jueves, 9 de octubre de 2014

Editorial

revista literaria 

con voz propia nº 62 – octubre 2014  


         publicación creada en noviembre de 2006
           distribución y publicación gratuitas



No hay vidas pequeñas; cuando la miramos de cerca, toda vida es grande.
Maurice Maeterlinck
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Muy lejos  

Allí duermo
envuelto en un sueño
de estanques y montañas
y manzanas en cestas
y niños comiendo manzanas
al sol en las islas
gris azuladas que surgen de la mar
lejos de la costa (distante
tres horas de navegación)
Pero los ojos están abiertos
yo miro y estoy
completamente inmóvil y el valle
respira en la niebla
fuera de la ventana
esta noche de verano.

1.991

Gyrdir Elíasson - Islandia, 1961

Traducción: Francisco Úriz
En: Poesía nórdica. Madrid, Ediciones De la Torre, 1999.
Fuente: Centro de Estudios Poéticos “Aletheia”. Actualmente el CEP, codirigido por los Dres. Graciela Maturo y Alejandro Drewes.


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Aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Walt Disney 
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El Viento Norte y el Sol

El Viento Norte y el Sol discutían para ver quién era el más fuerte.
El Viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa? Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú.
Se ocultó el Sol tras una nube y comenzó a soplar el Viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
Por fin el Viento se calmó y se declaró vencido.
Y entonces salió el Sol y sonrió benignamente sobre el anciano. No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.
El Sol demostró entonces al Viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos que la furia y la fuerza.

Esopo


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Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquél que no sabe sonreír a los demás.
Dalai Lama
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Autores publicados

revista literaria con voz propia nº 62

     octubre 2014
                    
                          autores publicados en esta edición: 


- Amalia Mercedes Abaria
- Mónica Cazón
- Sergio Borao Llop
- Amanda Espejo
- Marta Zabaleta
- Horacio Laitano
- Raúl Feroglio
- Ruth Ana López Calderón
- Ana Romano
- Cristina Villanueva
- Leonardo Zapata
- David Antonio Sorbille
- Laura Malatesta
- Graciela María Casartelli
- Raquel Piñeiro Mongiello
- José Diez Zalazar
- Omar Darío Ruiz
- David Lechuga Fernández
- Irene Mercedes Aguirre
- Carlos Penelas
- Ricardo Arasil
- Cristina Valero
- Adriano de San Martín
- Clara Vouillat
- Osvaldo Hueso
- Ronald Bonilla
- Jorge Alegret


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Información de Concursos en:

             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275


             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina
                              

Amalia Mercedes Abaria

Montegiordano

Subimos por la colina hacia Montegiordano.
Y estamos en silencio.

Subimos por la colina y la lluvia cae
                                      en nuestro pequeño mundo.

Arriba duerme una nostalgia de los que no están,
de los que lloran este rumor,
el triste espacio de la tierra viva,
las infinitas estrellas de un cielo perdido para siempre.

Si fueran campanas o un Ángel,
pero son las cabras, tibias en la montaña sola,
y uno evoca al campesino que lloró hace tiempo
                                      también solo.

Si fuera la muerte la que avanza
o el despiadado silencio que no cesa,
pero es un hombre
buscando algo que fue sangre, algo que fue tiempo,
algo de su corazón perdido.

Y el polvo se levanta alrededor.

Pero ya llegamos, suelo, madre, punto.

Se descubre un poco de muerte, lejana…

Y pensamos en los otros, en los que no están.


A un perro muerto al costado de una ruta

A Alejandro Drewes

Sobre un costado y dócil
lomo, seco de aliento
esfumado en pastos
y lombrices
cede hacia el surco
su sedimento gris.

¡Oh, vida! pulso olvidado,
del cielo cae una brisa
sobre tu quietud lenta
y tus ojos miran
los ojos de la muerte.

Pero mi corazón me
lleva hacia ti
y no quiero ver
el semblante ocre
de alguien sin cruz.

Caminaría
en esta tristeza
buscando en las estrellas
una túnica, una pequeña nube
para tus ojos de pena.

