lunes, 23 de septiembre de 2019

Editorial


Revista literaria con voz propia nº 90

Septiembre 2019

Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner

Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275

  

Si enciendes una lámpara para otro, iluminarás tu propio camino.
Proverbio budista


  
Mientras bebo, solo, a la luz de la luna

Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me acompañe.
Levanto el vaso e invito a la luna:
con ella y con mi sombra seremos tres.
Pero la luna no acostumbra beber vino,
y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava,
mientras aún es primavera.
En las canciones que entono vibran rayos lunares;
en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;
ahora, ebrios, cada cual va por su lado.
¡Regocijémonos muchas horas todavía,
en nuestro extraño festín inanimado,
para encontrarnos al fin en el Río de las Nubes!

Li Bai
Poeta chino, 701-762


  
Comienza a hacer lo que quieras hacer ahora. No estamos viviendo en la eternidad. Sólo tenemos este momento, brillando como una estrella en nuestra mano y fundiéndose como un copo de nieve.
Sir Francis Bacon


  
Revista literaria con voz propia
Inscripción Registro: ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina


  
El coraje y la perseverancia tienen un talismán mágico, ante el cual las dificultades desaparecen y los obstáculos se desvanecen en el aire.
John Quincy Adams


Autores publicados


Revista literaria con voz propia nº 90
Septiembre 2019
Autores publicados en esta edición: 


Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:
           
Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner

Alba Estrella Gutiérrez


hoy quiero llorar
a puro grito
insomne corazón a la deriva
suelto mi fragilidad de minotauro
y voy hacia el mar
sin peces ni mortajas
hoy quiero llorar 
a puro instante 
soltar las viejas anclas de la muerte
y deshonrar mi nombre hasta buscarme
no ser nada ni nadie
fugaz correspondencia escrita a mano
y no ser eslabón de otra cadena
sí 
hoy quiero llorar

pero sin llanto

*  *  *

la máscara

               a Osvaldo

la máscara cae
y el rostro es filo de estupor
sola de abrazos y voces
intangible lugar en la pena
el hombre se desnuda de ausencia
grita la sangre acorralada
sus manos enhebran
antiguos zaguanes
de infancia vulnerable
la máscara cae
como un niño despierto
los huesos amordazan silencios
y huérfanos del aire
se descalzan de asombro
cuando la máscara cae
el rostro llora

su lugar de espejo


Alba Estrella Gutiérrez
Buenos Aires, Argentina

Damián Andreñuk


En lo más áspero de mí se expresan mis dolores.
En cuatro copas de buen vino se alza mi renunciamiento.

Soy la compleja consecuencia de años de calvario.
Hay muchas cosas que no vendo y por eso pago un precio.

Yo manché mi realidad con alucinaciones payaso inestable
en mi reino evanescente a media luz miseria o páramo.

En la torpeza del ensueño de la marihuana
libre como quien acepta o lucha o mendiga.

Fluye una cascada turquesa contra el alba
estalla en el destino el azar la providencia.


Monumento prodigioso

Leandro destila potentísima pureza
con cada proceder.
Su lúcida bondad
provoca enojos en los cuervos.
Hace del fango más oscuro
un monumento prodigioso.

Sabe que el mundo
rebosa de ficciones.
Que no cualquier obstáculo
    puede superarse.

Y rechaza la soberbia emponzoñada.
Las correcciones mortecinas.
Todo penoso fingimiento.

Ningún triunfo reluciente
        ni dicha ni confort
lo encumbra o lo cobija.


Palabras esenciales

En ocasiones es dulcísima y onírica
esta llaga poderosa de estar vivo.

Mi apoteosis la preparan Mía Gallegos,
Juana Bignozzi, Vicente Huidobro, Susana March.

Quiero algún día darle un cauce valedero
a este fuego tan salvaje rebosando.
Quiero plasmar todos los versos
que me dictan mis entrañas.
Quiero tatuarme en cada brazo
  con mis muchas quemaduras
        las palabras esenciales:
   amor, riesgo, paz, valentía.

Arden los múltiples disfraces si hay dolor o intemperie.
Y esas alas desde siempre corrompidas de toda codicia.

