Nadie me lo pidió
Nadie me pidió
que mi espíritu tenga insistencias
en encontrar límites,
y olvidarlos a tiempo
en forma de nacimientos y luces.
Mis brazos son una expedición
a la inseguridad de la simetría.
Sublevan cegueras venosas
deslizándose sin cautela.
Me gustan tus tímidos aderezos
dando vueltas a la tierra,
buscando sus entrañas
sin olvidar que el día
se anilla entre mis dedos
y la difícil quietud de los vientos.
Llamo con toques de retina
a los siglos de tedio enfrascado
en ingratas líneas
de felicidad en tus manos.
Tanto pulo las palabras,
que si resbalo en ellas
caigo en la horma
de los sustantivos
que se adjetivan
al nombrarme.
Con todo, hay algunas
no dichas o no escuchadas.
Nadie me preguntó
si había aprendido a amar
hasta perder la duda,
que amanece en mis labios
forjados en tu risa.
que mi espíritu tenga insistencias
en encontrar límites,
y olvidarlos a tiempo
en forma de nacimientos y luces.
Mis brazos son una expedición
a la inseguridad de la simetría.
Sublevan cegueras venosas
deslizándose sin cautela.
Me gustan tus tímidos aderezos
dando vueltas a la tierra,
buscando sus entrañas
sin olvidar que el día
se anilla entre mis dedos
y la difícil quietud de los vientos.
Llamo con toques de retina
a los siglos de tedio enfrascado
en ingratas líneas
de felicidad en tus manos.
Tanto pulo las palabras,
que si resbalo en ellas
caigo en la horma
de los sustantivos
que se adjetivan
al nombrarme.
Con todo, hay algunas
no dichas o no escuchadas.
Nadie me preguntó
si había aprendido a amar
hasta perder la duda,
que amanece en mis labios
forjados en tu risa.
Ojalá pudiera
escribir
En mis manos caen gotas de rocío
y quedo contemplándolas,
sin saber en qué tiempos.
Anuncian densidades cercanas,
olvidos donde vuelven
amigos que amé,
escritos en caminos
con olores a pieles.
Nada tengo que olvidar.
En mis cuerpos
habita un minuto más.
Cuando no esté
no habrá recuerdos
acompañándome.
Marcas fugitivas en la arena.
A veces salgo exhausto a abrevar,
y voces como olas tibias
me envuelven
en mareas,
lunas y horizontes.
Cuando no quise beber el vino,
por no gastarlo,
se me agriaba en la copa.
El mundo vive fuera de mí,
y ya no indago
por insinuantes criaturas,
ni por quienes me preguntan:
¿a dónde te encaminas?
Quizá
no sea tarde
y me
aleje de sombras,
vuelva
con la próxima lluvia
a
caminar por la ciudad,
acostumbrado
a la
densidad de la tierra,
y
ojalá pueda escribir.
Poemas inéditos
Jaime Icho Kozak. Madrid, España
El autor ha presentado en mayo del corriente año, su libro Habrá otra vez, de Editorial Grupo Cero. Acerca de este libro, expresa
Teresinka Pereira:
¿HABRÁ OTRA VEZ?
La colección de poemas de Jaime Kozak
que tengo en mis manos, lleva el misterioso título de “HABRÁ OTRA VEZ (1)” sin
la interrogación que le he agregado. El poema que da el título dice:
Pregunté a los ancianos de las tribus
si puedo iluminar rostros en derivas amadas,
me respondieron:
cuando los pájaros
que anclan levanten vuelo,
no pedirán permiso.
¿Qué esperar sino el rayo
que devuelva al avaro la llave de la vida?
Habrá otra vez.
(pág. 79)
El tema es tan misterioso cuanto el
título y se presenta por eso con unos versos herméticos que abren una pequeña
luz de metáforas dejando al lector satisfecho por creer que lo ha entendido
todo. Los versos y el tema me recuerdan que en el pasado, debido a una gran
amistad que yo tenía con el poeta Henri de Lescoët, fui a visitarlo en Nice,
para entrevistarlo por ser candidato de la Asociación Internacional de
Escritores y Artistas al Premio Nobel de Literatura, en 2001. Cuando anuncié mi
visita, Lescoët, quien había sido amigo del poeta Jean Cocteau, me envió un
poema del mismo, que seguía inédito desde su muerte. Me decía en la carta, que
el poema era un aviso. Pero en aquella época yo no lo entendí muy bien. Decía:
Poema inédito de Jean Cocteau
Alto,
mi corazón
Es el final del viaje.
Partir
es vivir,
También
cambiar,
creyendo que se regresa
a
esta edad
en la cual se escarnece
del peligro.
(Traducción de Teresinka Pereira)
Llegué a Nice unos días después y
Henri de Lescoët acababa de morir, a los 95 años de edad, sin llegar a recibir
el Nobel. Entonces entendí el poema que me había enviado. Desde entonces el
tema me dejó recelosa…
Sin embargo Jaime Kozak siendo tan
excelente como estos poetas citados, es todavía joven comparado con ellos.
Parece que se siente maduro, de una madurez positiva, como lo dice en su poema
“La madurez no es la muerte”: “es el fuerte puño/ que cubre el pan”. (p.87).
Todo en el libro me parece listo, no por vejez, sino por la “certeza de muertes
próximas”. Y es que la muerte de amigos nos dejan culpables, por mayores que
sean ellos.
Uno puede empezar a sentir el peso de
los años con mucha antecedencia, como el dramaturgo romano Terencio que a los
treinta años ya decía que “La vejez es en sí misma una enfermedad”. Pablo
Picasso no creía lo mismo, porque a los 92 años decía: “Lleva mucho tiempo para
volverse joven”. De esto vemos que edad, vejez, madurez es cuestión de sentir
las circunstancias. Jaime Kozak dice en el poema “Sólo hay que andar”:
Veo
frondosos valles de vejez,
mientras
me palpo el mentón
en acercamientos acuosos.
(p.50)
HABRÁ OTRA VEZ es un libro de tres
partes: FÁBRICA DE ALMAS/ LITURGIA PARA UNA OREJA/ HABRÁ OTRA VEZ. Cada parte
corresponde a una etapa de vida, de la más joven a la mayor y tiene una buena
unidad de temas y estructuras. En la primera parte, en el poema con el
sugestivo título “Al otro lado del libro” encontramos que desde el principio el
tema de la vejez gana el peso que va a dominar el conjunto. Por eso el libro se
hace tan interesante para el lector de cualquier edad, porque lo que se tiene
miedo al final no es a la vejez, sino a la muerte, principalmente la muerte del
amor, estando uno todavía vivo. Es el miedo de vivir solo y sin amor. Pero la
poesía del amor no muere nunca. Tampoco envejece, aunque uno pueda pensar que
sí se puede. En esto, para finalizar, quiero citar los versos de “Al otro lado
del libro”:
Trabajo el oficio de envejecer
donde no flojea el horizonte,
y la bella constancia
de lo que va a decirse,
se repite exactamente
sin trascendencia
como un saludo
incomprensible.
(p.24)
Todos queremos la madurez de la poesía,
y queremos a la vez que no envejezca nunca…
(1) Kozak, Jaime: HABRÁ OTRA VEZ.
Madrid, España. Editorial Grupo Cero. 2014
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Desde que me cansé de buscar he
aprendido a hallar.
Friedrich Nietzsche
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