En un tiempo
En un tiempo de arrabales
y perdidas callejuelas,
entre brumas de la tarde
las horas se hacían pequeñas,
y el mate se entibiaba
acunado por las manos
que cansadas se rendían,
en aleteo de pájaros.
Al envolverme la noche,
surgió un silbido lejano,
su melodía ocupaba
mi esperanza de arcanos.
Aguijones mi cabeza
En recuerdos se partía,
Y fue tu perfume, promesa,
De una brisa de caricias.
Fugitiva
Fugitiva de las horas y los
días,
Fugitiva de la cárcel de
memorias
soy cautiva en cada etapa
con los grillos de la pena
incrustados a la espalda.
Acantonada en mi fangal
y, venial en la queja
dejo celdas, a sabiendas
de otras celdas,
trepo muros
a sabiendas de otros muros.
Viva y de pie.
Errabundo
Camina, el caminante errabundo,
Famélico de guías,
De cartas fluviales, tan azules,
De aire sin hedores,
De rostros sin espasmos.
Camina como arriero
De su propia carcaza,
De sus amigables incertidumbres.
Marcha,
Fabula playas
Que no ha visto
Y arenas de bronce.
Allí se tenderá
Esperando los trotes del viento,
La espuma que lo acune.
El fin de los caminos.
Vieja agenda telefónica
Nombres y más nombres.
La dirección borrosa,
la característica telefónica
ya inexistente.
Rostros que son,
que fueron
y alguno olvidado.
Personajes truculentos.
Conocidos ocasionales.
Familiares lejanos.
Amigos de siempre.
Combinaciones caprichosas
De iniciales heredadas.
Cada tanto brota
Un nombre diluido
y alias encomiables.
Letras, números y letras
En mis manos de titiritera.
Mágicamente, algún renglón
remarcado, refulge
en el recuerdo.
Otros desaparecen
o se
sustituyen
por un nuevo sonido
con nombre y domicilio.
Señas bosquejando
lejanas facciones
y algún impreso
con su morada perdida.
Absueltos
que brotan en esperpentos
de lo que fueron.
Y están los muertos, instantáneamente,
bajo el trazo firme
de una línea recta.
Del libro de la
autora: Los Indicios
Haidé Daiban
Buenos Aires, Argentina
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