viernes, 15 de noviembre de 2019

Editorial


Revista literaria con voz propia nº 92

Noviembre 2019

En su 13º aniversario


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner

Publicación creada en noviembre de 2006
Distribución y publicación gratuitas
ISSN 2314-0275


  
Cuando doy, me doy a mí mismo.
Walt Whitman




Mi agradecimiento

Aquí estoy… 13 años difundiendo voces literarias contemporáneas. Hoy vuelvo a tomar prestadas las palabras de Robert Frost:
“Debo estar diciendo esto con un suspiro
de aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia.”

Doy gracias a Dios, al destino, a la vida, por haber elegido ese camino, por aquella decisión tomada en 2006, tan difícil y dolorosa en ese momento.
Miles de gracias a cada uno de ustedes.
Por enviarme sus textos para ser publicados.
Por sus e-mails.
Por su compañía edición tras edición, en particular a mis lectores con “asistencia perfecta”.
Por acompañarme desde mucho tiempo antes que naciera la revista con voz propia.
Por mi familia y mis amigos personales, quienes siempre me están sosteniendo.
La revista literaria con voz propia se debe a cada uno de ustedes, yo tan sólo reúno las voces. Muchas gracias por permitirme construir este puente. Muchas gracias por estar allí… del otro lado de la pantalla.
Mi abrazo cálido y mis mejores deseos siempre

Analía Pascaner


  
Nunca vaciles en tender la mano. Nunca titubees en aceptar la mano que otro te tiende.
Juan XXIII


  
Revista literaria con voz propia
Inscripción Registro: ISSN 2314-0275
Propietaria: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina



Debes encontrar el lugar dentro de ti donde nada es imposible.
Deepak Chopra



Autores publicados

Revista literaria con voz propia nº 92
Noviembre 2019

- 13 años difundiendo voces literarias contemporáneas -

Autores publicados en esta edición: 


Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia:

Revista literaria con voz propia
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner


La adversidad es como un fuerte viento que nos arranca todo menos las cosas que no pueden ser arrancadas. En ella nos vemos como realmente somos.
Arthur Golden

Sergio Borao Llop


Ciudad vieja

Y volveré a cruzar
una vez más el puente.

Mientras miro las torres
de enmudecidas cúpulas,
me tragarán las calles,
esas calles angostas
en las que todo cabe;
esas calles antiguas
donde todo es silencio
y las almas en pena
vagan sobre la piedra
sin que nadie perciba su presencia
allí bajo la niebla de los siglos
donde toda presencia es un olvido.


Contracorriente

El poeta siempre escupe contra el viento.
¿Qué sentido tendría
transitar a favor de la corriente?
¿Qué sentido tendría
ponerse de rodillas
implorando el amparo de los dioses?

¿Qué sentido tendría
fatigar los senderos ya trillados
cuando es tan grande el bosque,
tan seductor el susurro que se escucha
en el tibio corazón de la espesura?


Espejismos

Las ciudades, las sierras,
los aviones, los patos, 
los parques y ambulancias,
las luces, los teléfonos,
los gatos, los tranvías,
las alocadas multitudes,
las carreteras grises,
las farolas y esquinas,
tus manos, los bolígrafos,
el vuelo de los pájaros
y el mar, el mar, el mar...

Todo desaparece tras la siguiente duna.

Sólo es real la sed.


De Por si mañana no amanece. Textos tomados del blog del autor
Sergio Borao Llop
Zaragoza, España