Mi apoteosis la preparan Lautréamont,
Leandro Francisco López, Roberto Themis Speroni,
  Vicente Aleixandre.

Hay en la estela extraordinaria
del aroma exquisito de mujeres como sobrenaturales
  un polen fascinante que hipnotiza.
Hay una música perfecta en el abecedario del aire.
Hay todavía cielo, árboles, oxígeno.


Damián Andreñuk
La Plata, Buenos Aires, Argentina

Salomé Moltó


Agua

En el camino que va desde el pueblo al pico Tell, hay una casa de campo con una explanada delante de la puerta principal, en cuyo centro se encuentra un pozo pintado de azul.
Cuando subes la cuesta, ves durante un tramo del camino, la elegante construcción. Recuerdo que muchas veces, una mujer de avanzada edad, sacaba agua del pozo sirviéndose de un cubo atado a una soga. Lo más sorprendente, el deleite que expresaba al beber el agua del cubo con un vaso que sostenía firmemente en la mano.
Me paré un día, al bajar del pico Tell en pleno verano, aturdida por un calor sofocante. La mujer me ofreció un vaso lleno del agua cristalina que bebí con tanto placer. Ya lo había hecho alguna vez cuando bajaba durante mis excursiones campestres.
- Buena, ¿no?
- ¡Deliciosa, y con este calor me sabe a gloria!
- ¡Más aún, creo que sabe a amor!
- Una mañana de oro después de una noche de plata, el dolor y el desamor se ahogaron en el agua.
¿Me estará recitando un poema la buena señora? Me dije para mis adentros. Y como si adivinara mis pensamientos repuso:
- Ya sé lo sencillos que son mis versos, pero dicen verdades. Marita desapareció y todos dicen que se fue con su amante, lejos, muy lejos, porque ya nunca volvió. Yo sé que no fue así. Para impedir que se fuera con su amor, su padre la echó adentro del pozo.
- ¡Oh, no me diga! -repuse visiblemente impactada.
- Desde entonces esta es el agua más dulce, más sabrosa y refrescante que existe. Penetra hasta lo más recóndito de tu ser, es la fuerza de su amor que te invade. ¡Saboree, saboréela! - dijo con énfasis.
- Ella desde el fondo del pozo le regala toda la pasión que su amor frustrado le dio -dijo al tiempo que miraba el pozo y el vaso de agua.
Conocía la historia de la joven Marita, que había desaparecido, pero que su padre la hubiera matado y echado al pozo, me parecía un total desatino.
La señora del vaso de agua y el pozo era la tía de aquella joven desaparecida, y resultó la única superviviente de aquella solitaria familia, la del olvidado caserón a medio tramo del encrespado camino hacia el pico más alto del contorno. 
Me fui casi corriendo, bastante presurosa al tiempo que empecé a sentir en el último sorbo de agua, un sabor extraño que me apretaba la garganta. 

Del libro de la autora: Cosas que quiero decir, 2018

Salomé Moltó
Alcoy, Alicante, España

Carlos Benítez Villodres


El libro

Mientras alegre marcho, con la luz de la vida,
alabo aquellos libros por los dioses escrito,
y en medio de la mar rebelde necesito
leer para albergar su esencia extrovertida.

Oh, libro, amigo mío, paz para mi alma erguida
que enriquece los frutos que, con amor, transmito
al cielo de ese huerto, donde se encuentra escrito
el rumbo de mis vuelos hacia cualquier herida.

El veintitrés de abril del siglo XVII
se apagaron dos lirios, insignes escritores,
que donaron al orbe el arte del jinete.

Se marcharon los dos, entre ramos de flores,
a donde las estrellas forjan el brazalete
de oro y de miel dorada que lucen los lectores.

Azucenas de honores
para Shakespeare y Cervantes, néctares de ventura,
cuyos cantos nos dan luz de literatura.

