Poeta de vida deshilachada
Nosotros
éramos los transeúntes por el laberinto de las calles del barrio viejo. Tú, el
mendigo que deshilachaba su vida en el papel; la boina, como cuenco sobre
adoquines, casi vacía del lirismo de los peatones. Hambrientos de poesía,
compartimos vino y pinchos contigo mientras intentamos descifrar, tirando de
los hilos, el jeroglífico en tu papel dibujado. Te despediste con prisa porque
te esperaban en casa. Tu hogar, frondosos castaños y tu cama, dura piedra de un
banco, donde la noche desataría el enredo de tus sueños; la boina ahora
resguardándolos. Nosotros te mirábamos desde el balcón de nuestro veraneo.
Versos parásitos
Cada
uno de mis versos, un parásito del fracaso.
Como
insectos las letras se expanden con la sangre embebida
de
tantas ilusiones que sólo fueron eso,
de
tantos sueños que parecían ciertos,
del
desarraigo diario en el que creo estar viva.
Fracasos
que me hacen ser náufraga eterna.
Desde
un cayuco envuelto en tempestades
viajo
en una espiral que nunca tiene fin,
viaje
por el que todavía sigo en deuda,
¡tantas
veces robé entre hundidos tesoros!
Fracasos
que me cubren con barniz cristalino,
frágil,
vulnerable y a la vez transparente,
una
capa que pretendo no existe,
pero
vosotros y yo al tacto la sentimos
helada
y resistente.
Cuando
el fracaso ya no sea el nutriente de mis versos
con
los que creo triunfé sobre las pérdidas
-
la ilusión de victoria -
estaré
derrotada para comprender en un instante
que
sólo el amor me rinde.
Polvareda de estrellas
Mientras
la polvareda levantada por mis vagabundos pies sea de estrellas
y
esparcir pueda en mis oídos y ojos el polvo de las que son fugaces
y
así ni vea ni oiga encendidas de rencor como chispas de alfileres
esas
voces que me duelen;
si
puedo esparcir ese polvo en los rincones de mi casa
para
que cuando la traición llegue
descubrir
cómo pule el engaño hasta que reluciente
parece
una verdad tan real como es la luciérnaga o la constelación;
mientras
pueda recoger el polvo de las estrellas en mi cesta
y
espolvorear con él todo lo que pareció deslucido amor o amigo
y
mis ojos puedan vislumbrar ese brillo de arena
en
la sonrisa de un viejo cuando mira a los niños;
mientras
sea posible que ese polvo, harina centelleante,
se
me pegue en la piel para hacerme visible,
para
haceros visibles,
no
tendré que acostumbrarme nunca a esta lluvia de cuchillos y látigos,
a
esta merma prosaica que supone la vida,
si
no llego nunca a acostumbrarme
y
puedo seguir viendo un destello de luz resplandecer en los añicos de las
estrellas rotas
sin deslumbrarme
es que estoy viva.
sin deslumbrarme
es que estoy viva.
Áurea López Quiles. Alicante, España
--
Te conocerás a ti mismo en cuanto
empieces a descubrir en ti, defectos que los demás no te han descubierto.
Friedrich Hebbel
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