lunes, 10 de junio de 2024

Editorial


con voz propia Nº 135

Revista literaria 

Junio 2024 


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner 
Publicación creada en noviembre de 2006 
Distribución y publicación gratuitas 
ISSN 2314-0275



Amar los libros y esos otros mundos en los que reposar. 
María Oruña 



Escribir 

Cuando era joven, escribía para llegar a ser. Hoy, ya cerca de la muerte, escribo para no ser. Mi meta es la inexistencia: hacia ella voy, palabra tras palabra. Cada párrafo que concluye en un punto y aparte es un logro más en la búsqueda de esa oquedad, esa negrura a la que aspiro. Y el último párrafo, ése que quedará para siempre inconcluso, será también mi último triunfo, la definitiva ausencia de mí mismo. 


Escritura 

Si supiera qué puedo escribir, no dejaría una sola palabra sobre el papel. No lo sé: por eso escribo. 


La palabra 

No es cierto que no pueda escribir si no encuentro esa palabra. Palabras hay muchas: usaré otra. Pero siempre sentiré el dolor de no haber podido encontrar aquélla, la insustituible. 


David Lagmanovich 
Argentina, 1927-2010 
Del libro Menos de 100. Microrrelatos. Agosto 2007



Los libros son mi universo, mi país, mi techo, mi enigma. Los libros son mi aliento y mi descanso.
Edmond Jabès 



Revista literaria con voz propia 
ISSN 2314-0275 
Propietaria: Analía Pascaner 
San Fernando del Valle de Catamarca 
Catamarca – Argentina 

Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 



Durante la hora de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad del escritor. 
Edgar Allan Poe


Autores publicados


La lectura nos trae amigos desconocidos. 
Honoré de Balzac 

con voz propia Nº 135
Revista literaria
Junio 2024 

Autores publicados en esta edición



Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia

Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 


Revista literaria con voz propia 
Publicación y distribución gratuitas 
ISSN 2314-0275 
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner

Beatriz Caserta

Los otros 

Desde los sueños, las quimeras, la desilusión y el desánimo. 
Rescatamos voces, que empedernidas apuestan a la esperanza. 
Son como aves detenidas, en pleno vuelo, 
que pasan a nuestro lado dejando mensajes. 
Fantasías somnolientas, ilusiones recicladas, 
pequeñas historias, jirones de vidas. 
Cotidianamente, nos cruzamos con ellos. 
Convivimos con ellos. 
Todos en silencio. 


Todo fue muriendo 

La flor se marchitó en el huerto. 
El brillo se apagó en sus ojos. 
En su boca se heló la sonrisa. 
Y la brisa que movía, el molino de mi vida, 
se detuvo por siempre. 
Calló mi voz. Se detuvieron mis pasos. 
Y morí esa madrugada… 
Rotos mis sueños y mis mañanas. 


Me gustaría 

En esta noche fría, quisiera escribirte y decirte todo lo que siento. 
Me gustaría poder llegar a tu corazón. 
Y que realmente entiendas lo que vive dentro mío. 
Me gustaría lograr que sientas en tu interior, una sensación muy fuerte, que no puedas controlar. 
La misma que yo siento cuando te veo, cuando estás cerca de mí. 
Cuando nuestros ojos se cruzan en una mirada tan profunda, que parecieras leer todos mis pensamientos. 
Me gustaría que el mundo sólo existiera para nosotros dos, por un interminable instante. 
Me gustaría poder decirte todo lo que te quiero y lo que te extraño cuando no te veo. 
Me gustaría, ahora en vez de escribir algo que nunca llegará a tus manos. 
Estar en tu mirada, escuchar tus palabras y dormirme entre tus brazos. 


Reencuentro 

No puedo sacarte de mí. 
No puedo olvidar cuánto nos amamos. 
Deseo tu boca, tu abrazo, sentirte, tocarte. 
Tus ojos reflejan asombro y luego ternura 
Tu voz, me hechiza como siempre. 

Me acerco despacio, con temor a tu rechazo 
Mis labios te buscan, tu cuerpo se encrespa 
Tus pupilas ávidas, erizan mi piel. 

Tus palabras me cercan fragantes 
fluyen cálidas, haciéndome suave, tierna, blanda 
De manera lenta y sin saber cómo 
perdemos la ropa, que queda 
en el trecho, camino a la cama. 


Quiero… 

Quiero encontrar un rincón 
en medio de la nada. 
Donde amarte sin miedo 
hablarte sin palabras 
y encontrar tus ojos 
en una penumbra clara. 
Quiero deambular por tu cuerpo 
enredarme en tus piernas 
registrar este momento 
en un interminable abrazo. 
Quiero ser todo, todo lo que quieras.
Por eso, por eso no te vayas. 


