domingo, 22 de junio de 2014

Elsa Solís Molina

El Mimo

Caminar por el Paseo de Gracia es un constante descubrimiento… En dirección a la Plaza Catalunya cuesta un poco más, el camino se va empinando… a la vuelta es bajar casi apurando el paso… En las plantas bajas, casi todos los edificios tienen salones comerciales pero alzando la vista se ven artísticas rejas y balcones con la historia particular o colectiva de sus ocupantes.
Dan pena algunos balcones desnudos de flores y plantas, pero aun más, los tallos resecos que acompañan casi siempre a una hipotética situación de abandono… Ya sea de inquilinos o la clara imagen de alguien que ya no tiene la hermosa ilusión de cuidar una planta, atisbar sus pimpollos y una tarde de primavera, asistir al deslumbrante espectáculo de casi percibir el rayo de sol, que apresura la plenitud de su paso a una rosa aterciopelada.
Cada rostro que se cruza en el camino es una historia. Las jóvenes con los últimos adelantos de la moda, recorren las casas con escaparates coloridos y maniquíes luciendo lánguidamente los últimos modelos de París, quizá auténticos, quizá copiados hábilmente por alguna modista ingeniosa. Grupos de turistas chinos, siguiendo el paraguas en alto de la guía catalana, últimamente guiándolos a través de un micrófono sujeto en su pecho. Hasta hace poco se reunían en corrillo, hasta que ella les relataba historia o arte como complemento de cada monumento o casa, fuente o museo.
La pareja de ancianos, abrigados y lentos, tomados del brazo hasta entrar en la cafetería.
El ama de casa con su carrito para el mercado, la anciana paseando a su perrita, los pianistas en la plaza frente al Banco, con su bote a medias tendrán que seguir unas horas más, para poder comer una tapa cada uno… Frente a la terraza de la plaza del Pino hay un artista de oficio que con solo caminar en veinte metros, primero despierta la curiosidad de la gente, simplemente caminando con su bombín y una especie de smoking… De pronto, comienza a caminar muy junto de alguna pareja o señora sola, o familias con niños… Sólo como buen mimo, imita alguna particularidad del elegido. Con infinito respeto sin ningún movimiento o mirada hacia quien acompaña, lo saluda respetuosamente haciendo un ademán hacia su sombrero… La gente de la terraza ya va sonriendo… El mimo elige ahora a otro caminante, imita su modo de caminar o ademán de llevar al perrito, o sacándose el smoking a medias… Allí deja al elegido, que sonriendo se aleja… Dos jóvenes alemanas entran sin saber de qué se trata al ámbito de actuación del mimo… Inmediatamente, él se acerca (con las sonrisas ya del público), otros, ya detiene su paseo al notar las risas y aplausos de los que están en las mesas… El mimo, calculando los tiempos, sabe que llegó el momento de saludar con su bombín, al mismo tiempo que se acerca al público con una sonrisa y recoge artística y elegantemente, una lluvia de euros…


Elsa Solís Molina. Rosario, Santa Fe, Argentina. Reside en Barcelona, España


--
No podemos tener una idea exacta del que jamás se calla.
Maurice Maeterlinck
--
                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner