sábado, 25 de junio de 2016

Editorial


revista literaria con voz propia nº 70

                  junio 2016


                          publicación creada en noviembre de 2006
                             distribución y publicación gratuitas
                                 Inscripción: ISSN 2314-0275

  

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
Viktor Frankl



83

No vale entristecerse.
La sombra que te lo ha dado.
La sombra que se lo lleve.

88

Enciende las dos puertas,
abre la lumbre.
No sé lo que me pasa
que tropiezo en las nubes.

Miguel Hernández
España, 1910-1942
De: Cancionero y romancero de ausencias



Cuando yo cierro los ojos

Cuando yo cierro los ojos…
Qué sucede?
Quedan quietas las paredes?
No se mueven?
Dónde va la luz que estaba
yo mirando?
Se mete por mis bolsillos
disparando?
Dónde va toda mi casa
si me duermo?
Sigue igual o no?
Que pasa? No me acuerdo…
Cuando yo cierro los ojos,
qué sucede?
Pueden quedarse las cosas…?
Dime, pueden?

Elsa Bornemann
Argentina, 1952-2013



No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente, porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su mundo interior manifestarse.
Hermann Hesse
  

revista literaria con voz propia
ISSN 2314-0275

Edición y dirección: Analía Pascaner
San Fernando del Valle de Catamarca
Catamarca – Argentina

  
Nadie es tan capaz de sentir gratitud como alguien que ha surgido del reino de la noche.
Elie Wiesel


Autores publicados


revista literaria con voz propia nº 70

    junio 2016
                    
          autores publicados en esta edición: 
  
- María Alicia del Rosario Gómez
- Dora Giannoni
- Gabriela Bruch
- José Antonio Cedrón
- Jorge Isaías
- Rogelio Ramos Signes
- Luis Benítez
- Vicente Aiello
- Raquel Piñeiro Mongiello
- José María Pallaoro
- Leo Lobos
- Stella Maris Guibaudo
- Matías Gómez


     revista literaria con voz propia
     ISSN 2314-0275


     Edición y dirección: Analía Pascaner
     San Fernando del Valle de Catamarca
     Catamarca – Argentina


María Alicia del Rosario Gómez


Piel y realidad

Así… Resquebrajada en mis silencios
Con la piel ardiente susurrando tempestades
Mi universo conserva su decir
Y acaso por una lengua húmeda de sales
Corra impetuosa la esperanza
Y el deseo de no huir
Porque allá en el horizonte, los verdes me abarcan.
Los sueños me colman
La vida me espera.


Éxtasis

Siento tu piel muy mía
Y al universo desmadejarse en soles
Cuando en cada caricia me devuelves lamentos
La carrera del tiempo se detiene, y se escucha el silencio
Somos dos, únicamente almas que se quieren
Únicamente cuerpos que se buscan
Y entre esas dos almas y entre esos dos cuerpos
Están los soles en llamas del universo entero
Y no temo quemarme porque la nieve aguarda
Y no temo ser hielo porque el calor aguarda
Y ya nada pre existe.
Pues la nada no existe
Porque el todo me abarca


María Alicia del Rosario Gómez
Goya, Corrientes, Argentina

Dora Giannoni


Tengo la palabra

                              Cada hombre es su Palabra
                                                  Julián Zini