Beatriz Caserta 
Buenos Aires, Argentina

No hay mayor felicidad que ser amada por quienes te rodean y notar que tu presencia contribuye a su alegría. 
Charlotte Brontë

María Alicia del Rosario Gómez

Esperanza

Enmudece el cielo y expectantes 
se confunden las estrellas ignotas 
con la luz de un gran fuego alimentado 
por pasiones eternas …egoístas 
Con grandes estampidos nos sorprenden 
la vejación se huele… 
Mientras sigo contando las estrellas 
joyas de una utopía sacrosanta 
Pero entre esas estrellas la palabra
es aurora de un tiempo impredecible
Porque la sueña el loco en sus quimeras 
porque la dice el niño cuando juega 
porque el anciano olvida cómo unirla 
Y la madre la ensaya entre sus nanas 
En ese viaje eterno catapulto 
las ansiadas palabras de futuro 
Las que enseñan amando, las que valen 
más que gemas preciosas del desierto 
En ese abrazo largo, de palabras, 
encadeno también mi casto llanto 
Y la historia me aloja el sentimiento
en el cuenco sagrado de mi acerbo 
hasta ser esperanza y ser rayo
Hasta volver en caricias mis abrazos 
Y entre esas caricias, el diálogo, 
busca ser la diadema del ocaso. 


El secuestro 

Anudo los segundos y las horas. 
Y se agitan, furiosas, las estrofas. 
Una historia muy triste se lamenta:
Le han sacado sus hojas. 
¡Feliz de ti, poeta, ella me dice! ¡Feliz de ti, que existes! 

Hurgo entre mis segundos y mis horas. 
La película vuelve a ser presente. 

“Ellos pasan… La noche se agiganta con sus sombras. 
Atropellando mis silencios, pasan. 
Se adueñan de mis escritos ¡Viejos! 
Y se esconde la historia en otras páginas.” 

Hoy sé por qué razón se hizo chiquita. 
Tiñó el tiempo su pena… 
Ya sin voz, y tramposa, se ocultó la palabra 
y la historia calló. 
Descalzó sus sandalias de futuro. 
Y una pausa obligada la ocultó en mi memoria. 

Un largo sueño duerme sus palabras robadas 
y una canción de cuna se escucha en derredor: 
“Estrellas sin aristas habrá, en nuestro cielo. 
Nubes de seda habrá, será muy especial… 
Transparentes vellones serán como cristal.” 

¡El orbe entero grita su canción más triunfal…! 

Hoy… Gritos silenciados desnudan la memoria. 
Las páginas nacidas de angustias reprimidas 
¡Son páginas que laten en nosotros! Como late la vida. 
Por eso crece el sueño en mi memoria… 
La historia también crece: Un libro le da forma. 


Paz herida

Cuando se habla de paz, se habla de hombres 
también de un deseo universal. 
Se habla también de afirmaciones. 
Y es vivo suceso por lograr. 
Entre los fríos túneles glaciares… 
Frío de muerte, anida la verdad: 
Extranjeros convenios que circundan 
con veneno y más muerte a la heredad. 
Apresan mis proyectos de futuro 
las aguas invadidas de aquel lar… 
Y presagian tempestades las chicharras 
¡Con clarín estridente en su sonar! 
Tempestades que desnudan tormentos. 
Tormentos de la raza universal. 
Sufrimientos instalados en los rostros 
que hoy reclaman por una identidad. 
Moneda de dos caras sempiternas 
en conflicto de querella y amistad… 
Cuando hay quienes abogan por las guerras 
y en discursos se expresan por la paz. 


Poemas tomados de las páginas: Artesanos literarios y Mis poetas contemporáneos 

María Alicia del Rosario Gómez
Goya, Corrientes, Argentina

Nunca es un buen día para las cosas que me interesan. 
Paloma Sánchez-Garnica

Leo Lobos

Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño, 
y por supuesto, grandes envidias. 
Gabriel García Márquez 

Óxidos conductores transparentes*
                                                   
                                          A Víctor Jara 

Desde las bancadas de la memoria como un río de tinta te ves, ritmo y flujo derramado en
los límites del lenguaje multimedial. 
Se escucha tu voz y tu guitarra también más allá de la carne, la sangre y los huesos 
purificados en
pantallas táctiles para decir a los demás lo que no quieren oír. 

Ser arena y no aceite en la máquina del mundo. 

¡Cuidado 
con las canciones 
que aprendes 
porque 
no 
podrás 
olvidarlas! 

