martes, 26 de agosto de 2014

Editorial

                 revista literaria 

con voz propia nº 61 – agosto 2014  


         publicación creada en noviembre de 2006
           distribución y publicación gratuitas



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Que se callen las metralletas, las pistolas, los tanques, los misiles, las granadas.
Que se callen porque es el tiempo de las personas, los hombres y las mujeres, los ancianos y los niños.
Que se calle la muerte, porque es indispensable escuchar a la vida.
Que se calle el ruido de las bombas y termine el resentimiento, el negocio de la venta de armas, la locura del poder y el odio.
Porque ya es hora del Amor y el respeto por el prójimo, porque ya es tiempo de compartir un mundo en Paz.
                                                     
                                         Fuente: FM-Milenium, Buenos Aires, Argentina



Para leer en forma interrogativa

Has visto,
verdaderamente has visto
la nieve, los astros, los pasos afelpados de la brisa…
Has tocado,
de verdad has tocado
el plato, el pan, la cara de esa mujer que tanto amás…
Has vivido
como un golpe en la frente,
el instante, el jadeo, la caída, la fuga...
Has sabido
con cada poro de la piel, sabido
que tus ojos, tus manos, tu sexo, tu blando corazón,
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

Julio Cortázar
Bruselas, 26-08-1914 – París, 12-02-1984


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Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir.
Julio Cortázar, “La Patria”
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Dentro de 50 años...
Por Mex Urtizberea

Dentro de cincuenta años poco va a importar cuánta gente fue ayer a la plaza, dará lo mismo quién ganó la batalla del rating este año, serán del olvido los bailes eróticos de Nazarena Vélez, los jugadores que no entraron en la lista, los legisladores que armaron su monobloque, y también El Código Da Vinci.
Lo que, definitivamente, sí estará presente es aquello que se haya hecho hoy por la educación.
Dentro de cincuenta años probablemente Kirchner sea el nombre de una avenida en Santa Cruz, Macri sea un apellido que se lea en una placa del club Boca Juniors o del Congreso, a Carrió se la podrá ver sólo en fotos, a Ben Laden en una estampilla de correo privado de Medio Oriente y a Bush en una estatua en una plaza perdida de Texas.
Lo que sí podrá verse, en vivo y en directo, y será imposible no ver, es lo que hoy se haya hecho por la educación.
Dentro de cincuenta años usted y yo seremos un recuerdo, o un olvido, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: para ellos será este país mal educado o bien educado, según lo que hoy se haga por la educación.
Dentro de cincuenta años no quedará ni rastro del debate sobre si está bien o mal que un niño use celular, sobre si es agresiva o no la campaña antievasión de Montoya, si Maradona se droga o no se droga, si María Eugenia Ritó es mejor vedette que Emilia Attias, si Felisa Miceli tiene poder o no lo tiene.
Lo que sí podrá encontrarse en cada rincón del país son los rastros del debate que se necesita abrir hoy sobre la educación.
Dentro de cincuenta años no será más que un número lo que se invierte ahora en seguridad, no le servirá a nadie lo que se haya gastado en campañas políticas, no será ni recuerdo qué comportamiento tuvo la Bolsa este año o a cuánto cotizaba el dólar.
Lo que sí se notará visiblemente es lo que hoy se invierta para educación.
Dentro de cincuenta años usted y yo seremos el pasado, como lo serán Kirchner y Macri, Nazarena Vélez, Carrió y el autor de El Código Da Vinci, y María Eugenia Ritó y los jugadores del Mundial y Montoya, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: a ellos les tocará un presente de país mal educado o bien educado, según lo que se haga hoy por la educación.
Y quien haga hoy algo por ella, quien muestre verdadero interés y se ponga a trabajar ahora apasionadamente para mejorarla, extenderla, financiarla, multiplicarla, quien se desvele para que llegue a todas partes, para que nadie quede afuera por razones económicas o geográficas, para que tenga calidad y que la calidad sea gratis, quien entienda que un país mal educado es un país condenado a muerte, y modifique este destino, entonces su nombre no será del olvido: dentro de cincuenta años estará presente en todos los rincones del país, será recordado con admiración y respeto.
Y no será sólo estatua, o calle, o foto, o estampilla. 