Retírate dentro de ti, sobre todo cuando necesites compañía.
Epicuro

Analía Pascaner


La eternidad es un segundo

Ojalá no demoren mucho. Pienso vagamente al disfrutar de la sombra generosa de este centenario árbol. No deseaba ir con mi grupo turístico, prefería descansar y comentaron que muy pronto volverían.
Aquí estoy, sentada en un confortable banco, sola y expectante. Me siento animada, alegre y curiosa. Observo el movimiento de la plaza: gente caminando, vendiendo, charlando, algunos riendo, otros gritando. Una fiesta de colores, olores, sonidos. Una mezcla de razas, lenguas, culturas. Gente que supongo, además también escapa del calor agobiante de las calles.
Miro hacia mi lado, por enésima vez, y sigue allí -¡y por supuesto que ahí está!-. Espío por la pequeña abertura. ¿Qué habrá adentro? No me atrevo a hurgar, no me pertenece. Tan correcto el hombre, ¿cómo voy a meterme en sus cosas? Tal vez debería haberle preguntado… Tan educado, con su ropa de marca… en impecable inglés me explicó que regresaría en unos minutos, ¿acaso me dio motivos para sospechar?
Ahora, mis sentidos concentrados en descubrir el contenido, sin tocar y penetrando con mi mirada en su interior. Distingo algo oscuro y compacto, pareciera de plástico. Hacia un lado y algo escondido, observo eso alargado y amarillo… ¿un cable? Percibo un tenue sonido ¿de reloj? proviniendo desde adentro. Aguzo mi oído… ya no tengo dudas. Esfuerzo mi vista y distingo dos colores diferentes de cables. ¡Claro que debería haber sospechado!
De pronto el silencio es absoluto. Se desvanecen los sonidos. Se esfuman los colores. Se diluyen los olores. Ya no hay gente. Ya no hay árboles. Ya no siento calor. Imágenes, sensaciones, sentimientos: desordenado y vertiginoso me está invadiendo un pasado que no pido ni quiero rememorar.
“La eternidad es un segundo”. Algún pariente solía repetir esta sentencia cuando yo era pequeña, y en este ínfimo instante puedo comprender la frase.
Experimento una extraña calma mientras recuerdo que acepté cuidar una mochila ajena. Y repentinamente todo se torna blanco y brillante. En una plaza céntrica y concurrida, un hombre correcto y amable, una mujer sola y expectante. En Palestina.


Analía Pascaner
Buenos Aires – Catamarca, Argentina


La vida no se pierde al morir; la vida se pierde minuto a minuto, se arrastra día a día, en mil pequeños descuidos.
Stephen Vincent Benét

Isidoros Karderinis


Cuerda cortada

En el fresco jardín bajo el viejo plátano de sombra
Cortó con los dientes la cuerda que lo ataba al futuro.

Las violetas y los asfódelos se mecían desconsolados
Mientras ahora caminaba por las llanuras del cielo.

El aire exhalaba un perfume embriagador de incienso
El sol mareado tropezaba sobre la mar amarga.

El barco de blancas y rasgadas velas se había entregado
A las olas que lo arrastraban a las rocas del cabo.

Los pájaros oscurecidos picoteaban las nubes negras
Que rompiéndose como burbujas vertían sus lágrimas.


En la ribera

En la ribera con los ojos húmedos y oscurecidos
Encontré a un viejo sabio que pescaba despreocupado.

Cuando me acerqué a él con pasos sombríos y cansados
Me dijo con su voz recia:

«Amigo
No veas el sol radiante melancólico y triste
No veas las flores fragantes marchitas en el campo
No veas el mar infinito y azul en tempestad
Vive como si fueras a morir el próximo segundo».


Barrio humilde

Las casitas del barrio humilde hechas de adobe y de escasa altura
El sol revitalizante desaparecido de las sucias callejas de tierra
Rostros surcados por el honrado esfuerzo cotidiano
Y zapatos polvorientos entre el nublado de mediodía.

En las macetas los jacintos tienen sed de agua fresca
Las ventanas golpean por el dolor del viento
Sueños que se apagan como el negro humo de la chimenea
Y niños pálidos que aletean por el cielo herido.