*Poema inédito 


No pidas frutos al árbol que no riegas 

“Así como el queso atrae a las ratas, 
las competencias, deportivas o guerreras, 
atraen a los humanos que no se han liberado de su egoísmo” 
Alejandro Jodorowsky 

“Rodeada de relámpagos es el rayo quien te besa” 
Georges Bataille 

No pidas frutos al árbol que no riegas 
No pidas nada a la nada que respiras no pidas aire no pidas más 
Escucha en silencio el árbol te dice 
con sus mudas hojas lo que en verdad eres 
Un reloj de sol que a cada momento proyecta 
la hora que es, el alma, la energía diferente de cada hora 
No pierdas el día no fuerces tus horas limpia tu sombra riega las flores 
presiente a los árboles y sus raíces buscar el agua 
corre ve y dile a los demás 

La Reina, Santiago de Chile, 2007 


     *    *    * 

Este mundo es 

Hilarante y trágico 
desconocido y por conocer 
la televisión lo presenta a todo color diariamente para mí 
para usted también: 
Este mundo es este mundo 
dispara el conductor remoto hasta tu corazón 
qué es eso de pretender soñar 
con la Antártica o con cualquier lejano lugar del mundo 
en 
alta 
definición 


     *    *    * 

São Paulo, Brasil, 2004 

Digitoscrito encontrado en la playa del francés 

En busca de turistas para sobrevivir a la pérdida vital 
los niños de la playa del francés alejados de la escuela 
aprenden idiomas y costumbres nuevas 
dos, tres, cinco reales deben llevar 
a sus padres-hijos como una cuota 
diaria para el almuerzo 
entonces 
van y vienen en la arena 
como todos, se mojan y ríen 
entre vendedores ambulantes 
y bañistas ciegos nos acompañan y guían 
son 
tablas de salvación en éste 
nuestro 
propio 
naufragio 

Maceió, Estado de Alagoas, Brasil, 2005 


Últimos tres poemas pertenecen al libro del autor: Nieve y otros poemas, selección de textos de Leo Lobos escritos en 10 años 

Leo Lobos 
Santiago, Chile 

He venido, pero no he vuelto. 
Max Aub

Nechi Dorado

El Santo del Silencio 

Me debato en mi propio vacío tratando de llenarlo con preguntas que nadie quiere responder, como si se hubiera articulado un pacto con el Santo del Silencio, pero el Señor pega alaridos dentro mío, confirmando que pueden silenciarse las verdades, aunque el mutismo suele estallar tarde o temprano. 
Y a mí, que no fui dotada con el favor de la clarividencia me fue entregado, en cambio, quién sabe por qué, o por quién, el don de la espera constante, de la tenacidad y el empecinamiento. Mucho más cuando está en juego mi derecho a saber, que, por otra parte, es irrenunciable. 
Así es como sigo por la vida como cargando el peso de mi universo sobre mi espalda cubierta por astillas de heridas que no cierran, que perduran, que sobreviven el paso del tiempo envejeciendo conmigo aunque quisiera erradicarlas para siempre. Me conforma saber que el siempre, aunque tarde en llegar y desespere, indubitablemente, existe. 


Nechi Dorado 
Buenos Aires, Argentina 

Cuando te dicen “para siempre” no imaginas que va a durar tanto. 
Eva García Sáenz de Urturi

Amelia Arellano

Estación de las madreselvas escondidas 

Un banco de la Estación, sostiene la pausa y la mujer. 
La sustenta como el amor sostiene al tiempo.
Una maleta llena de incertidumbres. 
Y un hueco de ausencia redondo como el mundo. 

El tren se acerca ¿o se aleja? Es una boa de plata. 
La mujer se pregunta si la cola de la boa está roja por el llanto. 
Arranca sus raíces y le duelen hasta las huellas de sus pasos. 
Levita en una butaca con olor a distancia. 

El tren desarraiga su sollozo en aceros solitarios. 
La mujer se deja mecer suavemente. 
En sus sueños, aparece su madre. 
Cuando despierta siente en su boca un sabor lejano. 
Leche dulce de madreselvas blancas. 

El tren llega a destino. No sabe si va o viene. 
La mujer comprende que partir es llegar. 
Y el tren arraiga entre maternos pechos. 
Madreselvas de escondidos aceros. 
La sustentan como el amor sostiene el tiempo. 


Tres estaciones y una menos 

Es de noche y hace frío. 
El hombre mastica escarcha. 
En sus manos tiembla el viento sur. 
Es interminable el camino de la soledad.

Es de día y el calor es bochornoso.
La boca de la mujer es un desierto salino. 
El viento zonda se enrosca en sus pies. 
El camino de la soledad termina en el horizonte. 

El hombre entibia su boca en colinas pródigas. 
Su cabeza descansa en valles fértiles. 
La mujer refresca su boca en el pico de un pájaro. 
Sus cabellos mojados se adhieren a su rostro. 