                             Fuente: Diario La Nación, Buenos Aires, Argentina


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Al despertar, me acometió la idea de que no debía aceptar esta felicidad como algo a lo que tenía derecho, sino que debía dar algo a cambio de ella. (…) Antes de levantarme, había sellado conmigo mismo el pacto de que me consideraría justificado viviendo hasta los treinta años para la ciencia y el arte, y que a partir de ese momento me consagraría al servicio directo de la humanidad.
Albert Schweitzer
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Autores publicados

revista literaria con voz propia nº 61

agosto 2014
                  autores publicados en esta edición: 
  
- Rodolfo Leiro
- Luis Alberto Taborda
- Alfredo Luna
- Aníbal Albornoz Ávila
- Rodrigo Morales
- Rogelio Ramos Signes
- Gerardo Molina
- José María Pallaoro
- Gustavo Córdoba
- Liliana Marengo
- Julio Carabelli 
- Yolanda García Pérez
- Mirna Capetinich
- Laura Beatriz Chiesa
- Joan Mateu
- Osvaldo Ballina
- Anabel Vera Suárez
- Andrés Casanova
- Remisson Aniceto
- Pilar Molina García
- Elsa Hufschmid 
- Roberto Ángel Aflitto
- Elena Paso
- George Reyes
- María Alicia del Rosario Gómez de Balbuena
- Ricardo Ponce Castillo 
- Nicolás Andreoli
- Javier Travieso

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Información de Concursos en:

             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina


Rodolfo Leiro

Exploración *

Voy a explorar mi pecho conminado
por la duda feroz que me devana;
marcho, ebrio bosón de mi mañana
hacia un puerto tal vez imaginado.

Una duda que hiere mi costado
con pérfido delirio de picana,
como puñal oculto que rebana
el sueño de fervor empecinado.

¿He corrido acaso equivocado
con soneto en lirio desbocado
sin encontrar su boca sonrojada?

¿Encontraré su rostro perfumado
para fundir mi beso de pecado?
¿Acaso en la nada de la Nada?

19-6-2014


* Nota de Edición: Último soneto recibido del autor.
Para mi querido amigo, desde este espacio, mi homenaje, mi recuerdo.


Rodolfo Leiro. Buenos Aires, Argentina


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Un pájaro que murió me dio un consejo: ten siempre en la mente el vuelo.
Forugh Farrojzad
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Luis Alberto Taborda

El hombre más culto de América

Dicen que al llegar Colón a América y comenzar sus correrías, con la extraviada comparsa que había podido reunir en el viejo Mundo para que lo acompañe en su aventura, sus hombres dieron enseguida con un natural que se destacaba muy por encima de todos los otros. Se trataba de un aborigen de buena talla y complexión, curioso, hablador y expresivo. Al poco tiempo ya pronunciaba y entendía bien el castellano, además de varias de las lenguas autóctonas. Había aprendido el catecismo con entera facilidad y estaba grandemente dotado y dispuesto para la conversación o la prédica de asuntos diversos. Asimismo, era excelente cazador y gran músico. Fue entonces presentado ante Colón, bajo el mote del “el hombre más culto de América”. El Grande Almirante lo recibió, lo vio, lo escuchó, lo felicitó por tanto empeño, le regaló unas cuantas cuentas de vidrio y un jubón usado. Y lo despidió con gran ceremonia. Pero luego llamó a uno de sus lugartenientes y le dijo por lo bajo: “Hacedme el favor de quitar de en medio de inmediato a este bribón, no vaya que se crea más que nosotros y nos salga con un viernes 13 en el momento menos pensado”. Y así fue como el hombre más culto de América aquella misma recibió el garrote vil. Moraleja: demasiada cultura puede poner en riesgo tu cabeza.


Una propuesta decente

“Querida mía, es mi deseo que permanezcas casta y virgen hasta el día soñado en que ambos podamos, al pie del altar, cumplimentar el sagrado juramento del matrimonio. Por ello, para esta noche y las subsiguientes, te acerco mi propuesta decente: invitarte a compartir un helado en la heladería de la plaza, luego me gustaría que tomados de la mano recorramos el paseo principal, saludando amablemente a los vecinos, y para rematar la velada, nos sentemos en la vereda de tu casa a tomar fresco, en compañía de tus padres y primitos. ¿Qué te parece?”. El carterazo que sobrevino fue alevoso. La muchacha, enardecida, con los ojos estrábicos de furia, murmurando palabras soeces, se alejó de mí para siempre. Yo no entiendo todavía bien por qué. Quizá la ofendí en algo. Quizá mi propuesta fue para ella un tanto audaz e innovadora. Quizá la escandalicé sin habérmelo propuesto. Creo que a futuro tendré que serenar mi ánimo, moderar mis apetitos y conducirme con mayor corrección frente a una dama…


El oficial Preciso

El oficial Preciso era el más preciso de los oficiales. Justamente, para honrar aquello de la precisión había elegido el arma adecuada: artillería. Con cuánta precisión Preciso dirigía la trayectoria de sus proyectiles de modo que dieran siempre de lleno en el blanco, sin fallar nunca. Munido de curvas de nivel, de tablas de trigonometría, de compases, brújulas, marcadores y pizarra, se había erigido como un conductor notable y era capaz de conducir, solita su alma, a toda una batería de cuatro o cinco cañones. Tanta precisión llamó la atención del Alto Mando, de modo que se apresuraron en proponer a Preciso para ser enviado al frente de batalla en la guerra que se avecinaba. Allí fue nuestro buen oficial y montó su tienda camuflada y alistó sus instrumentos y, llegado el momento, comenzó a hacer los cálculos necesarios para que cada disparo fuera, a más de mortal y efectivo, una verdadera obra de arte balístico. Y en eso estaba, concentrado y minucioso, enfrascado en lo suyo, listo para el triunfo, cuando un proyectil de ensayo que bastante a la bartola habían disparado casi sin querer los enemigos dio de lleno en el puesto de Preciso y lo borró de la vida y de este planeta para siempre.


