miércoles, 23 de junio de 2021

Editorial


con voz propia nº 108 

Revista literaria 
Junio 2021 


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner 
Publicación creada en noviembre de 2006 
Distribución y publicación gratuitas 
ISSN 2314-0275
https://www.facebook.com/revista.convozpropia 



Nada se va de nuestra vida hasta que nos enseña aquello que necesitamos aprender. 
Pema Chödrön 




Conversación en la montaña 

Me preguntas por qué vivo 
en las colinas verde jade. 
Yo no contesto, 
sonrío sin responderte, sosegado el corazón. 
Caen las flores, corre al agua, 
todo se va sin dejar huella. 
¡Qué fascinante la flor del melocotonero 
flotando en la corriente, hacia cielos y tierras 
que no son de este mundo! 
Este es en fin, mi Universo, 
diferente al mundo de los hombres. 

Li Bai 
Poeta chino, 701-762 




Los que tienen un gesto espontáneo de compasión no saben sin duda cuánto bien hacen. Sin saberlo siquiera, invitan a quienes alcanza su gesto, a abandonarse con confianza a los impulsos de su alma. 
Marie de Hennezel 



Revista literaria con voz propia 
ISSN 2314-0275 
Propietaria: Analía Pascaner 
San Fernando del Valle de Catamarca 
Catamarca – Argentina 
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 



Nadie es inútil en este mundo mientras pueda aliviar un poco la carga a sus semejantes. 
Charles Dickens


Autores publicados


Si realmente creyeras que tienes todo lo que necesitas, ¿qué harías después? 
Pregunta del día, en Internet 


con voz propia nº 108 – Revista literaria 
Junio 2021 
Autores publicados en esta edición

Cristina Villanueva in memoriam 

Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 

Revista literaria con voz propia 
Publicación y distribución gratuitas 
ISSN 2314-0275 
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner


Cristina Villanueva

Subsuelo 

En el puesto de diarios del subte, me sobresalto, las tapas de los diarios de ayer son una pregunta callada. Me mira el diariero, un rostro inexpresivo con ojeras y barba incipiente. 
Nadie sale, las mujeres se retocan el maquillaje ajado. 
Pido en el bar un café con medialunas, están viejas. Todos circulan con la ropa arrugada. La señora elegante, inmóvil con el último rastro de Paloma Picasso desvaneciéndose.
Desde el celular un hombre avisa que va a faltar a una cita. Se lo pido prestado, dejo un mensaje: “Estoy cerca, no puedo llegar”. 


Cristina Villanueva 
Desde este espacio, mi homenaje y mi recuerdo para Cristina. 
Descansa en paz, querida amiga. 
A.P.

Un mismo amor mueve a las almas y a las estrellas. 
José Vasconcelos

Aurea López Quiles


Nos llevó la guagua desde Santo Domingo a Pedernales, 
a la bachata y al merengue. 
Los vendedores recitaban sus productos en una oración 
cuando subían y bajaban en los semáforos: 
galletas, rollos, dulces empaquetados. 

Al llegar, pusieron nuestras maletas sobre el manillar de sus motos 
a nosotros detrás. 
Oímos los gallos cantar. 
Vimos a las mujeres barrer sus porches, 
echarles agua, 
si ese día tenían agua. 
La música sonaba siempre 
en una eterna fiesta 
si no había un corte de luz. 
Vimos los camiones llenos de plátanos verdes que nos ofrecían. 
Las niñas vendiendo palomitas dulces en un cubo. 
Altavoces desde los coches que anunciaban entierros, 
consultas médicas de charlatanes, 
eventos para recoger fondos contra el cáncer, 
con los militares siempre vigilando. 
Los mercadillos abarrotados de verduras y hortalizas, 
peluches, zapatos, vaqueros, gorras y camisetas desechadas por otros. 
Comimos frijoles, lambí, pica pollo, tostones, 
frutas de sabores auténticos. 
Tomamos zumos inolvidables. 
Todos nos saludaban, nos conocían, 
y sonreíamos. 


 * * *

Van por las calles los limpiabotas
con sus cajas de madera rústica 
manchadas de betún de los cepillos.
Son los haitianos que han emigrado 
donde otra pobreza los cobija. 
Se les oye jugar, gritar, 
escuchar música, 
(alguno tiene un móvil), 
en casas deshabitadas y en ruinas, 
rodeadas por maleza y basura, 
donde comen lo que les han dado, 
lo que han encontrado en el mercado, 
en el suelo o en los árboles. 


