lunes, 14 de octubre de 2019

Editorial


Revista literaria con voz propia nº 91

Octubre 2019

Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner 
Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275



Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre posee muchas; no sobre tus pasadas penas, de las que todos tienen algunas.
Charles Dickens 



No te canses me dice la vida

No te canses me dice la vida.
No te canses de escuchar a los demás
De amortiguar los escándalos, de perdonar
El error, de haberle gritado las faltas a tu amigo.

Todo eso no me importa. Me canso hoy
Tiro las cazuelas y distiendo la cama
Ando mal vestida, pero con las manos limpias
Trago café amargo, lo bebo sin mentiras.

Aunque siga esta rutina, me asuste el falso humor
Alegre en las mañanas, y salude a quien no quiero.
Sigue la vida me dice ella, defiéndete de esas máscaras
Vete a dormir en los azules cestos de tu Dios
O piérdete en los montes donde eras niña.

Anabel Vera Suárez
Fomento, Cuba



Si te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas: no han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)


  
Revista literaria con voz propia
Inscripción Registro: ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina

  

Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero.
Marco Tulio Cicerón

Autores publicados


Revista literaria con voz propia nº 91
Octubre 2019
Autores publicados en esta edición: 

  
Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:

Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner

Ana Romano


Vigilia

Salpicada
de barro
Estiro las piernas
Absorta
contemplo
el revoloteo de un colibrí
que se detiene
al lado del jacarandá en flor
Sin estigmas
sin rencores
Escabullo el dolor
Y es así
como prosigo.

Travesía

La distancia
entibia
los cuerpos acartonados
acuna las llagas
y hasta
las expectativas de mutación

Penetran sin esperanza
las esquirlas
La ambigüedad de los esfuerzos
el tiempo aprisiona

El abrazo
gime
en las manos.

Treta

Silencio
en calles cegadas
En noches
silencio haragán
¿Qué golpea
-silencio-
la agonía?
Aplasta
Ahoga
Mezquino
se mudó
cerca del ruido.

Tesoro

Induce al letargo
Hospeda la coronación
Y la resistencia
Las agujas
rotan hechizadas
El tul indolente
hilvana
no obstante
con sutileza
La mujer
zurce resuelta los hilos
y los anuda al cuerpo.


Ana Romano
Poeta nacida en Córdoba. Reside en Capital Federal, Argentina

Eduardo Dalter


A la hora de comer

A la hora de comer
o de no comer,
oh Lisboa,
las espinas,
las gruesas espinas
de la gente
que viaja en tren,
o que sube por la Rua
do Alecrim, desde los años,
siempre los años,
siempre, siempre los años,
de comer o no comer…


El pueblo, Il popolo, The people

El pueblo es una latencia,
una latencia palpitante,
una raíz, que en cualquier momento
hace una planta, un gran árbol
o una enredadera
vigorosa, medular, indetenible;
y ahí están
tu abuelo, tu antepasado pobre
(al que le faltaban siempre 5),
y ahí están
mi viejo y tu viejo, sacudidos,
y los negritos, los trigueñitos,
los azulitos, y los que se
despertaron tarde
y los que cruzaron la calle,
en plena lluvia, con un diario
abierto en la cabeza,
les guste, queridos, o no les guste,
mientras el mundo sea mundo,
el pan siga siendo pan,
y el madrugador sol nos toque
cada día la cabeza.


*  *  *

Teje la araña su día
y engulle voraz,
pacientemente todo
lo que ya no podrá volar;
y de resultas simula,
teje y simula,
que ama las alturas.
Es casi una mariposa presa
de la tela
de su aracnidad triste.
Y murmura
̶ nadie la escucha ̶
y reza en las noches
mientras teje.