Dejen que duerma,
tranquilo,
entre los cardos y los pastos,
tranquilo, el pequeño
hermano.

Poemas del libro El Musgo y la Calma. Ediciones Botella al Mar, 2013


Al Guernica de Picasso *

Estruendo de dragón, llamas de piedra
astillas de un diluvio oscuro,
sobre dóciles cuerpos,
               sobre el espanto equino.

Hijo, desgarro mis ojos
                mirando en el cielo
esta ceguera negra
             sobre mi sueño frío,
tan azul, azul, azul.

Noche, no busques la mano más tierna


Lloren en el polvo
      huérfanos,
            lloren en el humo.

¿Todo es un instante,
desesperación?
Así, con escombros
hacia una penumbra pálida
y cruel.
              
Y luego, lobos en las pieles,
llanura de una carne
    informe y apagada.

Oh fuego, no busques la mano más tierna


Paloma,
incandescente pluma
Paloma
si alguien tomara tu desgajado cuello
si alguien llorara de verdad
sobre tu cuello roto.

Oh Dios, es mi súplica un árbol seco
que navega por el río donde los muertos
entierran a otros muertos?

Este alud de sangre, basta, basta.

Señor, la mano más tierna
la mano más tierna, no, no,
                                            No

* Este poema obtuvo mención en el concurso Gente de Letras del 2013 


Amalia Mercedes Abaria. Capital Federal, Argentina


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La verdadera felicidad consiste en hacer el bien.
Aristóteles
--


Mónica Cazón

El salto

 Descansa. Antes o después espero que nos veamos.
 Y entonces podré decirte estas cosas
     directamente.
 Raymond Carver

En otro cuerpo vas por estas mismas calles, donde aún
escuchas tus pasos bajo la lluvia.
Y ya no importa si se cruzó un gato negro, porque ese era tu color preferido;
y porque todo se va decías
menos el pensamiento amable de un mañana diferente.
El gato no volvió a hablar a lo largo de esa tarde
y yo me tragué la lengua de tanto preguntar
si el corazón se vacía entero
cuando los desencuentros se acentúan en el ir de las horas.
Así nos esperaremos,
y encenderás una lámpara al encontrarnos en la terraza del café,
con un hibisco blanco entre las manos y vestidos a la vieja usanza
para que los perros pasen a nuestro lado, pero ya sin aullarnos.
Porque somos dos poetas serios a punto de solemnizar el acto de querernos.
Ahora que te fuiste a escribir sobre la mesa de otros bares
haré tortas que nunca hice para que te deleites ya sin culpas, 
y oprimiré la llama que salta entre dos velas 
así continúe alumbrando el azul de la tierra,
el silencio ortodoxo de las próximas noches. 


El navegante

“Soy el nadador, Señor, sólo el hombre que nada.
             Gracias doy a tus aguas porque en ellas
                                          mis brazos todavía
                                         hacen ruido de alas”
                                              Viel Temperley

Mientras aferraba mi sombrero de playa y los barcos partían,
pensé en vos, Foguet
junto a esta sensación de pérdida y vergüenza.
Viniste y te fuiste en un momento.
Debí dedicarme a la jardinería, plantar tarcos y tipas
recitando a Prévert y sus arenas movedizas;
y discontinuar mi empeño en ignorarte.
El viento soplaba fuerte todo el día y arrebataba los versos del regreso,
y a pesar de que el viento se calmaba por las noches,
esa noche fue como todas las noches;
una enorme luna que reflejaba la sombra de las olas
y al barco anclado en Cabo de Hornos,
justo frente al bodegón de marineros ebrios.
Foguet, ahora estoy en casa, y aún pienso.
Tengo los zapatos relucientes y la cabeza inundada de arena.


