Recuerda el viento*
¿Estás soñando
en la misma
dirección que va tu alma?
¿Adónde vas?
¿Tan lejos que tu
piel te desconoce?
Sales al patio,
ves tu reflejo,
miras la sombra de
la luna y te preguntas.
¿Sabes quién eres
al fin?
¿Se te ha hecho
tarde?
¿Tanto te alejaste
de tus sueños?
Pronto saldrá el
sol
y el mundo será el
mismo para todos.
Pero no para ti.
¿Crees en lo mismo
de siempre?
¿Dudas de todo y de
todos, hasta de ti?
Recuerda el tiempo
en que fue tuya la
aldea,
tuyo el camino de
lágrimas.
Cuando el miedo era
a lo desconocido,
a los fantasmas del
fracaso,
al dolor.
Recuerda el viento
que te cobijó
cuando no te habías
traicionado.
Cuando la luna era
esperanza;
el día, un abrazo
y el silencio, una
buena compañía.
*Segundo
Premio en Poesía en el Concurso “SADE Joven 2013” (Sociedad Argentina de
Escritores, Córdoba)
El astronauta*
Tal vez si pudiera escribir algo bueno,
estaría en otro lugar. Con un gran escritorio de madera. De roble, quizá de
ébano. Un jarrón caro, lleno de flores regaladas por alguien a quien le importe
de verdad. Una ventana abierta. Un jardín. Y un camino de piedras que me lleve
a la entrada. Una cerca de madera, pintada de blanco.
Tal vez si fuera claro en lo que siento,
podría tener algo mejor de las personas que me rodean. Un oído atento. Una
sonrisa. Un grupo de amigos en el que no me sienta extraño. Un buen chiste, de
vez en cuando una fina ironía.
Bebo un trago directamente desde la botella.
Vuelvo a esconderla entre mi ropa. Paso las hojas hacia atrás. Y releo. Trato
de descubrir nuevos sentidos en el papel, en lo que escribo con lápiz. En las
frases que sueño. En los textos amargos de cada madrugada.
Creo que es cierto lo que siempre escuché. No
se puede sacar nada de adentro si el corazón no sufre. Si el alma no trata de
escaparse a otro rincón. Si no busca un refugio, una coraza donde no se sienta
sola, lastimada o herida por el mundo más cercano.
Cambio de postura. Mi silla es pequeña, como
todo lo demás. Hace que mi espalda duela a la altura del estómago. He pedido
una más cómoda, pero no creo que la consigan. No les interesa cómo me
encuentro, no les interesa nada de mí. De lo que tengo, nada les sirve. Ni les
alcanza, ni les basta.
Trato de no fumar para no llamar la atención
ni despertar a nadie. Pero moriría de placer si tuviera un cigarrillo entre mis
labios. Sí, el humo me llenaba. Me podía. Sé que es una forma más de contaminar
mis sentidos, de apabullarlos. De llenarme de veneno y forzarme a devolver algo
mejor.
Igual que muchas otras veces, sonrío. Solo,
como un loco. Cuando imagino que mi vida sería igual de vana y patética si me
encontrara en una nave espacial, volando durante años hacia un lugar
desconocido. Repitiendo cada día los mismos procedimientos con muy pocas
variantes. Sabiendo que nada de lo que haga hoy, el mes que viene o dentro de
cinco años, puede cambiar mi rumbo o mi destino. Mirando siempre el mismo
paisaje por la escotilla, si es que así se llama la pequeña abertura donde se
puede ver el espacio exterior. Tampoco llevaría la cuenta de las horas que
vivo. Ni me importaría saber si existe algo más allá del almanaque o los
relojes. Daría lo mismo.
Mis compañeros siguen siendo el lápiz y el
papel. Mi aliada, la botella. Por mucho tiempo más.
La reja vuelve a cerrarse y como cada noche,
los guardias apagan la luz. Dejo de imaginar mi viaje intergaláctico y me
recuesto, boca arriba.
Beso la foto en la pared. Y les pido a todos
mis dioses que me ayuden a recordar cómo es la libertad. Aunque sea en mis
sueños.
*Primer
Premio en Narrativa en el Concurso “SADE Joven 2013” (Sociedad Argentina de
Escritores, Córdoba)
Gonzalo Salesky. Córdoba, Argentina
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La vida es como montar en bicicleta: si quieres mantener el
equilibrio, tienes que seguir avanzando.
Albert Einstein
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Un par de buenos textos que se agradecen. Gonzalo: se percibe tu oficio y se aprecia como lectora.
ResponderEliminarSaludos desde Chile.
Muchas gracias por tu lectura y tus conceptos, mi querida Amanda.
EliminarUn abrazo y mis deseos de días plenos de alegrías y creación
Analía