lunes, 13 de mayo de 2013

Editorial



               revista literaria 

con voz propia nº 55 – mayo 2013


                           publicación creada en noviembre de 2006
                                distribución y publicación gratuitas




Las preguntas son éstas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Éstas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.
Sandor Marai




Álvaro Yunque
Argentina, 1889-1982
La obra maestra

El mono tomó un tronco de árbol, lo subió hasta el más alto pico de una sierra, lo dejó allí, y cuando bajó al llano, explicó a los demás animales:
- ¿Ven aquello que está allá? ¡Es una estatua, una obra maestra! La hice yo.
Y los animales, mirando aquello que veían allá en lo alto, sin distinguir bien qué fuere, comenzaron a repetir que aquello era una obra maestra. Y todos admiraron al mono como a un gran artista. Todos menos el cóndor, porque el cóndor era el único que podía volar hasta el pico de la sierra y ver que aquello sólo era un viejo tronco de árbol. Dijo a muchos lo que había visto, pero ninguno creyó al cóndor, porque es natural en el ser que camina no creer al que vuela.






Algunos pensamos que lo que nos hace más fuertes es aguantar, pero otras veces es dejarlo estar.
Hermann Hesse




revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275
Edición y dirección: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina


Autores publicados



revista literaria con voz propia nº 55
mayo de 2013

- Gustavo Tisocco
- Eduardo Dalter
- Analía Pascaner
- Rodolfo Leiro
- Graciela María Casartelli
- Mónica Cazón
- César Cantoni
- María Pugliese
- Cristina Villanueva
- Daniel Abelenda Bonnet
- Jaime Icho Kozak
- Daniel Gorosito
- Carmen Rosa Barrere
- Celina Vautier
- Haidé Daiban
- Emilio Núñez Ferreiro
- Lao Paunero
- Mirta del Carmen Gaziano
- Francisco Romano Pérez
- Mario Capasso
- José Diez Zalazar
- Bertha Carou 
- Hebert Poll Gutiérrez
- Rachid Boussad
- Vicente Aiello
- Silas Corrêa Leite
- Gina Escobar
- Nechi Dorado

--

Información de Concursos en:

Gustavo Tisocco


-Poeta de Mocoretá, Corrientes. Reside en Buenos Aires, Argentina-

A las Madres del Dolor...

Le arrancaron la flor
antes que sea capullo,
mucho antes de ser perfume, mucho antes.

Esa mujer deshabitada
lleva una foto en el pecho,
un rostro, un niño gritando
sobre su sombra herida.

Esa mujer delgadita y pequeña
es nube tenaz sobre el desierto,
brillante luz sobre la bruma.


A Susana Trimarco y a las Madres del Dolor

A ella le dijeron que NUNCA MÁS,
que empezaban ahora a florecer los jazmines
que el invierno ya no,
nunca más los silencios, las esperas,
las noticias en los diarios.

A esa mujer le dijeron que NUNCA MÁS,
que ahora los pájaros eran libres
que solo había ventanas abiertas,
nunca panfletos con nuevos rostros,
nuevos gritos, nuevas mentiras.

A todas ellas le dijeron que ya no,
pero caminan con sus úteros quebrados
y le sangran lágrimas y les brota rabia,
la esperanza apenas es en ellas un hilito frágil,
enorme lamento, desesperación.

A todas ellas le dijeron que ya no,
pero los hombres miran de nuevo a otro lado,
hablan en secreto, se disfrazan.
Como en aquel nefasto tiempo,
la justicia es una esfera de cristal
que arrojamos al fuego.


Sauce

Me reconocerás cuando llegue
vestido de viento. 

Te percatarás que era quien rezaba en tus atardeceres
en tu arroyo color tierra
en la moldura precisa con que hilvanamos el recuerdo. 

Dejarás que me siente ahí
donde crepita el fuego
y se escuchan todavía los eternos cristales
amparados por la lluvia. 

Me reconocerás después de tanto tiempo
cuando cruje este cuerpo sediento que ahora llevo
estas madrugadas
este deseo de reposar hasta el cansancio. 
Yo he venido hasta aquí
buscando tu reflejo
ya no tengo las viejas canciones
ni el pelo rubio, los ojos nuevos
pero me habita un corazón de gorrión
y el descubrimiento de una tierra nueva pintada de cielo. 

Recuerda que amaba el viento
y de él me visto
para que al verme seas sauce
acariciando mi río.
 

La otra orilla

Mi abuela era feliz y hablaba con Dios.

Decía que él habitaba en su patio.

Pero desde aquella tarde
no le dirigió la palabra,
nunca entendió eso de arrebatarle al hijo.

