miércoles, 1 de agosto de 2018

Alfredo Lemon


“La vida, proxeneta de la muerte...”
                                                          Julio Cortázar

Pájaro herido, poema
solo en mi conciencia.

Oh, ángeles, ahora puedo ver
cómo mis negras nubes desaparecen
y un carruaje lleno de fantasmas se lleva mis dolores.
Detrás de las colinas hay ríos trasparentes,
aguas que lavan las piedras y el cansancio de los pies;
aromas sutiles, labios dulces, adolescentes,
relámpagos, húmedos huracanes hundiéndose,
cuerpos celebrando sus orgasmos.

Siente el goce en estado puro:
el semen de un duende en el jardín del infierno.

Siente el beso de las víboras:
el veneno de una virgen para conjurar la muerte.

Comienza a peregrinar.

Dios es una orgía, un paroxismo.

Hazte cargo de tus huellas, tu heroísmo,
tus farsas, fantasías,
tus logros, tus suicidios,
tus más secretos talismanes;
ese verdor que no perecerá.

Sube, baja, concéntrate y relájate.
Tienes el don de respirar.
Bate vate.
Abre tu pecho y sopla,
gime, mastúrbate.

Resucita.
Siente tu sangre recorriendo la geografía de tus días.
Reconcíliate con la araña y con la estrella.

Deja que la lluvia borre toda herrumbre.
Bebe la leche de las leonas y el vino de los reyes.

Si te asusta la cercanía del fin, aléjalo:
celebra la excitación y el vértigo,
el fondo negro de una página en blanco.

Fácil resulta mezclar medicación con meditación,
oír la música del laúd y el crujir del ataúd,
consumir marihuana y fluoxetina.

Y entonces, un río es todos los ríos
y siempre nos bañamos en el mismo.

Lamento por el árbol si es apenas sensitivo
y por la piedra dura que acaso no pueda entender.

Breves recuerdos son un largo adiós.

Cada mañana la mañana está por hacerse.

Toda escritura es siempre una promesa.

Ninguna historia termina jamás.


Alfredo Lemon
Córdoba, Argentina

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