martes, 4 de noviembre de 2014

Editorial


revista literaria con voz propia nº 63

            noviembre 2014  


-cumpliendo 8 años en la web-


         publicación creada en noviembre de 2006
           distribución y publicación gratuitas
  


Has sobrevivido porque decidiste no abandonar cuando la batalla empezaba a dejar de ser un entretenimiento. Ése era el único milagro que necesitabas.
Richard Bach
--


En este mes de noviembre, la revista literaria con voz propia cumple 8 años transitando la web.
Reitero las palabras que siempre expreso: ustedes lectores, colaboradores, amigos, son la razón de esta revista literaria. Esta voz propia es la voz de cada uno de ustedes.
Muchas gracias a quienes me acompañan en cada edición, a aquellas personas que envían sus textos o colaboran de algún otro modo, a quienes reenvían o difunden esta publicación.
Agradezco a quienes me siguen desde hace más de ocho años y han presenciado algunos de mis tropiezos.
Gracias a mi familia y a mis amigos personales. Gracias por su paciencia, su afecto, su compañía.
Muchas gracias a todos por abrirme sus puertas, por estar allí… del otro lado de la pantalla.
Reciban mi abrazo cálido y mis deseos que podamos transitar cada día con armonía y serenidad, apreciando las bendiciones que tenemos a cada instante.
Analía Pascaner


--
Allí donde habla el corazón, es de mala educación que la razón lo contradiga.
Milan Kundera
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Los justos

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire. 
El que agradece que en la tierra haya música. 
El que descubre con placer una etimología. 
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez. 
El ceramista que premedita un color y una forma. 
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. 
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. 
El que acaricia a un animal dormido. 
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho. 
El que agradece que en la tierra haya Stevenson. 
El que prefiere que los otros tengan razón. 
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

Jorge Luis Borges. 1899-1986

--
He aquí el camino, y lleva siempre consigo, impecable, numerosos mañanas.
Ko Un
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Autores publicados

revista literaria con voz propia nº 63

     noviembre 2014


                    -en su mes aniversario-
                    
          autores publicados en esta edición: 

- Robert Gurney
- Andrés Bohoslavsky
- Julio Bepré
- Cecilia Glanzmann
- Alejandro Drewes
- Analía Pascaner
- César Cantoni
- Gustavo Tisocco
- Emilio Núñez Ferreiro
- Sebastián Zampatti
- Gabriela Bruch
- Gonzalo Salesky
- Blanca Salcedo
- Gustavo Córdoba
- Telma Vaernet
- Daniel Abelenda Bonnet
- Ada Inés Lerner
- Oswaldo Roses
- Esther González Sánchez
- Lucía Isabel Chiong Rivero
- Juan Carlos Miranda
- Abel Edgardo Schaller 
- Héctor Marcos
- Eric Wyllie
- Jeremías Vergara

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Información de Concursos en:

             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina


Robert Gurney

La sombra

         a Pedro Salinas

Caminaba por el campo
delante de mi casa.

El sol daba en mi cara
y un viento frío detrás.

El granjero acababa de arar
la tierra en líneas cuidadas
como un long play.

Aquí y allá había pedazos
de ladrillos y tejas viejas.

No dejaba de pensar
en los romanos
que cultivaban este campo.

Tenía la sensación
de que no estaba solo.

Sentía que había alguien
del pasado.

Pude ver una sombra
al costado.

Giré sobre mis talones
y vi que era la mía.


Fantasmas

Hoy me encontré
en Dunstable
conduciendo por sus calles,
buscando una tienda de espejos.

Las casas, en aquella parte de la ciudad,
son victorianas.

Datan de la época
de mis abuelos
y bisabuelos.

Sentí como si hubiera retornado
a un tiempo
anterior a mi nacimiento.

Sentí cómo mi alma se apagaba.

La sensación
era casi dolorosa.

Las imágenes comenzaban a aparecer.

El padre de mi padre
muriendo lentamente
en su cama
de la fiebre de las trincheras,
sin poder articular palabra.

El padre de mi madre
en un refugio
jugando a las cartas
y volando en pedazos por un proyectil enemigo
para caer de nuevo al suelo
sobre los cadáveres
de sus amigos.
Mi tío Claude,
una persona tan dulce,
quien día tras día
se lanzaba de las trincheras
bayoneta hacia adelante
sobreviviendo a todo.