Enmudeció
mucho antes de cruzar a la otra orilla.


Poemas pertenecientes al libro Terrestre.
Textos tomados del blog del autor: http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com


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El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.
Ludwig van Beethoven

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Eduardo Dalter


-Buenos Aires, Argentina-

Puerto Madero

Conocí el viejo puerto en los años
       duros
en que decenas de barcos de carga
       de todas las banderas
arribaban a sus muelles, y por sus
       callejones
iban y venían camiones, marinos,
       estibadores
y alguna que otra mujer de falda
       corta.
Un aire singular y recio reinaba
       en las dársenas,
mientras resonaba algún grito, en
       algún idioma
lejano, entre las cubiertas y las
       grúas,
que la ciudad había hecho suyo y
       de su borde.
Después todo pasó; y sólo el agua
       marrón
quedó sin ser tasada ni vendida; 
       y comenzaron
las demoliciones donde ahora
       se elevan
hoteles 7 estrellas, espléndidos
       y raros
restaurantes, y bárbaras torres
       primer mundo,
que no pueden verse si no con
       extrañeza,
entre licenciados guante blanco,
       algún
Lamborghini, algún turista, y
       una brisa
que nos sabe tocar y recordar
       la historia
con más despojos y zanjones
       que ganancias.


Homenaje a Bertolt

Brecht detestaba a los poetas
    comediantes
(inclusive a los buenos poetas
    comediantes),
ésos que cantaban (y hasta
    bailaban)
lejanos de la tan perturbadora
    vida
que gruñía hosca más allá de
    la platea.
Brecht prefería el aire abierto
    o cerrado
y los charcos donde la vida
    pudiera
reflejarse, y el hombre cierto
    tuviera
al fin derecho a la palabra
    y al pan
(que no son lo mismo, pero
    cuando falta
uno escasea el otro). Yo no
    creo,
no obstante el horizonte, o
    estas luces,
que el recorrido soberano
    de su lápiz
haya caído en saco roto.

 Gran Buenos Aires, enero, 2009.


Otoño país

En medio de tanta
       inequidad
bárbara, tanta
       postergación,
       niebla,
y tanto doble,
       triple,
cuádruple discurso,
       y tanto
recambio de plumas,
       triza, 
hueso expuesto, y
       vacío,
¿de qué se habla
       ahora?

Último poema tomado de Inventiva Social, publicación digital dirigida por Eduardo Coiro (Buenos Aires, Argentina)


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Vivir es desviarnos incesantemente. De tal manera nos desviamos, que la confusión nos impide saber de qué nos estamos desviando.
Franz Kafka

