Alma de desierto
A una piedra de Córdoba
Ah, silenciosa
y circunspecta,
gris, con alma de desierto.
En mi extrañeza humana
cae tu firme soledad
hacia el instante de luz,
como de plata.
Y veo allí secretos
de pájaros antiguos
y el silencio de hombres
rompiendo minerales,
buscando tu belleza
de cuarzo, tu fragmento
de estrella.
Resplandeciente
y oscura,
sigilosa,
raíz de la montaña.
Sólo los puros amarán
tu abatido magma
disuelto,
el cristal apagado.
Rigurosa piel, quebrada y viva
El musgo y la calma
Solo, en la penumbra,
el sobreviviente del mar
tiende su planicie verde
sobre la larga pétrea
y descansa
Cómodo en el muro
instala sus vegetaciones
de
orden
y
constancia
y como el antiguo reptil
que lo horadaba,
ama la húmeda
colonia
de la sombra.
En espera silente,
busca
en el cielo
el ángel de la lluvia
y su médula seca, entonces,
bebe el diminuto manantial
pasivamente
Es bueno sentir
su
presencia
compañía de la calma
y el silencio.
Pisadas ausentes, a veces
lastiman ese pequeño, gran mundo
esparcido
o un caballo, también,
roza la frágil, fina capa
de
verde, verde musgo
¿Hay lágrimas?
Todos hemos pisado,
alguna
vez,
el tendido musgo,
nuestra calma.
Poemas
anteriores pertenecen al libro El Musgo
y la calma, Ed. Botella al Mar, 2013
La finitud
Es un muro que nos espera
o la sombra de ese horizonte
que aún lejanamente
vislumbramos.
Se encuentra entre la luz y las
cenizas
entre el alba y la noche
entre la vida y la muerte.
Queremos olvidarla,
hacerla desaparecer
taparla con una túnica verde
con árboles a los costados.
Pero está,
muda y remota,
invencible,
como una bella roca,
esperando en el final del
camino.
Último poema
pertenece a Caminos. Ed. Botella al
Mar, 2009
Amalia Mercedes Abaria
Capital Federal, Argentina
Amalia, tan lindo leerte en la revista de Analía, con sus selecciones tan bien escogidas.
ResponderEliminarTe envío un abrazo
Betty
Aprecio tus conceptos, querida Betty. Que estés muy bien
EliminarMuy lindo material, Amalia. Gracias. Laura.
ResponderEliminarGracias por tu lectura, Laura. Que estés muy bien
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