Mi tío Frank
el hermano de mi padre,
ahora muy anciano,
viendo a su amigo morir
al lado suyo,
en una guerra posterior,
en Monte Cassino.

Había otras imágenes
que me perseguían
por la calle
a la salida de la ciudad.


La cámara de fotos

Ahí estaba de nuevo!
Ya lo había visto
en una fotografía
de la Plaza Mayor
de Luján.

Aquí estaba en Segovia
tomando fotografías
con una cámara
muy antigua,
tan vieja como la de mi padre
que ahora se encuentra
en el Museo de Luton.

Mi padre dedicó
gran parte de su vida
a mirar a la gente boca abajo,
a través de su lente.

A veces me pregunto
si es por ello
que veo las cosas
de otra manera.


Refranero del tiempo

En los tiempos
anteriores a la radio
la gente de los pueblos
de alrededor de Luton
predecía el tiempo
con refranes antiguos.

Cielo de caballa,
cielo aborregado,
poco rato seco,
poco rato mojado

Viento del sur,
de la boca
de la lluvia procede.

Lluvia antes de las siete
despejado para las once.

Lluvia de una a dos,
a ver lo que nos trae el día.

Hasta el cuarenta de mayo
no te quites el sayo.

Parece negra
sobre la madre de Will:
lluvia viene del oeste.

Alguien sugirió
que este Will
era Shakespeare.

No estoy tan seguro.


Del libro La casa de empeño y otros poemas. Lord Byron Ediciones, 2013. Colección Prometeo Desencadenado. Madrid, España

Robert Gurney. St. Albans, Inglaterra
http://verpress.com/


Andrés Bohoslavsky

La condena

Ese día me había levantado tarde
no tenía planes ni nada de eso
salí a caminar, a contemplar los maniquíes
cuando uno de ellos me dijo:

hubo un terrible accidente en el tren que toma diariamente

le dije:
la vida es así, extraña
me quedé dormido esta mañana
para seguir vivo
para charlar con vos en esta esquina


Chagall

Encender un cigarrillo
mirar el cuadro de Chagall
tomar la lapicera negra
el cuaderno, una hoja en blanco
cerrar los ojos

ese es el punto

si no cierro los ojos
el cuadro no se materializa.


Gato negro

El tiempo nos engaña al no existir
una cicatriz no es nada, sola
pero si nos conecta a algo, nos está hablando

un encuentro es una herida
cicatriz más tiempo, es un gato negro que huye en un callejón 
                                                                      / solitario
los gatos fueron asesinos en otra vida

en la huida, el gato resbala en un papel de golosinas
se lastima y se formará la cicatriz
la misma que hay en nuestra mente.

Le pasa la lengua, no para curarla, sino para recordar algo.


Piedras

Cuando ya no estemos sobre esta tierra
ni nosotros, ni ellos
ni las plantas ni los animales
ni las ventanas del club con sus marcos grises
ni los dulces de mamá
ni los diarios llenos de tonterías
ni las recetas japonesas, ni el té de jazmín
ni tu dulce sonrisa al despedirme
estas dos piedras
tal vez rueden cerca tuyo.


La apuesta de Blaise

Unas pocas monedas contra la vida eterna.

Me sentaría a jugar
si no las hubiese gastado en el bar
tomando algo, pensando un poema.


El acta

                        a mi madre Sara

Yo, que estoy en el medio del mar
leo el acta, que con unos cuadraditos marcados con una x
deja constancia de la muerte de mi madre

mientras la rompo y el viento se la lleva
depositándola en unas olas gigantes
pienso en ella con sus lentes viejos, leyendo a Chejov
o las cartas de familiares de Rusia
y en aquellos años en que era feliz, paseando con mi padre por la 
                                                                             / playa
mientras yo corría detrás de ellos

me doy vuelta y la veo sentada en una silla en la proa
rodeada por unos albatros que picotean restos de comida

me llama y me siento junto a ella, mientras saca unas fotos viejas
en paisajes extraños, junto a sus padres
y luego otras y otras, como un repaso de su vida
mientras hablamos de las cosas que quedaron sin hacer
de esos planes simples que teníamos
y ya no podremos realizar

giro la vista al mar y cuando me doy vuelta para abrazarla
ya no está
a mis pies, veo la foto en que ella está delante de la casa de sus 
                                                                           / padres
en la calle de la revolución
la llevo al camarote, la pego en la pared
y me acuesto a dormir
en el sueño, escucho su voz, casi imperceptible, que me dice:

- no estés triste, ya nos veremos.-

me despierto, me sirvo un vaso de vodka
y miro por el ojo de buey la tormenta que se avecina
voy a la sala de máquinas, a cumplir mi turno
y la escucho nuevamente:

- hijo, el hombre es lobo del hombre-

me río pensando en ella, en esos viejos tiempos
donde soñaba un mundo más justo
sin imaginar que nos convertiríamos en bestias.