Del libro del autor: Poemas de fuego. Casa Editorial Punto Rojo Libros, 2018
Isidoros Karderinis
Atenas, Grecia


Mi decisión fue ir a buscarlo, más allá de toda la gente en el mundo.
Ernest Hemingway

Orlando Valdez


Grisácea

bajo la niebla
será partido
el verso
en marzo la luna de titanio
del horizonte picanesco
en junio el carmín
el poder de los grillos
tala el silencio por el límite
el azar el escondite
un muerto por siete colores
grisácea jamás avisa
empieza tibia
después arrebata
no teme quedar sin morada


quemante como arena

clamorosa del reloj
resguarda cenizas
dando como azotes
cruel confesión
ilumina el vestigio
del gato y la cornisa
pero devuélveme
quemante como arena
azarosa la mirada


y su sombra oblicua

soy desde lejos una mirada
que no ve al suicida
en todo este silencio
que conozco mecedor
que reencuentro
en las esquinas
y que a nada parece
tiene muertos
y desaparecidos
esa violencia
y su sombra oblicua


Del libro del autor: El hondo silencio de toda locura. Ediciones Los Lanzallamas
Orlando Valdez
Rosario, Santa Fe, Argentina


Lo peor que puede pasarle aun hombre es llegar a pensar mal de sí mismo.
Johann Wolfgang Goethe

Martha Valiente


El taller

La escalera se afilaba
dentro de aquella enredadera del perfume
que subía desde el patio hasta tu pelo.

Las ventanas cubiertas de pañuelos verdes,
para enternecer las luces
                                    y el silencio.
Ladridos de grillo cuando abrías la puerta.
                                        Un ronroneo
mal disimulado en el abrazo.

Nunca tuve el coraje de entregarme
                                        entera y a lo largo
al acecho deseado de tu cuerpo.

La memoria consuela,
hasta que llega el arrepentimiento.


Días como hoy

Días como hoy
te hacés presente
con tus frágiles dedos aniñados
la línea de luto de tu ceja
los ojos lobunos y amielados
tu boca y su beso irrevocable
el desencuentro vital que recortó el milagro
del tiempo denso que duramos.

Días como hoy
me despierto llorando sin saberlo
me pongo de duelo sin pensarlo
y caigo más y más adentro
en un lugar tan hondo que no termina nunca
y abajo tan abajo que da miedo
porque estás
                  todavía
esperando de mí un abrazo
otro más
                  antes de irte
con un portazo dulce
lleno de agujas y de llanto.

Días como hoy
Desespera la ausencia
con tu boca que espera un nuevo beso
el penúltimo siempre.

Hay días como éste
que no es cualquiera no
porque es tu cumpleaños
porque es julio
y es un invierno más
sin beso y sin abrazo
en que mejor sería no estar
o volcarme de una vez en ese oscuro agujero
hacerme espacio y hueso donde estuvo tu cuerpo

para renacer,
                   quien sabe.

Un día de estos a lo mejor no me despierto
llorando ni de ninguna forma
y me angustia saber que en días así
sólo vos me hacés falta,
Alejandro.


Martha Valiente
Nació en Uruguay. Reside en Buenos Aires, Argentina


La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta.
Rabindranath Tagore

Norberto Pannone


El refugiado

La brisa helada abofeteó su rostro. Alzó las solapas del raído sobretodo y guardó con pesar sus manos en los bolsillos.
Corría el mes de julio del 2006 y el frío del invierno congelaba los sueños. El césped, se había teñido de amarillo enfermizo.
Con desesperación, el hombre añoró la primavera, pero ella estaba lejos, tan lejanamente lejos como su patria y los rubios recuerdos en brazos de su madre.
Siempre le había temido a todo lo extranjero. A la multitud. A la distancia. Recordó cómo había llorado el primer día de su arribo! Su lenguaje resultó estéril. Sus gestos, ambiguos e inútiles.
Atravesó la Avenida del Libertador, llegó hasta el Monumento de los Españoles y se miró en las aguas heladas y sucias de la fuente. Su rostro apareció indecente y desteñido.
Ahora, un rayo de sol anidaba en su mano desnuda, allá, en su amada Yugoslavia. ¡Desgraciado guiño de la vida! después, sumergió su cabeza definitivamente.
Su memoria se diluyó en la asombrosa dualidad de la voluta de pólvora encendida por el franco-tirador y el cuerpo de su hermano dormitando en un charco de sangre. Juzgó que era primavera… y abundaba la miel.
Casi de inmediato, sucumbió el hambre y la nostalgia.
 