Poemas del libro inédito Pura madera. 2013


Mónica Cazón. Tucumán, Argentina


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Unos gustan decir lo que saben; otros lo que piensan.
Joseph Joubert
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Sergio Borao Llop

Director

Hoy vino a visitarme el director.
En un primer momento, pensé que venía para hablarme de la música, ya que es un gran aficionado a ella y sé que le incomoda mi indiferencia hacia algunos músicos de los que más valora. Por eso, después de haber ignorado los compases de Wagner durante dos o tres días seguidos, creí que su visita a la zona de las celdas, cosa harto infrecuente, por otra parte, se debía a mi actitud, y que había bajado hasta allí sólo para reprocharme mi gesto, ya que Wagner es su preferido, y al mostrarme yo indiferente a los sones de Parsifal, La Valquiria o El Holandés Errante, tampoco él puede disfrutar plenamente de las dulces notas que se van desgranando por todos los rincones de su cómodo despacho.
Pero su presencia allí se debía a otros motivos.
En tono excesivamente formal, hizo preguntas sobre las condiciones de higiene, la comida, el carcelero… Después me habló de la duración de mi condena, de las rebajas en la pena por inscribirse en alguno de los diversos proyectos para reclusos, por el concepto llamado “buen comportamiento” (“-Y el suyo, dejando de lado sus gustos musicales, es ejemplar-” añadió sarcástico), de la reinserción…
- ¿Qué es la reinserción? - he preguntado tras una pausa.
- Oh, bueno - ha dicho él - Se trata de iniciar una nueva vida en el exterior, de hacer algo que sea útil a la sociedad en la que tendrá que vivir una vez concluya su condena…
- ¿Ahí afuera? - pregunto.
- Sí, claro. Cuando salga de aquí…
- Pero está usted equivocado - digo con energía - Sin duda, le han engañado, como a nosotros.
Después de un silencio algo incómodo, añado:
- Ahí afuera no hay nada.
- ¿Cómo? - se sobresalta - Pero claro que lo hay. Puedo verlo cada día desde mi despacho. Casas, tiendas, autobuses, niños que van y vienen del colegio, automóviles que hacen sonar sus bocinas, parques llenos de flores al llegar la primavera, hermosas muchachas, árboles… Hay toda una vida esperándole en el exterior.
- Ahí afuera no hay nada - repito - Todo eso que usted cree ver, no son más que escenas pintadas por el carcelero y sujetas por fuera a su ventana. Son las mismas que hay aquí, en mi celda, al otro lado de los barrotes. Pura fantasía. Todo parece incuestionablemente real, pero más allá del papel en que están representadas esas escenas que usted describe, no hay nada. En tales circunstancias, salir es lo peor que podría ocurrirme. Además, le recuerdo que mi condena no contempla límite ni reducción algunos: Estoy condenado a perpetuidad.
Pero el director no ha escuchado mis últimas palabras. Repitiendo obsesivamente para sí que afuera no hay nada, se ha levantado y con el aire de un hombre abatido, ha salido de la celda sin despedirse de mí, sin reparar en la mirada de odio que me ha dirigido el carcelero. Algo me dice que, al menos durante algunos días, no habrá más música.


Planes  

En ocasiones, se nos deja salir al patio. Allí, me reúno con otros presos y -no podía ser de otro modo- hablamos de la futura huida. Hacemos planes, cálculos, previsiones. Fijamos fechas, proyectamos túneles, estudiamos los cambios de guardia. En secreto, redactamos informes que guardamos celosamente en nuestra imaginación. Así, consumimos tardes enteras soñando los pormenores de la evasión, el exacto momento en que nuestros pulmones volverán a llenarse del preciado aire de la libertad.

Pero, a solas en la celda, una vez que se ha apagado el eco de las conversaciones, ¿quién pensaría seriamente en huir, a pesar de todas las incomodidades? Si todo lo que poseemos -o somos conscientes de poseer- en el mundo, si todo aquello que apreciamos (los imborrables recuerdos, los sueños en los que las innumerables visiones deambulan por la celda cuando dormimos, las multiplicadas y entrañables arañitas que nos visitan cada noche) se halla aquí, entre estos odiados muros, ¿cómo pensar ni un sólo instante en la huida?