Poemas del libro del autor: Una noche en bosque-poesía y otros poemas. Poesía Mayor, Editorial Leviatán. Buenos Aires, Argentina. Marzo 2014

Andrés Bohoslavsky. Desde algún lugar del mar


Julio Bepré

El otro

Sí, seguramente es cierto aquello de que me afano demasiado en observar hechos y personas; tienen sobrada razón los que sostienen esta personal circunstancia. No sé por qué pero siempre abrigué la no común creencia de que estoy dentro y a la vez fuera de la vida, y esto nada tiene que ver con ninguna minusvalía de mi espíritu. Tampoco deseo acoger ni aproximarme a las parlerías psicoanalíticas que puedan originarse.

Lo real es que suelo acomodarme diariamente en un bar cercano a mi departamento, porque allí encuentro rostros conocidos, y esto no es nada fácil en una ciudad tan heterogénea como Buenos Aires, donde las relaciones son a menudo arduas o incompletas. Acostumbro a ubicarme bien pegado a la vidriera, y a través de ella veo transcurrir la vida, y trato de despejar la incógnita encerrada en cada uno de los que pasan en forma urgida, pausada o vacilante. Escribo, leo y le hago chanzas a mi buen amigo Jorge, tantas como él me las hace a mí; nos intercambiamos los diarios del día y hacemos variados comentarios. Hablar así es una forma sencilla de recrearse, y es así cómo pasan los días, cómo se va este tiempo azaroso en el que no nos complacemos por todo cuanto tenemos y nos lamentamos por todo lo que nos falta.

Es provechoso e interesante imaginar la realidad que se esconde en cuantos pasan; puedo advertir muchos rostros con gestos y formas de caminar diferentes, al punto que es dable expresar que así como cada uno tiene una firma distinta, algo igual sucede con cada paso que uno hace. Es una verdadera impronta que diferencia a las personas.

Esta mañana Jorge comentó que me había visto cruzar por la calle Pasteur, llamándome dos veces sin que yo me detuviera, por lo que pensó que al no responder le hacía una de mis habituales bromas. Afirmé con énfasis que no era yo, pues no salí en todo el día de mi casa intentando poner al día mi trabajo atrasado; le dije además que existen parecidos asombrosos entre personas que nada tienen que ver entre ellas. Jorge aceptó mi explicación, pero en su interior me pareció que siguió convencido de que era yo y no otro a quien vio cruzar la calle.

Hoy me acomodé en el bar como siempre, saboreé un café y deploré la ausencia de mi amigo, quien había viajado; luego escribí algunas notas e inicié mi diario acecho. ¡Tanta gente que va y viene con sus alegrías y sinsabores, con sus logros y fracasos! De pronto apareció al vuelo un individuo parecido a mí; salí prontamente a la calle para mirarlo mejor, pues se alejaba con rapidez. En un momento dado se detuvo ante la vidriera de un comercio, acorté la distancia y pude al fin divisarlo convenientemente. ¡Era un hombre hasta en la vestimenta igual a mi persona! Me dirigí hacia él para hablarle, advertí que dudó un segundo mirando a uno y otro lado, y cuando giró súbitamente para retomar su marcha, con pavor me di cuenta de que era yo mismo. Anonadado corrí y corrí pero no pude alcanzarme.
  

Julio Bepré. Poeta de Córdoba. Reside en Buenos Aires, Argentina


Cecilia Glanzmann

Reiteración del asombro

Antes de tu estreno
en el escenario de la noche marina
imagino a una compañía de artistas

unos te tratan como a un limón maduro
con toques de naranjas y damascos,
otros te pulen como al bronce
y te marcan los ojos y la boca sonriente

están los que danzan en círculo
como lentejuelas en tu piel de luna
y los que tañen las cuerdas de sus violines
para la magia que reitera el asombro

hay astrólogos hablando con tus entrañas
para cifrarnos mensajes que recibirán algunos
y otros… serán influidos sin saberlo.

