viernes, 25 de febrero de 2022

Editorial


con voz propia nº 114 

Revista literaria 

Febrero 2022 


Propietaria – Editora – Directora: Analía Pascaner 
Publicación creada en noviembre de 2006 
Distribución y publicación gratuitas 
ISSN 2314-0275 
https://www.facebook.com/revista.convozpropia  




Quizás sea el momento de sacarle un sol a la tormenta, de reír sin parar, de volar sin tropezar. 
Eduardo Galeano 




Canción de amor 

Busqué un sustantivo para la canción 
que canta en todo cuando llegaste. 
Busqué un nombre para tu nombre 
tu ardiente nombre susurrante. 
Busqué un verbo para lo salvaje 
lo más bellamente salvaje en ti. 

Luego te amé, en total silencio. 


Coda 

Todavía vivo, sin saber cómo. 
Todavía me bato por un día, por una palabra 
que alcance lo más lejano, lo más interno. 
Todavía hago las preguntas 
que sólo tienen perplejidad. 
Todavía intento leer lo que está grabado 
al otro lado del muro. 
Todavía niego para salvar un sí. 
Todavía canto aunque una canción herida. 
Todavía comienzo, con torpes manos. 
Todavía muero, sin notas. 


Henrik Nilsson 
Suecia, 1971 
Traducciones de Ángela García 
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/81_82/nilsson.html 



Procura tener siempre un pedazo de cielo sobre tu vida. 
Marcel Proust 



Revista literaria con voz propia 
ISSN 2314-0275 
Propietaria: Analía Pascaner 
San Fernando del Valle de Catamarca 
Catamarca – Argentina 
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 



No te preocupes por no ser conocido. Preocúpate por ser digno de que se te conozca. 
Proverbio chino


Autores publicados

La vida es una larga lección de humildad.
James Matthew Barrie 


con voz propia nº 114 – Revista literaria 
Febrero 2022 
Autores publicados en esta edición


Autores publicados desde inicios de la revista con voz propia
 
Las expresiones derivadas del material literario aquí publicado, son de exclusiva responsabilidad de cada autor. Analía Pascaner 


Revista literaria con voz propia 
Publicación y distribución gratuitas
ISSN 2314-0275 
Propiedad, dirección y edición: Analía Pascaner



Áurea López Quiles


Planchaba su uniforme del colegio de las monjas una niña 
con plancha de carbón 
sobre el cemento de la valla de su casa. 
Dentro unos colchones viejos 
como único mobiliario. 
Al día siguiente tenía clase. 
Va al colegio religioso. 
Es una buena alumna. 
Es una buena hija. 
Su madre quiere que estudie. 
Como cualquier padre o madre. 
Se tendrá que ir a otro país a la universidad. 
Su madre tendrá que pagar los gastos. 
Aún no sabe cómo lo hará. 
Pero quiere que estudie 
para ser médico o profesora. 
No quiere que venda palomitas. 
No quiere que haga tortas de barro 
para comer, para vender. 


     *  *  * 

El sustento buscando 
entre los pocos restos desperdiciados, 
entre las barcas, las aguas cenagosas y 
las casas en ruinas,
los animales olvidados. 
Famélicos, sin vacunar, llenos de parásitos... 

Los plásticos y los papeles invasores 
como los exuberantes paisajes donde yacen. 
Recipientes y bolsas volando en las arenas blancas, 
orillando las aguas cristalinas, 
donde las estrellas y las caracolas 
gritan desconsoladas. 
Las ahoga la basura acumulada. 
La inmundicia aplasta el paraíso.


     *  *  * 

Un domingo.
Día de colada. 
Ropas de mil colores. 
Árboles poderosos. 
Cuerdas entrelazadas. 
Baños en las acequias. 
El jabón los hacía blancos. 
Cocinaban en la hoguera. 
Los caldos insustanciales. 
Las familias apiñadas. 
Nos miraban, saludaban. 
Nos perseguían. 
Irradiaban alegría. 
Yo les tenía envidia, 
a veces. 