No creo errar al afirmar que a todos nos sucede lo mismo, que nos sentimos atados por los mismos sentimientos, o acaso tan sólo por la inquebrantable fuerza de la rutina; pero es imposible concebir un recluso que no tenga los más fervorosos deseos de huir: De ahí, sin duda, las interminables conversaciones secretas del patio, y los meticulosos e infalibles planes que jamás se han de poner en práctica.


Arañas

Arriba, en el rincón formado por el techo, la pared que da al norte y la oriental, justo encima del catre, hay desde hace unos días una telaraña, en la que habitan, según he podido comprobar, dos arañas. Por romper un poco la monotonía de las infinitas horas, en ocasiones les hablo, pero nunca se molestan en responderme. Esto resulta comprensible, si tenemos en cuenta su posición y la mía. Ellas están ahí arriba, en lo más alto, en el lugar que, por naturaleza, les corresponde. En cambio, yo estoy aquí, aferrado al suelo, del que, por más que lo intente, no me es posible despegarme. Así pues, existe entre ellas y yo una distancia que, aun imperceptible, es mayor que los tres o cuatro palmos que nos separan físicamente. Por otra parte, aunque no existe seguridad alguna al respecto, ellas están ahí por decisión propia, del mismo modo que podrían haber elegido otra celda o incluso, si hacemos caso de ciertos rumores, cualquier lugar en el exterior (sea lo que sea lo que se pretenda definir con esa palabra).

Sin embargo, y a pesar de habitar planos diferentes, en rigor puede decirse que convivimos. Esa convivencia tiene sus curiosidades: Una noche, entre sueños, sentí sobre mi cuerpo el minúsculo peso de sus patitas, cuyo contacto, por inesperado (y acaso también por ese efecto algo onírico que suele provocar el duermevela), me pareció delicioso. A la mañana siguiente, al despertar, pude notar sobre mi epidermis dos puntitos rojizos, que no me fue difícil identificar como picaduras. De nuevo intenté hablar con las arañas, pero ellas, ahora que los vapores de la noche se habían disipado, seguían obstinándose en su silencio arrogante. No obstante, su aparente indiferencia ya no me importa, pues ha nacido, entre ellas y yo, un vínculo secreto que me llena de una incomprensible alegría. Y su compañía me consuela en las noches insomnes en las que finjo dormir. 


Fiebre
  
Tengo fiebre.
Mi frente arde y me abrasa la sed.

En el sueño, hay desiertos rebosantes de arena y el sol está enfurecido, a juzgar por los violentísimos rayos con que castiga la infinita superficie arenosa que se extiende ante mis ojos. Hay minas de sal que causan dolorosas llagas en mi cuerpo enrojecido. Hay látigos de fuego que laceran mis carnes y queman mi cordura. Hay mares de ceniza que me envuelven, ahogándome. Hay manos falsas que me ofrecen vasos de plata llenos de vinagre y orina; rostros falsos que sonríen con fingida dulzura mientras ponen ante mí toda clase de manjares escogidamente salados, cuya sola visión hace aumentar sin mesura la fiebre que me abrasa.

Consigo despertar, mas mi garganta está seca. Mis labios, resquebrajados. Apenas consigo abrir la boca. Al fin, con gran dolor, he conseguido llamar al carcelero, pero ha sido apenas un susurro. Sin embargo, ante mi sorpresa, no ha tardado mucho en aparecer junto a mi catre.

Con palabras entrecortadas, con abundancia de gestos, con ansiedad, solicito un poco de agua. Él, entonces, sonríe maliciosamente, y me ofrece un cigarrillo.

En venganza, me duermo, y sueño torrentes vertiginosos que le ahogan y me refrescan.


Relatos correspondientes a la serie Celda, algunos de ellos tomados de los sitios web del autor:


Sergio Borao Llop. Zaragoza, España
Ha publicado El alba sin espejos, por el sello eBooks Literatúrame!


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No tengas miedo de los cambios lentos, sólo ten miedo de permanecer inmóvil.
Proverbio chino
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Amanda Espejo

Póstumo
(Sentir que permanece)

Necesito Amor.
Unos brazos que me cobijen en curvas cóncavas, convexas,
y así, evocar por un instante la calidez de la concha materna.