Del libro del autor: Transparencias, 2019


Que no sequen tus mares

Necesitas los sones del alma
que mira, desde la inmensidad de su grandeza,
al cielo de los cielos.
Contempla, aunque sólo sea por un instante,
la redondez de la voz
que deja, sobre la noche
de los siete imanes, la clave
original de la luz que palpita, serenamente,
en las entrañas del tiempo
siempre alentado por jazmines.
Corre por la sangre de la vida
como un río que domina sus raíces y sus frutos.
Corre en el aliento de tu rebeldía, y defiende,
con tus soles de oro, al hombre que ofrece,
a los latidos del mundo, la amistad
de la sonrisa desinteresada y esa atmósfera
que sólo la belleza conoce.
Deja por un momento el tráfico de mohos y cardos,
y llena tus venas, copas ansiosas de brisas
cantoras, de ese beso todo transparencia y estímulo,
machacado por la fanática servidumbre
de los baluartes edificados sobre la distancia,
de las guitarras sin cuerdas,
de los olivos de humo
y de los dioses que nunca escuchan
los cantos con nombre y savia de vida.
Acoge, en lo más íntimo de tus mares,
la constancia de aquellos que sólo se nutren
de la energía que proporciona lo enteramente puro,
y crea tus primaveras y sus múltiples fragancias
con la esencia celestial
de la palabra sin suciedades ni venenos.
Después, despliega tus alas y vuela sin descanso
por la médula del silencio, abrazado a su riqueza
viva, como esa claridad invencible
que atesora el hombre en su cáliz siempre presente,
pero ignorado por los adoradores de lo vano.

Del libro del autor: Desnudo, Ed. Corona del Sur. Málaga, 2003


Carlos Benítez Villodres
Málaga, España

Daniel Gorosito


Peregrinación

El silencio de los versos
semillas de un solo fruto.
Letras emancipadas
andrajos de luna
una fisura en el cielo.
El sol en carne viva
lluvia muera que lo lava.
Nubes blanco cenicientas
viajan con celeridad.
Las ruidosas gaviotas peregrinan
rumbo al horizonte espumoso
guiadas por el estallido atronador
de las grandes olas rompientes. 


Amores contracorriente

Las olas se aplacaron
no romperán ruidosamente
en la base del viejo muelle de ciprés
cubierto de moho e historias marineras. 
La bruma salobre
es cortada por el haz de luz
del viejo faro nostálgico
que entre sus rocas
supo dar cobijo
a amores de puerto.
Esas pasiones breves
que siempre naufragan.
Historias perdidas
en las tinieblas insaciables del olvido,
que cubre oxidadas boyas de pesca
y mástiles quebrados
que ya no desafiarán 
vientos duros, hostiles
y amores frágiles de puerto
en su peregrinar
contracorriente.


Muerte poemar

Palabras mal paridas
no hacen versos.
El agua inquieta
sumerge las letras.
Algunas flotas rebeldes,
se pegan en cascos de navíos polícromos
con huesos oxidados.
Oleadas de metáforas desnudas
aceleran el pulso del agua.
Espuma de clara nieve
deja la marejada.
Desde lo alto
el chillido de los albatros
que es de buena suerte
la anuncia…
A la poesía hay que esperarla
el viento la esparce en la orilla.
La leíste y murió
ahogada entre la espuma salada.


Daniel Gorosito
Nació en Montevideo, Uruguay. Reside en Irapuato, México

Marta Zabaleta


Continuidad
“No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen. Sombras sin máscaras. Cúrame del vacío -dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que ya no había cuando me encontré diciendo: Soy yo). Cúrame –dije”.
Alejandra Pizarnik

Continuidades
No repicar ni en misa sin campanas. Las bellotas suben al árbol, las ardillitas se arrullan en carnaval de hojas. Amigos sin rostros. Promesas sin escuchas. (La esperanza se asilaba en la linterna. Supe que ya no había luces cuando me encontré diciendo: Se ha hecho la luz. Y ahora lo comprendo). Mátame -usa esos versos cual palabras.

As de bastos

En la noche no ríen las sirenas. No enturbian el agua los cangrejos, no ronronean los amantes ni llueve el trueno, no me despido bastante. El cielo es noche y día, tu turno duermes.
No silbo, no me muero. Sólo el silencio muere… ansiedad de los espejos sin humo, la sangre que se pierde en el combate. Los campos muy azules, el cerro, los castillos, la alborada, sumiéndome, flotando, suspendida, vuelo, arrastra, me levanto. El nuevo puente. Avenidas surcadas en instantes. Sin combate y sin sangre. 
Dos hombres pegan, tres hombres violan, dos niños lloran. Y tú, trabajas ayudándoles. Soy mi rumor, la vida pasa. Eres mi espalda. 