Poemas del libro de la autora: Entre Dominica y Haití 
Áurea López Quiles 
Alicante, España

En los contratiempos, sobre todo, es en donde conocemos todos nuestros recursos, para hacer uso de ellos.
Quinto Horacio Flaco

Luis Edgardo Soulé

La luz del laberinto 

Hay tanta piel herida, 
        tanta llaga flotando en el silencio. 
Pero siempre habrá tiempo 
        de recoger los restos del naufragio, 
reconocer la luz del laberinto. 


         * * * 

La casa de mi infancia 
          albergaba en sus patios 

el eterno silencio 
         que poblaba mis tardes. 

Mi sueño de muchacho 
   se ocultaba en sus sombras. 


         * * * 

Cabe una eternidad 
en esta lluvia que se quiebra en mis manos, 
que se hunde por el hueco en las raíces 
                             crujientes de la savia. 

Se desliza con su eterno ritual
   hacia la ardiente angustia de la piedra. 

Lleva el perfume azul de las magnolias 
aroma de las vides, 
            y no sabe que habrá de regresar,

por la simiente 
       por el árbol que espera 
                              por la hierba. 


         * * * 

La calle sigue igual 
y las esquinas no registran        ausencias. 

El poema atraviesa sus propias soledades. 

            Y los tilos redimen los recuerdos. 


Últimos tres poemas pertenecen al libro del autor: Toda la luz y un día, 2016. Tomados de: https://www.tuertorey.com.ar/php/autores.php?idAutor=372 
Luis Edgardo Soulé 
La Plata, Buenos Aires, Argentina

No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero éste es el nuestro. 
Jean-Paul Sartre

Gerardo Molina

Lluvia 

Cabe un hilito de lluvia 
En la cometa del alba 
Volví -gurí aventurero- 
A regustar la fragancia
De un breve patio de tierra
donde discurría el agua, 
Una mañana de lluvia, 
Abierta al misterio, mi alma. 

Traveseaban los gorriones 
En la gramilla imantada 
De tornátil pedrería. 
Olor de tierra mojada, 
Y de la menta, el hinojo 
Y los espinillos gualdas. 

La ternura silenciosa 
De mi madre era en “las casas” 
Todo el sol, aunque la lluvia 
Con sus densos pentagramas 
Volcara imprecisos cantos 
En los surcos de la chacra. 

Cabe un hilito de lluvia 
¡qué regusto de mi infancia! 


Búsqueda 

Quizás en busca de mis ojos niños 
Recorro ¡oh, madre mía! 
Las páginas benditas por el tiempo 
Del libro “Corazón” que me compraras 
En un ayer perdido de mi pueblo. 

Intuías, acaso, 
Que tu hijo tenía un corazón poeta, 
Ávido de saberes y luceros. 

Una luz misteriosa 
Signó la hora del alumbramiento 
Y sus rayos me hablaron de caminos, 
De amistad y de amores y de versos. 

Y, así, despierto en cada página, 
nostalgias y recuerdos: 
Por ahí anda Enrique 
cuenta su cotidiano 
Acontecer en el colegio. 

En veces, me parece que soy yo: 
Tímido, atribulado, en mis silencios. 

Y te veo, madre,  
Enmarcada en la luz de tu desvelo, 
Cuando un dolor o la fiebre me abrasaba 
-aura de ángel y rezo- 
Con tu ternura silenciosa, 
Junto a mi lecho. 

Y vuelven, 
La sombra protectora de Garrón,
Junto al albañilito 
“hocico de conejo” 
Y Coreta y Deroso 
Y Precusa, el hijo del herrero… 
Y sabe cada página 
A un dorado pretérito, 

¡“El pequeño escribiente florentino” 
Que de todos los cuentos, fue mi cuento!

¡Oh, sí, madre! 
Te encuentras -y me encuentro- 
En las páginas gualdas sin olvido, 
De las que vuelvo 
Limpio, puro, recién lavada el alma, 
Y lleno 
De estrellas diminutas
Como si fuera el campo de mi infancia 
Después de un aguacero. 