Del libro del autor: Desocupado y otros poemas. Ediciones del Nuevo Cántaro. Buenos Aires, Argentina
Eduardo Dalter
Buenos Aires, Argentina

Catalina Zentner Levin


El abrazo perdido

Desde mi ayer recorro pasajes, instancias, momentos -descifrados los códigos aislantes de cada mosaico en los compartimientos de la memoria- que conforman el mural donde se esculpe a punta de cincel, mi historia.
Historia pródiga en lágrimas y ráfagas de felicidad, frustraciones y broncas, miedos y conatos de rebeldía. Una vida no resultaría plena, de todos modos, si no se deslizara en aguas cambiantes bajo cielos abiertos o tormentosos, así como la nave, guiada por la intuición y experiencia de su capitán, escribe su ruta en pos del puerto definitivo.
Desconozco si el cielo que me alumbra, tan tornadizo como las aguas donde navego, me invita a la ilusión de creer que allá a lo lejos, se divisa mi puerto.
Podría ser una ilusión óptica, una distorsión de la realidad o una apremiante expresión de deseos. O el presentimiento de cercanías, las de orillas anheladas aunque invisibles hasta para el ojo más atento.
De todos modos hoy es un día tan bueno como cualquier otro para empezar a hurgar en la memoria y rescatar fragmentos, intentando ubicarlos en un sitio en que sus aristas cortantes no lastimen sus frágiles paredes, sino, por el contrario, las apuntalen para ayudar a sostener situaciones, aceptar inevitables ausencias amadas, afrontar presencias controvertidas. Todo ello mezclado en círculos confusos, escurriéndose como arena entre los dedos en una playa inexistente, para permitirme ¡al fin! liberar en la mirada, cierta lejana visión del horizonte donde aguarda el abrazo que sustenta y cobija. El abrazo perdido.


Texto tomado de revista Literarte Nº 105, marzo 2018
Catalina Zentner Levin
Nació en Corrientes, Argentina. Actualmente reside en Israel

Rolando Revagliatti


Que yo

Que yo, Fernando
el proxeneta de Yolanda me desintegre
por la decisión irrefrenable de mi guionista
o que mi yo se desintegre
en la irrefrenable continuidad de la historieta

a usted:
   ¿le da lo mismo?


La tristeza es ahora

La tristeza es ahora
una sustancia densa y liviana
Puntual, me despido

Todo comienza a ser el pasado
Mamá, papá, los libros
Ya estoy medio muerto
Las mujeres, caminar, tener un cuerpo
Ya soy medio un ángel
El sol, la noche, los amigos
Se arman las constelaciones

Interrumpo
Les dejo el dinero que llevaba encima
Llego con lo justo

Los finados
      no escriben.


Madurez

Hasta yo
dentro de poco
pareceré aplomado:

crucial
obsolescencia.


Quererlo todo

Yo tenía un voraz medio hermano
banquero, financista, en mi última pesadilla
y le reprochaba:

Vos lo querés todo:
el chiquero interplanetario
los inconmensurables beneficios
la casita en Belgrano
y un vistoso ejército de negros para que te abaniquen!

Y entonces él me regalaba
-acallándome-

la casita.


Del Libro del autor: Desecho e izquierdo. 2ª edición-e (corregida). Ediciones Recitador Argentino, 2018. Buenos Aires, Argentina. Desecho e izquierdo tiene 1 edición en soporte papel: 1999; y 2 ediciones en soporte electrónico: 2009, 2018.
Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina

Miguel Ángel Oviedo Álvarez


Anoche

florecieron cinco rosas
en la isla verde
de nuestro patio.

Respiro el aire liviano
que viene del Famatina
y encuentro

las cinco llamaradas abiertas
como dedos en plegaria

aún están húmedas
bajan por los pétalos
las gotas del rocío.


Vida

soy tu pasajero
en este largo
largo tren.

Voy atento al cartel
que me comunicará
la estación de destino 

en un bostezo me distraigo
sigo el viaje
y en el camino engroso
este equipaje de vivir.


Cadenas rotas

Cruzo la mañana.

Desembarco en la siesta ardiente
y subo a la plaza.

Desde las copas de los lapachos
el rosado intenso me cautiva

me refugio en la sombra
de una hilera de tarcos.

Las ramas de los naranjos
se vistieron de azahares.

El cincel de Lola Mora
dejó en un rincón
estruendos
de cadenas rotas.

Desde la historia me llegan
turbulentos sonidos.

Leo una lápida donde estuvo,
hace más de cien años,
la cabeza de Marco Avellaneda
en una pica, clavada.

Era la Patria que buscaba 
(ferozmente y degollando discrepancias)
los laureles
que supimos conseguir.


Del libro del autor: Palabra concisa
Miguel Ángel Oviedo Álvarez
La Rioja, Argentina

María Pugliese


Una llamada que asciende desde el círculo, su centro, hacia la verticalidad de una aguja en espera. Una madeja cede y gira entre hilos de ansias para desprenderse en sinuosos embates. Trazos sobre trazos surcan cada contracción muscular por conciliar el encastre de las formas. Los últimos paños prodigan ciertas interferencias y la humedad impregna el perfil de una sola sombra al borde de la llama. Los torsos en arco lanzan la flecha de ojos en los ojos y sólo en este instante somos dos.
Un haz de luz que evade a las persianas se fija en el hoyo de mi ombligo; ya mismo se anula y es una línea de llanura cálida, fértil a la tensión en vértice de la lengua.
Nada de lo que espera lejos de aquí será lo mismo. Todo lo que quedó atrás no nos pertenece. El horizonte acopia sólo miedo.
Una brisa tenue golpea los metales. Se separan y dan paso a la vanidad que espera como lagarto al sol, otra llamada.

*  *  *
Me pongo las manos sobre el vientre y, muy lentamente, suavemente, con las puntas de los dedos, tamborileo, tamborileo, tamborileo, en círculos sobre él.
Anais Nin (EE.UU. 1903-1977.) *
*Anais Nin. Diario I (1931-1934) Edición de Gunther Stuhlmann. Editorial Bruguera, S.A. España.1981. Traducción de Enrique Hegewicz


Del libro de la autora: Cripta de Amor. 1ª edición. Botella al Mar, Uruguay, 2018
María Pugliese
Muñiz, Buenos Aires, Argentina

Gustavo Córdoba


Le abrí las puertas

Le abrí las puertas al sol esta mañana nueva
y le dije
¡entra amigo!
Entra y quédate conmigo
iluminando mis mañanas todas,
me cansé de caminar a solas
caminando entre sombras
estos días de ahora.

El invierno se nos viene encima
con su carga de grises y de cobres
mientras se prepara para seguir robando soles.

Entra hermano sol
y quédate conmigo un tiempo más
tengo cosas para hacer y no quiero que me cubran las sombras
antes de ver una nueva primavera
cubierta de verdes y de flores,
de ver crecer mis horas,
de despertarme con auroras nuevas
antes de acostarme con la noche total,
definitiva y cohabitar con ella para procrear el silencio
entre el verde follaje de las sombras…


Guárdame

Guárdame en el lugar de tu sitio
esta mañana;
guárdame en el temblor del ave y en el agua,
guárdame en tu seno virginal
para despertar en espiga,
otra alborada.

Guárdame entre el lino de la sábana,
en la almohada húmeda derramada en el suelo
y en el sol, golpeando tu ventana.

Guárdame en tus sueños,
otro día, otra mañana;
en tus ojos salobres, en tu nostalgia;
déjame pervivir en tu recuerdo para no morir
amor, en tu distancia…

Guárdame por fin en la ternura de cuando
tú me amabas,
para vivir, eternamente tuyo en tus ojos,
en tu boca, en tu palabra…


Gustavo Córdoba
Catamarca, Argentina

Nilda Muñoz


Alucinante
Caravana de sueños
Vueltos ceniza.

*

Tengo en mi cuerpo
Un borroso recuerdo
De tus caricias.

*

En soledad
Mi sangre borbotea
Por otra sangre.

*

Ella anochece
Delirando por sueños
Que no vivió.


