Inagotables charlas
Conservo los esbozos de una
novela por concluir,
sin darme cuenta,
mientras hablaba,
el tema fue sobradamente
estudiado,
abandoné las cuestiones de
la lluvia
el céfiro y el sol,
y recurrí inexorable a
nuestras inagotables charlas.
La expresión sosegada de tu
aspecto
atravesaba ligera el
petrificado aire,
paseándose inmóvil por fábulas
que se recrean en
sintéticos detalles,
besando sólo a ciertas
horas
y en lugares aprobados por
la estupidez del prójimo.
Me siento apto para
crear personajes secundarios,
potestad para hurgar en
ambiguos escarceos con terceros amantes,
hacer sentir la armonía de una
frase
inmortalizando la
voluntad crítica del perro y su correa.
Dejo para un
posterior prólogo
las ruinas encontradas en la
tinta de mi sombrero,
que cansado de danzar junto al
reloj de la escalera,
entabló fiel amistad con los búcaros
del viejo vestíbulo.
Flor de invernadero
Textura de frío desierto,
empañada por un halo
de interrogativo misterio
ilustrado,
víctima de soledades vanas
e imaginaciones de juventudes
eternas.
Mármoles son tus hojas,
monotonía tu tierra enclaustrada
en negocio de jardinero,
nefasto tu paso por la historia
de una vida que oscila de manera
precaria.
Retractarse del transcurrir
infausto
no puede,
normalidad en sus entrañas
etéreas
desea,
vientos irreales retumban en su
mente,
soles selectivos siembran la
nostalgia
en descabellados sueños.
Fallecimiento de comitivas
selectas
cacarean en su entierro,
flor de invernadero,
existencia transcurrida sin pena
ni gloria, sin afán ni deseo,
silvestres fueron tus
anecdóticos anhelos.
Pilar Molina García. España
--
Todas las batallas en la vida
sirven para enseñarnos algo, inclusive aquéllas que perdemos.
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Analía Pascaner