Nació conmigo y con ella camino todavía. Llegó en nana de madre y abuelas amorosas, cuyas palabras canto o escucho ahora.
Fue cuento o historia en labios de mis padres.
Después ronda y canción con amigos del barrio o de la escuela. Aquí ya fue motivo de estudio y de lectura. Empecé a amarla cada día más, a buscarla, analizarla, interpretarla.
La perseguí por anaqueles y estantes de bibliotecas familiares o públicas. Me abrazaba a ella, la hacía mía en teatros, lecturas, recitados. Fui tomando confianza y empecé a usarla para decir lo que pensaba o sentía, para escribir a familiares y amigos, para inventar, soñar, jugar…
Ya no podríamos separarnos y ahora que la sentía tan amiga no quería ser egoísta y deseaba compartirla para que muchos la disfrutaran como yo.
Por ella decidí mi carrera que desempeñé durante largos años tratando de inspirar el amor que por ella sentía a muchos niños, jóvenes y adultos.
La sigo compartiendo ahora con más gente, porque al volcarla en libros, uno nunca sabe adónde irá a parar y lo que podrá producir en otros.
Por ella me entero de tantas cosas!!! Sufro o disfruto, gozo o padezco.
Me sirvió y me sirve para ser amiga de tanta gente que también la tiene como instrumento de trabajo o la ama como yo.
Sigue conmigo siempre y seguramente me acompañará en la última oración que me despida de este mundo.
Por ella soy lo que soy: un ser humano, mujer, maestra, escritora, trabajadora de la cultura.
Soy lo que soy porque tengo la Palabra y es bien cierto lo que dijo algún poeta: aunque nada tuviera, tengo la Palabra. No hay nada peor para un hombre que quedarse sin voz y esta voz debe estar al servicio de quienes no la tienen. Sin embargo no despreciemos el valor del silencio que evita hacernos esclavos de lo que decimos y como dice Lima Quintana: muchas veces el mejor poema fue engendrado en el mejor silencio.
Cuando la Palabra es de Dios siempre significa algo más que lo que dice: “En el principio fue el Verbo”. El Verbo para explicar el principio, el misterio, la eternidad hecha carne.

Inédito

Dora Giannoni
Buenos Aires, Argentina


Gabriela Bruch


*  *  *

Uno puede evanescerse así sin más y nadie se dará cuenta. Nadie.
Podrán desMENTIR, podrán blasfemar,
podrán hacer cánticos de alabanzas sagradas
pero
siempre, siempre
negará(s/n) mi nombre
tres veces.

*  *  *

Aquel que sabe de travesías, cruza el viento con la tierna furia
de ese fruto de septiembre
que dormía
con las alas rotas
debajo de mí.


*  *  *

Sol y frío.
La mañana invita.
Me dejo llevar.
Las últimas hojas se desprenden
en un susurro jadeante.
El sur trae este viento
que se parece
a tus ojos
extraños.

Revuelo de tierra, plumas,
aire y azul
de lágrimas.

Por la ventana,
una mariposa tardía
con el sol del verano
muriendo
en su tempestad.


Gabriela Bruch
Gran Buenos Aires, Argentina

José Antonio Cedrón


*  *  *

a Rubén Derlis

No hay nada que pedir de aquello expuesto.
El pasado entre líneas ha llegado más lejos
que la imaginación.
Formas de lo perdido que se queda en la red
cuando levanta el sueño.
Leve y temprano siempre en esas aguas.
El aire de la vida, que regresa buscando
equivocarse (acaso un poco)
de tanto que se ha visto.
La oscuridad y la luz en la ventana
siguen tocando un solo a espaldas del deseo
donde pasa el poema como la lengua oceánica
materna, junto a lo que lo trajo y a lo que lo llevó
para dormir y para estar despierto.
Y todo el porvenir de aquel pasado es éste
(que a veces elegimos no saber).
Así como le deja a Dios su soledad
la viuda del ahorcado en una vela,
ahora que el pensamiento se niega
a no hacer nada, me apresuro a escribir
lo que me dicta la experiencia borrosa
donde confieso al otro.
Mañana tal vez llueva, y él mismo borre todo.
Como el tacto gastado en la moneda
ese saber no sabe que lo que fue tocado
no se olvida.