Marta Zabaleta
Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra

María Montserrat Bertrán


37.

Vi nacer una estrella en la Constelación de Orión
justo allí, entre dos puntos de ese inmenso espiral

la cuerda del deseo une tu cuerpo con el mío

luz platino entre dos nudos

viajero corazón de la galaxia
al rojo centro
                 cristal de la tierra

luz platino entre dos nudos

hasta que esa estrella muera.

38.

Pequeña fuerza domesticadora de lo oscuro

tormenta al fin
vientos solares
sobre nosotros frágiles, de tan corazón dormido

tormenta al fin de polo a polo de sueño a sueño
de susurro a gritos

saturada, estremecida, magenta

te digo te ruego te abrazo amor

Mi cuerda
única
reúneme

y suéltame a la nada, a la nada del vuelo sinfín

te digo te ruego te abrazo amor.

39.

Más se infiltra la fugacidad de los cuerpos
en los cuerpos
más la luz
              estremecida
se levanta como una estrella
que, en su órbita
pulsa un único mensaje

indescifrable para el poema que lo intenta todo

latidos que no saben de articuladas palabras
ni de la mutabilidad del lenguaje

lazos que se presienten
fundidos en la memoria de la fragua

y sí saben del fuego
                          de su origen
en la permanencia de las piedras que frotamos.


María Montserrat Bertrán
Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina

Yéssika María Rengifo Castillo


Tristeza

Me he llenado de tristeza mirándote a los ojos
Te has hecho más ausente cuando estás cerca,
No puedo llegar a tu corazón.
Tú me miras con esa tristeza que quebranta mi ser,
Aquella tristeza que un día separó al sol de la luna,
Esa que se ha vuelto mi canción desesperada.
Tristeza de no oírte mencionar mi nombre,
Cuando lees los diarios de la triste historia,
Y nada llena tus dulces labios.
Tristeza, porque te he perdido.


Mi musa de otoño

Piel de seda que acariciaba, 
Las cicatrices de mi triste alma,
¡Oh delirante corazón delator!
¿Era como las violetas de abril?
¿Era como las olas del mar?
Tan lánguido, y tan frío
Como una mariposa al viento… ¡Sí! Indecisa
Como las estrellas que juegan en el cielo
Leve en el viento, como las alas de las mariposas
Triste tu partida, mi musa de otoño.


Mi Ninfa

Cabellos del sol, piel de marfil.
Ojos marrones, pestañas de la noche.
Vientre de seda, laberinto de mis inquietos labios.
Cuello de cisne, que abriga a mi rosa lengua.
Pechos de alelí, que endulzan mi boca en la primavera.
Caderas de fuego, que se funden en mi taciturna piel.
Piernas de doncella, que envuelven mi ardiente espalda.
Ardiente como toda mi piel, que se ha llenado de lluvia salada.
El monte de Venus, que mi Ninfa ha guardado.
Se ha abierto como un dulce jazmín, a mi tímido Marte.


Yéssika María Rengifo Castillo
Bogotá DC, Colombia

Jerónimo Castillo


Incompleto

El mozo del comedor del hotel no entendió bien cuando el recién llegado le pidió mesa para 15, y no por el pedido que podía ser de lo más normal en otro lugar, pero no en ese pueblo donde generalmente todos los comensales no llegaban a tal número, por tratarse de pasajeros en espera del colectivo que ingresaba una vez por día, sirviendo el hotel de improvisada terminal de ómnibus.
Además el mozo lo había visto descender de un sulky, el que dio la vuelta y su conductor retomó el camino de la sierra por donde había venido.
No obstante, y pese a lo extraño del pedido, mientras el viajero se había encaminado hacia unos negocios vecinos, el mozo agrupó las mesas que estaban en el salón comedor, aprovechando que los presentes se acodaron en el mostrador del bar a beber la acostumbrada ginebra.
Llegó la hora en que se servía la comida, y el viajero del pedido volvió al comedor.
El mozo le indicó el sitio donde podían verse los arreglos para el banquete que el pasajero pensaba ofrecer a personas aún no llegadas, pero que el dependiente suponía no tardarían en hacerlo.
Con el mismo gesto adusto que había hecho el pedido, encaró al mozo y le espetó:
- ¿Por qué me hace esto, si a mí me gusta comer solo?
El mozo sorprendido al principio, pero con una molestia luego que no pudo ocultar por el tono de la voz, le respondió:
- ¿Cómo que le gusta comer solo, si Ud. me pidió mesa para 15?
En ese momento, y con el mismo gesto adusto - después se enteraron los circunstantes que también usaba para hacer bromas -, el viajero retrucó al mozo:
- ¿Qué, no sabe Ud. que a mí me dicen Pedro Quince? - Y con un rápido movimiento se sacó la alpargata mostrando que había perdido todos los dedos del pie izquierdo en una hachada cuando se encontraba trabajando, sin haber salido completamente de la borrachera de la noche anterior.