Del e-Book del autor: Oda al árbol y otros poemas. Primera Edición: Uruguay, Agosto 2020
Gerardo Molina 
Canelones, Uruguay

El mundo entero es un conjunto de milagros, pero estamos tan acostumbrados a verlos que les llamamos cosas comunes. 
Hans Christian Andersen

Dora Zulema Lorusso

La casa azul 

“Mi conciencia tiene para mí, 
más peso que la opinión de todo el mundo”. 
 Cicerón 

El trabajo de la casa le resultaba más monótono que de costumbre. Se sentía agobiada, lenta. La patrona le había llamado la atención -lo había hecho con afecto- pero, la reprimenda existió, era evidente que algo estaba haciendo mal. Es que no podía sacarse de la cabeza a Manuela, la más chiquita de sus hijas. Tenía sólo cuatro años. Una desconocida enfermedad, que avanzaba día a día, la aquejada. El pronóstico no era halagüeño. Se hacía imprescindible la consulta con un especialista. El costo de esa consulta, para ella, era muy alto. ¿Cómo obtener el dinero necesario? La idea taladraba su cabeza. Oscurecía sus pensamientos. Lentificaba sus movimientos… Era una mujer que en silencio, clamaba por ayuda. Ayuda, que le había pedido a su patrona pero, la débil respuesta de ella parecía evaporarse en la esquiva lejanía de sus gestos, en los últimos días. 
Terminada la jornada de trabajo, regresaba a su casa, en los suburbios, barrio precario pleno de carencias. Sólo el sol se mostraba piadoso protegiendo el lugar. Era un largo, agotador viaje de retorno. Bajaba del colectivo local -después de una hora de tren- y aún tenía que caminar diez cuadras. En ese trayecto pasaba por la Casa Azul. La casa del pecado, como la conocían en la zona. Entonces, lo veía a él, al costado del portón de entrada. Alto, bien vestido, recibiendo a las mujeres que trabajaban allí. Él le reiteraba, en sucesivos días, al verla pasar: 
-Pago mil pesos por servicio. ¿Querés entrar? 
Muchas veces había cruzado de vereda al aproximarse a la Casa Azul. Sentía vergüenza que el hombre pudiera confundirla. Ella no llevaba esa vida. 
Cuando partía a trabajar a las casas de familia, él estaba allí. Cuando regresaba permanecía en el mismo lugar y repetía: 
-Pago mil pesos por servicio. ¿Querés entrar? 
No le contestaba, seguía caminando con la cabeza en alto, ignorando la oferta. 
Llega a su casa. Allí estaban sus hijos, haciendo los deberes bajo la mirada de la abuela. Su madre la ayudaba mucho. Allí estaba Manuela en cama. Cada día más débil. La niña le tiende sus brazos. La abraza. Su madre le comenta que no ha querido comer, que se ha quejado porque le cuesta respirar. Le prepara su comida preferida. Le da de comer en la boca. Se acuesta a su lado. Manuela se duerme escuchando dulces canciones de cuna que le canta su mamá. 
A la mañana siguiente, se levanta más temprano que de costumbre. Se esmera en su arreglo personal. Parte para el trabajo. Inicia su caminata diaria hacia la terminal de colectivos. Cuando pasa por la Casa Azul, él está allí, como esperándola. Esta vez le escucha decir: 
-Hoy estás más linda que otros días. 
Ella no contesta. Agradece con una triste sonrisa que no diga nada más, y entra a la Casa Azul. 


Dora Zulema Lorusso 
Lanús, Buenos Aires, Argentina

Uno se encuentra siempre empujando los límites. 
Herbert Simon

María José Calatayud Ponce de León

Olor a sal 

Tengo miedo de ese tiempo 
que duerme en los tejados, 
de esa garúa que ni siquiera es lágrima; 
de tantos y tantos compases sin sentido 
que tocan de revés hoy las campanas. 

Y de soñar que el día es un cangrejo 
tejiendo para atrás las soledades 
y cubriendo de arena las pupilas 
para no presentir amaneceres.

Hoy sé que detrás de las nubes está el mar 
esperando que lluevan los albatros 
que picotean la espuma de las olas 
y respiran el azul entrecortado 
entre el cielo y la tierra de mi aliento.

Me queda el miedo con olor a sal 
en el rompiente sin voz de la resaca. 
Y en la profundidad de las tormentas 
recojo en oración mis pensamientos 
frente al ocaso que se derrama inerte 
dejándose una huella entre mis manos.
 
Y ya no sé si me voy o si regreso
por una esfera sin tictac de luna, 
donde perdidas saetas de silencio 
preguntan si es creciente lo que marcan. 