*  *  *

Una vez y otra vez hemos llegado.
Estamos de regreso donde ya no hay regreso.
Y hemos vuelto a partir y a regresar
(como en las fundaciones).
En el próximo encuentro no tendremos
los gestos que nos dimos
ni la misma distancia en la mirada.
Nos reconoceremos antes de que llegue el olvido,
allí donde los remos descansan del viajero
cuando cambia la luz fuera del agua
y el pasado ilumina aquello que el presente
abandona en los techos.
El mundo es más pequeño de lo que era.
Pero tengo confianza
Hemos querido tanto, que todavía el tiempo
en su arrogancia
va a tener que esperarnos.


José Antonio Cedrón
Argentina-México

Jorge Isaías


Presencias

Queda la casa en el pueblo, y esa esquina donde me dijiste adiós para siempre. Los que no quedan son los plátanos ni sus hojas que regaban el suelo en ese Otoño que se fue para morirse, como los años encimándose sobre nosotros, impiadosos y crueles y siempre pegando en los límites de aquella adolescencia ya muerta.
De qué socavón oscuro de silencios puede guardarse ese perimido sentimiento, es pureza que percudió el oprobio de los años que nos arrinconan ante la luz que se apagó ante los ojos sin fe.
Pero siempre quedan los árboles, aunque no son aquellos añosos plátanos que es memoria de los más viejos a los que acompañaron con su sombra propicia, protectora y esperada.
Los árboles, quiero decir, los más nuevos, los que se interponen entre los duros rayos del sol y la desidia de la gente que presurosamente realiza sus trámites para huir cuanto antes de la canícula de este verano que no da un segundo de resuello y cuando llega el atardecer una nube literal de mosquitos acosa al viandante distraído o al incauto que sacó su silla a la vereda para “tomar fresco” con naturalidad, como era en otro tiempo. Pero esos son otros tiempos, y uno lo debe comprender.
Una pequeña población rodeada de verde, de árboles muy altos, algunos álamos, unas tipas empecinadas que resisten en las afueras, los paraísos que la comuna planta en las veredas, los pastizales que cubren los zanjones, los espejos de agua que festonean las orillas, todo contribuye para que el lugar sea realmente placentero. Si uno mira los bañados que las numerosas aves acuáticas sobrevuelan en amplios círculos apenas un ser humano se acerca, por más cuidado o sigilo que ponga, nada merece su confianza y ni qué decir si se produce un disparo que va extendiendo sus ondas sonoras por el confín de los campos.
El ruido imparable de los batracios permanece impertérrito como si no perteneciera a este mundo sino a uno paralelo donde cada cual produce su propio ruido que no es precisamente el tono de Mozart.
Cuando las calles eran de tierra polvorienta y sólo las iguanas y las mariposas cruzaban en días estivales donde el sol caía a plomo esa quietud se quebraba con el paso de unos perros vagabundos peleándose o un carro que rechinaba con su negligente pachorra.
Ahora con el asfalto que cubre todas las calles del pueblo, que cruzan autos y chatas cero kilómetro, veloces, distintas maquinarias agrícolas y camiones con una altura que excede el piso superior de una casa, uno desearía por un minuto esa calle de tierra, ese silencio, esa modorra en que el pueblo se solazaba esperando el sulky traqueteante del viejito Ortali, con su sombrero que le cubría la cara angulosa con los huesos pronto a salirse de madre y rodar hasta las zanjas que cubren gramillas cubiertas de polvo.


Publicado en Rosario12. 24 de febrero de 2016

Jorge Isaías
Rosario, Santa Fe, Argentina

Rogelio Ramos Signes


El camino a la poesía

De estas piedras que ves
está hecho el camino a la poesía.

Con las grises, contundentes y filosas,
podrás preñar metafóricamente la tierra.
Con las negras escribirás acerca de tus deudos.
Las marrones absorberán el llanto de la letra
sin que logres entender por qué habías llorado.

Las brillantes de mica sólo enrojecerán tus manos.

Con las blancas, muy pequeñas,
es que irás poniéndole el acento a tus palabras.


La terrible inocencia


No soy William Blake
pero sé que este hueco es La Puerta.
Aquí comienzan los sueños
y concluyen tus miedos.
No es una puerta inmaterial
abierta al vacío,
es el vacío en sí mismo
abierto a lo imposible.