La marea hizo una llanura en la playa.

Te nos estrenaste sobre el horizonte
y uno se quedó… sin palabras.


Llueve

Tiene pecas el vidrio de la ventana
pecas embarazadas
de inesperada lluvia

la vida cruza la ventana
como un péndulo.


¿Y con la muerte?

Celebramos la vida de tantas maneras.
Somos creadores fecundos.

¿Y con la muerte?
Apenas unos pasos
en el sentirla en nuestra historia,

Celebrar las estaciones
-el tren en marcha
-el andén que siempre está…
El ciclo nos trasciende.

Hay otras maneras
como florecillas abriéndose
que nos esperan.


Contemplación

Inhalo…

lo permanente mudando
en la silla que envejece
en el jardín que se renueva
en el ojo del Ser
y en nuestros ojos
la vida y la muerte que fluyen

Exhalo…

Inhalo
la danza en el universo
el aire se entibia en la contemplación
que devela a más y más
el llamado.

Exhalo…


Amantes

En el torrente y la calma
en nuestros cuerpos
     -te amo
     -te amo
perderse y encontrarse

Amarnos
simplemente
vibrando en todos los vórtices
del círculo sagrado
que a ambos nos contiene

sin rasgarnos
la libertad de ser.
             

Del libro Desde el brocal del alma

Cecilia Glanzmann. Nació en Bell Ville, Córdoba. Reside en Trelew, Chubut, Argentina


Alejandro Drewes

Frente a la tumba de la amada

                 Recuerda cuán amada, señora, fuiste de mí.
                                      Anónimo español (s. XVI)

I.

Es otro y el mismo tu cuerpo
que baña el agua lustral de los siglos.
Apenas es tu memoria en el viento
frío que gime y que cruza un hondo
bosque de pinos y la oscura maleza
que impasible ronda los mármoles.
Tantos racimos de la vida esperaste
tantas flores rendidas a tu mano
y su tono fiel al cabo te acompaña.

II.

Cae a plomo la curva de la tarde
campanada inmóvil, espejo de agua
gravemente roja. A lo lejos se escucha
el canto de algún pájaro perdido
y piadosa desciende la noche sobre
los actos de la tierra. Amor, es otra
y la misma luz que ahora te inviste,
alta de sueño y de toda melancolía
dueña, por encima del tiempo que pasa.


Escucha, corazón

Ahora que me pierdo
En el fondo de la vasta
noche sin respuestas
Escucha, corazón

En pleno silencio, bajo
esta misma bóveda sideral
Donde insomnes lobos
aúllan, escucha, corazón
Las palabras que ya nunca
Voy a decirte otra vez
Las que no se repiten
Como la nieve sobre la hierba
De julio, como el camino
Que lleva a ninguna parte

Escucha arder, corazón,
En el final crepitar
de otro mundo perdido:
son de Casandra los ojos,
la luz terrible del alba


Nordiska

Ancho camino astral en que se tiende
la noche, amante frágil junto al día
y tensa su arco hacia el este del mundo,
sus alas de extraños pájaros que pasan.

En esa larga ruta del norte te busco
como quien buscara señales de hierba;
bajo soledades tan ásperas y en campos
helados, empecinado y ciego aún te busco.

Och städer rasar, och natte väller in. (*)


(*) Y los pueblos caen, y la noche se derrama.

(octubre 2005-septiembre 2012)


Arcano dios

Añorar la antigua madera
que acoge la espalda
del caminante cansado
ya cerca del fin de su lenta
jornada de humo, pensar
que acaso fuera la escena
misma que borda el sueño
infinito de un arcano dios
cada golpe, cada paso

Saber que sólo queda
de todo la corta carrera final
de la cabra por el agreste
borde gris de los riscos
y el sol en su ruina de oro
y ese negro peregrino
bajo el viento helado
de la sexta luna que aguarda
desde la espiral sin fondo
de todos los tiempos

  
Poemas tomados de AERA Revista de Poesía

Alejandro Drewes. Buenos Aires, Argentina


Analía Pascaner



Me desprendí de esa pequeña cosa que llamamos ‘yo’,
y me convertí en el inmenso mundo.
Musô Soseki