Des-andar la espiral del tiempo hasta aquel olvidado instante
en que fui nada más que un frágil pez,
flotando, inmersa y segura, en el dulce sueño del Génesis.
Sin conciencia de algún futuro ni sentidos que lo percibieran.
Intuición. Nada más que intuir el ser, “una” pez,
un cierto amasijo resbaloso de faz arrugada y ojos ciegos.
(No quiero ver esa tristeza)
Un par de oídos rudimentarios.
(No quiero oír ese llanto…)
Una voz en ciernes que te ruega.
(Madre, no (me) llores)

¿Por y para qué lloras hermosa?

No me taches con la culpa ni guardes tu amor antes de tiempo.
Déjame aquí… navegando en ti, hasta que florezcan las algas
y los mares se tiñan de rojo. Sólo entonces, reviéntate en mí.
No me odies, soy resultado de un accidente.
Tú, el miedo a las consecuencias,
yo, el asombro ante el sin sentido.
Las mil preguntas escritas en mi piel: ¿por qué? ¿…? ¿Por qué y para qué?
Yo era “una” pez… no sabía respirar. Me perdí…

Me perdí
desde la abertura de tus piernas, durante el trayecto hacia tus senos.
Me perdí, ascendiendo tu cuerpo aún antes de conocer tus labios.
Tus besos húmedos estaban fríos: (es falso que las lágrimas son tibias)
Yo…tan sólo quería TU amor.
Y ahora, en mi pronta falta de ti,
tendré que parirme a mí misma una y otra vez, incansablemente,
en triste y perpetua secuencia cual lo hacen la noche y el día,
condenada.

Condenada
¿Por qué? ¿Por qué y por quién?
Ya no me hablan los nombres, ya nada aclara las culpas.
En el talle de tu molde fui formada y a tu justa medida fui cortada:
Tal como tú, y por siempre, necesitaré de Amor.

Quilicura, 2005


Antipoema para exorcizarte

(Qué me pasa no comprendo)
¿Acaso habrán resonado las trompetas de infierno?

Por tres noches a intervalos te he encontrado a la fuerza.
No puedo llamarlo sueños (más bien digo pesadillas)
y junto con los recuerdos, los calores, los fluidos,
me despertaste la rabia.
¿Qué pensabas hombre de aire?
¿Que envolviéndote de nubes sedarías mi cerebro?
Ya no hay caso.
Pasados son cinco lustros:
no me tientas con el sexo.
No me queda más que asombro
ante todos los estragos que en mi tierra provocaste.
Por ti escondí mis medallas y me vestí de guerrera.
Mi alma quedó famélica de tanto que darle al cuerpo.

Te puse en una balanza
y amontoné mil razones sin conseguir que perdieras.
Nada pudo contra ti ni tus largas manos viejas.
Paciente, tuve que adecuarme al tiempo,
respirar de nuevo sola, caminar mi propia senda.

Cada lazo que corté lo pagué con sangre nueva
y aprendí a pintar tu imagen con defectos y vilezas
todo, por olvidarte.

(Cinco eslabones de tiempo corté y enterré en la arena)

Y hoy me buscas en mi sueño… ¿para qué?
¡Como si no lo supieras!
Las jugadas de la vida son las amas del tablero.
Junto con enterrarte, fuiste creciendo a mi lado
hube que escuchar tu voz, ésta, la nueva
y tu cuerpo adolescente que no pude conocer
hoy me levanta, me estrecha,
junto a mi paso camina.
¿Tú me puedes rebatir que no hay magia en el destino?

Por eso, el soñar contigo no tiene pies ni cabeza.
Sigue en tu espacio vacío
ciego
sordo
mudo yermo
porque, ni aun juntando tus millares de fragmentos
lograrías ser un “algo”
o tener un cierto peso.
¡Baste ya!, que por una sola noche de visiones difumadas
he sentido el escupirte, aunque sea en estas páginas.

Debo parar ahora
que si así yo no lo hiciera
perdería la templanza de poderte reafirmar…
tú vales menos que NADA.

