Hilos y tramas
Era un hombre muy especial. Al
nacer, por esas curiosidades de la naturaleza, le había quedado suspendido el
hilo de la vida. Permeable a los peligros diarios, tuvo una infancia de
sobresaltos y cuidados excesivos por parte de su madre quien a cada paso le
repetía la palabra “¡Cuidado!” acompañada de todas las posibles recomendaciones
según las circunstancias que le tocara vivir.
Creció frágil y
peligrosamente vulnerable, sus allegados lo definían como un ser retraído y
tímido. En plena juventud conoció a una muchacha de la cual se enamoró. Daba
vueltas y vueltas para acercarse a ella con el fin de demostrarle sus
sentimientos, pero no se animaba. Dio tantas vueltas que al final, quedó
enredado en su propio hilo. Por último, decidió invitarla a dar un paseo.
Cuando estaba en lo mejor de la caminata, aunque el nerviosismo lo dominaba,
orientó el diálogo hacia sus intereses; no sabía qué hacer con el hilo de la
vida hasta que se encontró enrollándolo en el dedo índice. Esta actitud que
denotaba la transparencia de sus sentimientos, emocionó a su amada y le valió
el triunfo de sus aspiraciones. Selló este pacto de amor enrollando el hilo de
la vida a la cintura de la muchacha.
Vivieron su romance por un tiempo.
Cierto día, ella sintió que se
ahogaba (era el hilo de él que le estaba oprimiendo el cuello). Con
desesperación, dio un fuerte tirón para zafarse y tratando de poner la mayor
distancia posible entre ella y su enamorado, salió corriendo.
Grande fue su estupor cuando al dar
vuelta la cabeza, alcanzó a divisar un montículo de hilo cuyo tamaño era la
altura de un hombre.
Bertha Carou. Lincoln, Buenos Aires,
Argentina
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El que no ama siempre tiene
razón: es lo único que tiene.
Antonio Gala
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Analía Pascaner