La
luna en la pardela
Fragmento
I.
Hasta aquí cualquier excusa trascendía el
argumento:
vive al pairo, la recurrencia va en ello.
Igual que con todo,
pero el espejo nunca refleja el desgarro.
¿Desarraigo?
O a veces desgarro. Aunque, también, lo que
apenas
es una molicie, o un cráter. ¿No hubo ahí un
cráter?
Como en el firmamento quemado de una bombilla,
si te observas ves que sobrevives bajo un leve temblor.
Un pajarraco, que no has agarrado más que en deseos,Como en el firmamento quemado de una bombilla,
si te observas ves que sobrevives bajo un leve temblor.
palpita ahí: uno grande, sin trino o pico ni
más contorno
que el roquedal marino donde barruntas va a
posarse.
Y a pesar de la debacle, lo extrañas en tu
desazón,
tal si hubiera huido a otro arrecife o vuele igual de
muerto.
Inventarías qué plumaje lo alza, los colores
que ostenta,
si sus gorjeos te cautivan o igual te
disturban, pero,
¿cuándo se advierte en la inspiración un vuelo de ceniza?
Entra con luna oscura, da vueltas por la cabeza y huye.
Así, cada
noche, pues todo lo que permanece te supone,
irremisiblemente, como el centelleo de una luciérnaga
que atraviesa y no, por miedo dado a envolverse cocuyo.
Las sombras se revisten a veces de su propia desaparición.
irremisiblemente, como el centelleo de una luciérnaga
que atraviesa y no, por miedo dado a envolverse cocuyo.
Las sombras se revisten a veces de su propia desaparición.
El redondeo de la pérdida va en espiral: parpadea o asusta,
casi siempre cuando el otoño te desliza su gélido
esqueleto.
2º Fragmento.
Las verdades se despojan a veces de toda
franqueza,
pero, ¿qué reproduce su lugar que causa
tanto espasmo?
-como si de pronto en un incendio una
pardela huyera
amordazada y agitando las alas, rebosante su
pico
de babas, se te abalanzara y te infundiera
algún don-.
Es lo real a merced de la más ínfima
credibilidad.
Apostar sería su contrario, con la cabeza
disuelta,
o entroncar un delirio cotidiano, que a
diario lo obvie
todo y acabar en tiempo: “Ya ves, cómo es el
misterio.
¡Eh! Nosotros aquí de nuevo [Tú rumias
mientras yo derribo].”
No sé si tal vez Hesíodo se habría avenido a
este ritmo
o hubiese completado la ecuación sin
trastocar nada.
Los delirios son tan confusos que vas
sorteando la luz
entre ellos sin nunca avizorar ni un consejo
del padre.
Cuando prevalece el rumor de la polilla te
abrasas
en la duda que se contonea encajando por
toda tu cabeza.
En el desaire, los falsos amantes confunden
la cáscara
con todo lo ilusorio que nunca se iba a
hacer realidad.
¿Te imaginas, valga el pufo, poder
desmadejar la negra
marea que un moscón causa día tras día por
el cuarto
y unir lo desvencijado, repoblar una ciudad
deshabitada?
Un deseo que tuviste, alegas, un sueño hecho
casi emblema.
Fragmento
III.
Aun enterrada tu mirada en cal amamantaría larvada tu
ansia.
La inspiración se asemeja al atribulado
aleteo de la pardela:
mira en sus contornos, están como bandeados por espíritus.
En las fotos viejas ocurre igual. Como otro espejo, tal vez.
mira en sus contornos, están como bandeados por espíritus.
En las fotos viejas ocurre igual. Como otro espejo, tal vez.
La misma consistencia con que la pasión
ahuecó el pantalón
adolescente hoy se fermenta al fondo de las
fotos viejas.
Qué más da lo que ocurra en torno, las
brazadas del pez lisa
o la pulpa en fuga en los luminosos mameyes
orientales.
Aparte de la media risa, entre tus ojos hay una llama seca
que te abandona: es el vacío que te invita a merodear,
Aparte de la media risa, entre tus ojos hay una llama seca
que te abandona: es el vacío que te invita a merodear,
pero apenas lo has aceptado se te escurre de
la memoria.
La trampa es que tumbes una inconmensurable
muralla
y al vencerla te quedes, sin remedio, dentro
y a la intemperie.
Será ese el oficio de la pardela. Y, como
ella, también lo eres.
Verso es la pardela… Pero, ¿con cuánto se
chantajea una luna huidiza?
Y el siroco, ¿guarda en sí el tiempo que su vejez invoca?
Esperas llegar a eso: tendrás una foto con una sombra al hombro.
Quizá la del fantasma de una pardela cuidando del muchacho
que la sostuvo un tanto mientras fue pájaro herido con un ala sola.
Y el siroco, ¿guarda en sí el tiempo que su vejez invoca?
Esperas llegar a eso: tendrás una foto con una sombra al hombro.
Quizá la del fantasma de una pardela cuidando del muchacho
que la sostuvo un tanto mientras fue pájaro herido con un ala sola.
Tú, como cualquiera, o casi, también acabas
dando tumbos.
Si debieras dar explicaciones a tu ausencia de fe empezarías
Si debieras dar explicaciones a tu ausencia de fe empezarías
por mostrar el viejo cráneo teatral más que
seco. Todavía.
IV
Fragmento.
La misma cuestión (sigue la confusión
latiendo): ahí su ruido.
O si hubiera que encontrar un sentido en la
ecuación del ser
o no verlo, serías de los que también les
sobran artimañas.
El tiempo contuvo paciente, de a uno, los
ritos del Opus Nigrum.
Si no fuera por esa contractura, por la turba cuando abre zanjas,
Si no fuera por esa contractura, por la turba cuando abre zanjas,
nadie más cabría sobre la Tierra. Quizá una
posible salvación sea
exponer a la nieve todos los pechos y
esbozar mapas sin trazas.
Es la evidencia: somos nosotros los más débiles en todo.
Es la evidencia: somos nosotros los más débiles en todo.
En estos tiempos de espasmos prosperan,
curioso, las retahílas.
¿A estas alturas del poema imposible ya una
nueva pregunta?
En fin, Hesíodo,
camarada, hubo una era en que la humanidad
fue viajera de sí misma. Las mitades encuentran su horma
al otro lado de la impronta. El resto, la historia que se decanta.
Si aspiraras a especular mantendrías: ‘Donde comienza un hombre,
fue viajera de sí misma. Las mitades encuentran su horma
al otro lado de la impronta. El resto, la historia que se decanta.
Si aspiraras a especular mantendrías: ‘Donde comienza un hombre,
otro
se determina. Éste es ocaso del otro, aquél aurora del uno’.
Una tormenta en círculo. Pero oscureció la
tarde que el trueno
rompió por la tiznadura y aquí te ves, pellejo
declarando
en cuclillas tu desespero por un llanto
despojado y torvo.
Como a la pardela las alas, una luna tardía te traspasa
Como a la pardela las alas, una luna tardía te traspasa
el costado volcándote en el futuro, pero en
ese imaginable
te hallas frente a Otro Rostro con cierto mal aire al tuyo.
Aún no muerto, sí desesperadamente viejo. No
va a haber más.
Javier Cabrera
Islas Canarias, España
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