Zenón

El otro extrajo un arma y me amenazó.
-¡Dame toda la plata!
Ofuscado, me negué. Entonces el otro levantó el arma, apuntó e hizo fuego. Horrorizado me di por muerto. Pero sucedió que el proyectil, una vez en el aire, orientado directamente hacia mi corazón, comenzó a atravesar infinitas capas de trayectoria, como si le costara avanzar. Debía cubrir tantos tramos previos sucesivos que, en definitiva, su recorrido se volvió lento, lentísimo, casi nulo. Respiré aliviado. Entonces desperté. Se trataba sólo de una mala pesadilla. Me dije a mí mismo, como si fuera un mantra, para confirmar que estaba despierto: “Me llamo Zenón Rodríguez. Estudio Filosofía. Vivo a dos cuadras de La Alameda”.


Fábula del hornerito y la víbora

Una gélida noche de invierno, un hornero asomó de su casa y vio una víbora venenosa que, a duras penas, trataba de encontrar un refugio debajo de una piedra para pasar allí la noche. Intercambiando una mirada de entendimiento con su hembra, le dijo al reptil:
-Hermana víbora. Si quieres, te invito a descansar esta noche en mi casita.
A lo que la serpiente accedió más que gustosa.
Entonces el hornerito voló en un suave planeo y con el pico levantó a la serpiente y la trasladó hacia el interior de barro, que compartía con su hembra y su cría.
Una vez allí, y antes de que las cosas se terminaran de aclarar en la cabeza de la víbora, que estaba medio atontada por el frío, el hornero la picó varas veces en la cabeza y en los ojos hasta quitarle la vida.
-Listo. Ya tenemos alimento para el polluelo -comentó complacido a su compañera.
Moraleja: No seas tan ingenuo como para suponer que las fábulas tengan siempre el mismo sentido convencional y edificante.


Los guitarristas de Gardel

Dicen los memoriosos que Gardel tenía dos guitarristas. Uno muy virtuoso, pero incumplido, rebeldón, oblicuo, borrachín y un tanto pedante. El otro, menos inspirado, aunque obediente, disciplinado, puntual y comedido. Eran diferentes, distintos, pero eran, en definitiva, los guitarristas de Carlitos. Llegada la ocasión de una gran gira que incluía entre sus destinos a la ciudad de Medellín en Colombia, Gardel decidió premiar con el viaje al guitarrista prudente, así que no habiendo posibilidad de llevar a los dos, lo invitó sólo a él para que lo acompañe. El otro se quedó al pie del avión, mascullando su resentimiento. Los libros de historia nos dicen lo que pasó a continuación. El incumplido, después de la tragedia, pasado el enojo, vio en lo ocurrido una señal del cielo, así que decidió comenzar a presentarse en todo tipo de escenarios con el título de “El guitarrista de Gardel”. Y a fe que no mentía, para nada mentía. Y le fue excelentemente bien durante muchísimo tiempo, hasta que se retiró para disfrutar ya grande de su tranquila jubilación.


Cuentos del libro El oficial preciso y otros relatos breves. Ediciones artesanales Capacñán. Chumbicha, Catamarca, julio 2014.
El oficial preciso y otros dieciocho relatos breves, entre los que se incluyen entretenidas aventuras del bien y del mal, ocurrentes fábulas y un par de casos del Inspector Somocurcio y su ayudante Juárez.


Luis Alberto Taborda. Tinogasta, Catamarca, Argentina


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Quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro.
Confucio
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Alfredo Luna

invento un bestiario para encontrar compañía

no voy a hablar ni decir:
los muertos no se defienden
de esta puñalada

por culpa de este vicio de nombrarme
escribo en el abismo del espejo
palabras obligadas a doler

¿sería el mundo si me amaran?


*  *  *

nada más que beber un pan de granizo

ah, Poesía,
madre de todas las demencias!
desde lejos,
me arrullas
como nodriza nocturna
que da de comer palabras
a sus perros.


*  *  *

voto de obediencia

como si fuera una maldición
mis manos deliran en el papel
y el poema me arrastra hasta el fondo de la libertad,
hasta no saber quién soy
y ser todos

de tanto morder palabras y sus huecos
no hay más que decir el vértigo. alto es el aire.