Cuento del libro del autor: Final de Sinfonía. Ediciones El Biguá, San Luis, Argentina. Enero 2012 

Jerónimo Castillo
San Luis, Argentina

Carlos Penelas


Palabras 

Amigos, observad estas palabras
que caen en la noche. Apenas rozan la luz
de una lámpara silenciosa y antigua.
Vienen de aquellos campesinos exiliados,
llegan de agonías, de mujeres bellísimas,
de caricias que sobreviven
en talismanes o miradas melancólicas.
Observad un momento cómo llaman,
cómo acarician frente y ternura,
de qué manera nombran la insurrección.
Son palabras de un poema
que la amada no supo comprender,
palabras extraviadas en el aire y en el mar
que están aquí, en este cuarto,
sobre esta mesa olvidada del cosmos,
en esta habitación de Casa Viamonte.
Nos cuesta sentir en nuestra piel
tanta soledad y tanta urgencia.


Zarabanda de la lluvia

Parece huir en un sueño rumoroso, etérea,
ligeramente flotante, prematura de súplicas
como una danza de Häendel o una pintura de Schiaffino.
Llegaba con impaciente luz,
casi gozosa en ese ardor sensible
que el aire mueve en el lecho o el navío
sosteniendo la pluma y el cristal de las velas.
(¿Quería descender, la amada fantasmal, en esta voz
en esta vaguedad que toca sus caderas
con la mirada y el lenguaje de lo súbito?)
Dulcemente llegabas
en una suerte de alegría que atraviesa
el perezoso aliento del instante.
Llevaba el collar de la paloma
sin mirar la densidad que recoge el abandono.
Es entonces cuando me da su forma,
me da la belleza que desnuda la noche.
Desposesión y refugio
mientras la lluvia desordena la tierra.


Carlos Penelas
Buenos Aires, Argentina

Vinícius Bandera


Cuando el tiempo es una mirada

El cadáver del buey
Al principio no creí
Por supuesto que creí
El piso abierto
El cuerpo afectado por la ley de la gravedad
El fondo del foso.

El cuerpo suspendido se levantó.
No había llegado al fondo del foso.
Llegando a sentirlo
¿Qué hacer? Una cuestión revolucionaria.
Reaccionar diciendo no antes de que me hubieran preguntado
Y no preguntaron. Ellos oraron y me dieron energía:
Reacciona, estamos juntos! Somos muchos.
No lo eran y lo eran.

Una multitud de pocos. Y poco a poco me vi
Siendo removido del fondo del foso, seco,
Había llovido durante días.
La sequía de las brumas nocturnas.
Un fenómeno que me ha traído un acorde nostálgico
Y aliento. Ya podía suspirar menos de angustia.
Tomé fotos

Y evité las selfies. No, no selfies, por favor!
Ellos me comprendieron y tomé fotos de su comprensión.
Para aquéllos que vendrán después de nosotros, dije,
en la oscuridad,

Les pedí que apagasen la luz.
Deseaba observar el cielo
por última vez. Escuchando estrellas, ahora
Usted lo hará el poeta dijo. Otro poeta dijo:
¿Y ahora José? Escuchando estrellas,
Yo pensé y yo he visto estrellas, nosotros hemos visto.
Intenté contarlas, pero no pude ir muy lejos.
De nuevo el malestar.