Quilicura, 2003


Poemas tomados del blog de la autora: 
http://sobrevuelosycaidas.blogspot.com/


Amanda Espejo. Quilicura, Chile


--
Influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia alma.
Oscar Wilde
--


Marta Zabaleta

Arcoiris

Salí a buscarlo.
Perseguí continentes,
conversé con forestas y con flores.
Bebí agua, de cataratas y de grietas.
Y de palmeras
Agonicé sobre una nube que escapaba.
Me arrodillé ante el mar con lluvia fuerte
y una vez me empalagué de nieve.
Y así, siempre corriendo,
lo perseguí entre mares,
calle por calle, puente por puente.
Para encontrarle recién en mi ventana
reflejado en mis lágrimas de otrora.
Saludo su rescate
y me sonríe
un vendaval de amores.   

26 de enero, Essex 


Conjuro para no verte morir

Una sonrisa sin lágrimas
en el teléfono
palabras desde mi jardín
en flor.

Dicen que vistes aretes
usas collares y ese anillo grande.
Que tus piernas no caminan
ni tu garganta quiere hablar.

Escucho tu silencio
¿es tu respiración?
Tu libertad agoniza
y muerde su dolor.

Pero la muerte
como entonces
juega a evitar
verte morir.

A la Dra. Mryam Garbulsky, compañera y amiga, allá en la Quinta II, Geriátrico de Adrogué,
Epping, 22 de octubre 2011


Autoexilio

Ahora que ya no soy quien antes fuera
árbol sin frutos florecido y dando sombra,
paloma herida que al partir se ha ido
sin ahorrarse campanas en la espera.
Que soy apenas Otra,
quien con sus manos trémulas
busca magnolias donde esparcir ternura.

Cuentan los vientos que en las noches cálidas
aun cruzan a las islas mis fantasmas.
Que por el río
bajan camalotes con pumas en sus cimas
y que las pirañas juegan con las ubres
de las vacas, en el agua clara.
Imagino a Rosario en lontananza, sonrío. 

Mas cual en telón escondido
de memorias tristes
veo a un gigante, a veces rudo. 
que aun me perturba.

No, no estoy loca.
Soy apenas la Otra.

En el exilio, 16 de agosto. 2003
Día del cumpleaños de mi padre Roque Zabaleta, y
Día de la muerte de mi abuela materna, Fermina Zabaleta


Apariencias

soy un pajarito que agoniza
en noche de estrellas rojas

pétalo que se cae
ante el rubor de una rosa

una flor que se perturba
cuando el picaflor la deshoja.

casi un canto sin ritmo
al borde del precipicio

vaso sin whisky
en un amanecer sin sol

y me dirán que soy
como flor de carnaval

Unicidad del cangrejo
en el insomnio febril.

13 de abril 2013


Poemas tomados del blog de la autora: http://martazabaleta.blogspot.com/


Marta Zabaleta. Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra


--
Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
John Locke
--


Horacio Laitano

Las perlas del olvido

-No se olviden… No se olviden de escribirnos -decía Catalina a sus parientes, cada vez que se iban a otra parte.
-No se olviden… No se olviden de las perlas del Caribe -continuaba la menor de las hermanas.
Cada cual, a su manera, les reclamaba testimonios de sus viajes. Y a medida que insistían, amasaban conjeturas y sospechas…
-No podemos creer que viajen tan seguido -comentaban entre mate y bizcochitos las mujeres de la casa.
-Quien pudiera, querida, quien pudiera -susurraba la voz de la vecina, aceitada o destemplada, según las circunstancias.
-Qué pena que no vuelvan -lamentaba finalmente la abuelita, sin lograr entender de quién hablaban.


El pequeño

 El pequeño se deshace en atenciones. Reúne a sus amigos, prepara la comida y les hace una graciosa reverencia cuando entran a su casa. Ellos saben que el pequeño es hacendoso. Lo halagan y lo aplauden hasta verlo estremecerse. A veces, uno de ellos elogia tanto su comida que el pequeño se desliza por debajo de la mesa y le muerde los tobillos. Los demás no paran de reírse. El pequeño también es muy chistoso. Después de los almuerzos, se ubica en el medio de la sala y comienza a imitar a sus parientes: su abuela moribunda, las hermanas de su madre y sus tíos cascarrabias que lo tildan de pequeño.


