía que era capaz de herir a alguien tan hondamente que jamás se repusiera. A veces, hay personas que pueden herir a los demás por el mero hecho de existir.
Haruki Murakami


viernes, 14 de mayo de 2021

Autores publicados

¿Qué puedo dejar ir?
Pregunta del día, en Internet

con voz propia nº 107 – Revista literaria
Mayo 2021
Autores publicados en esta edición 

Sergio Borao Llop
Ana Romano
Isidoros Karderinis
Dora Giannoni
Raúl Pérez Arias
María Cristina Noguera
Lila Levinson
Ulises Varsovia
Isabel Cristina Arroyo Calvo
Jorge Curinao
Pedro Martínez Corada
Carlos Javier Jarquin 
Norma Graciela Sánchez
 

 
Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:
https://revistaconvozpropia-autorespublicados.blogspot.com.ar/
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor.
Analía Pascaner
           
Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner



Sergio Borao Llop

Letras viajeras *

Al final, puede que no seamos más que eso: 
Un manojo de letras que pueblan la pantalla 
caminando alineadas frente al ojo esperanzado. 

Una sucesión de símbolos fugaces,
etéreos, a veces clandestinos, 
que en lenta procesión van desfilando
a través de cables y de océanos. 

Es curioso su hábitat: Forman pequeñas tribus 
que alegran o estremecen, que niegan o perfilan 
un azar melancólico, una candente espera. 

Palabras que no te abrazan 
Palabras que no te besan 
Palabras lejanas sin hombro 
donde estampar la lágrima incipiente. 

Palabras que son sólo palabras 

Pero es la medianoche acá en mi cuarto 
y esas letras que, obstinadas, siguen apareciendo en la pantalla 
saben a tierra y mar, a beso, acorde, a campanada, 
al azul mensajero del poniente 
anunciando las albas venideras. 

Así, con suavidad atrapo una palabra, 
quizá la más pequeña, la que nadie quiso, 
aquella que quedó olvidada entre dos versos, 
y la acuno en la palma de mi mano 
mientras me van ganando los ensueños. 

*Escrito en colaboración con Mariela Trabuchi, año 2001 


En el jardín botánico 

En el jardín botánico 
son las seis de la tarde. 
Dos jóvenes hermosos 
(ella es morena, él rubio, 
no habrán cumplido aún los diecinueve) 
se besan bajo el Salix babilónica. 

Recuerdo que hace años 
yo también era joven 
y estaba enamorado 
en el jardín botánico 
a las seis de la tarde 
de un septiembre cualquiera. 


Sergio Borao Llop 
Zaragoza, España 

Los únicos bienes intangibles son los que acumulamos en el cerebro y en el corazón; cuando ellos faltan ningún tesoro los sustituye. 
José Ingenieros

Ana Romano

Perfume 

En la dimensión de la calma absolutísima 
descúbrese apolillado lo invisible 
Los balcones establecen 
custodiados por violetas 
y hasta tulipanes 
diminutos reinos. 


De Martina 

De Martina es la espera 
mientras acomoda 
cordones 
en un cajoncito 
Solo los eventuales chisporroteos del velón 
atinarían a descubrir 
sus ojos ciegos en la oscuridad.


En la tierra 

Entrecruzo confesiones 
mientras un hormigueo 
transita al niño 
Descarrilo 
luego 
certezas 
en la tierra rasgada. 


El violín 

Abotonan y barnizan 
las corcheas 
la percepción 

El violín planea 
distrayéndose 
en la acuarela. 

Poemas del libro de la autora: El alfil rojo. Ediciones La Luna Que, 2020 

Ana Romano 
Poeta nacida en Córdoba. Reside en Capital Federal, Argentina

La creatividad requiere el valor de dejar de lado las certezas. 
Erich Fromm

Isidoros Karderinis

El regreso del emigrante 

Se arrodilló con devoción y besó la santa tierra de su patria 
Como un pájaro errante pasó cincuenta años emigrante en la ingrata tierra extraña 
Luego miró a las montañas desnudas enfrente que aún resplandecían 
Y una flor nueva brotó en su corazón dolorido.

Ansiaba desesperadamente contemplar su casa paterna de piedra 
Que tenía en el patio un hondo pozo y jazmines enredaderos 
Pero también caminar por el barrio humilde con sus calles sucias 
Y recordar cuando jugaba a los bolos con los demás niños. 

Quería visitar en el cementerio las tumbas de sus padres 
A las que altos cipreses prestaban sombra para dejar flores moradas 
Ahora que estaba en el ocaso de sus ojos maltratados 
Y pedirles que lo acogieran en su cálido abrazo. 