El hombre y la mujer exploran. 
Una geografía de carbón y obsidiana, los alberga. 
El camino de la soledad es una anaconda quieta. 


          *   *   * 

Estación de los soles 

Estación de las lunas absortas 

Sobrecogido. El niño mira las absortas lluvias. 
Se pregunta porqué llora Dios. Se pregunta. 
Tan serio. Tan niño. Tan hombre. Tan de amor sublevado. 
Habla aquí y allá. Tan lejos. Tanta espera. 

Estación de las flores 

El niño mira el corazón de Dios y le habla.
-Dios le contesta, siempre- 
Nada le sobra al niño, nada le falta. 
Sabe, de las calaveras nacen flores. 

Estación de los soles 

Desde los pies le sube una virtud unida al polvo. 
Un mundo donde la profecía no decae. 
Sonámbulo trazaba contornos indecibles. 
Rizos de oro. Soles. Trenzas rojas. 

Estación de las luces 

Y le sube una llama. Mitad mujer, mitad niña. 
Por los cuatro costados, de sur a norte, sube. 
Real. Extraña. Idéntica. Distinta. El sol no es una estrella. 
Y son torso de zarza. Luz. Maraña. Silencio. 

El niño mira las absortas lluvias y musita. 
Al oído del viento, musita. No solo de dolor se llora. 


Amelia Arellano
San Luis, Argentina

Todos alcanzamos el cielo que nos merecemos. 
Mary Nickson

César Cantoni

Entre oficios, profesiones y otros menesteres 

Mi padre quería que fuera comerciante, 
mi madre quería que fuera médico, 
mi abuela quería que fuera ebanista, como mi abuelo, 
y cada pariente dejaba entrever alguna preferencia. 
Yo, por entonces, quería ser policía 
y torturar a mi vecino, 
que me había roto la pelota. 


Percepción de viejo 

El tiempo -diría un poeta 
de vena metafórica- 
es como un tren que no se detiene 
en ninguna estación: 
corre tan velozmente 
que, apenas abrimos la ventanilla 
para ver el paisaje, 
ya estamos arribando a destino. 


Libro de poesía 

Leo el primer poema 
y no hallo una muchacha 
dispuesta a seducirme. 
Leo el segundo poema 
y no hallo un taxi que me lleve 
hasta el Paseo del Bosque. 
Leo el tercer poema 
y no hallo una pistola 
para apuntarle al autor a la cabeza. 
De manera que cierro el libro 
y me pongo a mirar por la ventana: 
afuera, la poesía de la calle 
escribe su espléndida página diurna. 


Perspectiva 

La Tierra es un planeta oscuro, 
un lugar donde caben el hambre, el dolor, 
la crueldad, el espanto, la muerte… 
En todas partes hay barro, 
basura acumulada, podredumbre… 
Sin embargo, si pudiéramos mirarla desde el espacio 
veríamos que brilla como cualquier estrella.


Supervivencia de las cucarachas 

Vienen desde el origen de los tiempos. 
Sobrevivieron al Diluvio y a la bomba atómica. 
Presenciaron el fin de los mamuts y de los dinosaurios. 
Y un día verán sucumbir a nuestra especie, 
confirmando el proyecto jerárquico de Dios. 


Mirando fijamente tu retrato 

Durante tres días y tres noches 
estuve mirando fijamente tu retrato, 
insultándote y maldiciéndote, 
deseándote las peores calamidades de la vida: 
insomnio, dolores de parto, crueles enfermedades... 
Y, sin embargo, no habías cruzado la calle con luz roja, 
no habías dejado de pagar la tasa inmobiliaria, 
no habías abortado ni matado a nadie. 
Era la deserción de tu voz en el teléfono 
el crimen sangriento que te hacía punible. 


Poemas tomados de Tuerto rey, página editada por Sandra Cornejo desde La Plata, Buenos Aires, Argentina 

César Cantoni 
La Plata, Buenos Aires, Argentina 

¡Qué terrible es luchar con quienes les falta la inteligencia! 
Eulalia de Borbón

Miguel Ángel Oviedo Álvarez

Envíos a Mariángel 

Entre los golpes 
que le curo 
mi hija crece. 

Se alarga la sangre 
en los gestos 
que espío. 

Ahora la cuna 
yace en el desván 

y con su guardapolvo blanco 
tejo ilusiones. 

Mientras tanto 
la corriente 
del río que nos lleva 
me agrieta la piel 

II 

Mientras vigilaba 
tu sueño de anoche 

frío en las ventanas 
aullaba el viento.

Gnomos de tinta 
para tus rondas de mañana 
en solitario artesanado 
mi caligrafía fundaba. 


Las palabras 

I 

son las llaves que abren 
cerraduras enmohecidas 

voces 
que aclaran la confusión 
de las tinieblas 

como el molino 
cuando muele al trigo 

y funda esperanzas 
en las bocas de los niños. 