Ahora soy aquel árbol recibiendo las gotas de lluvia luego de la desoladora sequía. Percibo el olor a verde, a madera, a vida. Poco a poco comienzo a sentir los latidos de mi corazón. Ahora soy esa flor estrenando su aterciopelado color lila, permitiéndose las caricias de la mansa lluvia. Me regocijo al descubrir el tobogán formado por las hojas de árboles y plantas, por donde se deslizan las gotas haciéndome cosquillas e invitándome a entreverarnos con sus compañeras en el pasto. Paulatinamente las montañas me pintan con sus brillantes colores verde, azul, rosado, y con sus opacos marrón, gris, amarillo. Mi corazón, tambor vibrando al ritmo frenético de una danza indígena.
Ahora soy esa nube que siempre anhelé ser, inalcanzable, esa nube indemne recortada en el celeste radiante. Soy las miles de estrellas que resplandecen cada noche, tanto ésta tímida e imperceptible como aquélla orgullosa y centelleante. Soy esa pequeña luna que se resiste a ocultarse tras la línea temblorosa trazada por las montañas, y soy también la sorprendente luna amarilla anunciando una interminable noche plateada. Percibo una incandescente luz pujando por brotar desde cada poro de mi piel.
Ya no recuerdo qué quise ser, sólo sé que cierto día me permití sentir. Cerré mis ojos y me hundí en mi interior. La sencillez se apoderó de mí, no recuerdo cómo ni por qué, y llené mi alma con la magia que me invade a cada instante, una magia hasta ese día imperceptible. Fui gigante indiferente, absorto, agobiado, quien al despertar debió ser cuidadoso para no romper con su torpe paso, el asombroso milagro de la vida. 
Ahora respiro plena al sentirme nube, estrella, montaña, luna, cielo, lluvia, árbol, flor.
Finalmente… ahora soy todo aquello que inunda mi ser.

Mayo 2002/Noviembre 2014

Analía Pascaner. Nació en Buenos Aires. Reside en Catamarca, Argentina


César Cantoni

Elegías del río color de león

Primogénita ilustre del Plata,
En solar apertura hacia el Este,
Donde atado a tu cinta celeste
Va el gran río color de león.
(A Buenos Aires)
Leopoldo Lugones


1. Bajo un cielo brillante

Bajo un cielo brillante, se demora el río.
La marea empuja la resaca hasta la orilla,
donde la arena, negra de petróleo,
huele a petróleo y peces muertos.
Es un día de calor, sitiado por las moscas.
Muchachos con el torso tatuado y chicas en bikini
toman baños de sol en islotes mugrientos.

2. Vienen de zonas aledañas

Vienen de zonas aledañas y acampan junto al río.
Traen bolsos con vituallas, una radio, una sombrilla.
Tendidos en la arena, se divierten bromeando,
mientras leen revistas ajadas o juegan a los naipes.
El aire es pesado como de costumbre 
y el agua parece bullir en charcas y arroyuelos.
Cuando el sol de la tarde todavía está alto,
ellas preparan los sandwiches, ellos destapan la cerveza.
Luego comen, beben, se emborrachan.
Uno enciende la radio, pone música;
todos bailan a un tiempo, bañados en sudor.

3. Un perro atraviesa la playa

Atardece. Un perro atraviesa la playa solitaria.
En la orilla, el agua refleja la tristeza de los sauces.
Pescadores que entraron a caballo en el río
vuelven ahora con las redes cargadas: sábalos y dorados.
Desvanecido sobre los techos indigentes,
el sol es un ojo de pez que interroga a Dios. 

4. Apenas la antorcha de la luna

La noche es profunda y oscura río adentro.
Apenas la antorcha de la luna alumbra la corriente.
Extraviada, entre forros usados y detritos,
una canoa golpea contra la escollera.

5. Con indómita furia

Muchas veces, el río es un monstruo temible,
un Leviatán que arrolla y destruye lo que encuentra:
rampas, diques de piedra, muelles enmohecidos…
Con indómita furia, arranca de cuajo postes y carteles,
anega las calles, inunda las casas de los lugareños,
se lleva animales, colchones, zapatillas,
los sueños de todos, la esperanza… 
Finalmente, regresa sin apremio a su cauce,    
convertido en doméstica criatura.
Sólo entonces devuelve a los ahogados.

6. En los días luminosos

Desde aquí, en los días luminosos,
se puede ver Colonia, me decía mi madre.
Algunos cuentan que la vieron. O creen que la vieron,
a fuerza de repetir la misma historia imaginaria.
Colonia: una ciudad al alcance de los sueños
para la gente humilde de esta orilla
que trafica con puertos de ficción.