Severino, el pájaro y su jaula

-Es todo lo que tengo -dijo Severino a su vecina-: los restos de la casa y el pájaro en la jaula. Mire qué bonito. Observe su plumaje. Es un pájaro importado.
-¿Cuál es su procedencia? -preguntó la vecina a Severino.
-Lo trajeron de la India -contestó con énfasis y orgullo.
-¿Y cómo lo trajeron?
-Supongo que en un barco -intervino la mujer que limpiaba la jaulita.
-¿Y usted cómo lo sabe? -inquirió sorprendido Severino.
-Me doy cuenta por su caca. Este pájaro ha sufrido el vértigo del agua.
-¿El vértigo del agua? -repitió con desconfianza la vecina.
-Por favor, no le demos importancia -se escuchó decir a Severino, mientras cerraba la puerta de la jaula. 


Dudosas convicciones

 Sabe que los quiere pero siempre tiene dudas. Duda de la madre, duda de la hija y en el hecho de dudar se recompone. Cada vez que se levanta, pone en duda sus dudas anteriores. Convierte el ayer en el mañana y el paso silencioso de las horas en un viejo reloj que no funciona. Instala en su familia el cuerpo de la duda. Entre todos lo alimentan y lo engordan. Lo vuelven tan incómodo y pesado que empiezan a dudar de sus propias intenciones.


Prácticas sanadoras

 Lo llevaron en camilla. Después de unos minutos lo dejaron sobre el pasto. Extendieron sus brazos y sus piernas. Colocaron en su frente una cruz de acero inoxidable. El frío de la tierra fue pasando a través de sus tejidos. La humedad buscaba sus pulmones…
 Cada tanto se escuchaba algún chillido. Solamente en esos casos se acercaba un enfermero de la guardia. Comprobaba si seguía respirando y volvía a practicar los mismos ejercicios.


Del libro del autor: La reunión de los ausentes. Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires, junio 2012


Horacio Laitano. Pergamino, Buenos Aires, Argentina


--
Nunca tienes tiempo suficiente para hacer toda la nada que quieres.
Bill Watterson
--


Raúl Feroglio

Agua 1

Los niños se ablandan
en humedades nuevas
que aún
no concebimos.


Agua 2

Hubo un tiempo de ojos secos
una edad donde las casas
no sabían llorar
y las ventanas y las escaleras
conducían al insomnio
Las madres
giraban en los jueves de nacer
con pesadillas de palomas
y pañuelos
Resurrecciones
sin años por contar
pero en días porvenir.


Agua 3

Inasible
la mano no puede con ella
agua-tiempo
vida inasible

No importa cuánto apriete
nada quedará y los dedos
sentirán la belleza
del amor que no se puede retener.


Agua 4

Olvido por olvido
prefiero
olvidar las lágrimas
y recordar
saliva, lluvia, rocío
y la llovizna de una noche de agosto
tan lejana
que todo lo moja
por dentro.


Agua 5

Lo que brilla en superficie
duele sin dudar
en la carne profunda del agua
el movimiento, tiempo, cauce, plenitud
su blandura de siglos
no logra suavizar
la herida.
Al menos lava.


Agua 6

Si volvieras
y tu mano, sumergida
sintiera la frescura nueva
el blando latido
infinito
no reconocerías
tu reflejo y el mío
mojándose
detenidos en la corriente imparable.


Agua 7

Al ver la gota de rocío
apenas sostenida en el verde del ceibo
recordó las humedades que mojaron
a todos
a cada uno de sus amigos
sospechó cuánto se parecen
el éxtasis y la pena
en cada gota de rocío.