Loro perdido 

Por las anchas calles de la inmensa ciudad 
Voy buscando un loro que he perdido. 

Las palabras que brotaban de su pico 
Hacían florecer las curvas ramas de mi alma. 

Ahora no escucho en parte alguna su voz humana 
El ruido de los vehículos la ha cubierto por completo. 

Y la vara brillante del sol estival 
Golpea sin piedad sobre mi cuerpo moreno. 

Poemas del libro del autor: Poemas de fuego. Casa Editorial Punto Rojo Libros, 2018 

Isidoros Karderinis 
Atenas, Grecia

Alegrar a alguien con un simple gesto vale más que mil cabezas inclinándose en oración. 
Mahatma Gandhi

Dora Giannoni

Indiferencia 

Más cruel que el odio 
Más dura que la violencia 
Más fuerte que un golpe 
o una mala palabra 
Es mirar sin ver 
Oír sin escuchar 
Pasar de largo 
frente al dolor de un prójimo 
un semejante 
un ser humano como yo 
Es no decir nada 
Dar vuelta la cara 
Negar la realidad 
porque molesta o no importa 
Mientras el otro 
sigue pidiendo 
una moneda, una sonrisa 
una palabra… 
El otro es ajeno 
y yo no soy prójimo 
La indiferencia 
es una forma de homicidio. 


Ventana al misterio 

Arriba, infinitud del cielo, 
galaxias y brillantes luceros 
la Cruz del Sur 
más clara que nunca 
nos ilumina 
Abajo, piedras milenarias 
multitud de formas y colores 
antiguas formas redondeadas 
que guardan peces y mares 
Entre ambos, 
lo efímero de mi vida 
y estas vacaciones 
que una vez más abrieron
inmenso interrogante 
al misterio 
a través de la Ventana 
de estas sierras 

Sierra de la Ventana. Verano 2012 

Dora Giannoni 
Buenos Aires, Argentina

A cada agresión que recibas mírala como una petición de amor, y respóndele con el lenguaje del amor.
Indira Gandhi

Raúl Pérez Arias


Hace frío 
y veo palabras 
con bufanda. 

Leo versos 
de Alfonsina, Neruda, Pizarnik 
y Amado Nervo 
al calor de la chimenea. 

Hace frío. 

La distancia provoca 
rompecabezas, 
crucigramas sin remitente; 
el alma no puede permanecer 
en silencio… 

y afuera hay lobos 
hambrientos de soledad 
que aún queman libros. 

          * * * 

Atrapé 
una ráfaga de viento 
y la arropé en mi bufanda. 
Ella dejó escapar una lágrima: 
¿Por qué lo haces?, 
¿acaso no eres libre como yo? 

¿Qué es ser libre? 

 amiga.

Las palabras no alcanzan 
cuando llueve tanta tristeza 
y estamos solos 
para llorar 
tanta hipocresía. 


Raúl Pérez Arias 
Lomas del Mirador, La Matanza, Buenos Aires, Argentina

Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. 
Miguel de Cervantes

María Cristina Noguera

El libro 

Sobre la mesa él me espera. 
Es un silencio vestido de sonidos 
arden las palabras como fuego 
me cuentan de Virgilio y de Cartago 
de guerras entre fieras poderosas. 

Él me lleva en la nave de sus hojas
a lugares donde escucho tantas voces 
soy ave que recorre los jardines
o soy caminos dibujados en tormentas. 

En mi mundo 
               quieto y solitario
él, mi libro, me regala  
                 un ramo de coloridas 
                                 emociones. 


El amor 

Te busco en el azul 
en la magia de las flores. 
Te busco en los grises 
que galopan la nostalgia 
en el amarillo de los trigales 
para deletrear juntos el amor 
miel, almendra, piel suave. 
Te busco en el celeste 
de aquellos ojos como mares 
en la brisa tenue de la tarde 
en esa rosa que acaricia 
en el arco iris de la melodía 
en la experiencia de los años. 
Te busco en el rojo fuerte 
con amaneceres de calandrias 
entre abanicos de sensaciones
luz, paraíso, canto perfumado. 
Mañana cuando llegues, amor 
de blanco se vestirán los jazmines 
y beberemos de a dos el destino 
en una copa de licor adamascado. 
Sí, un día te encontraré amor 
te encontraré en este andar solitario. 