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Analía Pascaner


-Nació en Buenos Aires. Reside en Catamarca, Argentina-

Todo sucedió tan rápido

    Mi esposo me pidió que llevara un abrigo y saliera de la casa porque se venía el agua. Mi mirada se paralizó en su rostro, observé a mis hijos de tres y cinco años en sus brazos y sin preguntar siquiera, alcé a mi bebé y seguí a mi marido. Nos abrimos paso y caminamos entre la correntada hasta que alguien detuvo su camioneta para sacarnos del barrio.
Salí de mi hogar para adentrarme en un mundo de espanto y caos. En la calle me aturdieron el sonido de las sirenas y los gritos desgarrantes. Por las calles circulaban en forma desordenada ambulancias, coches de policía y otros vehículos, algunos con lanchas a remolque. Unas personas corrían atropellando y pidiendo ayuda, otras permanecían quietas gritando nombres. Familias abrazadas sin saber adónde ir. Hombres encaramados en los techos de sus viviendas. Y la ciudad en tinieblas bajo una lluvia torrencial.
El agua: protagonista principal. El agua arrasando las pertenencias. El agua borrando los recuerdos. El agua ahogando las ilusiones. El agua tragando los hogares. El agua cobrando vidas. El agua, monstruo devorador que nos hundió a todos en su gigantesco remolino de devastación.
Seguía paralizada mientras me alejaba del horror. La angustia me invadió más tarde, cuando nos encontramos amontonados en los patios y aulas de una escuela. La tristeza al ver el rostro de quienes llegaban buscando familiares y se marchaban desolados. La desilusión al observar el cielo gris plomizo cada noche y comprobar que al otro día la lluvia nos acompañaría. La aflicción al conocer la desesperación de quienes se quedaron en los techos y luego pedían ser rescatados pues el agua helada ya cubría sus piernas. La impotencia al saber de aquéllos que no tuvieron la menor posibilidad de salvación.
Por las noches casi no dormía, abrazaba a mis hijos, sus caritas contraídas en un sueño intranquilo. La tibieza del brazo de mi esposo sobre mis hombros me envolvía con incierta seguridad. Me rodeaban rostros de desolación, tristeza, dolor, impotencia, preocupación, rabia, soledad y el llanto desgarrador constante. La ropa empezaba a formar parte de mi piel humedeciéndome hasta el alma. A lo lejos una radio transmitía nombres de instituciones convertidas en centros de evacuados y me recordaba que había gente desaparecida, así como todos aquellos artículos que necesitábamos para sobrevivir en medio de esta tragedia. Sin embargo las necesidades del corazón no se podían expresar, no se transmitían por ninguna radio: nadie las cubriría, nadie taparía los huecos del dolor.
    Poco a poco nos fuimos acomodando y reconociendo unos a otros, aprendiendo a convivir y a compartir. Pronto reconocimos a quienes pretendían estar en un hotel y exigían cierta deferencia. Otros sólo dormían: la forma más sencilla para no pensar, no sentir. La solidaridad de la gente nos proporcionó algún tipo de bienestar físico y también nos reconfortó, con su calidez nos secó la humedad del cuerpo y nos acarició el corazón.
    La bronca me estremecía cuando escuchaba acerca de los saqueos cometidos por los buceadores nocturnos. Retenía con mayor fuerza a mis hijos cuando observaba el rostro deshecho de quienes no encontraban a sus allegados; mi pecho se cerraba cuando una voz entrecortada rogaba: “por favor… tal vez hubo un error, por favor… tal vez no lo vio en la lista, por favor… busque otra vez”. Todavía los escucho clamar por sus seres queridos, todavía oigo el lastimoso “por favor… por favor…”, con un deseo vívido en sus palabras: “por favor… hermano querido, madre mía, hijo amado, que estés vivo por favor…”.
    Ya pasaron varios días y el agua está bajando. Algunas personas volvieron a sus casas para comenzar con la penosa y lenta reconstrucción. Observo regresar vencidos a quienes susurrando cuentan: “Afuera sólo hay barro y mal olor”; hablan de viviendas asoladas, saqueadas, y lo poco que quedó se reduce a trapos, trozos de madera, suciedad y más suciedad. Todo, todo destruido.
Sonrío cansadamente al mirar a mis hijos y a mi esposo. Le agradezco a Dios, a la vida, al destino, por estar juntos y vivos. Agradezco porque sobrevivimos a la desesperación, la angustia, la impotencia y la tristeza de la pérdida material. Agradezco por la gente solidaria, por el sol, por la vida.
    Sí, todo sucedió tan rápido… Y aunque de nuestra casa no queda absolutamente nada, me siento afortunada porque jamás perdimos nuestro hogar.

Junio 2003 

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Yo estaba empeñado en no ver lo que vi, pero a veces la vida es más compleja de lo que parece.
Jorge Drexler

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Rodolfo Leiro


-Buenos Aires, Argentina-

Ayuda

Acaso, yo podría decirte, amiga mía,
que los dioses no existen ni existieron,
simples hombres astutos construyeron
por la pira que en miedo sometía,

cada espacio implorante de tu día,
los santos y los diablos compusieron.
hacia un mundo falaz que condujeron
la tropa que en cordero convertía;

cada paso que dabas y que urgía
concurrir al recinto que imponía
usarte en su provecho como zuda;

y en este rol de hablarte en poesía,
te lo digo en rigor de cofradía,
que sigas con tu fe, si ello te ayuda.

Notas del autor:
Zuda: máquina con que se saca el agua de mar para regar los campos
Construido a las 9.18 del 23 de agosto de 2012 para mi libro Hebras de Plata


A veces

A veces me pregunto, famélico andariego,
hurgando los recuerdos aleros de mis horas,
si en la danzante pista de músicas sonoras
fui acaso un indigente del beso que no ruego.

Tu cautivante cuerpo con desusado apego,
como febril promesa de eróticas esporas,
adosaba sus formas de encendidas auroras
y un fálico desnudo soñaba con tu fuego.

Después otros jayanes de gesto veraniego
gozaban de tu baile sin túrbido sosiego,
y me quedé mirando tu línea que enajena.

Tal como un Miguel Ángel de rara pedrería,
en mi noche sin sueño yo te sugeriría:
¡No muestres esa breva que oculta tu alacena!