 * * * 

El día de los muertos. 
La fiesta más grande del pueblo haitiano. 
Se pintan hermosas caras con acrílicos. 

La discoteca en blanco y rojo. 
Igual que en los 60. 
Los camareros tan lindos ellos.
La mejor música que podíamos oír. 
Las reuniones familiares. 
Tomando. 
Tocando. 
Ríos de pobreza compartida. 
Han conseguido alejarse del cementerio un año más. 


Del libro de la autora: Entre Dominica y Haití 
Áurea López Quiles 
Alicante, España

El mundo se mueve gracias a la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honesto. 
Helen Keller

Rolando Revagliatti

“Hojas de sábila” 

Es en las condiciones de alguna intransigencia 
donde se afincan los versos 
y un frío callejero 

Te lo dije: 
es la época. 

Hojas de sábila”, poemario de Eduardo Dalter. 


     * * * 

“Serie americana” 

Recorrieron mundo gracias a una coyuntura 
gracias a una bien urdida trama 
gracias a una coyuntura inserta
en una bien urdida 
trama en la que soy autor 
del recorrido 

Mundo gracias por urdirme
                                           autor. 

Serie americana”, poemario de Alejandro Schmidt. 


      * * * 

“Dichosos los ojos que te ven” 

Que te ven incitando al testimonio de las aguas  

Que te ven oyéndote describir tu inmersión 
en esas aguas incitadas por esta historia 
cuyas mejores páginas están por escribirse 

Que te ven advirtiendo 
                                 esta historia. 

Dichosos los ojos que te ven”, poemario de Martín Micharvegas. 


      * * * 

“Verano del incurable” 

Mires 
por no decir escuches 
desde donde lo mires 

Te mire 
por no decir te escuche 
un gallo o un centauro 

A medias te miren 
por no decir que te escuchen a medias 
enfermos de religiosidad en segundo grado 
o demasiado curados del vandalismo de la primariedad 

Te mires o te escuches a través 
de la pertinacia del horizonte. 

Verano del incurable”, poemario de Osvaldo Ballina. 


     * * * 

“Verme y 11 reescrituras de Discépolo” 

Si vas a Calataiud 
como quien va a Dolores de cabeza 
pregunta por la Inspiración 

Si vas a la Suprema Corte 
como quien va a Calataiud 
pregunta por el Procedimiento 

Si vas a la Academia de Corte y Confección 
como quien va a la Suprema Corte 
pregunta por esos feos tajos en tu Investidura 

Pero 
si vas a hacerle la corte a las Palabras 
como quien va a 
                        corte por lo sano ese Discurso
pregunta por la Espacialidad. 

“Verme y 11 reescrituras de Discépolo”, poemario de Leónidas Lamborghini. 


Poemas de la Colección Leo y Escribo, de Rolando Revagliatti. Textos concebidos a partir de los poemarios ‘Hojas de sábila’ de Eduardo Dalter, ‘Serie americana’ de Alejandro Schmidt, ‘Dichosos los ojos que te ven’ de Martín Micharvegas, ‘Verano del incurable’ de Osvaldo Ballina, ‘Verme y 11 reescrituras de Discépolo’ de Leónidas Lamborghini. 
Rolando Revagliatti 
Buenos Aires, Argentina 

Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece. 
Franz Kafka

Ana Lía Gattás


Una vez fui H… de hermosura, de hilvanar abecedarios, de hacer puentes entre la voz y la palabra, de humanidad creciente, de hombre que ilusiona, ama, fortalece, renace y sucede, de hilachas sin tiempo, de la búsqueda incesante de puntos y comas vivos en el Universo. Hache griega, con azules y mares y corales. 
La H que fuiste, hoy es poema. 


    * * * 

Fue un abril cuando robamos el otoño 
cuando cantó el viento con el sol en el bolsillo, 
cuando nos abrazó el abrazo en la vereda, 
y nos quedamos…


    * * * 

Abrí mis afrentas cotidianas como quien corre la cortina de su vida revolviendo entre la menta y la rosa nacarada para que me mostraran el sendero bulevareño. Debí enfrentarme al puñado de tierra que cegó un girasol que me envolvía, puse un cántaro gris en las mejillas de mis perros y me encolumné erguida al vagabundo mundo de mi adentro. Quise abrir la puerta de mis ojos y su llave estaba enredada entre los dientes, encaré la mirada en el espejo y una estrella mordaz hizo temblar mi carcajada. Aun así no retrocedí, seguí adelante y encontré de par en par las astas del molino que volteaban y volaban con el viento y el agua hacía barro y trizas el camino. 
Tuve que emprender la retirada, porque me encontraron sin rumbo cierto un tal Quijote y Rocinante. 