María Cristina Noguera 
Nació en Rosario. Reside en Pergamino, Buenos Aires, Argentina

Defender la alegría como una trinchera. 
Mario Benedetti

Lila Levinson

Soy la otra 

Me miro en el espejo y sé que soy la otra. Allí está la que sabe, la que planea, la que continúa. La guerrera iluminada por dioses angelicales que protegen. Hay flores violetas que lo anuncian. 
Yo lo sé, pero la otra que no soy yo y soy yo, no lo sabe; cae por los laberintos sin poder escapar hacia los campos dorados que son de las dos. 
Sin embargo la otra soy yo que no lo soy, la cobarde, la que llora, la que pierde. Soy la otra. La que olvida los preceptos que espinosamente aprendió. 
Los lagos, los ríos, los mares en los que sus ojos se deleitaron con imágenes abrillantadas y lejanas son recuerdos cubiertos por espesas brumas. Allí están los que se fueron y no sabe si la ven. 
La otra soy yo. La cantante, la actriz, la artista, la sabiduría, la que reflexiona, la que observa. Es la otra que no lo sabe. La llovizna turbia cae sobre ellas. 
Estoy sola. Siempre. Quise ahuyentar a los seres, pero no se fueron. No los veo. La otra sí los ve; iluminados. La que soy, tiene oscuridades. 
La del espejo quiere liberarse, la otra no la deja. La empaña con tenebrosidad. La del espejo es seguridad, la otra perdió el valor. La ira y el resentimiento son capas que desmoronan. 
Sin embargo un camino nuevo, llano, fácil se vislumbra. La otra que soy yo y cree que soy la otra se fundirán en una sola. Se erguirán como las diosas del Olimpo, del hechizo, la alegría y la belleza, las Tres Gracias. 
Volverán a danzar y reír. Se fusionarán por fin. Es entonces que el espejo centelleante reflejará una sola apariencia. 

Febrero 2021 
Lila Levinson 
Mendoza, Argentina

Si tomáramos conciencia del poder que tienen nuestros pensamientos, jamás nos permitiríamos un pensamiento negativo. 
Mildred Lisette Norman

Ulises Varsovia

Silencio 

Quien recuerde calle y reniegue, 
quien recuerde desmienta y maldiga, 
emborrone, desvirtúe, tache, 
cuestione, raye, borre y olvide. 

No haya para ti perdón ni tregua, 
ni atenuante, ni piedad, ni lástima: 
recaiga la culpa sobre tus actos, 
un dedo te acuse y palidezcas. 

Quien recuerde niegue y desoriente, 
obscurezca, mienta, encubra, 
y con tal peso salga y camine, 
y cumpla sus días en la tierra. 


Gritos de auxilio 

Ensordecedores gritos de auxilio 
de una voz idéntica a mi voz, 
de una garganta filial a la mía 
llamando desde el precipicio, 
recabando mi ayuda fraterna. 

Hermano o hijo de mis entrañas 
atado al borde de la hondonada, 
nada puede por ti mi amor filial, 
nada puede por ti mi desgarro 
de padre o amantísimo hermano 
estirando sus brazos hacia ti. 

En el tiempo seguirás gritando, 
y seguiré escuchándote, transido 
de un dolor como ningún dolor, 
de una angustia de hermano sufriente, 
de hermano de mi misma sangre. 


Del poemario del autor: Madre Prostituta 

Ulises Varsovia 
Poeta nacido en Chile. Reside en Suiza 

Eres lo que haces, no lo que dices que podrías hacer. 
Carl G. Jung

Isabel Cristina Arroyo Calvo

Presagio de mayo entre mareas 

Lo cierto es que llevo en mis sienes un charco, 
ahora que el invierno cuelga en el rostro 
del presagio. 
Mi país se extiende como una cordillera 
que desfila entre las nubes llevando a volar 
el llanto de sus ríos, cauces desvirtuados 
de la carretera que quiebra mis anhelos. 

Y estoy aquí, inaudita, tierra en la Tierra, 
rosa sin pétalos, anagrama del círculo 
vicioso de noches sucediéndose en mis párpados. 
Tú, como un sueño. 
Yo, como olvido. 

En esta vida amanecemos todos con el reloj 
atado a la cintura. 
Mi tierra no es solo mi tierra, 
mi tierra, entre fronteras y barro, 
es tu tierra que mira las mismas manos, 
las mismas amapolas deshojándose en la noche, 
los mismos animales que acechan 
nuestras selvas. 

Levantemos el hacha del cansancio, 
volvamos a nacer como antorchas presagiando 
nuevas bienvenidas. 
Cuando te reciba aquí en mi camino, 
y el papalote de niños y esperanza 
vuele sobre estos mares, pacífica 
y constante marea entre mis sueños,
te miraré y miraré en tus ojos 
la Tierra. 