7. Yo zambullí mi infancia

Yo zambullí mi infancia en este río.
En este río, amé a una mujer más grande que el deseo.
¿Será por eso que mi voz es turbia
como las aguas que ahora conjuran la memoria?

Playas de Punta Lara, diciembre de 2010


A las tres de la tarde

A las tres de la tarde,
en la vieja terminal de ómnibus,
la música que sale de los altavoces
tiene la estricta monotonía de las horas.

A las tres de la tarde,
en la vieja terminal de ómnibus,
la música que sale de los altavoces
tiene la estricta, sórdida monotonía de las horas.

A las tres de la tarde,
en la vieja terminal de ómnibus,
la música que sale de los altavoces
tiene la estricta, sórdida, fatal monotonía de las horas.


Poemas de El fin ya tuvo lugar. 2012

César Cantoni. La Plata, Buenos Aires, Argentina


Gustavo Tisocco

Mocoretá

Olor a tierra húmeda es mi pueblo
a uvas y glicinas
a mandarinas, fresnos y eucaliptos.

Corre todavía en sus calles
aquel niño que fui
aquel rebelde que aún soy
aquel callado y triste.

Es el río y es el campo,
casas bajas y blancas,
música de acordeón y de gorriones.

Son los amigos entrañables,
mis padres, mis hermanos,
los rezos de la abuela.

Mi pueblo es la perla del sur,
Virgen de Itatí, fiestas de navidad
y duendes despertando en la siesta.

Mocoretá cuna de mis ancestros.
Tumba en la que descansaré
bajo un manto de belleza.


Subidos a un árbol...

Todos hacemos el amor
como subidos a un árbol.

Nos agarramos de las ramas
y vibramos ante el precipicio,
                     ante el temblor.

Trepando hasta el verde
nos aferramos al fin a la raíz
y es ahí en el olor a tierra
que descubrimos el cielo.

¿Acaso no se revelan nidos,
madreselvas,
calandrias y capullos?

Todos hacemos el amor
como montados a un árbol
y a veces es el viento
a veces el dulce resplandor lo que aprisiona,
lo que nos deja librados al noble levitar,
a la locura de ser un poco pluma,
un poco primavera.

Todos hacemos el amor
cabalgando bosques.


A mi tío Jorge...

                       A mi tío Jorge

¿Cómo hacer ahora para buscarte
si no hay rincones ya,
no viento ni fotos en los andamios?

¿Cómo leerte la sangre
si no escribes con mi mano
y brotan en la tarde
lágrimas que denuncian que te has ido?

¿Cómo creer en Dios
si no sé si el celeste es cielo,
o sólo un hueco de pájaros que perdieron los ojos?

¿Cómo,
me pregunto cómo indagar las cavernas
con los espacios llenos de ti
si apenas el dulzor de tu aposento
habita en la casa?

¿Cómo Jorge
repetir tu nombre
y saber que no vendrás,
que no acudirás a esta voz que te busca?

¿Cómo…?

Del libro Rostro ajeno


Amé a un hombre triste... 

Amé a un hombre triste
que encarcelaba golondrinas
en el invierno de sus ojos.

Un hombre que escondía un país,
un continente lejano.

Le gustaba hablar de los desiertos
de una bandera flameando ante su desamparo,
del desarraigo.

Amé a ese hombre, fruto maduro
con el que embriagaba mi calma,
laberinto en el que me extraviaba,
                            me descubría.

Pero su tristeza fue horizonte,
velero y perro asustado.

Ahora aquí soy yo el que habla de desiertos,
                                              de desamparo.