Agua 8

Cuando llegaron
y subieron
gritaron “cloro”
y aquí abajo
escuchamos “limpieza”
Decían palabras como
“filtro”, “manguera”, “barrefondo”…
y muchos pensaron “transparencia”

Cuando huyeron
el agua brillaba por su herida
sangraba por su ausencia

Y aunque hubo que narrar nuevas vertientes
todavía no se puede pronunciar
“gota”, “arroyos”, “lluvia”,
sin mojarse.


Poemas del libro Sueño de agua. Ediciones El Mono Armado. Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2013


Raúl Feroglio. Las Parejas, Santa Fe, Argentina


--
Hay momentos en la vida cuyo recuerdo es suficiente para borrar años de sufrimiento.
Voltaire
--


Ruth Ana López Calderón

Ausencia *

Esta extraña percepción de tu ausencia
hace llaga en el ineludible devenir del tiempo.
¡Cómo ha girado la brújula averiada!
y los pasos perdidos buscan tu rastro.
Nebulosa entre tu cara y mi cara
y estos dedos ahora huérfanos
¿en qué otro cielo volverán a rozarte?

* Poema inédito, 25-08-2014


Tal vez

Tal vez el vago reflejo
de la existencia aferrada
al endeble hilo de la memoria,

el que asoma a mirar la vida desde las rendijas,

el que flota en la penumbra del agua
y corre triste y gris por las arterias olvidadas de la ciudad

al reciclamiento

tal vez sólo un fantasma que olvidó su muerte y aferrado a los despojos,
se arrastra, gime y blasfema,
flota,
o colgado en andamios del tiempo,
tocando puertas, ciertamente la última,
tal vez sólo una sombra
que se desplaza en la calzada, negada
a sumergirse en la soledad

quien no es nada y aceptar que los días tienen término

tal vez quien escribe versos oprimiendo estos dedos, tal vez.


Gira

Miradas y soberbia pasean las calles
el asco envuelve los desolados paisajes,
sombras derruidas, ruinas arruinadas
de algo que fue hermoso
y la indiferencia pisa los escombros de la vida

todo perece, todo, todo

el amor, la belleza, la felicidad,
hasta el tiempo perece
hombres con fecha de vencimiento
mujeres con fecha de vencimiento
niños con fecha de vencimiento
la humanidad entera,
con fecha de vencimiento
y la necedad persiste vanidosa

y la maldad sonríe
y en la noche

y a la luz del día, sonríe

un gigantesco tablero
las manos invisibles que nos mueven,
como invisible la nobleza
como invisible la benevolencia 

acalladas las voces del dolor
por inhumanas que avasallan

y el círculo gira

y gira
y todos giramos alrededor

la iniquidad exalta los sentidos
que ya ni sienten
atropella la mente
que ya ni menta
¿cuánto más ha de aguantarse?

¿cuánto?

que me desnuden.


Dos últimos poemas pertenecen al libro Sin óbolos para Caronte


Ruth Ana López Calderón. Sucre, Bolivia


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El que no lleva la belleza dentro del alma no la encontrará en ninguna parte.
Noel Clarasó
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Ana Romano

Gama

Asteriscos modula el aire
Prismas tricolores
bordan el follaje
La brisa bosteza
Estira la niña los brazos
mientras la nube se disfraza
Recorre, atrevido
el pájaro, el pincel
Aguarda
la paleta de colores
al bastidor.


Desatornillar

Sacudo el ancla
Deslizo el timón
Las profundidades
que se abren en espejo
son las que surco
Abrazo la brisa
La vela esconde
desatenciones
¿Retorno?


Evidencia

Silencio
sueños
hacia la decantación
del sosiego.


Embrujo

Desliza los dedos
hambriento
Acaricia
sinuoso
lo vulnerable
El abrazo
sorprende
Y es la entrega
la que
se precipita
La guitarra
suena.

Intermediario

Perforan escondites
los astronautas
¿qué sostienen los débiles
en su tribulación?

El poema los enlaza
en versos
que obsequia
al lector.


Ana Romano. Poeta nacida en Córdoba. Reside en Capital Federal, Argentina


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Si cerráis la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera.
Rabindranath Tagore
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