La hora de los zorros
Si un zorro cebado se mete en tu
movido gallinero,
¿qué esperás?, ¿qué se convierta
en ciervo?,
¿en ardilla?, ¿o que se eche a
dormir
y a roncar por largo rato?
Como zorro,
ni lo dudes, y aunque de pronto
livianamente
se ponga a bailar cumbia, hip
hop
o vallenato, llegado el momento
te abordará
por donde menos te lo esperes,
y hará saltar
las calientes alambradas a toda
su manada,
siempre ansiosa de un lugar y
de alguna presa fácil.
Si un zorro cebado se mete en tu
movido gallinero,
¿qué esperás?, ¿qué se convierta
en ciervo?,
¿en ardilla?, ¿o que se eche a
dormir
y a roncar por largo rato?
Como zorro,
ni lo dudes, y aunque de pronto
livianamente
se ponga a bailar cumbia, hip
hop
o vallenato, llegado el momento
te abordará
por donde menos te lo esperes,
y hará saltar
las calientes alambradas a toda
su manada,
siempre ansiosa de un lugar y
de alguna presa fácil.
Hay un aire tenso a la redonda
Carta a los poetas y amigos
Hay un aire tenso a la redonda, más firme
y enrarecido cada hora, como para morder,
mal respirar, o ser trozado por cuchillo.
A la vez, en los suburbios lejanos parece
todo más inhóspito, entre cardos, casas a
medio terminar, y un afiche con promesas.
“Y ahora qué”, algunos se preguntan, sin
más, mirando el aire (que parece temblar)
y sintiéndose en la soledad más absoluta.
Aunque todos presumen, temen, intuyen,
que el tiempo será lo que será, para ser
vivido con las defensas que se puedan.
“Ahora caímos en la cuenta”, ya se oye
en las calles, en esas y otras palabras,
como atisbo de mea culpa o confusión.
La precariedad, la liviandad, desnudaron
su existencia, también la gula, el odio,
que sobrevolaron siempre el horizonte.
La historia, cada día, comenzará a decir
sus cuitas. En el lenguaje que bien sabe.
Carta a los poetas y amigos
Hay un aire tenso a la redonda, más firme
y enrarecido cada hora, como para morder,
mal respirar, o ser trozado por cuchillo.
A la vez, en los suburbios lejanos parece
todo más inhóspito, entre cardos, casas a
medio terminar, y un afiche con promesas.
“Y ahora qué”, algunos se preguntan, sin
más, mirando el aire (que parece temblar)
y sintiéndose en la soledad más absoluta.
Aunque todos presumen, temen, intuyen,
que el tiempo será lo que será, para ser
vivido con las defensas que se puedan.
“Ahora caímos en la cuenta”, ya se oye
en las calles, en esas y otras palabras,
como atisbo de mea culpa o confusión.
La precariedad, la liviandad, desnudaron
su existencia, también la gula, el odio,
que sobrevolaron siempre el horizonte.
La historia, cada día, comenzará a decir
sus cuitas. En el lenguaje que bien sabe.
Buenos Aires, 5
de diciembre, 2015
Un breve poema bucólico
a mi madre, en memoria,
que hablaba del tiempo
Qué tristeza, ¿no? Estuvo lloviendo
a torrentes y una parte del parral
se está secando. No es buen tiempo
para sembrar, parece, ni para mirar.
Las nubes están bajas, muy bajas, y
sólo se ve niebla, o alguien que está
triste o intenta disimularlo o habla
del tiempo o inventa un chiste. Así
es la historia de la siembra. Nadie
se engañe, nadie se ufane. Una flor,
para que aparezca, es un milagro.
Buenos Aires, 16 de febrero, 2015
a mi madre, en memoria,
que hablaba del tiempo
Qué tristeza, ¿no? Estuvo lloviendo
a torrentes y una parte del parral
se está secando. No es buen tiempo
para sembrar, parece, ni para mirar.
Las nubes están bajas, muy bajas, y
sólo se ve niebla, o alguien que está
triste o intenta disimularlo o habla
del tiempo o inventa un chiste. Así
es la historia de la siembra. Nadie
se engañe, nadie se ufane. Una flor,
para que aparezca, es un milagro.
Buenos Aires, 16 de febrero, 2015
Eduardo Dalter
Buenos Aires, Argentina
Muy buena oportunidad para releer a Eduardo. Gracias, Analía. Un abrazo.
ResponderEliminarJosé Tallarico
Gracias por tu lectura, José.
EliminarSaludos cordiales