Nota del autor: Construido a las 8.59 del 14 de junio de 2012 para mi libro Hebras de Plata


El día que me quieras
Por Alfredo Le Pera.
Con Carlos Gardel, Rosita Moreno, Tito Lusiardo

Tal vez alguien lo quiso al bardo peregrino
que toma este recuerdo de lírico fragante
y acaso, en mi litera, sin lujo deleitante,
supo enrolar dos cuerpos en beso venusino;

mi mundo en fantasía, y el pecho delirante,
fiel boca sin carmines en labio purpurino
e inmersos en un copto de mística y de vino
vivimos nuestros sueños en labio palpitante;

Tu muerte tan temprana en cripta terebrante
te hurtó de mi camino en el feroz instante
en que cerró tus ojos con tópico de tenia;

no tengo ya una Marga para vestir mis horas.
Se acabaron los ecos de tus frases sonoras.
Voy solo con mi glosa y mi constante anemia.

Nota del autor: Construido a las 9.20 del 26 de julio de 2012 para mi libro Hebras de Plata


Vejez

Desde la vejez, pregunto todavía
que es la vida, turbión inescrutable
que observo desde un plinto venerable
que me trae su escena cada día;

calibro pasados, efémera logía
que ronda los efluvios insondables,
como si fueren ritos memorables
transitando sobre raudas fantasías;

Mi vida fue algún rol, tapicería
que no acopia la rara orfebrería
de mi pulso, fanfarria de mi suerte;

volaré, insigne Nada, dinastía
de un poeta de túnica sombría.
¡No sabré ni de vida ni de muerte!

Nota del autor: Construido a las 13.57 del 28 de noviembre de 2012


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Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones.
Séneca

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Graciela María Casartelli


-Unquillo, Sierras de Córdoba, Argentina-

Al final del pozo

Dedicado a todos aquellos cautivos en el ámbito de las adicciones

En el soplo de vida, creador de mi cuerpo,
te arrojaron conmigo.
Desde el embrión, entrañaste mis venas.
Tú estás conmigo desde el principio.
Doblegaste mi carne hasta el infortunio.
Fuiste trabajando en mi sangre
                                  y me has poseído.
Maleaste mis sentidos, me doblegaste.
Siendo un chiquillo, no advertía tu tiranía;
como máquina sin timón,
                        reproduje tus caprichos.
Hoy, que algo vislumbro, sólo una idea,
de lo que mi ser puro, esclarecido,
                                    hubiera ostentado,
te veo en mi mitad.
Oscurecido, enroscado, agazapado,
                   en mis acciones torpes y burdas.
Engañaste mis sentimientos, mis juicios.
Trastocaste mi más nítido todo sublimado
y me confundiste entre tus danzas vagas,
tu doping de muerte.
Una sombra de luz pura,
me permitió ver en el transcurso de un tiempo.
Fue la otra cara del espejo.
Pero tus celosos guardianes,
tergiversaron aquel halo infinito
                                          y yo me perdí…
Todos mis impulsos por vencer tu designio,
quedaron sin fuerzas a la mitad del camino.
Créeme que muchas fueron mis noches de desvelo.
Ruda y cruenta mi lucha,
                                sangriento el campo de batalla.
Cuando quise emigrar por aquel rayo luminoso,
ostentaste en tu mano una fruta dulce,
                                con corazón de veneno.
Me mostraste un mundo desconocido, maravilloso.
Una música embriagadora me invadía,
mientras tules, flores y versos,
                                  dulcemente me envolvieron.
Nuevamente tomé por tu ruta, elevándome y
mi mundo, no era el mundo
                                 que el rayo iluminaba y
el raciocinio se intoxicaba con tu perfume.

Me llevaste unos pasos,
                             y me tiraste al pozo…
Un pozo oscuro, sin fondo, sin peldaños.
Desesperada, arañaba sus costados.
Eran mis realidades.
Uñas y dientes se quebraron en mis esfuerzos,
mientras tus garras despaciosas,
                              cerraban la entrada…
Sin embargo, tú también sufres.
Porque gran parte de ti, se estaciona en mi dolor,
en mi aliento quejumbroso,
                             en mi destrucción lenta.
Tu esencia anudada en la mía,
se deteriora en mi tormento…
                               ambos somos víctimas.
¿Dónde estás tú y dónde estoy yo?
Lo sabremos, tal vez, al final del pozo…



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Si tú llamas experiencias a tus dificultades y recuerdas que cada experiencia te ayuda a madurar, vas a crecer vigoroso y feliz, no importa cuán adversas parezcan las circunstancias.
Henry Miller

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Mónica Cazón


-Tucumán, Argentina-

La casa del silencio

pronto, la luz comienza a irse de la ventana, ella no lo piensa dos veces y acaricia el vidrio que congela su mano. Limpia el último aliento. Sabe que él necesita una mano cálida, pero esa intimidad le resulta lejana y hasta indiferente. Muriel echa un vistazo a la proyección holográfica del soldado que se marcha y la esposa que espera.
Congelar no tiene que ver con esa escena, al menos en este caso, tampoco se trata de helar el líquido de sus ojos para que sonría ante una frase ocurrente. Congelar, dicho del frío es dañarle los tejidos y especialmente producir la necrosis, aunque se quede parado al lado de la puerta y la mire con esa mirada que ella conoce de antemano. Han crecido y la casa no hace ruido.
Congelar es tratar de detener este proceso por tiempo indefinido.