Y tengo miedo de la luz que encuadra 
el dintel infinito de la ausencia, 
porque su resplandor se esconde sin permiso 
en un rincón latente de mi pulso. 

Por la puerta que entreabren las auroras 
se deslizan las sombras conocidas, 
mientras golpea una elipsis los cristales 
y la garúa se redime en lágrimas. 


Libélulas sin luz 

Para olvidar el cansancio 
quise ser como la lágrima nocturna 
de una libélula. 

Observo su vuelo 
desde ninguna parte 
hacia el círculo perfecto 
que guarda una farola consentida, 
en una danza sin rumbo y sin acento, 
hasta ese espacio de ilusorio calor. 

Choca el ala con la sombra más triste de la luz 
y nadie puede escuchar el quejido 
que emite mi párpado abierto. 
Solo esa libélula parece comprenderme 
con su lágrima de permanente espera.

La fila de oscuras siluetas 
de figuras sin rostro, 
que en esta noche parece inacabable, 
se balancea nerviosa. 

La espera en la parada se termina 
y siento ese sonar de motor en la cintura 
que ciñe mi pequeño universo 
encerrado entre cuerpos extraños. 
La libélula se quemó en la luz 
y yo dejé en la fila 
un poco sin sentido de mi tiempo, 
bajo la débil redondez de una farola. 

Pliego las alas y el autobús me lleva, 
seguirá de parada en parada, 
recogiendo libélulas sin luces,
con su runrún monótono. 


Del poemario de la autora: Sol de Agosto. Editorial Poiesis, 2019 
María José Calatayud Ponce de León 
Costa Rica

La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador. 
Oscar Wilde

Jorge Isaías

3- 
Si fuera posible ahora 
desentrañar sueños antiguos 
ríos que subterráneamente 
rodean y aún besan 
las raíces de los grandes árboles 
que unen su copa
con los pájaros y el cielo. 
Si fuera posible saber 
los misterios que abren 
el esplendor de tus ojos 
que llevan mi cuerpo 
amándote locamente. 

4- 
Si supiera dónde 
si supiera cómo 
llevarte en un loco tren 
inundándose de nubes 
invadiendo 
mis hondos silencios 
sacudidos por la pena. 

7- 
Hoy 
me asomé al día 
de otro modo. 
Hoy tuve que mirar 
el mundo de otra forma 
porque estar con vos 
lima toda la idiotez 
del mismo mundo 
con tus ojos 
que barren impurezas, 
raíces, hojas secas. 

8- 
Hoy 
me asomé al mundo 
de otro modo. 
Importa poco 
si el mundo se enteró 
que vos y yo anoche 
estuvimos juntos. 

9- 
Cuando vi 
el crepúsculo incendiándose 
hacia el cielo 
comprendí 
que no era el sol 
ni era el crepúsculo 
allí estallaban
las bellas estrías 
de tus ojos. 


Jorge Isaías 
Rosario, Santa Fe, Argentina

Pero el dos no ha sido nunca un número porque es una angustia y su sombra. 
Federico García Lorca

Martha Valiente

Muchacho 

Con ojos como de seda negra, 
la mirada hambrienta y temerosa, 
arrinconaste en mí tus huesos de lobezno 
para aplacar tu ardor de solitario. 

Un día te pedí que te quedaras 
a conocer mi alba y mi crepúsculo. 
Tu vientre incansable fue mi fuerte, 
tu abrazo fue de miel y fue fogata. 

Tenías la piel de aceituna 
y las manos de un náufrago. 
Le diste muelle a mi sed 
y playa con gaviotas. 

Navegamos sin brújula. 

Yo te robé el tiempo que no tuve 
solo por hambre. 

                         Muchacho, 
amor de tiza,
mi castillo, 
hoja de papel de arroz bajo la lluvia. 


