Mis amigas
A
veces parece que me hablan, aunque no pueden hablar ellas se comunican conmigo.
Hace rato que convivimos todas juntas. Al principio no las podía ni ver. Me
quería ir, pero no podía.
Había
un amor que me ataba a la casa. Por amor me las aguanté. A veces cuando me
despertaba de noche creía que me estaban diciendo algo. Trataba de escucharlas,
pero al rato me dormía. Era bastante difícil no verlas. Una vez que vinieron
las hormigas a invadir y ellas les marcaron el territorio. Son muy fuertes.
Recuerdo que cuando era pequeñita me encantaba jugar con ellas. Era tan
delicioso sentir sus caricias sobre las palmas de mis manos. No me gusta cuando
él las mata de un zapatillazo. Un día me levanté y las vi a todas juntas. Eran
tantas que era imposible contarlas. Lo habían rodeado a él. Rápidamente se le
subieron al cuerpo, la sangre comenzó a manar. Yo me quedé mirando como mis
amigas, las arañas lo mataban.
La ofrenda
Después
de que Nahuel se hubiera levantado rápido de la cama recordó que se había
sentido muy contrariado de no poder ver las estrellas en el cielo en la noche
de ayer, una verdadera lástima, pensó. Su madre lo había interrumpido para que
no se perdiera la cena. Nahuel escuchó que su madre le decía desde la cocina
que hoy primero de agosto era el día de la ofrenda a la Pachamama, que como
siempre iban a ir todos incluso la abuela Francisca y que no podía jugar en la
computadora que le había regalado el gobierno a su hermano Newen. Nahuel se
apenó pero después pensó que sería divertido ir pues lo que más le gustaba a él
era escuchar los copleros y copleras.
Ya
era la hora de salir y Nahuel se olvidaba el gorrito tejido por la abuela
Francisca, corrió a la pieza que compartía con su hermano mayor Newen, se lo
colocó lo más rápido que pudo y por la ventana vio que se levantaba un viento
extraño para las fechas en que estaban. Toda la familia se dirigió al punto de
encuentro acordado para realizar la ofrenda de la Pachamama al que iban todos
los años y el viento levantaba la tierra rojiza enfriándoles las ropas.
Alrededor del pozo, el surco que se hacía en la tierra para alimentar a la
Pachamama, los presentes que habían llevado comida y bebida fueron dejando uno
por uno las ofrendas en el surco, la boca abierta de tierra de la Pachamama.
Nahuel que no había llevado ninguna lo codeó a su hermano y este se rió, lo que
provocó la mirada severa de su madre. Todos los presentes sacaron el cigarrillo
y lo prendieron para colocarlo alrededor de las ofrendas. Esperaron un buen
rato para que se consumieran hasta el final. Alen, la madre de Nahuel se
estremeció pues el cigarrillo prendido por su madre, la Francisca, no se había
apagado del todo. Significaba que una desgracia o la muerte se presentaría ante
ellos. Las copleras y los copleros cantaban después de que los ofrendantes
tomaban el vino para brindar con la Pachamama. Nahuel volvió a su casa con sus
familiares cantando una copla: Pachamama, Santa Tierra haz que suba este
cerrito sin cansarme, mientras pegaba saltitos al finalizar la copla.
Al
día siguiente Nahuel se levantó solo, sin que su madre lo despertara. En la
cocina se encontró con que su madre lloraba desconsoladamente.
-¿Mamá
que te pasa?
Murió
la abuela Francisca, Nahuel. Ayer durante la ceremonia su cigarrillo no terminó
de apagarse hasta el final. La Pachamama nos habló.
Nahuel
se entristeció, pues la abuela Francisca además de tejerles los gorritos a todos
sus nietos también les preparaba unas galletas con naranja para que comieran en
el recreo de la escuela. Entró corriendo Newen que les dijo:
-Hablé
con Juan y me dijo que su mujer está esperando un bebé.
-¡Ves!
-le dijo su madre a Nahuel- la Pachamama es sabia. Se llevó a la abuela al
lugar de donde salió, del polvo venimos y al polvo volveremos; y la hizo fértil
a la mujer de Juan bendiciéndola con una criatura.
Nahuel
y Newen observaron por la ventana como quizás el viento que levantaba a la
tierra rojiza se llevaba al Qhochapampa de la abuela Francisca.
Marisa Noemí González
Felix U Camet, General Pueyrredón, Buenos Aires,
Argentina
Gracias Analia por publicar los textos. Saludos desde la pcia de Bs As
ResponderEliminarGracias a ti, Marisa.
EliminarSaludos cordiales, que estés muy bien
Analía