II 

son dardos 
lanzados
al centro 
del tablero. 

Dardos 
que salen 
desde el límite del hueso 
desde el límite de la noche 

allí donde el verbo
aclara 
sombras 

y las voces 
entonan himnos. 


En cada guerra

los hombres se vuelven 
manufactureros de la muerte.

Las ciudades se reducen a ruinas 
y en las calles quedan yertas 
las ilusiones. 

El caos se apodera 
de las conciencias inocentes. 

Solo la muerte 
se enseñorea en la comarca. 

Tras una cortina 
los voraces culpables 
cuentan ganancias. 


Del libro del autor: Palabra concisa 

Miguel Ángel Oviedo Álvarez 
La Rioja, Argentina

Debo perderme en la acción para no caer en la tentación. 
Alfred Tennyson

María Pugliese

Si avanzaras con caminar hastiado en medio de aquella caravana de peregrinos que traza una paralela de sombras junto a la carretera, te reconocería. Si arrastraras un carro o un caballo, aun de espaldas, te reconocería. Un hosco giro de la mejilla hacia el hombro caído y ese brillo de pluma de pájaro con tintes de almendras, te delataría. 

Si anduvieras mendigando en las bocas del subte, por ellos me llegarían noticias de puertos y equipajes, del desconsuelo de cargar bolsillos plagados de agujeros, del silencio en la noche a pleno vuelo, de la nieve sobre acacias añejas y de los perros. 

Cuando caen mis párpados satisfechos al recorrer cada arruga de tu cuello con respirar lento, sé que me miran y que me descubrieron. 


           *   *   * 

Preguntan. Llaman. Inquieren. Se repliegan. Piensan quién sabe qué. Me exploran. 
A contraluz se tornan más oscuros, con rasgos bien marcados, lacrimógenos. 
Sólo lloré tres veces. 
Los recién nacidos fijan la mirada, entre gorjeos, ante quienes los sostienen. 
Y sin embargo, ningún gesto, ni una sola palabra podría engendrar este erizo que nos arrolla en el breve espacio que va de los tuyos a los míos. 


           *   *   *   

Duele mansamente. Dolor seco, árido, que nace aquí y se extiende. Que no soporta vestiduras, que envuelve toda vestidura y crece. 


Del libro de la autora: Cripta de Amor. 1ª edición. Botella al Mar, Uruguay, 2018 

María Pugliese 
Muñiz, Buenos Aires, Argentina

Qué te he dado, lo sé. Qué has recibido, no lo sé. 
Antonio Porchia

Lydia Pistagnesi

Homenaje a la enfermera 

Te entregas por entero a tu trabajo 
y brindas lo mejor para el enfermo, 
tu ternura está presente en el momento 
en que el dolor se hace carne ante tus ojos. 
Ese ser que necesita de consuelo 
e implora quizá por un milagro, 
en plegarias de miedo rompe en llanto 
y se calma cuando nota tu presencia. 
La noche se asoma a su ventana 
y el vendaval se sienta ante su puerta. 
Escuchas los latidos del silencio 
que alborotados en el lecho se pelean. 
Tomas las manos heladas que palpitan 
y lo acompañas entre sábanas de espera. 
Tu sonrisa es remanso que anticipa 
la quietud en brazos del misterio. 
Un lirio, el rostro del enfermo. 
Un último latido en el espacio… 

¡Una alondra de luz que alza su vuelo! 

Dedicado a las enfermeras de la Clínica San Camilo y también a las enfermeras de todo el mundo 


Trofeo 

Una lágrima cae ante mis recuerdos 
y sacude el viento polvo del camino, 
un tropel de sombras sutiles observa 
desde los rincones de mi desvarío. 

En este silencio pertinaz y ciego, 
acuno en el río mis sueños dormidos 
Y los camalotes gritan su vigilia 
desde los espacios helados de frío. 

Vuelo raudamente por playas lejanas, 
mis trémulas alas tiemblan temerosas, 
un rayo ilumina cenizas de cielo, 
ríen los fantasmas ante mi derrota. 

Y por ese atajo que nadie transita 
alzo entre mis manos un raro trofeo,
ante tanta lucha sólo me entregaron…
¡Jirones de ausencia y desasosiego! 


Mascarón de proa 

Mascarón de proa, 
letargo en la nada, 
sutil travesía 
por mares inciertos, 
donde sin descanso 
oprobiosos golpes 
lastiman su cuerpo 

Sobre sus espaldas 
pende la agonía 
de días sin horas. 
Quizás la marea 
se apiade y lo guíe 
a playas lejanas 
que acunen su pena 

Después: 
el descanso… 

Pero por las noches 
cuando la vigilia 
asome al recuerdo 
y el cielo despliegue 
sus luces y sombras, 
esperará en vano 
a un barco sin rumbo 

         ¡Que perdió el amor 
                   y no se dio cuenta! 