Puede ser ahora, pensé una vez más.
La última vez. Sólo hay una última vez.
La primera vez que la vi y también vi nuestra primera vez.
La primera vez que nunca olvidamos.
La última deseo olvidar.
Estaba a punto de sentir la última vez con ella.
Al menos un beso.

Fue su hermana quien condujo el coche.
El padre a su lado.
Me he acostado en el asiento del fondo,
Cabeza en su regazo. No pedí un beso,
porque pensé que no sería el último.
Quería lo último.
Tal deseo estaba en mí.

Pero mi último deseo usted no
Puede negarlo. Dormí o morí,
no lo sabía al cierto.
No recuerdo haber soñado.
No recuerdo haberme ido.
No recuerdo el último beso.


Vinícius Bandera
São Paulo, Brasil

Nota de edición: Con permiso del autor, he modificado algunos versos de este poema por cuestiones de configuración. Analía Pascaner

Stella Maris Guibaudo


Ciudad de Puerto Rico

 -Para vivirte mejor-

“…el espacio se convierte en “lugar” a través de las prácticas concretas de la cotidianidad de los individuos que lo habitan”. (Harvey)


Para sentirte nuestra hay que buscarte             
en el sabor a infancia de pitangas y mangos.

Recordar nuestros miedos escapando a la siesta,
sintiendo la presencia de aquel duende pombero

Visitar nuestras plazas con espíritu niño.
Trepar aquella mora, compartir un reviro.
Convidar unas chipas con un mate cocido.

Revivir ese tiempo de hablar con los vecinos.
Caminar tus veredas, recorriendo tus barrios.
Enamorar los ojos con flores de lapacho.
Elevar la mirada hacia la cruz de antaño.

Respetar la creencia de quien cruza las brasas
y el ritual ancestral de la caña con ruda,
hermanando en sus credos, a los propios y extraños

Apreciar la fatiga de tantos lugareños,
expertos en lo suyo, persiguiendo sus sueños;
aquellos que aportaron su ciencia de entrecasa,
compartiendo secretos de la pesca y la caza.

Valorar las hazañas cotidianas del campo,
evocando al colono curtido en la labranza,
sin olvidar la gringa que, a la par, fue sembrando.

Imaginar los barcos que surcaban el río
trayendo la provista en los tiempos de inicio:
tiempos de sacrificio, de oleros, de amasijo,
trabajando la tierra, cocinando el ladrillo.

Honrar a las paseras que atraviesan el río
para vender los frutos del país guaraní.

Celebrar la jornada febril del tarefero,
al cebar unos mates en cada amanecer.          

Cuando sintonicemos, al fin, con tus latidos,
sucederá el encuentro al sentirnos unidos.

Sabremos que este espacio es el sitio elegido.
Que este lugar es nuestro. Lo hemos decidido.

Otoño /2018


Stella Maris Guibaudo
Puerto Rico, Misiones, Argentina

Elsa Hufschmid


Un lugarcito en Monte Vera

Las ramas del sauce me acariciaron los hombros, dándome la bienvenida.
Y su sombra me alivió el calor que ahogaba persiguiéndome desde la ciudad.
El amplio patio alfombrado con césped, refrescó mis pies y un arco iris de flores salpicando los rincones llenó mis ojos inundando de paz y alivio que tanta falta hacía a mi espíritu.
La casa pequeña, simple, acogedora, aún sin completar su amoblamiento pero con detalles donde se adivina la mano de su dueña.
Pero el espíritu de Teresa danzaba entre las púberes plantitas, que mostraban sus hojas nuevas, sus flores, compitiendo entre ellas por ser la mejor, la más mirada. En lucha contra las mandíbulas de las hormigas, los caracoles, el ardiente sol del verano, el granizo que las deshojó y aplastó a las más pequeñas. Pero se unían, se abrazaban entre sí y crecían devolviendo el amor que les regalaban.
Se adivina un futuro precioso jardín, se presiente un día, no muy lejano, caminar entre perfumes verdes y sutiles rojos, amarillos, azules y blancos y la sonrisa ancha y orgullosa de su creadora, Teresa, la jardinera poeta.


Elsa Hufschmid 
Santa Fe, Argentina