miércoles, 1 de agosto de 2018

Julia Burguener


Amaneciendo

El astro rey asoma
su melena de albura
sobre la línea que estira
el horizonte.
Hay un manto de escarcha
en la alfombra invernal 
de la mañana.
Sin embargo,
brillan perlas de rocío
en el rostro
del pasto madrugado.
Y yo,
noctámbula empedernida,
abro los brazos.
Respiro el aire puro.
Veo el camino
y doy gracias a Dios
porque al oeste,
a espaldas de mi frente
y de mí misma,
bosteza su cansancio
la oscuridad suicida
mientras se llena de trinos
y de luces
el largo silencio
de la noche.


La piel del alma

Tengo en la piel del alma
sensación de penas;
de caricia torpe
que se quebró en las manos;
de ademán perdido
en la región del tiempo
trocado en lacerante realidad.
Tengo latidos que declinan.
Un hálito de esperanza 
que me queda.
¿Qué me queda?
¿Te das cuenta?
Sólo una leve ilusión
de trascendencia,
un rezo, un suspiro
y esta soledad.


Plenilunio

La imagen de la luna sigue andando
sobre la espalda trémula del río.
Es de plata su lumbre.
Los bordes de la costa la entrelazan
con los hilos sutiles del rocío.
El aire, monte adentro,
la persigue,
se eleva,
desciende,
la acaricia,
se abraza al plenilunio
y juntos,
se adormecen
en la oculta tibieza de los nidos.


Confesión consonante

Quise ser mariposa en tu jardín de rosa.
Mas tú me convertiste en abejita triste.

Quería darte el cielo como un pájaro en vuelo.
Tu piedra indiferente vino a golpear mi frente.

Fui entonces mariposa despintada y llorosa
y por haberte querido, sólo un pájaro herido.

Ya nunca más, te juro, pude escalar tu muro.
Entonces con dolor, también murió el amor.


Del libro de la autora: Amaneciendo, Poesías

Julia Burguener
Villa Ocampo, Santa Fe, Argentina

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