Poemas del libro de la autora: Mascarón de Proa. Editorial Dunken, 2016 

Lydia Pistagnesi 
Banfield, Buenos Aires, Argentina 

En el momento en que salimos en busca del amor, el amor también sale a nuestro encuentro. Y nos salva.
Paulo Coelho

Alicia Danesino

A Machado, poeta grande del siglo de oro

Cada sabio su problema 
y cada loco su tema 
el sabio muere de angustia 
si no resuelve el problema. 
El loco si tiene tema 
no le teme a su problema 
en la locura tan loca 
no tiene testa ni boca. 
En la vida que llevamos 
tanto el sabio como el loco 
libres o siervos seamos 
a la fosa todos vamos 
como bien decía Machado 
“que en la vida mala y corta 
lo mismo nos ha de dar 
ir al mismísimo cielo 
o rodando hacia la mar”. 

*Del libro de la autora: Los insomnios y los sueños 


Viajar 

En el tobogán turquesa de las olas, 
entre la planicie salada del pez rey, 
camino, gozo y recuerdo.
Mojada de luz 
bajo las noches del Rodeo, 
fantaseo y me digo: 
estiro la mano y traigo un manojo de estrellas; 
momento de reencontrar la inocencia perdida. 
Viví, 
ojos bien abiertos, la belleza de la vida, 
los extensos sembrados amarillos, 
los nevados arbustos del algodonal, 
las bien plantadas hileras de vides
amándose al sol. 

Jugué bochas en el Triásico, 
pisé los millones de años del Ischigualasto. 
Descubrí la sensualidad y el aroma de la selva. 
Me bendijo el agua de las Cataratas 
y bendije el oro negro de Neuquén. 
Pisé la tierra roja que necesitan las camelias 
del té y el Ka-a, 
allí, descubrí la habilidad de los jesuitas, 
hacer las tejas musleras. 
Vi las majaditas volviendo del cerro. 
Experimenté 
la sensación de navegar los dos océanos 
en la provincia del fondo del mundo. 

Admiré esos hielos azulinos, 
esculturas talladas por el Creador, 
y entre témpanos y olas agradecí 
haber nacido en esta tierra: 
Argentina. 
En un viejo tren de trocha angosta 
me acurruqué junto a la caldera, 
vi los pastos quemados por los vientos 
y las nieves, 
todos arrodillados hacia su Meca,
y a los cardos rusos rodar 
por polvorientos caminos. 
Conocí el nido de los cóndores 
y el oro recamado 
de las iglesias del Noroeste Argentino. 
Me alegré al ver los campos sembrados 
que se mecen con la brisa, como miles de olas verdes, 
y tener entre mis manos 
la negra y perfumada tierra de las papas. 
Llevo en mi tercer ojo todos los paisajes, 
en mis pies, las huellas de todos los caminos. 
Vivir, 
recordar experiencias, aventuras, 
es de todos los días 
y se escribe en dos verbos,
pasado y presente 
lo dejo a su criterio,
acá va un poema a toda mi ARGENTINA.


Alicia Danesino 
Buenos Aires, Argentina

Lo que cualquiera necesita, sobre todo en estos tiempos oscuros, es amabilidad humana. 
Annie Lyons

Mirta del Carmen Gaziano

Y luego huiste... 

Estabas sentada allí con tu perrito 
La soledad desarrolla esas vistosas 
improntas de atuendos y disfraces 
Te procuraste enseres necesarios
Camuflajes que disimulan tu apariencia. 

Pretendes ver aun sin ser vista 
Estar allí o aquí o en cualquier parte 
Medir tus tiempos. 
Te das licencias de ir y venir con albedrío 
El bolso, lentes oscuros, 
sombrero pajizo, manta, libro 
Y un perro que se te parece 
forma parte del ajuar que te acompaña. 

Llamaste la atención sin desearlo 
La casualidad hizo el resto con premura. 

Ya pasó el alboroto armado por los perros 
Después te fuiste y el espacio luce ahora 
la desnudez de tu presencia.

Al no tener seguridad, firmeza resoluta 
Al no estar afianzada en tu frágil apariencia 
No fue posible avalar tu permanencia 
cargaste todo en tu autito y luego huiste… 


Nada cambió 

Así nomás, de a poco, sin notarlo 
se fue dando el lastimoso desenlace. 

Quiso cambiar las cosas y los hechos 
pretender modificar nuestro pasado, 
corregir los errores cometidos, 
barrer las migajas expandidas, 
dividir las aguas tormentosas, 
querer convencer de las bondades. 

