Vida de papel
Toda mi vida fue de papel: Papel de
cartas enviadas a España por barco y de cartas con respuestas atrasadas, de
cuadernos de hojas rayadas, de libros prestados, de revistas de historietas.
Papeles para no dejar entrar al sol por las rendijas de la prefabricada.
Papeles gruesos de diplomas, de logros,
papeles finos, livianos, para mandar noticias por carta de vía aérea. Papel
cartulina de barajas engrasadas que disfruté con “el viejo”. Y después, papeles
con los primeros versos, los del primer amor y la primera frustración.
Luego hubo papeles de trámites, de
documentos, de libreta de familia, de hijos que nacen… De uno que muere. Papel
glacé de Jardín de Infantes, de diplomitas, y otros con las primeras letras: “Mamá te amo”.
Papel de servilleta dobladita del Hotel
aquel. Papel de un día cualquiera, encima del plato: “Pa, te dejé la comida en la heladera. Un beso, soy tuya”. Papeles
de cheques emitidos y cheques rechazados, de recibos, vales, facturas… Papeles,
papeles y más papeles.
Papeles con firmas que aún pesan,
timbrados, sellados, con apostilla de La Haya. Papeles de escrituras,
contratos, intimaciones, de impuestos, de servicios, servicios y más servicios.
Y carpetas de papel para guardar todos los papeles.
Papel de pasaporte para visitar la
tierra donde uno nació. Visados con ilusión a la ida y con mucha alegría a la
vuelta. Decenas de papelitos traídos para atesorar recuerdos. Papelitos con
apuntes para recordar una cita, un trámite, un teléfono y varios chistes que me
hicieron gracia.
Codiciados
papeles del Banco de la Nación Argentina
de curso legal, conseguidos con sudor y algunos extranjeros para paliar
inflaciones y que duraron poco. Papeles de almanaques que se van a la par de
uno.
Papel higiénico, servilleta, y
pañuelitos. Papel de periódicos, volantes, avisos publicitarios, afiches
políticos, anuncios de espectáculos. Papeles decorativos, engalanando la casa.
Fotos de los afectos de hoy y de siempre. Miles de fotos con hijos, nietos,
viajes, acontecimientos y aniversarios. Papeles de mis libros preferidos.
Papeles convertidos en cuentos y novelas, escritos por mí y que alimentan mi
ego. Y un canasto con papeles descartados.
Papeles reveladores, de insólitos
secretos, sorprendentes confesiones y esperanzadoras promesas. Un papelito de
colores, acompañado de un inocente beso que me embriaga el alma: “Abu ti amo”.
Un papel de receta médica, un carnet de
cobertura, una orden de internación de letras enmarañadas con diagnóstico
incierto. Un papel en el tercer piso, otro en el subsuelo, otro en Rayos, otro
en Análisis y otro en Administración: ¿Trajo el papel, y el otro, y el otro? ¿Y
el otro?… … ¡Falta un papel!
Papeles, millones de papeles en una
sola vida. Papeles que pesan más que uno, más que la consciencia. Papeles y más
papeles y al final:
“Certificado de defunción”
Este cuento obtuvo el 2ª puesto en el
Concurso literario organizado por la Biblioteca de San Antonio de Padua, Buenos
Aires
Emilio Núñez Ferreiro
Escritor de Barcelona, España. Reside en San Antonio de
Padua, Buenos Aires, Argentina
Cuánta verdad, el final me sorprendió, muy bueno
ResponderEliminarSaludos
Betty
Gracias por tu lectura y tus conceptos, querida Betty. Que estés muy bien
EliminarHola Emilio, te felecito por el cuento me pareciò genial, por el premio, tenès tanta razòn tanto papel y tanta cosa y al final te
ResponderEliminardan un diploma :Certificado de defunciòn.
Un abrazo.Elba
Gracias por tu lectura, Elba. Coincido contigo.
EliminarSaludos cordiales
Analía