Sobre la gramilla pasta un gamo.
Sobre el gamo: la noche y otra puerta.

Tucumán, 15/1/1998


Breve relación entre ella y la laguna

Porque soy inocente y la recuerdo
permanezco en este cuarto de hospital
donde ha muerto mi única enemiga.
El barrendero, que no sabe de mi angustia,
me pide una historia acerca de la laguna.
             “Usted que la conoce”
dice, mientras sin ánimo arrimo una silla.
      La laguna, amigo,
      cuando era niño reflejaba el cielo al amanecer,
      entraba a mi cabaña en la piel de una anguila
      y silbaba terca entre las hendijas de la puerta.
Ella siempre viajaba al mediodía
y al anochecer aún estaba yéndose,
quizá por eso volvía a partir
cada vez que le suplicaba que se quedase conmigo.
Ella, la mujer que odio tristemente
perdió los contornos de la realidad
amontonando mis promesas.
             “Usted que la conoce”
insiste el barrendero pensando en la laguna,
y yo, antes de continuar, lloro a mi enemiga.


Rogelio Ramos Signes
Tucumán, Argentina

Luis Benítez


Si las cosas del mundo vinieran con música de fondo

acaso los asuntos serían tan intensos como en las películas
no lo creemos nosotras susurran las cosas verdaderas
celosas de su árido protagonismo como una tetera
que alguien olvida durante un aburrido desayuno

acaso no habrá una música sutil de tan secreta
que no podemos oírla en estas calles una polifonía
que eleva invisible sobre la ciudad algo escondido
pero que ocupa cada rincón con sordos ritmos

no será el tiempo casi en blanco un pentagrama
y hay una mano que escribe en él sonidos
que traza y emborrona silencios que intercalados
desaparecen al tomar una moneda
al agacharse para atar el cordón de los zapatos

si cada mínimo acto descarga melodías
del tamaño de un microbio
no será la suma de los ruidos
un tema incomprensible
siempre lejos lo oirá esta hormiga
que cruza el retumbante río de la taza

si las cosas no tienen colores
porque es la luz quien se los da
no habrá un registro una tácita combinación
lejana para siempre del oído manando
manando siempre de las cosas

si la lluvia y el viento una puerta que se cierra
son un compás y otro una cuchara que cae
los pasos de alguno por la calle
esa frenada que se escucha lejos
si un acorde el ascensor que baja
qué enorme escenario los mapas
las regiones las montañas
y el corto callejón y la avenida
tanto como el rasgar el queso con la mano
y el tocar el timbre en algún piso

si nada escapa de la única sinfonía
una que se compone a sí misma a cada instante
la voz humana es toda el canto

un color que no se toca
una música invisible
quizá sebastian bach la tuvo
en la punta de la lengua


Una voz que creció omitida en las palabras

lancé mi piedra a lo desconocido
y rompí la ventana del idioma
todo de una vez la herramienta y el sitio
los árboles los olores el seguro de vida se entregarán
en esta respiración única

lo que estamos viviendo ahora es un retroceso
una voz que creció omitida en las palabras
pierde sus pistas de distancia entre los matorrales
hay un golpe en la puerta y se abre la vieja historia
esta ilusión de que todo empieza siempre
es un exilio donde se encuentra una figura olvidada
y para un huésped que no se espera
allí un grano de arena pesa como una bendición

nos encontramos con el disfrute
como con un desconocido que tropieza
con nosotros en la calle y sin pedir disculpas
ni sacudirse la ropa comienza una conversación
caminamos siempre por la patria de lo imprevisto
lo posible es una nueva versión de lo imposible
y la primera vez que alumbró un sol
el cielo estaba lleno de nada


Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina

Vicente Aiello


El candado

No sé si fue en un sueño, pero después de tantos años volvió a mi mente la imagen de aquel candado, que en complicidad con una gruesa cadena cerró detrás de mí los años de mi infancia vividos en aquella casa que era de mi abuelo Vincenzo al que recuerdo sentado en la sala grande. Apoltronado en su vieja hamaca y fumando una pipa de hueso me contaba historias de cuando era niño en su Italia lejana; pobre abuelo… aún se le humedecían los cansados ojos y le temblaban las manos cuando nombraba a “mi Rosina”, así llamaba a la “nona” que no conocí. Esa señora de mirada tan dulce del retrato sepia que estaba en el comedor.
Tomás, el gato negro inseparable, se acurrucaba entre las rodillas del abuelo y le servía de apoyo para sostener la antigua Biblia escrita en italiano que Vincenzo leía sentado en el sillón hasta quedarse ambos dormidos.
Así los reflejaba el gran espejo pegado en la pared de la sala que era su lugar preferido.
Una mañana sus ojos claros se fijaron en los míos de un modo extraño y con suave acento me dijo: - ¡Sabes hijo… nunca me iré de esta casa! - Me abrazó fuerte y me dio un beso en la frente.
Al día siguiente, al volver de la escuela, había vecinos en la vereda y en el zaguán, algunos me acariciaron el cabello al pasar. Adentro mis padres lloraban abrazados.
El abuelo dormía aún en la vieja hamaca aferrado a su Biblia, pero ahora para no despertar. Tomás había desaparecido.

El tiempo que todo se lleva con la eterna velocidad de su paso marcó un antes y un después.
Mis tíos reclamaron la herencia y hubo que vender la antigua casona.
Una fría mañana bajo una llovizna gris hicimos la mudanza y cuando estuvo todo listo, papá cerró la despintada puerta de rejas con aquella cadena y ese candado enorme.
Esa imagen rescatada de la evocación llevó mis pasos hasta el viejo barrio de mi niñez. Allí estaba la casa, envejecida, cubierta de malezas y enredaderas, los postigos desvencijados y un cartel casi ilegible que decía “EN VENTA”… y el candado como testigo inviolado del recuerdo.   
Una excitación rara se apoderó de mi ser y tembloroso no pude evitar acercarme. Mis manos transpiraban al tomar esa piedra con la que apliqué un seco golpe al cancerbero de metal que se entregó sin resistencia.
Di los primeros pasos algo amedrentado, un gato negro salió disparando por el pasillo hacia los fondos.
Me acerqué a la sala, la puerta se abrió casi sin tocarla… y allí estaba la hamaca y el gran espejo reflejando el último resplandor que se filtraba por las celosías en ese ocaso otoñal.
El silencio y la quietud de las habitaciones vacías me infundieron cierto pavor.
De pronto el gran cristal espejado no devolvía mi imagen sino la de mi abuelo Vincenzo… mis piernas se atornillaron al piso. 
- ¡No temas hijo! ¡Gracias por venir a visitarme… eres el único! – y agregó con su sonrisa bonachona - ¡Una vez te dije que nunca me iría de esta casa! Espero que vuelvas pronto.
Y fue esfumándose lentamente detrás de sus ojos claros.
Turbado, un escalofrío me recorrió todo entero y mi mente parecía negarse a funcionar. Di un paso hacia atrás y mi pie tropezó con algo, era la antigua Biblia escrita en italiano; la deposité en el sillón que quedó hamacándose. Un acre aroma a tabaco de pipa comenzó a inundar el lugar.
Al salir volví a cerrar el candado, la incipiente noche me recibió con un abrazo frío. La luna llena se desdibujaba a través de mis lágrimas.

Mar de Ajó - 2014-05-20

Vicente Aiello
José C. Paz, Buenos Aires, Argentina

Raquel Piñeiro Mongiello


Sueños

Sueños verosímiles
vinieron y era necesario.
Lo supe desde que los vi venir,
luego todo el mundo lo entendió,
(eso creo)
y reconcilié cada poema escrito.
Caminé pueblos. Vi como su gente
daba abrazos germinales.
Desandé a la mujer,
no puse pausa a ese abordaje,
ni despeiné la tarde en su tela.
Pensé si algunos sabían de manos sueltas,
sosteniendo, ese recién nacido paraíso
de manuscritos apasionados.