Lavar la cara de la furia, 
endulzar el rostro en perpleja maravilla,
acompañar borrando cada huella, 
alisar el campo, separando cardos y maleza. 

Nada cambió, de veras te lo juro 
solo en su mente… 
Nada dejó de bueno en los recuerdos 
nada reciente… 

Creó de nuevo cada hecho del pasado 
quiso alejar las dudas pertinentes, 
quiso limpiar del todo sus acciones. 
Nada logró solamente darme pena. 

Lo que nos pasa en la vida en sinsabores, 
lo que nos deja marcas indelebles, 
es lo que siempre nos duele y nos asusta, 
lo que nos avergüenza y sume en resquemores. 

No se olvida tan fácil, no se puede. 
Es así amigo no nos deja, 
y sin quererlo aflora y nos lastima. 
Aunque el perdón haya sido dado, no se aleja 
permanece tatuado en la mente. 

Quiso poner un manto de paz, amortiguando, 
rehacer cada tramo de la historia, 
secar las lágrimas vertidas 
suturar de golpe las heridas. 

Mas no pudo, hermano nunca pudo… 
Y partirá nomás ya sin retorno. 


Mirta del Carmen Gaziano 
Santa Fe, Argentina

Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre posee muchas; no sobre tus pasadas penas, de las que todos tienen algunas. 
Charles Dickens

María Crisvi

Monedas 

Dejé la camioneta algo apartada de la ruta, y caminé junto a las vías abandonadas. Recordaba cuando con mi hermano y el flaco Abel poníamos monedas y esperábamos a que pasara el tren. Nos reíamos cuando nuestros centavos saltaban como maíz reventado para hacer pochoclo. Después los recuperábamos, chatitos como panqueques. 
En ese lugar era inevitable no pensar en la comida de la abuela. 
La casa estaba cerca, detrás del monte de algarrobos. La añoranza me hacía ver al abuelo usando la sombra para descansar mientras tomaba mate. 
No llamé; ¿para qué? Di la vuelta a la casa. Miraba cada detalle de las ruinas; lo que había sido el jardín, la huerta, el patio. Presté especial atención a las macetas. Dejé de buscar; volvería más tarde. 
Tomé el viejo camino que iba a los galpones. Los yuyos eran prueba de que ya casi nadie pasaba por ahí. Traté de no pensar en el accidente. 
Cuando el bisabuelo y sus hermanos habían venido a hacerse la América, montaron su humilde fábrica de quesos en este pueblo. Los fabricaban como lo habían hecho en Cerdeña. Se instalaron cerca de las vías. El tren paraba cada semana, y allí cargaban los quesos para que los llevaran a vender a la ciudad. Después se habían encargado del negocio los más jóvenes. Mi abuelo fue el último que intentó ganarle a la burocracia de los poderosos. En vano. 
Me acerqué al primer galpón. Abrí la puerta: ahí estaba. 
Nos miramos sorprendidos. Abel tenía mucho que explicar. Pero fue él quien preguntó: 
-¿Qué hacés por acá? 
-Busqué la llave de la casa donde siempre, pero no la encontré. Pensé que tal vez… 
Miré a mi alrededor. Todo estaba ordenado y limpio, en contraste con el caos del jardín de mi casa. Porque yo la consideraba mi casa. Y rogaba que la ley también. 
-Vine a hacerme cargo. 
-¿Hablaste con algún abogado? 
-Todavía no. 
No dije más. No quería hacerle preguntas como si fuera policía. No quería interrogarlo, como ellos dicen. Esperaba que Abel dijera a qué se debía su presencia. Era obvio que no estaba de pasada, buscando fantasmas, como era mi caso. 
-Deberías. 
-Perdón, ¿qué? 
-Que deberías buscar un abogado. Yo lo hice hace unos meses, cuando murió tu abuela. 
-No entiendo. 
-Yo la cuidé el último tiempo. Además, trabajé desde chico acá sin recibir sueldo. Merezco una compensación. 
-¿Trabajaste? Si lo que hacíamos era jugar… 
-Para vos era un juego estar acá en verano. ¿Y el resto del año? 
No podía creer que Abel tratara de sacarme la herencia. No creí que todavía me odiara tanto. Después de todo, había sido un accidente. 
Abel arrastró su pierna derecha para acercarse al rastrojero; le sacó de un tirón la lona que lo cubría. 
-Cada tanto lo miro y te recuerdo. Tu hermano no tuvo tanta suerte. 
-Abel, por favor. Bastante culpable me siento. Fue un accidente, sabés. Travesura de chicos. Fue una estupidez sacarlo marcha atrás sin saber manejar. Se me fue del camino. ¡Lo hablamos tantas veces! ¡Le pedí perdón a mis abuelos y a mis padres tantas veces! 
-Sí, un accidente. Como el que puede tener cualquiera. Hasta vos misma. 
Y Abel me hacía retroceder, al avanzar amenazante. El ruido rasposo de su pie al no levantarse del suelo me llenaba de terror. Me fui de allí casi corriendo.
Antes de llegar a la camioneta me despedí de todo. Tiré una moneda a las vías aunque sabía que el tren no pasaba desde hacía años. 


