lunes, 19 de mayo de 2014

Marta Díaz Petenatti

La llamada

Laura estaba hablando por teléfono cuando la lluvia arreciaba y el cielo se iluminaba con explosiones de luces.
Mario le hablaba de su actual problema pero ella, debido al miedo que le producían las tormentas, no podía seguir prestándole atención. Le explicó sus temores y finalizó la conversación fijándola para otro día.
Pensó que su psicólogo tenía razón, las engramas de su psique no le permitían resolver el problema de la fobia a las tormentas. En eso pensaba cuando de pronto se interrumpió la corriente eléctrica y todo quedó en penumbras.
Le costó recordar dónde había dejado la linterna. A tientas fue recorriendo con sus manos los estantes de la biblioteca donde imaginaba la había dejado. En un rincón la sintió en sus dedos.
Entre la luz de los relámpagos le pareció ver, en el edificio vecino, a una pareja que discutía. Sacudió la cabeza para borrar la imagen que había observado pensando que su vista, ayudada por las luces le habían producido esa extraña ilusión óptica.
Volvió a la sala, miró nuevamente la casa del frente y supo que no se había equivocado. Ahora sí y con claridad vio a un hombre que, con furia, clavaba un arma semejante a un cuchillo una y otra vez en el cuerpo de una mujer.
Asustada dio vueltas en círculos. No atinaba a nada. Sentía aumentar su impotencia pero luego reaccionó.
Salió corriendo mientras profería gritos para llamar la atención y lograr que los vecinos la siguieran.
Al llegar a la casa golpeó desesperada con los puños. Luego de unos instantes que le parecieron eternos la puerta se abrió.
Apareció una mujer joven y bella que, apoyando el antebrazo sobre el marco y recostándose displicente sobre él, levantó una ceja en señal de asombro y preguntó:
-¡¿Todos vienen al curso de teatro?!


Marta Díaz Petenatti. Elortondo, Santa Fe, Argentina


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Observa, escucha, calla. Juzga poco, pregunta mucho.
Arturo Graf
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