Arroz con leche

y el peral abrió sus flores blancas, pero caían como rayos sobre las matas. Vi pasar un grupo de niños llevados por luciérnagas y luego entrelazarse en una ronda. Y, pese a todo, vi a la desconocida sonreír a mi lado. Era la calidez de la tarde, magnánima, única. Para mirarla de reojo por la ventana entreabierta; como una niña de Balthus, esperando que empiece lo terrible.    


Textos anteriores pertenecen al libro El Placar de Muriel. Alción, 2012

*  *  *  *  *

“divide y reinarás”

Cuando cambiaron la cama ocasional por la cama del departamento de él, creyeron que les había llegado la porción de felicidad que tenían asignada. Comían, jugaban, vivían. Se reconocían en esa pasión repetida y tierna. Gradualmente llegó el invierno y ya la desnudez les incomodaba y la pasión se les escurría en una cena, en reuniones con amigos, en el consabido llenar espacios para no espaciarse; hasta que un día cualquiera, como aquel día que cambiaron de cama, entendieron que la matemática podía ayudarlos.
Pero no. La matemática no los ayudó. Les certificó que se habían sumado las obligaciones, restado las libertades y multiplicado los problemas.
Fue entonces como, sin opción, dividieron los bienes. 


“a buen entendedor…”

Era una pesadilla ambiciosa; pretendía matarme.


“las apariencias engañan”

Durante largas noches frías ella alejaba las alimañas que rondaban mi cabaña, y yo dormía tranquila al saberme dueña de su protección. Su aullido profundo era la señal. Una noche no la escuché y, preocupada, luego de meses de su presencia infaltable, abrí la puerta.
Allí estaba, salvaje y hambrienta al acecho, esperando su ataque definitivo, buscando a la loba que había en mí. Porque sí. Porque no quería competencia.


Del libro Zoológico de Señoras, microrrelatos. Edit. Macedonia, 2011

*  *  *  *  *

Seguir viviendo sin tu amor (Luis Alberto Spinetta)
10 de mayo

    Su madre lo miraba. Él la miraba. Tomó su rostro, acarició sus mejillas y lentamente le bajó los párpados. Parecía la primera vez; sólo que ésta vez, era la última.
    Amanecía.


La tijera

   Cortó los géneros, las plantas, las hojas, los cables de mi tierra. Cortó las hilachas de tu ropa, las cartulinas del colegio, el flequillo de tu infancia, las figuritas de las revistas, las cartas, las boletas vencidas, el punteado de una nota.
    Aguda, punzante y precisa, cortó también el aire de ese día. El día que cortaste el cordón, y me anunciaste que te marchabas a vivir solo.


Dos últimos textos del libro Cejuelas, microrrelatos. Edit. Piérola, 2009


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Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida.
Facundo Cabral

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César Cantoni


-La Plata, Buenos Aires, Argentina-

Traicioné a mis padres

Traicioné a mis padres: no acaté su legado
ni recorrí el camino trazado por su índice.
Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses. 
Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras 
ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua; 
cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla para su despegue,
no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado por todos los discursos,
sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,
su incitación a la desobediencia.


Cenábamos esa noche

a Néstor Mux

Cenábamos esa noche en una fonda
cuando una rata, que bajó del techo,
atravesó raudamente el salón
y huyó por la puerta de la cocina.

Sólo es una entre tantas”, dijo el poeta Néstor Mux,
mientras la chica de la mesa contigua
saltaba y gritaba horrorizada
en un arrebato de histerismo.

¿Pero quién sentía más pavor? ¿La chica
o la rata en su huida desesperada?
Poco agrega saberlo. Vivimos en un mundo extraño,
ganado por la desconfianza colectiva.


Es así como mueren

no quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo
Alejandra Pizarnik

Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,
Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se tira al mar por la borda de un buque,
József espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos, 
Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,    
Plath inhala el gas que sale de su cocina, 
Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,  
Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra
que la noche...
Es así como mueren estos poetas:
yendo hasta el fondo de su desventura.