*  *  *

el ahogado vuelve a morir de sed

hasta el fin
busco las semillas de fuego
donde morabas

quiero volver a tus aguas movedizas
donde arrancamos el animal
que sangra


*  *  *

sombras hay en mi lengua

desordenadas, ciegas, las palabras
me rondan como truenos
y el miedo sangra

¿qué hago con esta nada palpitante,
con el insomnio que me sueña
y sobresalta?

¿y con este ahogo?

salgo como el cazador de los relámpagos.


*  *  *

días del desengaño

esperando un milagro, los perros impacientes
hablamos con la noche
rezamos a nuestra señora de los libros
o de la infame resignación, qué más da

es noche y las bendiciones
caen lejos del árbol que las tira
como si fuesen carne inmaterial de la tristeza,
frutas desencantadas.


*  *  *

las tinieblas alumbran el tormento

hoy no es el día de la sangre
ni tus pobrísimos pechos apuntan a la galaxia, todavía
pero ya te galopa un tropel de rufianes.

tu cuerpo grita sombras que remedan placer
y te siembran hormigas en el alma
no hay “estado de gracia
la paciencia no es virtud
y Dios debería tener vergüenza por el oprobio.

ningún matador irá al cielo. los que perdonan,
  tampoco.


(en protesta por las niñitas arrasadas por la trata de personas y todos los violadores)


Poemas del libro palabra matada. Alción Editora. Córdoba, Argentina, marzo 2014


Alfredo Luna. Poeta nacido en Catamarca. Reside en Buenos Aires, Argentina


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No hemos nacido solamente para nosotros.
Marco Tulio Cicerón
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Aníbal Albornoz Ávila

Manuscrito y menguantes

Hablaremos de cantos
y otras flores escritas,
con anhelos pintados
o de letras marchitas,
de papel agostado
o de abriles sin citas.

De escrituras aladas
cuando tu voz crepita
en el cielo de tu alma
que aletea y me mira,
y anteayeres nocturnos
y la luna en vigilia.

Me demoro en tus ojos
mientras dure tu instinto,
cuando espante tu sangre
mojaré mis sentidos.
Duraré ese instante
de poemas erguidos.

Yo propongo un poema
que cantando se escriba
y que en claros de voces
sea tinta y ceniza;
que en azogues de otoño
abra en flor tu semilla.

Tu sonrisa me ensueña
con su tibia alegría,
como sol del invierno
que su luz avecina
arreboles y cielos
y el ocaso del día.

Quedarás en mis ojos
tierna, asaz, fugitiva,
me quedaré en tu sangre
con la luna ya herida.
Manuscrito y romance
y un prefacio de vida.

Manuscritos menguados
de una letra infinita,
calceolaria en los libros
entre página y citas,
y ese olvido hecho carne
que me esconde tu risa.


Diurna de abril

Una mujer ha jurado
no dormir, desoyendo la noche,
no apagar su mirada, el paisaje,
la luna en las vías y el gato en su ley.
En sus ojos se empoza un azar
de pupilas abiertas sin fin.

En su mirada se asoma
un desmadre de río que ahoga
un nocturno de trinos y climas,
fantasmas silvestres y lluvias de ayer.
En recuerdos se oye otro tren
y un aroma de aguas en flor.

Sueño de amor vacilante,
el delirio que insomnia y escombra,
se desvela la terca vigilia
la curva dulzura de su desnudez.
Ojerosa la luna vitral
                       hurgará con su haz en su pie.

Ojos de luz y ambrosia,
en racimos de estrellas bifrontes,
se detiene al borde del alma
el sueño despierto y su candidez.
No se duerme la endecha en su voz,
ese canto raído de amor.

Ojos de suave paisaje
que no duermen, ni esperan su noche,
de Mariana se vuelan fugaces
cobrizas gaviotas en diurnos de abril.
En sus vuelos sus ojos se van
como el día que muere en Zagreb.


Lunas del sentidor

Abro a la eternidad
un almuerzo con panes,
metáfora del sueño
amparos de mi sangre.

No sé si despertar
con la luna en los ojos,
o dormir sin los sueños
como un agua en reposo.

Abro soñado en luz
una casa con tardes,
nostalgiado de sombras
en un farol que arde.

Ese vino de ayer,
melodía de aroma,
es la huella de un verso
por el cielo que asoma.

Cielo en la inmensidad,
sentidor de los versos,
deudo de los arpegios
que niega el universo.

En mis sienes el sol
ya apagó sus ocasos,
aceites de esos fuegos,
en la luz del descanso.

Duermo a la oscuridad
en vislumbres de estrellas,
agua sepia en la noche
y el madrigal que espera.