La transformista 

Antes tendría que describir su pelo, 
su pelo de viento oscuro,
la alfombra mullida de su pelo, 
esas alas de pájaro en su nido, 
en su nido de cumbre alta. 
Su cabello que es nube, que es abrazo, 
que es montaña lejana. 
Su melena de leona,
de estreno, de fiesta, de vértigo, 
la desmesura de su pelo. 
Primero sería eso 
               y después esa sonrisa suya, 
el abismo seductor de su llamado. 
Su risa de campana, de Ángelus, 
de huésped que descansa 
o de anfitrión gozoso. 
Decir que su sonrisa es promesa, 
invitación amable, 
mantel sobre la mesa,
puerta abierta y sol 
y campanillas 
y flores frescas 
                      Pero después, 
o antes, o en medio de todo 
está su voz, 
su voz indescriptible, 
su caricia felina 
hecha de suspiro y arrebato. 
Su voz de paisaje norteño, 
de valle sombrío, 
de arroyo entre las piedras 
Su voz torrente quejumbroso, 
lágrima y espera. 
Su voz maravillosa y resguardada, 
Latente, 
ofrenda rara. 
Ella, la múltiple, la caminante, 
hechicera o doliente, 
risueña o cavilosa, 
enlutada o ligera. 
Espejo de agua 
o pedregal. 
Ella, ciervo. 
Ella, llama encendida en el viento,
o dócil y doméstica. 
Sus manos abarcan el sinsentido de este tiempo,
con su voz calma los miedos del mundo, 
con su melena promete amores imprevistos, 
Me ofrece agua de vida y esperanza 
ella, la transformista. 


Martha Valiente 
Nació en Uruguay. Reside en Buenos Aires, Argentina

Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas. 
John Fitzgerald Kennedy