Norberto Pannone
Junín, Buenos Aires, Argentina


El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
Marco Valerio Marcial 

Ricardo Ponce Castillo


Nuestros sueños

Someteré mi impaciencia
al dolor que me provoca
tu ausencia,
créeme amor mío,
para mí es un martirio
no poder olvidarte,
remolinear mis caricias
en tu cuerpo,
besarte hasta que la lluvia
sellara con sus lágrimas
nuestros sentimientos
que jugaban a fecundar
el amor.

Más allá del camino
donde sembramos
la simiente vida
nuestros sueños
fueron hilvanando
la realidad,
nos seguimos amando
a pesar del tiempo
y la distancia,
de la pena y el dolor.

Sólo espero, amada mía
nuestro reencuentro
para volver a sonreír.


Las promesas 

¿Cuáles son los enemigos de hoy?
¿contra quién luchamos?,
el mar de dinero que les llega
a los que tienen el poder
y la humana misión
de distribuirlo entre
los más necesitados,
ellos, los que ya se olvidaron
de las promesas hechas
en tiempo de elecciones,
de los que pasan en comisión
de servicios y capacitación
en el extranjero.

La sinfonía proveniente
de las protestas, de los paros,
de la falta de justicia social,
de los estudiantes,
de los sin trabajo, de los enfermos,
de los extranjeros,
debe llevar a los gobernantes
a pensar con seriedad
sobre las necesidades del pueblo.

Mientras más nos hundimos
en el lodazal de la corrupción
vemos lo poco que valemos.


Ricardo Ponce Castillo
Coquimbo, Chile


Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas a tu propia casa. 
Proverbio chino

José Diez Zalazar


Orgullo

La reina que me engendrara tiene cien años.
Crecí en el entorno de un bello paraíso.
Los valles eran tiernos, al arenal inmenso,
regiones que llegaban hasta el mar.
Escuchaba la brisa con delirio aventurero
que fugaba por las playas buscando algún
recodo, un abismo, un altar.

El rostro de los náufragos volvieron -sobre
la arena golpeada- por un bárbaro espejismo.
Dejaron pasar el tiempo igual que el humo
torpe y sigiloso que se fue desvaneciendo.
Mis manos se llenaron de frutos pero no
de glorias. Con ellas encontré luces y sembré
caminos, pero en el fondo de mis aguas
turbadoras.
Océanos que sufren el estorbo del progreso
morirán arrancando los perfumes naturales,
la belleza milenaria de los campos,
el alma de mis propios algarrobos.

Aves que surcan los cielos, la divinidad
efímera sobre las viejas comarcas.
Nube, viento y soledad que arrastraron
primaveras. Cuchillos mochicas desgarraron
la historia, para llenarme siempre de insólitas
quimeras.
Los luceros ¿Qué son, qué eran?
Eran pequeñas aves pasajeras que veía
en mis noches huracanadas tenaz
y transparente.
Hoy las veo a lo lejos, tímidas, huyendo
como un crespón perdido nuevamente.

Alguien toca las puertas del corazón
Alguien cansado de caminar el horizonte
Alguien que fue perdiendo la ilusión
cual criatura feroz de aquellos montes
Alguien que sabe de la inspiración cuando
llega, y la musa muestra su figura
incesante para engendrar los frutos del amor.
¡Oh, poesía! Siempre serás la arcilla
tentadora que entregas a la vida la eterna
creación.


El gran amor

¿A dónde me llevas maravillosa criatura?
¿A dónde?
El cielo se precipita de su abismo infinito
donde las estrellas fugan igual que golondrinas,
heridas y errantes el camino.

Tú me esperas. De inmediato me esperas
y no dejas que el espectro cósmico se aproxime.
Única y maravillosa te concibo.

Por tus carnes se arrastran los círculos del fuego
donde el universo sonoro está envuelto en llamas.

La combustión de sus gases te hace transparente
y tu belleza liviana gravita en mis versos.

Hacia qué regiones que hasta hoy desconozco
me atrapará el ostracismo de tus labios,
el peso geométrico de tu inspirada poesía,
furiosa y sensual.


