Ora pro nobis,
Señor de las almas
Los jardines están secos,
Las esperanzas, escarchadas.
Ora pro nobis,
Señor de las almas.
Los niños están solos
y las madres descarriadas.
Ora pro nobis,
Señor de las almas
Los adultos se desesperan
Y los niños y los viejos,
No entienden nada.
Ora pro nobis,
Señor de las almas
que aprendí a vivir
y de la vida
no me queda nada.
Permanencia
Cuando yo me vaya,
quedará esta sala vacía.
No existirá en ella la añoranza,
ni el silencio,
ni una cosa dormida.
Flotarán partículas inermes
en el aire entumecido.
Poco a poco, emergerá
un olor a moho,
ese que toman
las cosas sin alma,
penetrará las cortinas,
los muebles
y mi cama.
Querrá arañar mis poemas
pero en ellos no enraizarán
porque allí dejaré prendida mi
alma.
Negro y gris
A la
partida de mi padre, Ermanno Schiavoni
Había un túnel gris.
Por allí entró una ambulancia.
La ambulancia aullaba.
Gris era el piso, grises las
paredes
y el fondo
que se perdía
entre cosas abandonadas.
Gris era el cielo
y el temblor
que me recorría las entrañas.
Gris era la ambulancia
y grises esas canas
que sobre una camilla alba
se perdían con su palidez blanca
entre los presentimientos grises
que le opacaban la mirada.
¡Un médico!
¡Chófer, no se vaya!
¡Delira!
Volvimos por una ruta gris.
La vereda estaba agrisada.
La cama se tiñó de rojo
y luego se vistió de negro la
morada,
negro era el traje, negro el
coche,
negra la marcha
y enlutada iba mi casa.
Evaporación
La vida es como las ondas
que corren sin cesar
con depresiones que hunden
y alegrías
que nos vuelven a levantar
hasta que llega una ola
que nos viene a sepultar
y a partir de allí
somos partículas infinitas
que se disgregan en el mar.
Hilda Augusta Schiavoni
Inriville, Córdoba, Argentina
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