María Crisvi 
Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina

Ella siempre había mostrado una tendencia natural a angustiarse ante los problemas. 
Ana Andreu Baquero

L. E. Torres

Relato de las inconsciencias 

Mariposas y libélulas 
cubren las languideces trémulas de la mañana… 

Y yo me veo por allá en difusas lontananzas, 
un poco muerto bajo los fríos cristales de lo ignoto, 
un poco muerto o un poco libre
de esa vida que se llora a sí misma 
y que se vierte -cual lluvia enlutada- 
sobre sus mediodías más lejanos. 

Y mientras se empoza la noche 
en las ojeras del cansancio 
y en la negrura de las rocas, 
los reflejos argénteos de lo perverso
se alargan y se contraen en las corrientes lentas, 
como los tiempos y las pasiones y las luciérnagas 
que se ocultan tras los ojos obnubilados 
por las sombras rupestres y furtivas 
de una cueva que recuerda el vientre frío 
de la ausencia del amor. 

Y afuera, detrás de las grandes ventanas, 
más allá de las costas, de las selvas, de los vientos, 
al otro lado del eterno domingo soleado 
que en su horizonte imposible nos exhibe a todos nosotros, 
dormidos, frágiles, enmudecidos, 
enternecidos bajo mantas de manos cálidas…
 
-¡Por favor, no nos llamen aún!-, 
grito yo y el mundo, 
el mundo afligido que se encuentra postrado 
sobre mis lacerados hombros. 
-¡Todavía no queremos nacer! 
¡Queremos seguir lamiendo los topacios 
de este duro vientre mientras el sauce seco de lo real 
se desmorona en aludes de eclipses de rubí 
y de gestos hórridos que nos espantan 
sin siquiera mirarlos, sin siquiera tocar 
esos pétalos ajados de pensares inconclusos… 
¡Por favor, no nos llamen aún! 

El rocío de las alburas que entristecen, 
ungen las sienes de las caléndulas agónicas… 
¡Cómo brotan algunas veces en un instante
mil vidas mortinatas!, 
al tiempo que madre preludia el crepúsculo 
con los ricos vapores del arroz, 
al tiempo que madre custodia, exhausta y melancólica, 
el sueño insondable de las hermanas… 

Pero las manos ardientes de unos amantes 
encrespan las aguas que suben a la hondura del cielo, 
como miradas que añoran la desvanecida bonanza. 
Las alburas que entristecen desean suicidarse 
en el sexo fragante del mundo, 
del mundo extinguido que llevo a cuestas, en mi lomo, 
del mundo que es mi hermano más triste. 

-¡Oh Rómulo!, 
ya van cayendo los lirios negros, 
ya nuestro anhelo es más grande 
que éste nuestro pétreo hogar; 
ya esta loba enjuta está muriendo 
a fuerza de librarnos de sus cruentas fauces. 
¡Salgamos de este sepulcro como dos Lázaros implumes! 
¡Quememos nuestros tiernos ojos con el resol! 
¡Saciemos nuestra sed con lo más vaporoso de la perversión! 
¡Que de entre lo profundo de nuestro halo umbrío 
broten las verdades que nos trasmitieron los topacios! 
¡Cocinemos pescado en las riberas del río del tiempo! 
Madre es buena y, aunque estamos desarraigados, 
ella nos dará un poco de arroz… 
-¡Oh cómo duermen impávidas las hermanas! 
¡Abre los brazos vida! 
¡Tus brazos de luengas alboradas! 
¡Enséñanos a leer y a escribir! 
¡Danos la virtud del trabajo!, 
pues estuvimos muchos días en la oscuridad. 
¡Ay! Tan sólo queremos dar 
nuestros primeros pasos bajo el ala nefasta de tu indiferencia!… 
¡Oh, mirad, Rómulo, hermano de silencio contristado!,
mirad cómo esas mariposas y esas libélulas
amortajan las languideces yertas de la mañana. 
Seguramente ya nadie, allá afuera en los abismos,
Nos llama… 

29/03/2015 

L. E. Torres 
Colombia

En un último acto de desesperación le había pedido explicaciones, le había pedido un porqué, como si llegados a este punto un razonamiento o un motivo pudieran justificar el naufragio de un hombre.
Dolores Redondo