Lunas del sentidor
que madeja los vientos,
el que en odres de sueños
guarda un verso imperfecto.


Aníbal Albornoz Ávila. Poeta Cisandino, con tres provincias de cuna: Santa Cruz, La Rioja y Catamarca, Argentina


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Hoy es siempre todavía.
Antonio Machado
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Rodrigo Morales

Groupie azul

Me siento pequeña bajo estas dos torres, en el centro de la ciudad. Las personas desde la plaza miran los círculos bajo los campanarios para saber la hora. Aquí viene la gente a perdonar a Dios. No sé si creo en Él, pero la última vez que confesé y comulgué fue… ¿cuándo? ¿Siete años ya? Cuando cumplí los quince. Desde entonces sólo voy a misa alguna que otra vez, más por compromiso que por devoción. Pero aquí estoy, metida en esta “ropa prestada”, la mano sobre la pistolera y los ojos alertas, mirando a los peregrinos que suben los peldaños de la Catedral para saludar a la Virgen Morena.
Ya son las doce y el calor es inaguantable hasta en la sombra. Mis pobres pies no ven las horas de llegar a casita para salir de estas botas. Por lo menos me hacen más alta, a mí que apenas paso del metro sesenta. Cuando era chica caminaba descalza por las calles del barrio, donde rara vez pasaba un auto. Todavía me gusta andar descalza cuando estoy sola en el departamento: esa costumbre es ley durante el verano, más caliente aquí que en mi pago. No extraño mi pueblo, pero tampoco me encanta la ciudad. ¿Será que sólo me siento feliz en los Festi-Rock, cuando la música me hace erizar la piel?
Aquella mendiga del otro lado de la puerta tiene una teta al aire. ¿No se da cuenta que el bebé se le durmió hace rato? Le cuelga blanda, qué asco. Ahí está desde antes que yo viniera a relevar al oficial. ¿Cuándo pensarán hacerme el relevo a mí? No veo las horas de prender el celular. Entré a las 06:00’ y también voy a tener que trabajar a la noche, pero ni pienso descansar las horas de franco que me tocan a la tarde. Sé que ya nunca voy a ser una estrella de Rock, pero César quedó en mandarme mensaje. Pasar la tarde con el guitarrista de una banda es más o menos un sueño pendiente. Ese gordito en ojotas de caucho es el primero que deja un billete en media hora, la pobre mujer parece dispuesta a besárselas. ¡Ya era hora de que volviera, ofi! Total que a ningún peregrino le interesa la diferencia de jerarquía entre nosotros.
-Todo tranquilo -le digo.
-¿Viene a la fiesta de la Virgen? -me pregunta el oficial.
Muchos van a estar recargados esta tarde, pero no nosotros. Nos salvamos del recargo por estar de guardia ahora y tener que volver a la noche. Lo mismo algunos están dispuestos a sacrificar las horas de la tarde para participar de la procesión.
-No -contesto-. Quiero venir descansada al nocturno.
El ofi sonríe. ¿Tan difícil es creer que pienso dormir toda la tarde? Como sea, vuelvo a la comisaría de la esquina. El sargento me señala el libro de guardia. Hay una nota con cuatro hojas abrochadas.
-El comisario te dejó un regalito -dice.
¡Uy no! ¿Una sanción? ¿Qué hice ahora? Ah… ¡Buenísimo…! “Informo a Usted que se le otorgan veinte (20) días de licencia anual, correspondientes al período… por lo tanto deberá reintegrarse al servicio el día… Notifíquese al pie bajo constancia de firma”.
-Ya pasó un año desde que entré a la Poli, ¡qué bárbaro! -digo mientras firmo el Memorándum por cuadriplicado.
-¿Vas a viajar a algún lado? –me pregunta el sargento.
-A mi pago, a ver a mis viejos.
Tras una puerta a mi espalda se escucha el equipo base: los radio operadores están a full. El sargento se levanta a modular y me deja sola en la mesa de entrada. Ya me saqué la gorra pero es lo mismo, todo el pelo apretado dentro del rodete en la nuca. Pensar que algunas en Jefatura trabajan con el pelo suelto, ¿por qué no será ley pareja para todas? Por fin puedo prender el celular: ¡un mensaje recibido! Le contesto a César que me pase a buscar a las 16:00’. Me va a contestar… más vale. Mejor lo pongo en silencio.
Suena el teléfono sobre el mostrador. Llaman desde Monitoreo: por las cámaras que apuntan a la plaza vieron a dos masculinos intoxicándose. Le aviso al sargento, ¿tanto lío por unos cigarrillos porque parecen ser de marihuana? Así que me pongo de nuevo la gorra; un agente más antiguo que yo me acompaña a la plaza.
Cruzamos la calle. Los peregrinos están en todas partes, comiendo o durmiendo sobre el césped. Los dos chicos están sentados en una fuente bajo los árboles, justo frente al Teatro. Tal como los describió el personal de Monitoreo: pelo largo, vaqueros cortos, brazos tatuados y piercings en orejas y cejas. No son los rejilleros que siempre cuidan o lavan los autos. El agente los interroga, pero más me miran a mí. ¿Será que me conocen? Capaz me vieron descontrolarme en algún Festi-Rock, con el pelo libre y la ropa apretada. ¿Y esa mirada tan sobradora? Ni que yo le hubiera vendido el alma al diablo. Le muestran al agente que sólo tienen tabaco y papel para armar cigarrillos. Están de suerte, los dejamos en paz. Mientras nos vamos se ponen a cantar una cumbia villera. Nos están provocando, aunque no pronuncian los insultos a la policía.
-Volvamos a la comisaría -me dice el agente.