María Cristina Berçaitz

Ciudad de sombras 

Camino y no encuentro paz. Tampoco sol. Es curioso, en esta ciudad de sombras en el único momento en que el sol aparece sobre nuestras cabezas, es cuando nos quedamos sin sombra, apenas un aro alrededor de los pies. 
Sigo caminando. Ya no tengo dudas. Los otros días cuando llegué al trabajo y como siempre la patrona me mandó a bañar y desinfectarme -para eso vino bien esta peste, antes no me dejaba bañar y mucho menos lavar mi ropa-, pero ahora tengo que llegar más temprano y ya friego la casa oliendo a limpio con ese jabón perfumado que me da y me obliga a usar. Hasta me compró zapatillas blancas. Si parezco una enfermera. Después me desinfecta y ahí empiezo friega que te friega. La Marta me dice que desde el Covid parezco una princesa, siempre limpia y con olor a fresco. En la casilla no hay agua y acarrearla con el balde es pesado, y yo oliendo a limpio, la primera vez desde que nací, hizo veinte años en mayo. 
Pero ayer, cuando estaba bajo la ducha me agarró ese dolor que me abracé a mi panza, y después, como me enseñó la comadrona de la villa, me apreté los pezones, y casi sin quererlo salió la leche. Me agarré la cabeza. ¡Qué hago ahora! 
La patrona que tanto va a misa me mata. No se lo puedo decir, no por ahora. Si vuelvo a mi pueblo mi tata capaz me desolla a rebencazos, como hizo con el Boby cuando le comió el asado. Pobre perro, rumbeó pa’ el maizal y nunca más se lo vio, en una de esas se murió por los golpes. Y la mama, ella también me mata. Si me dijo: “No te vayas, quédate acá, en el campo, en la ciudá te vas a perder. Ni se te ocurra venir con la panza llena porque no te voy a abrir la puerta, en esta casa no queremos guachitos”. Sí, claro, y bien que el tata se metía en la cama de la Mariela y le tapaba la boca para que no grite. Yo me hacía la dormida. Después ella se quedaba llorando, la pobre. También por eso me quise ir. 
Ahora camino por esta ciudad de sombras y no encuentro pa’ dónde rumbear. La Marta me dijo que agarre mi ropa y que me vaya. Por lástima me dejó una semana más. Me dijo que no quería más mocosos, que ella ya se había sacado el hijo para no tener otro pibe más. “Pero te pagan para tenerlo”, casi le grité. “Sí, pero hay que estar con el pibe y te llora, no te deja dormir, con quién lo dejo cuando voy a trabajar, todo un lío”. “Dalo en adopción” “¿Y preguntarme siempre dónde está mi hijo, ¿cómo está mi hijo? No, prefiero sacármelo”. 
Eso me dijo. Y se lo sacó. Estuvo muy mal, casi se muere. Fue al hospital y dijo que había tenido un problema, claro, la aguja de tejer. Nadie le creyó. La dejaron horas esperando. Cuando estaba por desmayarse yo corrí a una doctora, lloré y ahí se la llevaron a raspado. Si casi se muere. Estuvo dos días internada y después la sacaron, necesitaban la cama. Volaba de fiebre. Pero se salvó, sino quién se ocupaba de los cuatro pibes. 
“Asquerosa”, me gritó el otro día porque vomité. “¡No tengo agua y venís a vomitar! Andá a buscar un balde y limpiá, ¡mugrienta! Y haceme el favor y sacate al crío. No es un chico todavía, es un montoncito de nada”. “No, mi patrona dice que tiene corazón, sangre y otra cosas distinto al mío, que ya es un pibe, chiquitito pero pibe”. “¡Andá, qué va a saber! Si las de pañuelo verde dicen otra cosa. En la próxima manifestación me vas a acompañar así te enterás”. “¡A vos no te sacó tu vieja! Me dijiste que casi lo hace.” “¡Ojalá! Por la vida que llevo, laburo, pibes por todos lados, y un macho en casa para que ningún otro borracho me ponga la mano encima. Es fácil hablar si vivís como tu patrona, con sirvienta que te lava la ropa y agua para hacerlo. 
Camino por estos pasillos sin luz de esta ciudad de sombras, y no sé qué hacer, adónde ir. No quiero ver al cura, él es hombre, no entendería. Las casillas se apilan de colores, ya querría yo tener una propia para quedarme con el crio. 
No quiero ir a la marcha de verdes y celestes, no entiendo nada, te apretujan y todas gritan, las más viejas gritan más, y las celestes rezan y rezan, dicen que hay que defender las dos vidas, claro, me acuerdo que la Marta casi se muere. Sus hijas no tienen problemas, van a un doctor con matrícula y guardapolvo blanco y listo, el problema lo tenemos nosotras que no tenemos plata y solamente el hospital. Es por eso que piden por las dos vidas. En realidad es la vida buena, entre médicos y enfermeras, y la vida mala, entre comadronas y curanderas. Apenas la patrona sepa me echa, y no me paga nada. Ella que se la pasa en la misa, pero en su casa yo estorbo. No hay lugar para mí. 
Me acuerdo cuando él me dijo con su boca apretada a mi oreja: “Abrí las piernas, no te va a pasar nada que no quieras”. En realidá no sé si quería, pero después se sintió lindo. Él es hermoso, con esos ojos celestes y la sonrisa a lo Brad Pitt. Y le hice caso, y ahora estoy así, con un crío a cuestas. ¿Si lo tuviera y fuera nena? La llamaría Sol, por el que acá no tenemos en esta ciudad de sombras. O Libertad, por la que yo no tengo. La haría estudiar para que saliera de pobre. No, mejor que fuera un machito, ellos tienen la vida más fácil, por lo menos a mí me parece, no les llenan la panza. Lo llamaría Brad, porque seguro que me saldrá lindo como el padre parecido al actor. Y sería algo mío, lo único mío que podré tener nunca. 
Ciudad de sombras, ya me duelen las piernas de tanto caminar. Hace un rato fui a ver a la patrona, me empezó a gritar que tendría que haberlo pensado antes, como si se pudiera pensar en esos momentos, que ahora qué voy a hacer, que ella así no me quiere, a ver si todavía los vecinos piensan que es de su hijo. Me tiró unos pesos, pero igual no me alcanza pa’ pagar una pieza, ni una cama en una pieza. 
Las sombras me envuelven, me alcanzaron. Con esos pesos mugrosos que me dio la patrona puedo comprar un pasaje en tren, hasta donde me alcance. Y ahí veré. Puedo trabajar, con el chico a cuestas, claro, si me lo quedo. Qué difícil que es todo. La vida es difícil hasta cuando es fácil. 
Ciudad de sombras, y hoy que no hay nada de sol, si parece que va a llover. Mejor me voy a la estación y pregunto hasta dónde puedo llegar con estos pesos y me escapo. Y cuando llegue, ¿qué hago? ¿Si me llevan a la comisaría por violar la cuarentena? ¿Si me desaparecen? Tengo que pensar en todo si quiero quedarme con Sol, o puede que sea Brad. 
Por lo menos en esta ciudad de sombras con casillas de colores apiladas estoy a resguardo. Tengo miedo de que me pase como a la Marta, y ahí me muero yo, y se muere el crio. Es muy difícil ser mujer. 
No sé qué hacer. Ciudad de sombras, entre las sombras me oculto. 


