El día que no fuimos nada
No sabíamos explicarlo, pero muchos preferíamos indagar en
la mitad de todas las cosas. Andábamos en problemas mayores propios de una edad
menor y no malgastábamos el tiempo en decidir si queríamos ser abogados,
biólogos marinos, ministros, ingenieros de telecomunicaciones o dentistas.
Mientras progenitores y educadores parecían juzgar como un lujo burgués nuestra
indiferencia en trance tan fundamental, nosotros les ignorábamos con educación y
sufríamos el acoso constante de todo tipo de espejos. Nos devolvían
magnificados pequeños cráteres, que brotaban cada pocos milímetros de una faz
todavía difusa, pintada a mano alzada y con prisas. Un retrato robot de rasgos
que solo se apuntaban. La incógnita perfecta con la que guarecernos de un
futuro que aún parecía una amenaza lejana, casi irreal. Lo único indiscutible
era que odiaba las matemáticas. En justa venganza, elegí letras mixtas.
Asignaturas obligatorias: literatura, latín y matemáticas.
David Lechuga Fernández
Nació en Jaén. Reside en Madrid, España
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