No vivo muy lejos: sólo a media cuadra de una de las cuatro avenidas que delimitan el centro. Como siempre, dejo la motito roja en el estacionamiento del edificio. No son demasiados escalones: por suerte vivo en el primer piso. Entro al departamento, por fin puedo sacarme las botas y guardar la 9 mm en el ropero del dormitorio. Me desabrocho el cinturón para sacarme la camisa y la remera azul de abajo, ahora el pantalón. Ya que estamos acomodo -es un decir- todo en el ropero, y me voy a bañar.
Me acostumbré a comer sola, ya no me parece triste. Después de almorzar me acuesto en el dormitorio oscuro, sólo entra un poquito de luz por las rendijas de las persianas. César me va a avisar apenas llegue: tengo que mantener el celular en la mano para sentirlo vibrar, mirarlo de cuando en cuando. Aunque de los auriculares estoy escuchando rock nacional, en la pared sólo hay pósters de Megadeth, Los Ramones y Rammstein. No conseguí ningún póster de la banda de César. ¿Y si hubiera puesto en un cuadro la remera con su logo, se hubiera asustado con tanto fanatismo? ¿Qué era lo que pensaba al mediodía? “Pasar la tarde con el guitarrista de una banda es un sueño cumplido”. ¿Pensará que soy una groupie? Después de todo César es un ave de paso por la ciudad: viene un par de veces al año, toca sus canciones y se va.
Cuando me vio por primera vez, él tenía una toalla sobre la cabeza. Ya habían tocado todo el repertorio previsto, diez canciones en total, amagando un saludo al final de las últimas tres. Nosotros les pedíamos que no se fueran, aunque suponíamos que ya no los veríamos volver (la verdad, la mayoría del público esperaba con impaciencia a la otra banda, más famosa, que tenía que tocar después). Pero nosotros, los veinte o treinta fans en el campo delante del escenario, los seguimos llamando después de terminar el último pogo. César y sus compañeros ya habían dejado a un costado los instrumentos: se estaban secando la transpiración cuando notaron que el coro deliraba. Y supieron que nos debían por lo menos dos canciones más.
De nuevo César se colgó la guitarra al hombro. Volvió al escenario con la toalla sobre la cabeza -y la banda lo imitó- para que nosotros supiéramos que la decisión de volver la habían tomado contra todo plan previsto. Mientras las luces aumentaban, me vio: mi pelo revuelto, mi cara toda sudada, mi alegría. Después le pasó la toalla al plomo que se apuraba en salir del escenario. Tocó los primeros acordes de “Pentágono Invertido” y acercó la boca al micrófono.
-¿Nos extrañaron? –preguntó, y ahí se desató la locura.
Despierto y miro ansiosa el celular. Pasan diez minutos de las cuatro, recién llega el mensaje de César avisándome que ya estacionó frente al edificio. Escucho la suela de sus zapatillas subiendo las escaleras; le abro la puerta a esos ojos de un azul furioso. Sus besos me derriten: en esos labios gruesos saboreo lo que se viene. Apenas nos paramos en la cocina-comedor el tiempo que yo demoro en cerrar la puerta. Pronto lo llevo al dormitorio y lo dejo escudriñar mi intimidad, sacar conclusiones sobre las dos ranas de peluche en la cómoda y la otra junto al velador de la mesa de luz. Curiosea en la repisa los libros viejos, tantas veces releídos, y los CD’s en su mayoría rayados (el equipo de audio está en la cocina-comedor, pero yo sólo lo uso para escuchar radio, ya que a los vecinos no les gusta que ponga la música fuerte). César comenta algo sobre el atrapa-sueños que cuelga sobre la cama: trata de mentirme que le gusta leer a Stephen King, pero seguro sólo vio películas basadas en esos libros. Yo aprovecho para mirarle el vaquero: le queda todo apretado porque es fornido. Sólo un poco más alto que yo, es blanco y de pelo negro, con rulos encrespados. Me recuerda a la rudeza de un dogo argentino, pero César no es nada torpe. Me toca tan bien como si fuera su guitarra eléctrica, haciéndome emitir gemidos musicales que transmiten el placer que nace en mi centro y se dirige, en lentas oleadas, hacia mi cuero cabelludo y los dedos de mis pies.


