Desde mis
cuarenta y siete desconfianzas (Te contaré de mí)
Te
contaré de mí:
Entre
los dedos llevo profundidades.
Y
en la mirada llevo agitaciones.
Porque
en el fondo sé que eres tú.
De un modo u otro siempre
estás sobre los rieles
donde se desliza el tren de las sombras.
Llevo
tatuado tu nombre en mi lengua.
Tu
nombre divulgable
como
un grito misericordioso
o
un juramento místico.
Recuerdo
cuando eras prohibida,
cuando
clandestinamente guardaba silencio
y
cuando para no dañarte te imaginaba.
Cuando
era nada.
Ahora
pinto como quien no pinta,
como
si lo que coloreo careciera de interés.
Una
carta sin destinatario.
Por
eso escribo al borde del cielo,
desde
mis cuarenta y siete desconfianzas,
desde
un puesto clausurado,
desde
mi voz imprecisa,
tan
sólo para decirte:
que
lo que ignoro de ti
me
sabe a dulce maní.
Tú
III
Si,
te lo estoy
diciendo a ti,
destello en días
plomizos
en largas noches
de insomnio,
te lo digo a ti
a día de hoy
en la niñez de los
años
en la primavera de
la mañana
siempre tú,
tú,
lo más amado y
cercano
tú,
tú arrullas
alrededor de mí
o silbas melodías,
agrietas
maldiciones,
tú eres el susurro
de la noche
y la razón del día
tú,
el latido de mi
corazón
tú,
mi patria y mi
hogar
mi mano amiga,
la palabra
la luz de mi mirada…
tú.
Escribir una poesía
Desnudarte,
abrir
el grifo de las venas.
Llenar
la bañera de voces
e
insignificantes detalles.
Introducirte.
Sentir las navajas
de palabras en la carne.
Diluirlas con tus lágrimas y después
secarte con el albornoz
y permitir que el desagüe
se trague los versos estériles.
Escribir una poesía
es como eliminar
la mierda de la piel.
Simplemente es asearse.
Tan solo eso.
A solas
En ocasiones se presenta
sin yo esperarla,
toma asiento frente a mí
y me observa con reserva.
Yo rechazo como puedo el
aguijonazo de su mirada,
revuelvo los objetos, creo
alboroto con ellos,
cambio el orden de las
cosas.
Pongo un disco,
enchufo la radio,
saco el caballete y los
pinceles,
construyo un verso,
riego las plantas
en un intento estéril de
escabullirme.
Ella aguarda tranquila,
como una abuela el regreso
del nieto que escapa de sus besos.
Finalmente su mirada se
torna afectuosa,
me observa complacida con
las manos
sobre el regazo, resulta
linda la escena.
Decido acomodarme junto a
ella
y hablamos con reposo.
A
la melancolía nunca le gustó estar a solas.
Manuel Canet
Madrid, España
Lo sigo desde hace un tiempo. No solo te toca la fibra, sino que te la golpea ...
ResponderEliminarGracias por tu lectura y tus conceptos, Capitán Haddock.
EliminarSaludos cordiales
Analía Pascaner
Canet es un poeta de esos que gusta seguir y que logra acariciarte o dañarte con sus versos. Fantastica revista Analía.
ResponderEliminarVictor.
Agradezco tu lectura, Víctor. Es agradable saber que has disfrutado de los versos de este poeta.
EliminarGracias por tus conceptos acerca de esta publicación literaria.
Saludos cordiales
Analía Pascaner