El espíritu de Platón

El espíritu de Platón
juega a las escondidas
mientras el gato de mi vecino,
que ahora camina
orgullosamente
por la medianera,
parece burlarse
del conocimiento humano
esgrimiendo la cola.


El fin ya tuvo lugar

El fin ya tuvo lugar.
Lo que queda
son los detritos de la historia.


Del libro El fin ya tuvo lugar, Hespérides, La Plata, 2012.

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No es el tiempo el que nos falta. Somos nosotros quienes le faltamos a él.
Paul Claudel

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María Pugliese


-Muñiz, Buenos Aires, Argentina-


a contrapelo
cabalgamos llanuras
desiertos estepas
cima y sima
nos elegimos viento
flameamos entre mástiles
proas y popas
enaltecimos al agua
y aplacamos al polvo

por las terrazas y los terraplenes
por los sinuosos senderos de las villas
a la hora de la siesta
escandalizamos el meneo de las hamacas y los barriletes
con alas de gaviotas
y temblor de palomas en celo

fuimos viento
herederos
del miedo a las catástrofes
fuimos giro torbellino ímpetu
trashumancia

                                         huérfanos
                                         del tibio arrullo
                                         previo
                                         al sueño profundo
nos elegimos viento
para deambular
por ciudades oscuras
a medianoche
y desprender sin pudores
las vestiduras del paisaje

ingenuos e ignorantes
nos elegimos viento

                                         dónde virar
                                         cómo reconocer
                                         encontrar

*  *  * 


esas estampas
por detrás
son huellas?

hubo pies  territorios rutas
allí entre las madejas?

los residuos que deprenden aromas nauseabundos
contienen algo más que abandonos y muertes?

fiel a los hilos de
deshacer las tramas
y desatar los nudos
atraviesa lo enmarañado
a paso lento
se encauza hacia el plácido sendero de sus ojos
e interroga
queda algo por decir?


en medio de las sombras que se desperezan
sobre un haz oblicuo de la lámpara
al ras del vaho extendido por las hojas del tilo
encima de los paños que ondulan la terraza como fantasmas
en frente del ocaso en el que la ciudad se aletarga
y nos devuelve las voces de los niños allí abajo
los cantos de los obreros que penden de una soga
el crujir de los carros y las bocinas
las sirenas
las cortinas de agua

todavía
queda mucho por decir

los sitios de la espera y el desencanto
debieron   haberse poblado de palabras
los gestos de su pulgar en mi mejilla
debieron  haberse poblado de palabras
las bocas entrelazadas en los besos
debieron  haberse poblado de palabras
el sudor el cansancio el llanto la traición  la cobardía
debieron   haberse poblado de palabras

cada país habitación  suelo lecho manta
que nos atravesó  distanciados vacíos tristes extraños
debieron  haberse poblado de palabras
las tenues nevadas sobre las acacias
el sopor del asfalto en los eneros
los zorzales y tacuaras en pugna por tan solo una rama
debieron haberse poblado de palabras
los aeropuertos  las estaciones  y los equipajes
testigos permanentes
debieron  haberse poblado de palabras


por los bálsamos del sol al mediodía
por los túneles del miedo y las retaguardias
por los escondites que gestaron y dieron a luz estigmas de esperanza
por las voces desperdigadas en soliloquios
y por todos los espacios del desencuentro

aún
queda tanto 
                  por decir


Poemas inéditos, del libro Ejecuciones

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Saber es relativamente fácil. Querer y obrar de acuerdo a lo que uno quisiera, es siempre más duro.
Aldous Huxley

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Cristina Villanueva


-Buenos Aires, Argentina-

El inicio

Eran muchos los dioses y las diosas enlazados en las danzas de la creación. Esa palabra en la boca, a punto, caía en gotas. Al principio, no hubo oscuridad, hubo rojo y sus matices. Las diosas desvariaban en telas con forma de almohadones de algún palacio árabe inexistente aún, incrustaciones de espejos pequeños o brillos o sueños con resplandor. Los dioses al besarlas con su poder centrado, daban lugar al movimiento. Ellas y ellos se fusionaron en todos los matices de lo femenino y lo masculino. Surgieron los verdes y azules, las gotas, los círculos, los huevos con sus frágiles cáscaras pintadas, suavidad del círculo dónde la boca se abrocha a la vida.
Todo se nada y saltan las gemas, los rojos, los relieves, ellos y ellas, dioses efímeros, se dejaban hacer por el amor.
Saltan las gemas como burbujas de champagne, sonrisas, plumas en el interior del cuerpo. Las gemas saltan, se deslizan, abren.
Uvas, pezones, ojos ¿Puede la creación no ser colectiva? ¿no ser amante?
¿Pueden tantas gemas a punto de expandirse ser fruto de una sola cabeza, mano, alma?
En los encuentros se fecunda lo por nacer.
Gemas de vida.