Juego de hojas

Sube la voz y es regazo 
en los charcos del alma,
se hace grande, rompe molestias
y en amasijo disimulado
calienta caldero, los quema,
luego silba, se ríe, se va
y las deja en el estupor
de una última brasa.


Comodín

No me negarás el deleite
de estallar en este comodín de vida,
donde quedo estaqueada
en los sitios donde el amor
da créditos, desbarata sutilidades
y resucita
en la bulla de mis trajes.

Del libro de la autora: Horas de arena. UNR Editora, Colección Académica

Raquel Piñeiro Mongiello
Funes, Santa Fe, Argentina

José María Pallaoro


Límites

En la vieja estación, a la hora de la bruma, pasa la soledad; va, solita, sin brisa, viento ni tempestades, hacia los cuatro extremos del mundo. Los sueños descansan en regresos y puntos de partida. Quietos y sueltos en su larga noche.
31.08.11


El poema del sol

Hay otras explicaciones. Construir un sol, mirando el universo de los otros. Los niños del bien se recrean en campos asfaltados. Los niños, los simples niños, escriben el poema del sol en un universo de tierra, viento y luz, luz de la que aún no sabemos si está encendiéndose o apagándose.
02.09.11


El amor no está en Roma

Está en cualquier ciudad del mundo. En donde los relojes no dan la hora exacta (la rota mirada de los ciegos hacedores de bibliotecas vacías). El amor nada en Roma como manchados azulejos en los baños de las estaciones de servicio. No, el amor no sabe de ciudades al revés, ni tiene el dinero suficiente para recorrer los bares y los cafés y patios literarios. Nada sabe el revés de la ciudad acerca del amor y la trama sigue echada como un perro muerto que se hace.
20.09.11


Nueva Roma

Estruja el papel y lo arroja al río. A la deriva, flota.
Bosteza en el día y se estira y se hace barquito.
Cruza el camino trazado por la natural corriente esencial de cualquier vivir.
Llega al mar. Deja la ciudad de los eternos vagabundeos de viejos y pálidos estilos para ingresar de una buena vez en los ojos del otro, de los otros (que aún no se animan a viajar a Roma).
20.09.11


La herida de París

La verdad es que no sé qué estaba haciendo en París. Lo único que recuerdo es que caminaba herido, y caminaba, caminaba… Un tren y catorce horas ya me alejaban de Roma. Y ahora en París, ¿puede haber algo más desagradable que la torre de Montparnasse?; y allí estoy, sangrando, en un piso cualquiera y sin una cámara en la mano. Y sin tus ojos que siempre miran por mí.
22.09.11


Poemas del libro del autor: 33 papelitos y una mora horizontal. Libros de la talita dorada, 2012

José María Pallaoro
City Bell, Buenos Aires, Argentina

Leo Lobos


Picnic en el Parque Central

Observo la hermosa reserva de agua de la
ciudad de Nueva York en el Central Park y
me emociona pensar cuán lejos estoy de la persona que fui,
plantamos nuestra bandera detrás de la estatua del Rey de
Polonia y divisamos claramente desde ahí los patos
salvajes que nadan cerca de la orilla del lago donde niños
arrojan migas de pan, las ardillas nos rodean con timidez,
mientras brilla el horizonte de plateados edificios
iluminados por el sol de la tarde.

El tren subterráneo nos lleva de vuelta al centro
de la ciudad Times Square es una fiesta y nos sumamos
felices a una multitud multiracial.


¿Dónde?

