¿La vida es frágil o fuerte?
En el
tren estaba sentado al lado de un muchacho que leía “Adiós a la filosofía” de
Cioran.
Miré
de reojo el texto y leí la palabra “escupitajos”.
Cuando
bajé caminé unas cuadras y entré a una librería con la curiosidad del libro. Me
atendió una anciana muy vital que echaba chispas desde unos ojos muy claros.
Parecía
la dueña y protestaba sobre alguien de su familia, un empleado le prestaba
cierta escucha mientras acomodaba unos libros en los estantes más altos.
La
situación me desubicó -creo- porque en vez de preguntar por el libro de Cioran
le pregunté ¿La vida es frágil o fuerte?
La
anciana bajó desde aquella nube donde expresaba sus problemas familiares y se
dispuso a una respuesta:
Soy
catalana. A los 14 años por una enfermedad estuve en coma por 4 días. A mi
madre le dijeron que no podría hacer el equilibrio necesario para caminar.
Y la
pobre quería dejarme en cama. Pero yo no me quedé. Me levanté, me caí y me
desmayé. Luego conseguí andar en patines, me caía y me volvía a levantar.
“Me
caigo y me levanto” decía una y otra vez.
Vivíamos
en una chacha en Entre Ríos, al poco tiempo anduve a caballo.
Y
seguí andando a caballo hasta unos años atrás. Tiré todo lo que me sujetaba.
Tuve
hijos. 7 nietos. Y aquí estoy.
Pero
le costó la vida a mi madre.
Ella
que me veía tan frágil se murió a los 53 años.
La
felicité. Me fui pensando que la vida es frágil y fuerte a la vez.
*
Miró
la ventanilla. Por instantes era verse en un espejo.
Y
pudo ver, no la extensión de la llanura. Sino la profundidad del desamparo en
su mirada.
*
En la
memoria de su madre siguen inamovibles lo vivido en la casa de sus abuelos.
Otras
cosas deben haber desaparecido para siempre…
Pero
el cabo Chitrangula sigue entrando desde las vías a los fondos del terreno para
robar gallinas y el viejo Nicola Zucca -su abuelo-, sigue disparando una
perdigonada que ilumina la noche.
-No
dispare don Zucca… soy yo, Chitrangula, -se animó a decir el cabo.
El
resto de la historia vuelve a la oscuridad.
Tokio norte
La
anciana viene por la calle empujando un changuito de supermercado. Levanta la
cortina. Cuando entra saca del changuito a un perrito de tres patas. Adentro la
espera como único habitante visible un gato negro echado sobre una mesa de
billar.
En el
frío de los techos altos unos fantasmas que resisten irse pueden ver cómo la
pequeña anciana cumple todas las mañanas con la secuencia de un ritual los
pasos necesarios para abrir ese espacio de nostalgia que tiene la escenografía
de un bar con billares.
*
El
tren se detendrá pocos minutos. El hombre baja a estirar las piernas.
Cuando
volvió a funcionar el tren -se entera en el andén- no había nada fuera de la
estación y unos pocos habitantes. Al poco tiempo construyeron una enorme
iglesia, que ocupa una manzana completa. La estación tiene su publicidad en una
enorme cartelera: “Pare aquí de sufrir”, más abajo se leen horarios de culto
para la semana.
El
hombre abre una pequeña agenda y anota, espero no necesitarlo -se dice- pero
por las dudas se lleva anotado:
“Reunión
de los casos imposibles. Domingos 18 horas.”
*
En el
andén una gitana lee las manos de los recién llegados que la aceptan.
“Cuídese
de la gente que no da nada… y más aun de los que viven colgados del cuerpo de
los otros” -le dice al joven que fui y prometió no olvidarlo.
*
Un
hombre viejo vivía en un vagón abandonado que originalmente fue del ferrocarril
Santa Fe.
Su
hogar y lugar de trabajo era una carbonería que quedaba a 200 metros de la
estación terminal del tren de trocha angosta. Fue ferroviario.
Fue
testigo de años de historia ferroviaria:
“Entré
de pibe, era auxiliar de instalaciones, creo que fue en 1952, un poco antes de
la muerte de Evita. Y estaba cuando cerraron el taller, cargaron todo en
vagones: máquinas, locomotoras, herramientas, todas apiladas como chatarras,
había una máquina que permitía girar y agujerear en 360 grados, hermosa, una
belleza, se llevaron todo y nunca supimos adónde”.
-Decía
mientras pesaba leña de quebracho en “La Mulatiere”- Una balanza que se usaba
para pesar carros. Puede pesar de un gramo a 30 toneladas. Se lee en letras de
hierro un nombre que expresa la lejanía de quien la fabricó:
B.
TRAYVOU CONSTRUCTEUR.
Durante
años fue juntando como un ciruja los objetos ferroviarios que se tiraban a la
calle cuando se cerraban ramales y se vaciaban edificios enteros.
-Quiero
hacer un museo en la estación de Berra donde vive mi familia.
¿La
estación que preservó su familia como casa llegará alguna vez a ser un museo
ferroviario?
¿Será
cumplido el sueño de Don Tito?
*
Viaja
sin respuestas por la vida. El psicólogo que le vuelve a preguntar:
¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Cómo?
Y él
sin respuesta. Ni siquiera para contestar con una ironía: “en el tren de las
10.40 hs”
*
Le
dejó su tarjeta, un modo de dejar su nombre en el recuerdo de otro, en este
caso del joven vecino de asiento que ocupaba la ventanilla y que desistió de la
indiferencia para conversar. El hombre de la tarjeta tiene 75 años y viaja a
recibir su título universitario. Con glaucoma y cataratas a cuestas ha logrado
aprobar todas las materias y llegar al mismo título que no pudo lograr su hija,
detenida desaparecida por la dictadura. Ese compañero circunstancial de viaje
encuentra años después la tarjeta entre papeles apilados y la lee: Alberto
Ramón Acosta. Fotógrafo Acosta.
Textos tomados
de Inventiva Social,
publicación editada y dirigida por Eduardo Coiro, Buenos Aires, Argentina
http://www.inventivasocial.blogspot.com
http://www.inventivasocial.blogspot.com
Eduardo Coiro. Temperley, Buenos Aires, Argentina
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De nada sirve al hombre
lamentarse de los tiempos en que vive. Lo único bueno que puede hacer es
intentar mejorarlos.
Thomas Carlyle
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Qué decir de estos relatos, todos me atraparon desde el comienzo al final.
ResponderEliminarEstas historias que atraen, son breves y pasan por distintos estratos de la vida son un lujo para el lector.
Saludos
Betty Badaui
gracias Betty por tu amable y cariñosa lectura, un abrazo
EliminarEduardo, mas textos en :https://www.facebook.com/CansadoDeTriunfar?ref_type=bookmark
Gracias, querida Betty, por leer los relatos de Eduardo.
ResponderEliminarUn gusto incluir tus textos, querido Eduardo. Gracias.
Saludos cordiales para ambos, mis mejores deseos cada día
Analía