Ana Lía Gattás 
Mendoza, Argentina

Al vivir cada instante y al gozar cada intento, sé que alcanzo lo grande, con las alas del alma desplegadas al viento. 
Eladia Blázquez

Anabel Vera Suárez

Tarde III 

Qué buscan tanto los hombres en el río 
Si el agua revuelta todo lo embotella 
lo arrastra hasta la orilla. 
Qué busca el presente en el futuro 
sino un simple soplo de conocimiento. 
Qué buscas tú, poeta insomne 
si tienes el verso en la verdad. 


Un rey en el jardín 

Hay un rey en medio de mi patio 
Tiene el cabello blanco y las manos largas 
Dicta sentencia cuando llega la tarde
Es un rey con pasado de mendigo 
Una vez estuvo en el nuevo mundo 
Y caminaba con machete y sombrero 
Detrás de las torcazas. 
El rey hoy visita los demás patios del barrio 
Nadie lo ve, no lo entiendo 
Aunque en las tardes se vuelva viento, nadie lo ve 
Aunque les anuncie el silencio y les regale flores. 
Nadie lo ve. 


De regreso a la cocina 

Hoy las aves de la tarde 
Me han devuelto la señal de los vivos 
Los adolescentes juegan en la cancha 
No es tarde y en mi cabello 
Hay hojas de Guanábana y Cebolla. 
Estoy mirándole a los jóvenes su figura 
No es tarde y regreso a la cocina. 


Vuelve 

Ven antes que muera 
Y vuelve de una vez con o sin flores 
A soplarme los oídos con la punta 
De tu lengua. 
Vuelve y trágame de golpe con tu risa 
Sálvame de estas noches en las 
Que solo existo, 
Ven arráncame de golpe 
Todas las dudas de ser débil 
Y vuélvete mi amor por unos días. 


Poemas del último poemario de la autora: Amar de un grito
Anabel Vera Suárez
Fomento, Cuba 

Deja de definirte. Concédete todas las posibilidades de ser, cambia de caminos cuantas veces te sea necesario. 
Alejandro Jodorowsky

Gerardo Molina

Huellas 

Estas tierras trabajó 
Mi padre, joven y fuerte, 
Antes de irse con Dios… 
Tal vez sus huellas encuentre. 

Su silbo, quizá su canto 
Esté en los atardeceres… 
Ando y ando sus caminos 
Tal vez sus huellas encuentre. 

A los caminos que anduvo 
Mi padre, suelo volver, 
Y, así, andando, me parece 
Que camino junto a él. 


Revelación 

Aquí. De nuevo. Desde antes, desde siempre. 
A la sombra abuela de los árboles viejos 
y a la infantil caricia y travesura 
de gráciles renuevos. 
Agobiados por el peso del estío
los animales rumian sus míseras fatigas. 
Un perro olvidado 
y solo en su soledad 
me ha tomado por dueño. 
Llamada por el árbol 
un aura fresca me recorre 
y sueño… 
Las abejas, desde el hueco de un tronco, 
incesantes, laboran su universo. 
Y estos seres de eglógica pureza, 
¿sabrán, acaso, que se ha ido el siglo XX, 
que el hombre aún sigue en su extravío 
y en la búsqueda de una verdad sin tiempo? 
Seguramente, todo es más sencillo 
y natural y bueno.


Un día... 

El azul pentagrama de la lluvia, 
tu recuerdo tenaz como una herida 
que no termina de cerrar. 
                                          Un día, 
un sol recién lavado 
alumbrará de nuevo en tu ventana 
y estarás esperándome 
para ponerle claves de armonía 
al azul pentagrama de la lluvia. 


Del E-Book del autor: Oda al Árbol y Otros Poemas. Uruguay, agosto 2020 
Gerardo Molina 
Canelones, Uruguay

No te alejes de tus ilusiones. Cuando éstas desaparezcan, seguirás existiendo, pero habrás dejado de vivir.
Mark Twain

Elena Garritani


Camino por la costa del mar 
Como si fuera a retener el sol de este verano 
en mis pies 
Marzo desparrama luz de distinta claridad 
en las hojas que caen en las que crujen en las que el viento lleva 
suspendido en su cinta de oro 
el corazón comienza a caminar por calles entrañables 
de las que se fuga el tiempo para recomenzar. 


           * * * 

Las hermanas revuelven un baúl en la casilla de madera 
construida por el padre. Es enero y el calor abruma en la azotea. 
La siesta no tiene sueño 
cazadora de tesoros mueve sus dedos 
en distintas texturas: vestidos viejos, libros, fotos, cartas amarillas. 
Lo que se guarda enmarañado, confuso, con olores imprecisos 
agudiza la fantasía, es fuelle de invención. Atrae como la muerte 
en los cuentos de la infancia. La memoria interroga al pasado 
para seguir fluyendo.   


Peras de invierno 

Son verdes, duras de morder. 
Si las elijes por el tacto 
si tu mano recorre su textura 
sin curvas marcadas, ásperas 
y verdes 
prefieres no llevarlas 
esperar la estación ondulada 
de las rojas y amarillas 

Si tentaras tu ansia de morder 
ese óvalo algo seco y marrón 
si lo hicieras despacio 
beberías el zumo dulce, crujiente y firme. 
Aquello que no pensabas gozar 
estuvo a la vista y no siempre reconoce 
su apariencia el calendario. 


Poemas de un libro inédito de la autora, sin título aun 
Elena Garritani 
Buenos Aires, Argentina

Tenemos el derecho y el deber de la esperanza. 
Jorge Luis Borges

Dora Zulema Lorusso

La rebelión de las cosas inanimadas 

Percibió que era uno de esos días en los cuales solía ser protagonista de triviales pero, molestos accidentes caseros. Al acudir a contestar el teléfono, el borde levantado de la alfombra de la sala, hizo que trastabillara produciéndole un doloroso esguince de tobillo. En su intento de asirse a algo para no caer rozó una lámpara de pie que cayó estrepitosamente al suelo. Al reponerse mientras vendaba su pie, una vaga incertidumbre de sensaciones removidas no del todo claras, la invadió confundiéndola. Sentía que era objeto de una fugaz confabulación de elementos inanimados. Más tarde, mientras preparaba el almuerzo - con el ímpetu habitual con que cortaba los vegetales - sintió el ardoroso calor de su sangre brotando entre sus dedos. Fue al lavabo, abrió la canilla. El agua se teñía en estrías disparejamente rojizas. Las vetas sanguinolentas que cubrían el blanco enlozado le recordaron aquel cuadro de pintura abstracta que la desconcertara en la vernisage de Pablo, su amigo. 
Luego de desinfectar la herida, la cubrió con una gasa adhesiva. Padecía una viscosa incomodidad que iba más allá de la cuestión física. Pensando en su tobillo y su mano vendada intentó adivinar algún otro eventual problema próximo. Todo lo observado le resultaba de mayor o menor peligrosidad, dependiendo del factor suerte, factor que últimamente no parecía acompañarla. Continuó con las tareas hogareñas. Sumergida en ellas para terminar cuanto antes, decidió poner al día el lavado general de la ropa. Como era su costumbre separó la misma según clase y color. Al arribar a las camisas de su marido, notó en dos de ellas indudables rastros de rouge en el cuello. No se dejó atrapar por los celos y buscó encontrar alguna explicación razonable. No la halló, pero inventó otras probables. Poco después un celular olvidado en el escritorio, acrecentó sus dudas. Revisó mensajes guardados… las certezas se apoderaron de ella. 
Un fuerte dolor de cabeza comenzó a acosarla. Buscó nerviosamente un analgésico. El frasco que los contenía se cayó de sus manos desparramando las píldoras por el suelo como festival de bolitas arrojadas todas juntas buscando la “lechera”, imagen que remedaba aquel lejano juego infantil, que compartiera con sus amigos de la cuadra. 
Arrodillada - recogiendo las píldoras - una nítida aparición hizo aflorar su congoja. Se vio pequeña caminando junto a su madre, aquella vez que cayera al tropezar con una piedra. Experimentó retrospectivamente el abrazo consolador, el beso posterior y el eco tibio de sus dulces palabras: 
Mala la piedra que lastimó a mi niña. 
Con la última píldora recogida la evocación de su madre se diluyó al secarse las lágrimas. Y… suele ocurrirle que cada vez que sufre la rebelión de las cosas inanimadas o situaciones con seres amados hieren sus sentimientos, experimenta la profunda tristeza de no ser aquella pequeña cuya mamá la protegía de las piedras malas. 