En el lugar donde la muerte perderá la vida
el hielo del infierno quema

Tenues olas de aire
Blancos acantilados
Desde el confín extremo 
azules y minúsculos cristales de hielo 
soplados por el viento


Starting-gate

A Carson Smith McCullers (1917-1967)

Aquí estoy en la puerta de salida
Ni caballo
Ni caballero
Leyendo un libro de un tiempo
Al cual no tendrás acceso
El corazón es un cazador solitario
Que nada en el acuario
De la imaginación
Un solitario reflejo a plena luz

Seré el último en saltar
A la pista
En esta carrera
En donde todos quieren llegar
En primer
Lugar

Sabes

Me consuelo mirando a los pájaros
que se perderán como todo en la niebla 
de una tarde cualquiera


Nota del autor acerca de su libro Nieve, al cual pertenecen los poemas anteriores:
Estos poemas son un homenaje a la memoria de los jóvenes conscriptos muertos en la zona del volcán Antuco, en Chile el año 2005. Sea este homenaje también un saludo afectuoso a sus familias y amigos cercanos.

Leo Lobos
Santiago, Chile

Stella Maris Guibaudo


Homenaje a los papás en su día

Caminar por los senderos de la memoria, nos puede conducir al lugar donde, entre la diversidad de figuras que nos anticiparon, reencontraremos la imagen de nuestro padre.
Hagamos el recorrido, tratando de desenredar la madeja del olvido; quitando la maraña de la cotidianidad, que impide retener momentos convividos al amparo del amor paterno.
Habrá quienes ignoren el cabal significado de la fecha, por múltiples motivos.
Sin embargo, importa resaltar a quienes han sabido (y lo hacen) encarnar el perfil que aprendimos a “dibujar” desde la cuna.
Esa imagen nos habla de un ser que se instaló en nuestra vida para brindarnos protección, amparo; algunas veces, rigor y reprimendas; en otras, diversión y juegos; y, muchas veces, traspaso de sabiduría.
Es una buena ocasión, la de la fecha impuesta por el calendario, para rememorar aquellos momentos que desde siempre sabe aprovechar un padre, dándole la espalda a la rutina, para disfrutar un contacto más cercano con su hijo:
-reviviendo su propia infancia en un “potrero” detrás de “la de trapo”
-ayudando a soltar el hilo al barrilete, dejándolo “volar” tan alto (más o menos igual que al hijo cuando crezca) 
-compartiendo una charla “de hombre a hombre”, con la feliz excusa de la pesca
-o enseñando a nadar…o a manejar un auto…
Algo así, por el estilo, pueden ser los recuerdos que enternezcan el corazón en estos días.
Es bueno que suceda, porque será una muestra de la importancia que sabemos darle a esa persona que llamamos padre.


Stella Maris Guibaudo
Puerto Rico, Misiones, Argentina

Matías Gómez


Árbol

Hueso de la palabra,
en el silencio, raíz.
bajo su sombra,
las piernas cruzadas,
y la nariz vertical.

El tronco es un perchero de hojas,
un juguete para los elefantes,
el florero de mis emociones,
algo, no sé qué, cicatriza
entre la enramada nube verde.

Apoyado contra esta esquina del viento,
departamento de aves,
ladrillo en la selva,
envío una carta al payaso que fui.


Amanecer

Como un beso que viaja de boca en boca,
la brisa pontifica a las espigas matinales,
entre nervaduras de una tierra constelada.


Ars poética (a la poeta “Beba” Di Genaro)

Palabra umbilical
respiradamente nuestra,
sacraliza
mi voz nauta,
lleva en andas la nostalgia.

No está solo el poeta
cuando evoca a otro poeta.

Son rugido y sangre
en la garganta del olvido,
hojas frágiles lavándose
en un río infinito.

Palabra umbilical,
granadera,
respiradamente nuestra,
temblor de volcán en la piel,
trae su canto
que funde el plomo de los días,
trae sus nocturnas semillas,
su aliento que encarna la intemperie,
y nuevos aleteos convoca.


Matías Gómez
San Luis, Argentina