Pedro Pantaleón Paredes
Para paisano paciente y parsimonioso: Yo, Pedro Pantaleón Paredes. Pese a que puedo parecer pánfilo, pajuerano y pacífico, si veo una componenda o parcialidad, me pongo paranoico. Soy de piscis y patagónico, pues me procrearon y parieron en una pocilga de la provincia del petróleo. Padezco piel pajiza, parecida a un papiro y poseo papada. Paralelo a eso, soy un patriota patológico.
Supe tener un pingo de pelaje pampa con el que me paseaba por la pradera, pero por privación de pesos, se lo traspasé a un primo. Pavadas, payasadas y patrañas pueden producirme periódicas perturbaciones. Posiblemente pueda perfilarme penumbroso, pero para percatarme de pelafustanes, papamoscas y papanatas soy un particular y pasional espectador y me pongo pendenciero.
Para paladear parrilladas y beber pingüinos de patero, puedo parecer una piraña y suelo pecar de patán; pues, a papas, pan y pastas les escapo porque me producen pedorreras. Peino pelambre pediculosa y de pelilargas patillas. Para percibir penurias, pienso poco y padezco permanentemente.
Supongo que se percataron que poseo cierta propensión a perorar con la “P”. ¡Positivo! Para eso pagué lo que me impusieron los hispanos parlantes para emplearla a perpetuidad. En pocas palabras, al papanatas que piense poder usarla, tendrá que pagarme impuesto. ¡Piénsenlo!
En mi paradero, pernocto poco. Me permito permanecer pensativo, perseverando en perentorias peripecias. Perplejo, parezco perpetuarme en permisivos pensamientos. Para payar, me perfilo perito, pero soy un poquito plomo y proclive al pleonasmo. Parafraseo perfectas prosas paisajistas, pero porfío en perseguir personalidades perversas. Al populacho le permito perogrulladas, pero persevero, pertinazmente, en perfilarme pésima persona para persuadir a personajes petulantes.
Con Pepita, la pelona, soy pegote y me pienso pícaro y picaflor. En un pimpampum, me produzco la película. Me pongo el pijama, me perfumo, la piropeo y sin protocolos, peticiono su pesebre. Pepita Pantoja, primero pone pretextos, privatiza prioridades, pues padece prolapso; pero procaz, pestañea y, pronta, se dispone a la picardía. Los pezones de sus pechos se ponen de punta; preventiva, se zampa la píldora y plácidamente, se plancha aplastada contra el pasto, paralelo a una planta de paltas. El pastizal pisoteado, participa del proceder pecaminoso. Yo, Pantaleón, y ella, Pepita, pugnamos por empatar la supuesta pelea, pues para prosperar en ese pugilato, empatar: es provechoso y plausible.
El año pasado, me postulé para prefectura, pero no prosperé, pues ni pasé el preescolar. Hoy, para pergeñarme un porvenir provechoso, peleo con sorprendente personalidad; pues, mi ocupación de puestero es postrante y, podrido de peludear privaciones y pobrezas, padezco un precoz y prematuro perjuicio que, como una premonición, me impone a prejuzgarme como prisionero e impotente.
Suelo empilcharme con prendas pobres: un pantalón pardo, un pullover plomizo y apolillado, pordioseras zapatillas “Pampero” y un poncho prehistórico.
Probablemente, el problema de mis pobres privilegios proceda de Pascual Perfecto, mi padre: un prófugo y pringoso ex presidiario, que le pifió al pretender poseer prisionero al presidente de una agrupación de primera.
Pancracia, mi progenitora, era petisa y panzona y de pulposos pechos. Parió una punta de pibes, pero el primogénito, soy yo. A los pecados de mi papá, la vieja los piloteaba, pero peleaban por pavadas. Él, decía que su Pancracia era una petaca petulante y pestilente y que parecía de plástico. Ella, le imputaba su pesimismo, la pigmentación de su piel, el prepucio paspado y sus periódicas melopeas. En lapsos de destemplanza, lo puteaba y como padecía parkinson, le profería al rostro: ¡piltrafa de pacotilla!
Hoy, éste que parlotea: Pedro Pantaleón Paredes, es piquetero. Apretado contra un premolar, pito un porro. Si hay que pegar piñas a los policías, pego. Parcialmente tapado con un pasamontañas, entre provocativos paragolpes, parabrisas y pesados periodistas, transporto una pancarta, proclamando apasionadas peticiones. Próximo a mis compañeros, paramos en una plazoleta y pegado a una pira, me pongo pipón con un puchero popular.
Yo me pienso capaz de empinarme al palco y pronunciar una pomposa prédica, pero como soy un poco pueblerino y chapurreo pamplinas, me lo prohíben. Exponen que soy pletóricamente porfiado en pronunciar la “P”.
Puede ser. Para eso pagué. Por hoy, paro. Pero para la próxima: ¡Prepárense!
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Que tengas la fortaleza de continuar; la paciencia de intentarlo otra vez, cuando algo te resulte mal.
Que tengas la facultad de ver belleza, donde otros no la vean.
Que tengas siempre la esperanza de un sueño nuevo y la persistencia para cumplirlo.
Que tengas siempre la ocasión de ofrecer y compartir, y la sabiduría de esperar lo mejor del mañana.
Emisora radial FM Milenium, Buenos Aires
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domingo, 4 de marzo de 2007
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Emilio, despues de leer tus cuentos creo que estas para mucho mas que un trabajo de taller literario.
ResponderEliminarJulio R. Hernández