Su Respuesta
Caminaba
a paso lento por la calle sin rumbo alguno, con su mente en blanco con su vista
fija al suelo. Cuando sus sentidos regresaron a la realidad, se vio rodeada de
una tenue oscuridad, la noche comenzaba a caer y caminaba a través de dos altos
edificios en una calle angosta. Vio sin mucho importarle que estuviera en una
zona de la ciudad que no conocía. Buscaba frustrada el porqué de su existencia.
Vio sus manos temblorosas, húmedas, frías y las estrujó en un fuerte puño –No más- susurró para sí misma. Siempre
había sentido que no pertenecía a ningún lugar -¿A dónde pertenezco?- Se
preguntaba con tristeza.
La
noche caía mientras las sombras comenzaban a moverse a su alrededor. Ella
vestía botas de cuero marrón, falda azul y una camiseta negra. Su pelo castaño
despeinado le llegaba un poco más abajo de los hombros. Los tacones de sus
botas dejaban un rastro de eco con cada paso, llamando a todo lo que estuviera
oculto en la profundidad de la noche. Sus manos no dejaban de temblar cuando
unas pisadas acompañaron a las de ella.
La
luna brillaba en lo alto del cielo, iluminando aquel oscuro callejón, ella se
detuvo pero los otros pasos continuaron acercándose. A lo lejos frente a ella
había dos hombres viéndola fijamente. Sus manos comenzaron a temblar más que
antes, su corazón comenzaba a agitarse. Dio un paso atrás para regresar pero
dos fuertes manos la tomaron de los hombros –Una
gatita perdida- dijo una voz profunda y gutural –Por favor no- suplicó ella mientras una lágrima rodaba por su
mejilla. Los hombres que había visto a lo lejos ahora estaban frente a ella.
Uno rozaba su pierna derecha mientras que el otro que la sostenía besaba su
cuello. Lo peor estaba por pasar.
Gritos
desgarradores irrumpían en los solitarios callejones de los alrededores. El
sonido de huesos quebrándose advertían a cualquiera que era peligroso acercarse.
No importaba cuantas veces se pidiera auxilio, nadie llegaría por el temor de
no sufrir el mismo destino. Los gritos se apagaban, el silencio se apoderaba
nuevamente de la noche, la luna seguía brillando y nuevamente los pasos
comenzaron a hacer eco en las paredes del callejón.
Una
sonrisa se marcaba en su rostro, una nueva sensación agitaba su corazón. Quitó
una gota de sangre de sus botas y siguió caminando hasta perderse en la
oscuridad, un aullido se elevaba hasta el cielo. Ella había encontrado su
lugar, había encontrado su respuesta. Ahora sabía que pertenecía a la noche.
Sanndy Luna Morales
El Salvador
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