Dora Zulema Lorusso 
Lanús, Buenos Aires, Argentina

Solemos considerar un milagro el caminar sobre las aguas. Para mí, el caminar sobre la tierra es ya un milagro. 
Thich Nhat Hanh

Alicia Danesino


Extraviada en la nada infinita 
hermana de la sombra 
busco la respuesta del mañana 
en el jardín puro 
exquisito 
de paz intelectual. 
Abordo la lejanía 
dentro de pálidas envolturas, 
contemplo el ocaso, 
la bruma que nos desdibuja. 
Las rojas velas del cielo 
ahuyentan las ausencias. 

Del libro de la autora: Palabras para una ausencia, para el cual el Maestro Requeni dedicó un poema (se reproduce un fragmento): 
(...) 
Tu libro, un talismán 
para entrar en la magia; 
magia de la poesía 
y un amor que no acaba. 
Cae sobre mí, en la noche, 
rocío de palabras. 
Antonio Requeni 


Alicia Danesino 
Buenos Aires, Argentina

Tu única posesión es este instante. 
Omar Khayyam

Ricardo Ponce Castillo

Nadie me protegió 

¿Qué tan importante 
fui para ustedes? 
Feliz bajaba, clarita y dulce 
de la cordillera, 
toda la madre Tierra 
cantaba con mi llegada, 
era vida, amor. 

Cuando los políticos 
y empresarios, 
que son los mismos, 
me convirtieron en un negocio, 
morí y ustedes conmigo, 
me utilizaron en sus industrias, 
se apropiaron de mí, 
me cubrieron 
con mis peores enemigos: 
El Petróleo y la basura. 
Nadie me protegió. 

Así que, lo siento, 
no me cuidaron, 
ahora sigan sufriendo. 
¡YO SOY EL AGUA! 


Mujer
(A mi Esposa)

Tus pasos cansinos 
siguen imperturbables 
marcando el sendero, 
preparando el camino 
para tus hijos y nietos 
sea menos pedregoso, 
sea más fácil 
para transitar. 

Tu cuerpo adaptado 
al trabajo, al amor, 
muchas veces te azota 
para detener tu marcha, 
para dirigir tu destino; 
pero lo sabemos, 
sólo Dios puede detener 
tus ímpetus de cuidar, 
acariciar, sonreír. 

Estamos tranquilos, 
nada nos detiene,
nada nos asusta, 
porque sabemos 
que siempre 
contamos contigo 
MUJER. 


Ricardo Ponce Castillo 
Coquimbo, Chile

Porque después de todo he comprendido, que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado. 
Francisco Luis Bernárdez

Roberto Romeo Di Vita

Leonardo da Vinci 

Leonardo pasea por las calles de Venecia, una corte de amigos lo precede. Bullicio, mujeres y vino. Risas y más risas, la alegría de vivir estalla en los labios de tantos jóvenes alocados. 
“Ay Leonardo, pareces un payaso, con una corte de pájaros y arlequines”. Le dice Miguel Ángel. 
“Ay, Miguel Ángel, solo, siempre solo, vestido de negro. Te pareces a un sepulturero”. Contesta Leonardo. 
Tan luego Leonardo da Vinci, que ha trabajado con tantos cadáveres, para estudiar sus huesos, sus músculos y tendones. Los dos conocen todos los secretos de la vida y de la muerte. Ellos, Leonardo y Miguel Ángel, han dado vida a tantos personajes traídos del más allá de la rutina, de los campos y de las ciudades. Los semblantes casi no tienen secretos para Leonardo y podrá perpetuar por siempre, una risa o una mirada. Los cuerpos renacen con todo su esplendor en la paleta o la escultura del gran Miguel.
Le dice una voz: “Tú pintas al atardecer, hermano da Vinci, cuando la luz se hace tenue y estalla el arco iris en tu paleta, una música, un canto, un poema, un coral de alegría, un cielo en la tierra, es el mensaje de tus sueños. Leonardo aurora de los hombres. 
Miguel Ángel, el más angelado de todos los escultores de la tierra. 


Roberto Romeo Di Vita 
Buenos Aires, Argentina

Debemos estar dispuestos a renunciar a la vida que planeamos para poder vivir la vida que nos espera.
Joseph Campbell