Llegada a Río Grande
Tengo mi recuerdo desbordado de Sur.
Ojos de hielo que se mezclan con los míos.
En una madrugada arrancada por la fuerza
a la más larga de las noches,
llegamos mis sueños y yo, cargados de poesía.
Paisaje duro y nuevo.
Calles, costas, campos quemados de frío.
Horizonte de mar y barranco. Arenas heladas. Río.
El viento se deshilacha hasta detenerse,
en galas de estaño se proclama el día.
Se pierden las ausencias en la anchura de la tierra
y deambula mi mirada, insaciable,
capturando cada hebra de ese suelo.
Piso con pies de peregrino, con cuidado,
cada camino tatuado en piedras de esfuerzo.
Respiran profundo mis poros, para robarse el momento
y estallar frente al fuego que crepita adormecido,
encallado en la memoria, adentro y afuera.
Noche
Envuelta en el tiempo,
vigía de eternos secretos,
tallas madera y piedra.
Enciendes la antigua memoria
de la penumbra.
Cubres recuerdos
con vaivenes de mar.
Detrás de tu luna
se amparan los duelos.
Profundidad y misterio.
Entre tus negros,
sin brillo de estrellas,
renace el olvido
de cada día.
Ambos poemas pertenecen al libro AguaLuna
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De las cosas que tienes, escoge entre las mejores y después medita cuán afanosamente las hubieras buscado si no las tuvieras.
Marco Aurelio
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domingo, 4 de marzo de 2007
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