La muerte no puede con todo
Apareció,
un día cualquiera, un blog con su nombre completo, para que no haya dudas. Sus
fanáticos de siempre lo leían y releían y ya se hablaba en los foros. Relatos
Minificciones, poemas, cuentos…
El
mundillo de las letras se conmovía y los expertos decidieron que eran obras
originales, inéditas, que alguien había tenido acceso a sus archivos y decidió
publicarlos en la red. ¿Por qué así? Cualquier editorial lo hubiera aceptado
gustoso. Se estaba perdiendo ventas seguras el privilegiado – posiblemente
familiar, amigo íntimo - desconocido, envidiado por muchos, seguramente.
Había
sido un escritor prolífico en vida. Pasó el tiempo, medida convencional de
nada, y nuevas obras…
Hasta
que se convirtió en una obra póstuma tan extensa que la certeza derivó en dudas
metafísicas. Y ahí ya hubo una sola certeza: la necesidad de escribir no puede
detenerla ni la muerte.
El mito
Del Morocho del Abasto todas sabíamos que era morocho pero
la separada del fondo afirmó que era teñido, y la de la ochava aseguraba que
sus guitarristas tocaban sentados porque él era muy petiso y la pedicura de los
viernes apuntó: a Carlitos Gardel, los zapatos se los hacían a medida para
respetar juanetes y callos; la planchadora contó que el morocho era de cuerpo
escaso pero que un ambo especial lo hacía parecer robusto.
La del delantal de cocina decía que lo había visto en un
baile de carnaval; pero si ha muerto en Medellín contestó la manicura; eso es
mentira refutó la rubia (arrepentida) en volumen de secreto (¿por qué se bajará
la voz también para contar secretos a mucha gente?): Carlitos y Aguilar
sobrevivieron pero el morocho quedó desfigurado y vive escondido. La de los
ruleros azules se reía en forma estentórea (siempre quise usar esta palabrita) ¡qué
va a estar vivo, qué va a estar!, a lo que la hija de la peluquera mencionó
una foto que lo mostraba saltando del avión después del accidente y la del
termo (yoruga, para más datos) concretaba: esa no era una foto sino una
infografía (como ninguna sabía qué era una inf… nos callamos, en especial para
no desnudar nuestra ignorancia, que es la más impúdica de las desnudeces) y
agregó: Carlitos ha nacido en Tacuarembó y yo también lo vi dijo la pelirroja
(cuya palabra es irrefutable porque es la mujer del kinesiólogo que es casi
como un doctor, salvando las distancias, claro) en una revista extranjera cuyo
nombre no venía al caso.
En definitiva, todo es relativo y aunque Gardel nunca
existió, cada día canta mejor.
El ritmo
Por favor, sea breve -dijo el relojero -debo poner en orden los
relojes. El ritmo del tiempo es mi responsabilidad. Un error podría ser fatal
para la Humanidad. ¡Y para el resto del Universo! En el Génesis la marcha era
acorde, pude ocuparme de otros asuntos: conciliar con Abraxas, regular a los
demiurgos y otras tareas. El tiempo no pasa en vano y mi misión es promesa de
futuro. No lo digo por soberbia. Soy Dios, sólo soy Dios.
Desde el
ajedrez de los niños
La bruja abrió el Libro Amarillo y
recorrió sus páginas sanguinolentas. Escudriñó a un lado y a otro para
asegurarse que nadie la espiaba y cuando estuvo segura que estaba sola buscó un
potaje secreto y el espejo mágico para embellecer su rostro, quería conquistar
al nuevo verdugo. Hombre fiel al Rey Blanco y a sus deberes podría
suministrarle cabezas decapitadas para sus experimentos. Cuando vio que el día
se desmoronaba en nubarrones negros como su alma se acercó volando a la casa de
su futuro cómplice. En su ansiedad olvidó cambiar su ropa pero en un toque
mágico se vistió de lila. Esperaba ansiosa que él la recibiera.
-¡Verdugo!
-gritó frente a su puerta, las paredes se estremecieron -tengo algo importante
que ofrecerte -simuló con una vocecita sugestiva y casi femenina -Tú que eres
el temor de todos los reyes y peones podrás vivir por siempre si hacemos un
arreglo.
Silencio.
-¡Yo no tengo miedo de los reyes ni peones!
-bramó el verdugo -¡Fuera, de mi puerta, vete! -gritó de tal forma que el Rey
Negro que cazaba por las cercanías los escuchó. Y también sus alguaciles que en
tiempo de paz tocaban en sus laúdes canciones a las Reinas que jugaban con las
Torres.
Los caballos
blancos relincharon fiero y la Reina Madre Blanca cuchicheó con su par, la
Reina Madre Negra, porque a las Madres no les gusta la guerra, y cubrieron de
polvo los ojos de la bruja que se retiró desarrapada y sucia y el Verdugo no
abrió nunca más su puerta. Allí quedó esclavo.
-Los peones no tienen que preocuparse todo será
paz y alegría porque -sonrieron -los hombres no existen.
Ada Inés Lerner
Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina
Analía querida, gracias por difundir mis textos.
ResponderEliminarHe leído otros textos que has seleccionado y felicito a sus autores y a tí por elegirlos.
Voy a enviar a amigos escritores esta revista para que te visiten y colaboren.
Te cuento que abrí un nuevo blog para poemas míos y de poetas que considero merecen ser leídos.
http://empezarporcerrarlosojos.blogspot.com
Gracias a vos, querida Ada, siempre es un gusto publicar tus textos.
EliminarAgradezco tus palabras elogiosas con respecto a la revista literaria, me reconforta saberlo pues me complace realizar estas ediciones.
Gracias por compartir tu blog, estuve leyendo y es muy interesante.
Cariños, que estés muy bien
Analía
MUY LINDO RELATOS, ADA INÉS. GRACIAS POR COMPARTIR ESTE LINDO ESPACIO. ABRAZO, LAURA.
ResponderEliminarGracias por tu lectura, querida Laura.
EliminarCariños
Analía