José Diez Zalazar
Chiclayo, Perú


Quien me tiene de un hilo no es fuerte; lo fuerte es el hilo.
Antonio Porchia

Alba Omil


Cuatro caballos

En los pastizales de Troya se divisan, a lo lejos, cuatro caballos desplazándose despacio, pareciera que a ciegas.
El caballo blanco se va alejando. ¿Hacia dónde? No se sabe.
El caballo rojo salta y bufa como azuzado por látigos invisibles.
Al caballo pálido lo monta una figura embozada que se deja llevar.
El cuarto caballo es enorme, está quieto, como dormido, como atado a un palenque invisible. No tiene color definido: es de madera.


Belleza, amor, guerra

Sonríe, ardiente, Helena en brazos de Paris.
Sonríe Afrodita, la diosa que recibió la manzana de oro de manos de Paris.
Sonríe la muerte, montada en un enorme caballo de madera, en espera de su hora.


Venganza

La reina Dido se suicida cuando Eneas, su amante, la abandona para ir a fundar Roma por orden de Zeus. Pero el destino, que maneja las cosas de la vida, y también de la muerte, quiere que se encuentren nuevamente. Esta vez será en el Averno: él la ve a lo lejos y corre hacia ella, con los brazos abiertos. Ella le da la espalda y corre a los brazos de su esposo, Siqueo.


Alba Omil
Yerba Buena, Tucumán, Argentina


Transportad un puñado de tierra cada día y haréis una montaña.
Confucio

Irene Mercedes Aguirre


Díptico de la Hermandad universal

I

¡Mirarte cara a cara, el desafío
de ver en otros ojos mi reflejo,
sentir tu humanidad y lo complejo
del corazón sin lastre ni desvío!

Empático reencuentro, mi navío
dialoga en ancho mar de corte añejo
contigo, bajo el signo del Espejo
que luce su tersura y albedrío.

Mi sentimiento fluye junto al tuyo
y enciendo esta emoción tan valedera
de diálogos sinceros donde intuyo

un habla ¡finalmente! verdadera
¡Luciérnagas de ideas que atribuyo
al fuego visceral de mi quimera!

II

Tenemos sangre roja y carne planetaria,
y desde los comienzos mestizados andamos,
por distintos espacios vivimos y soñamos
con nuestras esperanzas de marca milenaria.

Mi sangre es como todas, la tuya convengamos
que fluye paralela, igual y pasionaria
cargada de potencia vital y visionaria
sobre esta tierra madre por la que caminamos.

En nuestra propia esencia es donde descubrimos
el sentido de todo, la hermandad que titila
y señala los yerros que en la historia sufrimos.

Es hora de encontrarnos, ya el alma despabila
la verdad simple y pura del amor que escondimos
¡por no reconocernos, de pupila a pupila!


Irene Mercedes Aguirre
Avellaneda, Buenos Aires, Argentina


He tomado sobre mis espaldas el monopolio de mejorar sólo a una persona, esa persona soy yo mismo y sé cuán difícil es conseguirlo.
Mahatma Gandhi

Andrea Fregoli


Seducciones

Yo sé
lo que
se dice
de las sombras blancas que suelo vestir.
Y de
cof
cof
cof
la tos.
Tengo un cutis de porcelana,
cuidalo,
no lo rompas.
No me dan los tiempos
para responder
a todos tus reclamos.
Tal vez,
no sé,
acaso, esto sea el ocaso
que viene caminando
por el boulevard.


Imputaciones

Vos
y tus ceremonias secretas en la nieve
(que cae
paf paf paf
sobre la calle sucia,
insuficiente para armar
un muñeco ridículo
con nariz de zanahoria
y un viejo gorro tejido).
Vos
y el espesor del aleph
siempre confuso y mutante.
Vos
y tus buñuelos en el jardín.
Vos,
apenas un ruido
día y noche,
galope de búfalos
en la cama desarmada.
Vos,
siempre vos,
cosecha exigua.
Cuando está ahí
tu dinosaurio,
yo cierro los ojos.


Andrea Fregoli
Rosario, Santa Fe, Argentina