Rodrigo Morales. Catamarca, Argentina


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Mil rutas se apartan del fin elegido, pero hay una que llega a él.
Michel de Montaigne
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Rogelio Ramos Signes

Armisticio de las palabras

Espalda con espalda luchamos por el vecindario.
Sin vernos la cara supimos del sufrimiento,
imaginamos las heridas y callamos el dolor.

Acepto que fuimos derrotados una vez más:
           el llanto de los niños es algo que distrae.

Tal vez mañana, cuando entreguemos las armas,
las trincheras ya sean playas de estacionamiento
y un cantante de boleros amenice
concursos de baile al borde de la ruta.
Habrá llegado entonces el tiempo de firmar la paz,
de aceptar
           en reglamentario silencio
que luego de estas líneas vendrán otros naufragios.


Como una silla de mármol

Y me dio un reloj que no andaba
y el reloj marcaba un tiempo
de otros tiempos, cuando las mujeres
saludaban entornando los ojos
y yo dije (en tono solemne,
              estúpido como siempre)
“Un reloj detenido puede ser
un excelente pisapapeles”.

En esta parte de la historia
la lluvia le impone silencio a los tejados.

¡Perdón, mujer desconocida,
sé que nunca más aparecerás en mis sueños!

Y volví a dormirme,
solo y triste, como una silla de mármol
en un baile de egresados,
sin saber si el tiempo de las colaciones
sucede en una cama.
Mujer del detenido reloj
que no volviste a aparecer en sueño alguno,
perdóname.
Como van las cosas
lágrima serás, gota de esperma ocasional.
Serás ¡ay! no sé, no sé,
algún océano.


Coordenada

Una mujer hornea un pan
a 1200 kilómetros de distancia.
Lo intuyo desde aquí,
desde la galería de mi casa.

Una adolescente
se humedece los pechos incipientes
con una colonia alternativa
comprada en Bolivia.
Yo la percibo aquí,
en la galería de mi casa.

Por la galería de mi casa
pasa el olfato de Dios.
Temo decirlo.


El desierto de los tártaros

No siempre las palabras
están a la altura de los pensamientos,
ni el temor se condice con las premoniciones.
La casa que ayer nos dijo hasta mañana
no sabe si alguna vez volverá a cobijarnos.
El abrigo que lucíamos en la ciudad
se volvió tontamente pomposo en estas soledades.
Sólo me resta decir que los fusiles están descargados
         mi coronel
y que las dagas no tienen filo.
Las feroces escuadras enemigas que venían a matarnos
         no lo harán
son simples soldados involuntarios, mi coronel,
asustados
         como nosotros.


Rogelio Ramos Signes. Tucumán, Argentina


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A veces, el silencio es la peor mentira.
Miguel de Unamuno
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Gerardo Molina

A la Poesía *

Fue nuestro afán de niño conquistarla
y escapa en el intento nuestra vida.
La Vida fluye de la azul herida
y no vivimos sino para amarla.

Sentirla y escribirla y adorarla:
irreal, hechizada, presentida,
llegar al lecho donde está dormida
y con un beso leve despertarla.

Imposible, gentil, esquiva, cierta,
en nuestro ser a cada instante abierta
como una blanca flor sobre la herida.

Así, en sueños, soñamos y vivimos
y cuando al fin sintamos que partimos
con ella volveremos a la vida.

*Poema publicado en La Página Literaria del diario HOY CANELONES, dirigida por Gerardo Molina. Uruguay.


Valparaíso

Al mar. Al viento.
Bajo un cielo estival
dije mis versos.
En tu mar, Valparaíso,
dije mis versos.
Estampa de colores
vivos de sol y vida
la ciudad a lo lejos.
Valparaíso latía con los vates de América
que escribían sus cantos
en el sol, en la brisa, en el aire, en el cielo.
Tu mar, Valparaíso,
es un gigante bueno.
A veces, sin embargo, lo enfurece
la maldad de los hombres
y azota sin piedad
tus costas y tus cerros.
Pero vuelve a su paz, a sus remansos
porque no deja nunca de ser bueno.
Tu mar, Valparaíso,
es un gigante bueno.
Iván me contó tus historias dormidas (1)
y supe que Rubén recalara en tu puerto. (2)
Desde todos los rumbos
el habitante vino,
dibujó con su aliento
tus formas imposibles,
tu ser para los sueños.
¿Desde qué olvidados, lueñes pueblos
llegó para quedarse?
Y acendró tu arquitectura de soles el invierno.
Pero tu espíritu, ¡ah! pero tu espíritu
hay que asirlo en silencio
una noche de estrellas
y beberte, y beberlo
como un vino de siglos,
ensoñando, sintiendo
que es imposible irse
y que acaso me quedo
en tu mar, en tu sol,
en la sal y en los versos
que en tinta de mi alma
¡yo te escribo… en el viento!