La muñeca húngara y la Esfinge

Conocí a la Esfinge en persona. Desafiando al tiempo, soberbia, magnífica, casi invulnerable. Distraída ante la inmensidad de esa mujer oráculo, no escuché los detalles que daba la guía acerca de cómo se había convertido en una disminuida nasal. En el Museo Británico encontré la explicación junto con la nariz perdida de la esfinge.

Budapest, el río separa en dos la ciudad. Hay una explosión de arte en muñecas, colores y bordados, como una sangre viva que narra. Erguida a través del tiempo, una belleza que no se parece a la piedra, más bien una pregunta de belleza. Compré una muñeca y la usé como un oráculo privado. Atravesaron ella y la pregunta un largo viaje en tren, bajando en muchísimas estaciones, la muñeca, apuesta o desafío, no se quedaba en los lockers, venía con nosotros tan necesaria como el cepillo de dientes, tan mía, tan secreta.
Muñeca húngara viva con puntillas y polleras que orillan lo impreciso, pude preguntarle lo que no me animé a la Esfinge. Porque para interrogarlo el otro tiene que quedarnos a mano en una calidez de pueblo bordador. Me puse a acariciarle la zona inaccesible de símbolo, como un horóscopo suave me respondió que se puede sostener la belleza aunque no sea simple. Después dialogo con otros objetos hijos de artesanos, de viajes y de un ojo distraído que tiene a veces un sobresalto de luz para encontrarse con muñecas, títeres, máscaras, barcos, nacidos de las manos de los pueblos a los que les sobra color y les falta, sobre todo, la grandeza inmutable de la Esfinge.


La larga batalla de la Diosa

El crepúsculo se esfuma en el viento, parece una batalla perdida, disuelta en la noche. En la sombra semioculta se intuye el perfil de una diosa peinando su melena roja, dispuesta a resistir, a volver, con la bravura de las mujeres que desafiaron a Creonte.
La sombra teje sus filigranas, el sueño le alcanza tercos animales de pelos y ojos abiertos a lo sagrado.
Ella se renueva, carga en canastos todos los rojos frutos de la tierra y el mar, la sangre de lo no fecundado, la sangre de la herida, las uñas como un poema extenso para tocar, el roce de los labios recién untados. Las estrellas rojas de los pechos dadoras de vida, vía de banderas cubriendo las avenidas del mundo pidiendo justicia. Se pone una ancha pollera con bolsillos con libros y pinturas: Andre Bretón, Picassos y el no pasarán en letras rojas en español intraducible.
Se mira en el espejo de un paraíso de fuegos naturales y vuelve, siempre vuelve, desde Lilith, desde Antígona, siempre volverá a derramar otra vez la flor roja del crepúsculo para desarmar lo gris.


El sueño gira

En el sueño, un hombre la arropa con flores amarillas. Teje una manta con ellas, con sus propias manos de artesano en una aldea lejana de un continente oscuro, mientras le derrama la tristeza densa y luminosa de los poemas de Pasolini. El hombre con su antigua paciencia termina la obra. Saca una flor del centro y le acaricia el alma, así se desteje la cobertura tapiz que la cubre. Ella sonríe, mientras el hombre que es un orfebre de la belleza, le prepara collares de madera y pétalos para cubrirla. Todo en el sueño gira, vuelve a las vísperas.


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Feliz el que reconoce a tiempo que sus deseos no van de acuerdo con sus facultades.
Johann Wolfgang Goethe

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Daniel Abelenda Bonnet


-Carmelo, Uruguay-

Círculos 

“…sólo que ahora / el tiempo vuelve a nosotros / en un círculo / que comienza a cerrarse.”
Charles Bukowski (“Suerte”).

Mienten relojes y almanaques:
el tiempo no discurre lineal:
La vida gira circular
Espirales invisibles
de pasos o palabras
que abrimos o cerramos
-acaso sin darnos cuenta.
Eso es todo compañeros
Y tendremos suerte
Si podemos sentirnos
Dolorosamente vivos.


En la ciudad

“…equivoqué la dirección / no el impulso.” R. Echavarren

Montevideo a los veinte:
Compartir asados metafísicos,
Vino rojo, amigos nuevos
sentir aroma a eucaliptos
Y muchachas en la arena…

Montevideo en aquellos años:
Yo caminaba lunas solitarias
Tenía la ilusión aún intacta
Mas la sonrisa melancólica
de quien ha aprendido
que la vida es buscar
y rara vez hallar…


Plegaria

“Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.” V. Temperley.