Poema del libro de la autora: Presagios de arena, 2020 

Isabel Cristina Arroyo Calvo 
San José, Costa Rica

Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colores, alegrías; es tu música. La vida es lo que tocas. 
Pedro Salinas

Jorge Curinao

Hechizo 

La muerte se sienta al lado 
y me dice: 
te ves como recién nacido. 


Balada del buey solo 

Me recuerdo saliendo por los desiertos 
y encontrando rostros que no eran míos 
rostros que no fui 
¿cómo no pude acostumbrarme a los rostros? 
¿cómo no pude acostumbrarme al paisaje? 
debí ser fuerte como un sueño de metal 
para que no se duerma la espera 
para decir una frase verdadera 
para decirme un canto como un animal 
quiero decir:
la casa ya no es grande
los niños no están 
necesariamente no están 
en este instante 
es más terrible la belleza del mundo 
así 
sin fantasmas que alimentar 
sin sueños cayendo en el desierto 
sin ventanas 
rostros de mí. 

Del libro del autor: Cactus (2010) 

Jorge Curinao 
Río Gallegos, Santa Cruz, Argentina

Siente tu vida, vívela, ámala y disfrútala. 
William Shakespeare

Pedro Martínez Corada

El último inquilino 

   Había varios mirlos posados en los aleros del tejado. Los pájaros, de ojos brillantes y picos amarillos puntiagudos, estaban muy quietos, como si fueran gárgolas que quisieran proteger las medianerías del edificio. Fueron aquellas aves, de plumas negras como la nada, lo último que vio el viejo. 
   El hombre estaba tendido sobre el cemento cuarteado del patio, con los ojos fijos en el cielo azul que se derramaba sobre las ventanas de sucios cristales, todas cerradas salvo una, precisamente la que él abría cada mañana con un gesto de desafío hacia el resto de los pisos, ahora deshabitados. El último de sus vecinos se había marchado hacía años y, a partir de entonces, solo el transistor de Prudencia -su mujer- se oyó desde la cocina de la cuarta planta, en donde siguieron viviendo a pesar de las amenazas del casero. 
-Nadie me va a echar de mi propia casa -contestó secamente a Prudencia, cuando ésta le pidió que aceptara la oferta de realojo de aquél. 
   Partisano de sus recuerdos, el último inquilino se atrincheró al final del pasillo de la vivienda en disputa. No le molestaban las escaleras vacías, las puertas atrancadas o la suciedad que se iba acumulando en el portal de la finca. A quien odiaba era a Prudencia. Ella era peor que el casero, con sus silencios cargados de incomprensión y sus miradas torcidas. No se marcharía, él no se iría a ningún piso de mierda en el extrarradio. 
   El viejo intentó moverse y no pudo. No sentía ningún dolor. Ni siquiera se dio cuenta de la postura en que se hallaban sus piernas, torcidas en un trágico escorzo a consecuencia del impacto contra el suelo. Oyó el transistor, pero sabía que ella no le ayudaría. Perra de mujer, al fin lo había conseguido. Notó un líquido viscoso en los oídos. Sangre. Si pudiera, se habría estremecido. 
   Atardeció y las ventanas fueron perdiendo el brillo azulado. Los mirlos del tejado parecían vigilar, impávidos, al moribundo. Cada agonía es sustantiva y en la del viejo no había túneles alargados, luces maravillosas, lagos cristalinos ni zarandajas de esas. Las imágenes que veía eran sobre momentos fugaces de su vida, instantes mugrientos y rutinarios que chisporroteaban en la aceitosa penumbra del vestíbulo de la muerte: Prudencia rompiendo sus cigarrillos; Prudencia gritándole por haber salpicado de orín la tapa de la taza del retrete; Prudencia olvidándose de comprarle el vino o Prudencia ordenando el vete a comprar el pan, como si ella tuviera otra cosa que hacer. Prudencia hasta el último momento, sempiterna en las imágenes crepusculares que le asaltaban. 
   Recordó el pasillo que los separaba. Le pareció tan largo como los últimos años que había padecido al lado de la gorda y encanecida mujer. Nada que ver con la preciosa muchacha de pelo rubio ensortijado, que miraba desde una fotografía presa en el marco del espejo del cuarto del matrimonio, donde él hacía años que no dormía. En los últimos meses quiso romper aquel retrato cuarteado por la roña del tiempo y hoy lo había conseguido, a eso de la sobremesa, cuando los pájaros escuchaban desde el tejado las estupideces que decían en la Cadena Ser. Para él, entre el amor y el odio hubo más de un paso, exactamente los que caminó por el pasillo, hasta la cocina. 
   Ella estaba en la ventana, con el cuerpo medio afuera. Quizá recogiendo la colada. O tal vez mirando las ventanas de los pisos abandonados de abajo. Qué más daba. La vio con el gordo culo en pompa, balanceándose en el alféizar de la ventana, con las zapatillas de fieltro medio caídas y las pantorrillas varicosas, tensas por la postura. La odió más todavía, más que cuando, instantes antes, rompió la fotografía. Cogió carrerilla desde la puerta de la cocina y se abalanzó sobre Prudencia. Un empujón y caería al patio… Pero cuando llegó hasta ella, con los brazos extendidos hacia delante, Prudencia se apartó hacia un lado con agilidad y antes de salir disparado por la ventana vio en su rostro un gesto de salvaje alegría, una mueca que le resultó espantosa. Nunca imaginó que Prudencia pudiera tener aquella risita de dientes pequeños, ennegrecidos y puntiagudos, aquellos ojos saltones que parecían querer salirse de las cuencas o aquella piel escamosa y repugnante, roturada por arrugas que parecían cicatrices. 

