martes, 4 de noviembre de 2014

Oswaldo Roses

Cruel belleza

Pero nunca te encuentro amor que tú serías prometido,
nunca,
como un pálido rescatar diamantes imposibles.

Oh, ese chirrido de días que pasa como lágrimas
que se confluirán tiernamente en los mares perdidos.

Pero nunca te encuentro, nunca, persiguiéndome los entusiasmos
como esas lunas ebrias en islas engañadas
por inmensa -indesteñible- soledad.

Pero nunca: ciegamente así.

Tú amor que eres libre serás siempre libre,
como el aire insepulto fluyendo;
tú eres libre sin esfuerzo,
perdiéndote,
perdiéndote ya apenas con horizontes.

Es tu fuerte designio: majestuosidad lejana,
muy lejana
donde entrevistos pájaros aún no sabrían vivir, soñando,
soñando frenéticamente día tras día.

Es tu endiosado poder y, asimismo, cruel belleza,
sublime
donde ya no quiero ingenuizar la muerte,
sino alzar mis ojos al crepúsculo ferviente
y, acaso, ya… sonreír,
                               ¡oh indagable Amor!
                                                      

Última forma

De no estar vivo
estaría besándote
tropezando contra los recuerdos
con armas de llanto y de auroras,
estaría automáticamente tentándote
los senos inmundos que amamantan los sueños,
esos desiertos atascados en la deriva,
esos truhanes puños rezando frente a la nada.

De no estar vivo
te devoraría de un gemido inmaduro y de siembra,
guerreante énfasis, ley sucia
de arderte más en lunas y de cazar epicentros de lluvias embarradas,
cráneo embelesador, tal vez una sierva hambre, tal vez.

Te devoraría como un crío sísmico, invencible
hongo que enseña a los simios y a las rotas respuestas
la peripecia de los nervios, de los músculos a nado
por el sol.

Soy fuerte; Tú no lo sabes, Tú no te lo crees
pero, Tú, sucumbirás a mis pájaros.
Verás como pirata sombra de pájaros,
verás mi oculto número y videncia de marfiles centelleantes,
verás mi barco rumiante y ebrio bailotear en tus portales,
amada,
verás qué olivares tan atrayentes, oh tuyos también y mediterráneos.

Azul amor, te devoraría a raptos y a brebajes de uvas,
a campanarios sonrientes,
siempre,
en lo absorto de un atlas imprevisto,
en lo divino enérgico de floraciones y de aventuras.


Viviéndote

                               “Soy tú para la vida”
                                     Carmen Conde

Cuánto amor, cuánto amor me sé de ti
aunque pasen los días, pase el frío,
pase la oscuridad dentro del llanto
siguiendo a nuestro sueño o al extravío…
Cuánto se me ha dejado en la mirada,
en la verdad del alma y del sentido,
que ya no tengo miedo para nunca,
de levedad posible en el olvido.
El que es pintado sobre noches solas,
el que a golpe de sangre te he escrito
sobre la desnudez, Amor, eterno…
que es parecido al más ciego designio.          
Y así te corazona desde lejos
de vuelos lánguidos y de silbidos…,
como el que te esperanza en los naufragios
insalvables de un terco precipicio.
El que te está b-e-s-a-n-d-o, ahora, ahora…
o en siempre ya a un irremediable rito,
el que te besa irreparablemente,
sin que haya marcha atrás en el camino.
Tanto te c-alma de jamás, de límites,
tanto contra el sufrir nos da motivos,
que él no se desdice de amor nunca,
él más se asoma en Luz y… se hace niño.
Darlo amor, darlo amor dentro de ti
como encantándolo ya audaz de alivio
y emoción visceral, incorregible;
por puro… ser tan tuya en su cariño.
En hondo se lo diré a la muerte,
con nuestra luz se lo diré al destino.


Oswaldo Roses. Cuevas de San Marcos, Málaga, España

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