La imagen
verdadera
Las piernas heladas, y una
melodía que zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna
perdida. Un maldito olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en
la pileta de la cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar.
Pero el espacio es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se
pierde. Bingo. Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas
cortadas, afuera, secas y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas,
limpiar la casa de camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo
del otoño. Una manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se
cubre y protege de la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba.
El obturador, zumba. Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y
a lo lejos se ve la mora y un patio donde poder encontrarse.
11.05.11
Flujos
Velocidad de la muerte,
de tu no-decir.
Nada benigno rodeará el miedo
camuflado con sonrisas de leche y viento.
La escéptica noche
en el flujo de tus ojos ciegos.
Lo tangible, como ausencia abriga
el espesor del frío.
17.05.11
Alimentos
En la noche, vals de sauce y
álamos y enamoradas de los muros como ojos de búho o de gato. La máquina con
sus destellos hace invisible la cajita vacía de yogurt. “Ando con las
lamparitas bajas”. Y no tenía la menor idea. Después, besé la piedra dentro de
la canasta con frutas secas y pensé no hay leche en la estufa hogar (la boca
quemada se me hizo agua y até un hilo en el dedo para no olvidar otro otoño sin
vos).
23.05.11
Sontag
En el breve atardecer, la
noche desnace al hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude
juntar. Hace frío en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía
perfecta del amor. Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro
se consume entre sus dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz
involuntario. A oscuras, cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón
extirpado hace más de seis años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.
24.05.11
Gutenberg
En la expresión de sus ojos se
refleja la mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el
ronroneo de un correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de
pensamientos para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar,
¿alguna vez fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios,
abandonados a la buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos
solos; y el pensar, un mundo de otra galaxia.
25.05.11
Cosas, 1
Tus ojos miran
Entre el cielo y la tierra
Demasiadas cosas
25.05.11
Esa, única,
tarde
Del otro lado desciende el
sol, despacio, tibio. En el claroscuro del hogar, camina un aire íntimo a
través de las vacías ventanas. Este. Noroeste. El lenguaje huele a naranjas y
moras y voces que vendrán después. Hay un sentido. La joven, que mueve las
manos en el espesor de una balada interminable de Leonard Cohen, no sabe aún
que su fuerza, su belleza, respiran en sus ojos oscuros. La visita, para que no
se congelen los ríos, acomoda la espalda en el sillón inagotable de pañuelos y
carpetas. Bovary juega con una pelotita roja que una y otra vez derrota el
viejo polvo de los escaparates de lectura (hay una fotografía no revelada). La
cita como respuesta, el pensamiento de una felicidad que falta, intensa espera.
Luego, el atardecer donde la luna parecía apagarse perpetuamente. Que parecía,
sí. Iluminada de luna. Esa, única, tarde.
03.06.11
La esquina del
sol
¿Has oído a Keith Jarrett
alguna vez? Así me siento, como al comienzo de la primera parte del concierto
de Colonia, el 24 de enero de 1975. Ya entenderás. Pero, ¿por qué no pensar que
te acunaron con esa melodía?
¿Había balcón en tu
departamento? Hace tanto tiempo que no sé. Ni de balcones, ni de flores, ni de
mates a la orilla de la esquina del sol.
Los días pasan, muchísimos, y
una cita sobre la que nada una pregunta sin decir se ahoga en otro equivocado
piano que poco sabe de improvisaciones.
05.06.11
Del libro 33 papelitos y una mora horizontal. Libros de
la talita dorada, 2012
José María Pallaoro. City Bell, Buenos
Aires, Argentina
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Somos la memoria que tenemos y
la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad
quizá no merezcamos existir.
José Saramago
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Gracias, Analía, por publicar estos textos, y gracias, también, por difundir nuestra poesía. Beso grande! JM
ResponderEliminarGracias a vos, querido José María, por permitirme compartir tus textos con los lectores de esta revista literaria.
EliminarGracias por tus conceptos, también vos sos un gran trabajador para y por las letras.
Un saludito cordial, que tengas un espléndido día, si?
Analía