María Cristina Berçaitz 
Poeta nacida en Buenos Aires, Argentina. Reside en Valencia, España 

Cuando un hombre bueno está herido, todo el que se considere bueno debe sufrir con él. 
Eurípides

Ricardo Ponce Castillo

Querida lluvia 

Impaciente te busco, 
es que te necesitamos 
con urgencia, 
querida lluvia, ven, 
adelanta el invierno, 
tengo fe en ti, 
que limpiarás tanta basura 
que hoy nos agobia. 

Ven, por favor, líbranos 
del coronavirus, 
lava la conciencia 
de los ladrones y asesinos, 
del narcotráfico, 
de los incendios causados
por los Pirómanos, 
de los que ganan millones 
engañando al pueblo. 

Pídele permiso al Otoño 
y riega nuestra reseca 
Madre Tierra, 
no permitas caer en manos 
de los que ya te vendieron. 
Ven, por favor, ayúdanos, 
ven a limpiar tanta basura 
que hoy nos agobia. 


El aroma vida

Caminaré descalzo 
amor mío, 
por la ventana cómplice 
de nuestra unión, 
yo, ingenuo, acepté 
tus insinuaciones 
que terminaron en: 
Hijos - familia. 

Al principio 
la vida pintó muy lindo 
el sendero, le agregó 
flores y frutos, risas 
una cascada que canta, 
el viento nos impregnó
con el aroma vida, 
colapsó nuestro corazón 
y éste derramó en el camino 
la esencia que suavizó 
nuestro trajinar. 

Realmente fue una bendición 
al recibir del padre
tan hermosa posesión, 
ahora creo que fui feliz, 
ahora te siento padre mío 
en la familia que forjé 
en la usina de tu amor. 


Ricardo Ponce Castillo 
Coquimbo, Chile

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él emana la vida. 
Salomón

Gloria Liliana Ursic

Un día 

El ayer cuestionó el mañana. 
Tú desestimas mi quehacer. 
Sabrás pronto que eres útil 
pocas horas, el asombro
de hoy fue estruendoso 
como el asteroide gigante 
que tocó Tierra. 
Ayer no pudo con su ego, 
Y entabló a hoy diciéndole:
tú no has visto ni escuchado 
mi pasar por tierra hace 2019 siglos. 
¡Va! Qué cuestionamiento es éste
si hoy estamos juntos enfrentados 
en el presente diálogo. 
Es cuestión de tiempo. 
Lo que suma siglos, de años, meses, días, 
horas, minutos y este segundo, el 
que te ofrezco para nuestro próximo 
encuentro dentro de cuatro mil treintaiocho siglos. 

                                                   Año 2019 


Sabe el amor 

No, no lo necesito. 
Pero supongo que volverás después de las carreras. 
La princesa no salió del coche. 
Solo se apeó junto a la entrada. 
Su lacayo llevaba polainas, esclavina 
Y sombrero negro. 
Me voy, adiós -Has sido muy amable. 
Ana dando un beso a su hijo 
se acercó a Alex y le tendió la mano. 
Este se la besó. 
Bueno hasta luego. Vendrás a tomar el té. 
¡Muy bien! Y salió radiante de alegría Ana. 
Pero en cuanto perdió de vista a su marido 
sintió el sitio donde había 
tocado sus labios y se estremeció 
con repugnancia. 

                               Año 2021 

El viento 

El viento se calló 
ya no tiene fuerza 
Y las hojas dejaron de volar. 
El solcito está escondido 
entre las nubes y el árbol. 
Un pajarito canta 
Chiu-chiu y otro co-co. 
Pla-pla dice aquel otro 
Y vuelve el con-con. 
Pasó una ola de viento 
Atraída por piu-piu 
Y las verdes claras hojas 
se mueven mirando el cielo. 

                                                Año 2020 

Gloria Liliana Ursic 
Buenos Aires, Argentina

Si tu compasión no te incluye a ti mismo, está incompleta. 
Jack Kornfield