Y todavía camino
después de aquella niebla
sin la conciencia plena aún
desperté de este lado.
Hollé las arenas
del otro y escuché algunos secretos.
Me despierta
el torrente de luz
que entra por la ventana.
Con las manos junto agua
me lavo la cara y miro
este sol que me trae
el regalo
de otro amanecer.
Cuando crecen las palabras
se definen los balbuceos
y se armonizan los sonidos
cuando las palabras son claras
nadie estafa
los sentidos ni los sueños.
Por eso las palabras
buscan el aire
para que lleve
los sonidos
hasta los tímpanos
y con las revelaciones del oráculo
lleguen luminosos mensajes.
mensajes que ahuyentan
los mutismos
que huyen vencidos
por las palabras puras
como el agua de la fuente
que lava
purifica
y
nombra.
La refugiada
me mira con ojos ausentes
y me muestra
su muñeca descabezada.
Su madre la arrastró de la mano
y huyeron en loca carrera.
Huyeron de los edificios derrotados
de los silbidos de la muerte
de las sirenas que iban y venían.
En el cartel
que sostiene con sus manos
leo su desamparo
acompasado con el sonido lúgubre
que sale de las cuerdas
de un violín desafinado.
Y entonces hoy
vamos desenterrando
la memoria que ocultaron
aquellos que creyeron tapar
la luz del sol.
Y cuando mañana
derrotemos al ayer
y
mostremos
el amor que sepulta al odio
estaré esperándote
en la misma esquina
por donde pasa el canto
de la gente.
Arropados
con las viejas ilusiones
tomados de las manos y
codo a codo
desandaremos
las calles.
A Zuny, y a los
30.000 dolores.
Del libro del autor:
Palabra concisa
Miguel Ángel Oviedo
Álvarez
La Rioja, Argentina
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