Nilda Muñoz
Carlos Paz, Córdoba, Argentina

Jorge Isaías


Las lluvias distintas

A veces los otoños venían lluviosos. Pero recién nos dábamos cuenta como al descuido, al venir una llovizna que se encaramaba en el aire, navegando nubarrones que estallaban como recibiendo una orden. Las gotas pesadas como senos de agua caían sobre los patios de tierra, destruían los jardines, martillaban los techos de chapa y ensabanaban oblicuamente territorios que esperaban como una mujer acostada y desprevenida en la quietud de los campos.
Refrescaba, pero no llegaba con el frío en los huesos como en las jornadas de junio. Los mayores decían, como una buena noticia: suerte que todavía es otoño, y uno poco sabía de esa certeza o ese derecho que al parecer la experiencia les otorgaba.
Si la lluvia era copiosa nos salvábamos de la escuela. Las calles de tierra se tornaban lodazales a los que solo podían atreverse los carros, un caballo o un tractor impetuoso. Transitar las tres cuadras hasta la escuela, sobre veredas de tierra, era una aventura que solo valía si era verano y donde uno podía transitarlas descalzo, alpargatas en mano, y enjuagarse los pies en esa honda cuneta de la placita pequeña vecina a la escuela. No sin antes calzarse para entrar más prolijamente. Si el tiempo era frío mejor era un par de botas o botines de cuero marca Patria, con la suela de madera. Fuera de estas únicas opciones, quedaba el aburrimiento de la casa y mirar por la ventana cómo la lluvia inundaba los patios y cómo los surcaban los alegres sapos cuyos lomos brillaban verdosos, perfectos.
La lluvia también podía venir con vientos que dejaban en las calles y los campos multitud de ramas quebradas que mutilaban los árboles, con el consiguiente peligro para vehículo de presurosos viandantes.
Si era otoño o invierno, el escampe era triste, no podía asomar uno las narices, solo comer tortas fritas, leer historietas o repasar las lecturas de la escuela una y otra vez. Al anochecer cenaríamos y la orden de ir a la cama era inminente. Si la lluvia duraba varios días, era el tedio. En cambio, si era verano, el luminoso verano en que reinaban esas lluvias copiosas, donde estallaban los relámpagos antes del arco iris conciliador y gustoso, la barra esperaba en ese cruce de dos zanjones que desaguaban en la última calle del pueblo hacia el campo. Allí comenzarían las carreras de barquitos de papel de diario, ora serían las goletas del Corsario negro, ora la lancha victoriosa de Langostino, las que se aventuraban en esa agua procelosa que simulaba un río para la mente maravillada de esos niños descalzos en un punto concreto y perdido de la gran llanura que estaba sembrada de trigo, cuyas espiguitas esperaban anhelantes la brisa suave que seguía a esa tormenta de verano.
La brisa que llevaba muy lejos los sueños de esos niños que un día partieron para nunca volver.

Cuento publicado en Rosario12, Septiembre de 2016
Jorge Isaías
Rosario, Santa Fe, Argentina

Griselda Goñi


Noches nubladas

En noches nubladas
de solitarias tristezas
vago por las calles
de mis recuerdos,
con húmedos ojos
de rocío del alma.
Recojo pedazos 
de amargo destino
en ellos apretujo
amores pasados.
En noches nubladas
soñaré sobre el césped
mirando el cielo
rogaré a DIOS
olvido piadoso
sin noches nubladas.


Imágenes

Como caja de PANDORA
asaltan y emocionan
pasajes de vida
que marcaron huellas,
de nuestros años al andar
de ilusión y sueños.
Magia de imágenes desfilan
llenitas de sentimientos,
palabras escondidas
que guarda el corazón
como apreciado tesoro
Caja de PANDORA ...
que nos transporta al ayer,
palabras olvidadas
¡del libro de la vida!


Griselda Goñi
Funes, Santa Fe, Argentina

Delfín Dorado


Lección inaugural

Despertar en un bunker
es la mejor lección poética.
En una cueva desnarizado y desnudo
cuando los sobrevivientes apenas inician la salida
con el tubito de estaño en la radiografía tísica.

Buscar la piedra elemental, la zapata de relevo,
el chispazo de nirvana en un concentrado químico.

Buscar las palabras adecuadas para esta caverna
donde no penetra rayo de sol alguno,
ni se refleja el cinematógrafo de Platón.


*  *  *

Titulares rociados con sangre. 
Nota negra del comercio. 
La compraventa. 
Calles cargadas de smoke, amenazas, cachiporras y puñales. 
Ceniza volcánica desde 1962. 
Clarín y tambores de una independencia de trapo y lentejuela. 
Carnaval de vísceras y esquizofrenia a cuentagotas.

Ciudad colonial tantas, cuántas, veces asesinada. 


Del libro del autor: Ajuste de cuentas
Delfín Dorado
Costa Rica