1-Iván Aarón, novelista chileno contemporáneo.
2-Rubén Darío, poeta nicaragüense (1867-1916).


Fantasmas

Una claridad de lluvia
lunada, sobre los campos
parece nieve la brisa,
parecen de oro los pájaros.
Arriba, las Tres Marías
luz de mi silencio, abajo.

En el cristal de la senda
tu fantasma y mi fantasma
retratados.

El tiempo le pone alas
al humo de mi cigarro
y hay un viajero celeste
que a un horizonte gitano
se lleva las Tres Marías…

Cambia el silencio, la brisa
y hasta el color de los pájaros.
En el cristal de la senda
ha quedado mi fantasma
solitario.


Gerardo Molina. Canelones, Uruguay


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Acogeré la felicidad porque engrandece mi corazón; pero también soportaré la tristeza porque descubre mi alma. 
Og Mandino
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José María Pallaoro

La imagen verdadera

Las piernas heladas, y una melodía que zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna perdida. Un maldito olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en la pileta de la cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar. Pero el espacio es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se pierde. Bingo. Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas cortadas, afuera, secas y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas, limpiar la casa de camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo del otoño. Una manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se cubre y protege de la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba. El obturador, zumba. Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y a lo lejos se ve la mora y un patio donde poder encontrarse.
11.05.11


Flujos

Velocidad de la muerte,
de tu no-decir.

Nada benigno rodeará el miedo
camuflado con sonrisas de leche y viento.

La escéptica noche
en el flujo de tus ojos ciegos.

Lo tangible, como ausencia abriga
el espesor del frío.
17.05.11


Alimentos

En la noche, vals de sauce y álamos y enamoradas de los muros como ojos de búho o de gato. La máquina con sus destellos hace invisible la cajita vacía de yogurt. “Ando con las lamparitas bajas”. Y no tenía la menor idea. Después, besé la piedra dentro de la canasta con frutas secas y pensé no hay leche en la estufa hogar (la boca quemada se me hizo agua y até un hilo en el dedo para no olvidar otro otoño sin vos).
23.05.11


Sontag

En el breve atardecer, la noche desnace al hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude juntar. Hace frío en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía perfecta del amor. Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro se consume entre sus dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz involuntario. A oscuras, cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón extirpado hace más de seis años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.
24.05.11


Gutenberg

En la expresión de sus ojos se refleja la mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el ronroneo de un correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de pensamientos para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar, ¿alguna vez fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios, abandonados a la buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos solos; y el pensar, un mundo de otra galaxia.
25.05.11


Cosas, 1

Tus ojos miran
Entre el cielo y la tierra
Demasiadas cosas
25.05.11


Esa, única, tarde

Del otro lado desciende el sol, despacio, tibio. En el claroscuro del hogar, camina un aire íntimo a través de las vacías ventanas. Este. Noroeste. El lenguaje huele a naranjas y moras y voces que vendrán después. Hay un sentido. La joven, que mueve las manos en el espesor de una balada interminable de Leonard Cohen, no sabe aún que su fuerza, su belleza, respiran en sus ojos oscuros. La visita, para que no se congelen los ríos, acomoda la espalda en el sillón inagotable de pañuelos y carpetas. Bovary juega con una pelotita roja que una y otra vez derrota el viejo polvo de los escaparates de lectura (hay una fotografía no revelada). La cita como respuesta, el pensamiento de una felicidad que falta, intensa espera. Luego, el atardecer donde la luna parecía apagarse perpetuamente. Que parecía, sí. Iluminada de luna. Esa, única, tarde.
03.06.11


La esquina del sol

¿Has oído a Keith Jarrett alguna vez? Así me siento, como al comienzo de la primera parte del concierto de Colonia, el 24 de enero de 1975. Ya entenderás. Pero, ¿por qué no pensar que te acunaron con esa melodía?

¿Había balcón en tu departamento? Hace tanto tiempo que no sé. Ni de balcones, ni de flores, ni de mates a la orilla de la esquina del sol.

Los días pasan, muchísimos, y una cita sobre la que nada una pregunta sin decir se ahoga en otro equivocado piano que poco sabe de improvisaciones.
05.06.11


Del libro 33 papelitos y una mora horizontal. Libros de la talita dorada, 2012


José María Pallaoro. City Bell, Buenos Aires, Argentina


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Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.
José Saramago
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