Dime, Señor, que nada ha sido en vano
Que el dolor, la angustia, la dicha
Tuvieron un sentido,
O siguieron Tu Plan
Dímelo ahora, Señor,
Pues los días de esta vida
se pierden,
-como agua entre los dedos-
los rostros, los lugares,
se esfuman
y la esperanza se agota
de tanto nadar contracorriente
sin ver la otra orilla.


Nocturno II

Bien: hasta aquí he llegado
Hasta aquí mis versos
Han dicho todo cuanto
Podían nombrar de gozo
y callado lo que hay de pena
pues no se puede impedir
Que la lluvia moje nuestra piel
Ni que el tiempo se escape
Como agua entre los dedos.

Lo que resta por vivir aún
Llegará silenciosamente
Como un ladrón en la noche
Y encontrará mi casa de papel
Sin trancas ni cerrojos
Abiertas puertas y ventanas
A los vientos del mañana…


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Fuertes razones, hacen fuertes acciones.
William Shakespeare

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Jaime Icho Kozak


-Madrid, España-

¿Es amor esto que siento?

¿Acaso siento?

Una noche cualquiera,
voy por callejones de sal
retorciendo una breve estrechez
de luna violeta con cal y cielo seco
en tierras de molinos desiertos y viento.

Lentamente muevo
almas recortadas,
más viejas que ríos
columpiándose sobre tejados,
mordisqueando
escasas hierbas abatidas.

De vez en cuando,
recuerdo anhelantes amores
llegando por cruces
de calles verdaderas
y ahuecando voces con la mano
canto saetas que anuncian
racimos mudos en ramas,
ahogando repiqueteos
hasta la consumación del aliento
que parte ciudad arriba,
al silencio, que se había dormido.

Bebo aires intermitentes
y aullidos agudos
en cubos de estrellas
del pozo del patio
entre altos jacarandas
y me detengo
en el quicio de la puerta
sobre la azotea
desde donde veía el aljibe
y me quedaba horas cavilando
acerca de dónde venía el agua.

Y nubes negras,
bestias gigantes,
afilaban limpios sonidos de alborozo,
notas de cometas y cascabeles
de coches en estaciones.

Rumores de corazones, traen luces
que se han dado a sí mismos para otro siglo,
estambres ilusorios
en oloroso movimiento
refulgente y cristalino,
mares sin nadie
plenos de olas diferentes a sí mismas.

Grandes esplendores
abren elegías del mundo,
pórticos de embriagadora sencillez
eternizan color y luz.

Yo, en tanto,
me hago el distraído,
para que las hojas
no caigan levemente
y la tarde,
la corriente fugitiva,
pétalo a pétalo,
pueda redondear
su belleza.

Otras veces,
el aire,
súbitamente quieto,
me asfixia. 

El paisaje
parece trastornado,
las sombras
ocultan soledades
deslumbrantes
del recodo en la habitación,
donde lo cercano parece real. 

Y escucho a lo lejos,
voceríos mudables en la plaza
donde vendedores de escombros
acaban de llegar
a la vuelta de campanas
que anuncian el pregón de la mañana.

Madrid/enero/2013


El discreto fantasma de la estrella difunta

Detrás de tantas cartas que llegaron,
amorosas como el redoble de lluvias
intensas en ciudades con río o mar,
sólo algunas imágenes en tantas estaciones.

La suerte que reclamo por azar furtivo,
vuelve sin avisar en retocadas fotografías remotas
como si quisiera nivelar tiempos bajo la lengua,
más allá del fondo incierto de la calle
y del paisaje extrañamente humano.

Las corrientes misteriosas que llaman recuerdos
suben y bajan mezclando pequeñas historias,
pasiones ilesas en el bravío ángulo de la inocencia crecida.

Conseguí apremiar respuestas
en inéditos mensajes de futuro.

Nada sé.

Escucho balbuceos en desnudos
pegamentos sin costura,
ciñéndome los huesos como presencia amante.

Tampoco concedo tregua.

Atravieso puertas, subo estanterías
de lo que llamo porvenir,
combino recintos como anagramas
alterando el orden previsto.

Tal vez sea el fantasma infiel de rostros esculpidos
en cambiantes nubes que se quiebran
con el olor de la piel de aquellos
para quienes el cielo estaba lejos.

  
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Amor y verdad son las dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino.
Mahatma Gandhi

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