Poemas tomados del blog del autor:


Gustavo Tisocco. Poeta nacido en Mocoretá, Corrientes. Reside en Buenos Aires, Argentina


Emilio Núñez Ferreiro

Anónimos paliativos

         Un rectángulo de luz cenicienta entra en la habitación a través de la ventana. La tarde se despereza y la luna ansiosa aguarda a que el sol se esconda.
         La mujer que está sentada en una silla es joven. Las manos le tiemblan mientras abre el sobre y una vaga mueca de alegría esbozan sus labios. Aunque la caligrafía sea la misma y le siga hablando de amor, aún no sabe de quién se trata, pero las dos iniciales con que el autor ha firmado dan por sentado que esta vez no es otro anónimo.
         Ahora vuelve a leer respetando puntos y comas, cuando termina, besa la página y su boca pronuncia esas dos letras como buscando en la maraña de su memoria al dueño de esas iniciales.
         En el ambiente penetran el aroma de la glicina y la opacidad del anochecer. Verónica estira un brazo y enciende un velador. Huele la carta sin remitente ni estampillado. Mira folio y sobre a contraluz y deposita sobre la mesa la misiva que, hace sólo un rato, la madre descubrió en el buzón.
         La joven aún no cuenta con treinta años pero aparenta varios más. La luz que tenían sus ojos se fue apagando, algo interior la obliga a llevarse la mano al pecho y mientras deja caer la cabeza hacia atrás suspira buscando alivio.
         -Mamá -llama, y al instante se presenta la madre. -Dame la medicación.
         -Después de cenar dijo el doctor -responde ésta en tanto la acaricia.
         -No, no quiero cenar, traémela ya y luego ayudame a ir al baño y acostarme.
         Al rato, Verónica recibe el beso de todas las noches y las manos que entrecerraron la ventana, ahora hacen lo mismo con la puerta.
         La muchacha intenta buscar en el sueño que se avecina el nombre de su enamorado. Una mano magra cae a la orilla de la cama y su calvicie sucumbe sobre la almohada. Por el llano de la puerta los ojos maternales se cercioran que la hija descansa y, despaciosamente, aparta hacia un rincón la silla de ruedas.
        
         En el comedor, dos viejos cenan. La monotonía del televisor tiene el sonido muy bajo y muestra imágenes sin sentido.
         -¿Hoy tampoco quiso cenar? -pregunta el hombre.
         -No. Hoy estuvo fatal. Lo único que últimamente la alegra un poco son las cartas. Tuviste buena idea -dice la mujer mientras se lleva la servilleta a la boca.
         -Sí, Javier ya me dio tres más, pero dice que ya no sabe qué escribirle.
         -Que siga, que siga. Me temo que no van a ser muchas más -y con la misma servilleta se seca el rostro.


Emilio Núñez Ferreiro. Escritor de Barcelona, España. Reside en San Antonio de Padua, Buenos Aires, Argentina


Sebastián Zampatti

Innovaciones Amorosas

Te hamo,
así, sin acentos
ni faltas de ortografía.
Te hamo, así,
después de haber amado,
de haber escrito al amor,
he decidido
hamarte.


Hazme en tus manos...

Hazme poema,
verso,
pájaro suelto,
vivo fuego o
mar sereno.

Hazme abismo
precipicio
eco
de mi mejor
silencio.

Hazme tus armas,
declara (me)
tus guerras.

Hazme el viento
en tu pollera
y bajo sábanas
tus besos.

Hazme la noche,
la calma y desnuda
violencia
de los dos amantes.

Hazle el tiempo
quieto,
el paraíso
ido;
hazme el encuentro
y el desencuentro
y hazme feliz
al final del cuento.

Hazme en tus manos
como si fuese
arcilla
pero por favor
hazme,
mujer,
que no estoy hecho.


Micro-poéticas

I
La poesía es la derogación absoluta de todas las leyes del universo, el triunfo de lo concebible por sobre lo probable.

II
Todo empezó hace mucho, en una rima o un simple verso. Lo demás no lo recuerdo, fue un huracán que se llevó el viento.

III
Y es que me aburro, ¿saben?, y se me antoja, entonces, gritar en silencio todas esas cosas que no tengo para decir.

IV
¡Estas no son horas de andar por el viento! -les dije una noche a mis versos. Sordos serían, porque no volvieron hasta el otro día. ¡Versos! ¡Mejor sería criar cuervos!

V
¿Quieres saber un secreto? Hoy no me dejaré escribir. Mejor vete a dormir -me dijo el poema. Y yo le obedecí. Discutir con un poema es como discutir con una mujer.

VI
He desbastado la soledad como se tala un árbol, sin pensar que el bosque seguirá viviendo allí, entre la hierba inapagable y el cielo inalcanzable.

VII
Alguien derrama una lágrima. Alguien la recoge. Y el amor sigue su tortuoso recorrido por la selva humana.

VIII
Construí cadenas. Yo, que quería puentes.


Sebastián Zampatti. Tandil, Buenos Aires, Argentina