   El viejo dejó de oír la radio. Luego, la vida se le escapó como una húmeda pepita de limón se escurre de entre los dedos.
   Sonaron golpes y gritos desde la puerta de su casa, que él ya tampoco pudo escuchar: 
   -¡Abre, que tienes una citación del Ayuntamiento! Creo que es sobre el entierro de Prudencia… Una rata correteó alrededor del cuerpo y olfateó la sangre que encharcaba el patio. 
   -¡Abre, que no te miento! -el casero siguió aporreando la puerta, pero solo le respondió el silencio. 
   Alas negras de pájaros en el cielo. Los mirlos, asustados por los gritos, levantaron el vuelo. 

Febrero de 2005 
Relato publicado por la Revista Narrativas -ya desaparecida- en 2006 

Pedro Martínez Corada 
Madrid, España 

Todas las cosas por un poder inmortal cerca o lejos ocultamente están unidas entre sí, de tal modo que no puedes agitar una flor sin trastornar una estrella. 
Francis Thompson

Carlos Javier Jarquin

Global transición 

El 2020 llegó grávido de asombro 
desagradable para la humanidad, 
La pesadumbre que a lo largo 
de este año hemos venido 
viviendo no tiene comparación. 
Esperemos que esta global transición, 
nos aporte grato sabor. 

Ojalá pudiéramos comprender 
el mensaje que el Creador 
nos está transmitiendo 
a través de esta letal pandemia, 
por ejemplo: vivir con tono de solidaridad, 
amar al prójimo sin restricciones, 
vivir el presente con ilimitada fragancia 
sin importar su color, trabajar con arte 
para dejar huella excepcional 
sin obstaculizar el sueño del otro. 
Seamos protagonistas para ayudar 
a crecer y no para destruir,
para inspirar y no para criticar. 

Carlos Javier Jarquin 
Poeta nacido en Nicaragua. Reside en Costa Rica

Cuanto más lo crees, más real se vuelve para ti. Por eso es tan importante creer en cosas positivas, en lugar de cosas negativas. 
Anita Moorjani

Norma Graciela Sánchez

Una vez más con vos

Mastico un café desangrado, 
revuelvo lento su amargura. 
Lo estiro en el tiempo 
hasta rozar las fotografías 
del sol en tus manos mías. 
Sorbo la tinta en la taza, 
respiro repetidas agonías. 
Camino el almanaque 
con la misma ansiedad de aquel día 
en que las lágrimas eran risas. 
Me espío en la concavidad de la cuchara, 
abrazo algún milagro 
que me envuelva en oropeles 
para un último viaje 
hacia tus brazos. 
Donde algún otro prepare café 
y se vista de amargo, 
entre almanaques y fotografías. 
Donde las lágrimas no sean mías 
y de tanto espiarte, te encuentre
tan justa como aquel día. 
Pero la noche sigue siendo noche, 
aún sin tu compañía. 
Y los grillos hipócritas 
le cantan al amor y a la vida, 
congraciados por la luna, 
que te sabe perdida. 
Es que el corazón 
se volvió infierno 
y arrodillada en este entierro, 
no soy más que la sombra 
de tu muerte madre mía. 

Norma Graciela Sánchez 
José C. Paz, Buenos Aires, Argentina

No perdiste a nadie, el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. 
Facundo Cabral