un foso palpitante anida al
lenguaje
posesiones ya no me quedan:
¿qué puede haber de mí
además del exuberante pan de la
miseria?
¿qué hay del amanecer que entraba
mansamente
como la esperanza,
cuando la palabra se decía en mí?
nada. un silencio de plomo. un
viento fúlgido.
*
* *
arrancar la ceguera con un grito
tengo un sueño hirviendo en la
palma de la mano
sucede como viento
y un pálpito oscuro rompe la
memoria
apenas alcanzo a nombrarlo
a penas
digo lo imposible de nombrar.
*
* *
tu silencio se propaga por
mi sangre y quemo
demoradas en mi voz
tus manos oceánicas atraen al
olvido
entonces, toda posible curación es
equívoca
lo sabes: cualquier gesto es
anterior a la palabra
cuando amar es el mandamiento
y el amor, un dios convulso
como tú
las osadas mendigas del amor,
mamá,
legan sollozos
como tú
ellas recogen tiernamente lo que
deja el tiempo
¿en cada mujer cabe toda el agua
del mundo?
*
* *
la noche es un pan duro
desde la noche del dolor yo y
nosotros estuvimos ahí
en ese pozo ambulante
desbocado reloj que es tu vientre
ahí, el pulso llega hasta la
pleamar de la náusea;
interpela el canto de Dios tu
desvelo,
como si Él hubiese hecho algo
todos los días
de ese fugaz paraíso
salimos sin pudor, como animales
hidrocéfalos,
aprendemos otros nombres,
y las infinitas versiones del
error y del castigo.
*
* *
con nosotros, dios tiene mal
comportamiento y cae
de esto se duele mi sangre: de no
tener una madre audaz;
apenas un animal ciego lamiéndose
que imagina árboles de espuma
olas de montañas en el cielo
y me ve hermoso con lanzas de
veneno en la boca
no. tengo una madre fiel a su
desdicha, impecable y pulcra;
ángel mustio, se mira en el tiempo
que la muerde
y nada le reprocha
hasta el fin de los días seguirán
doliéndome en la pena
sus embates de amazona temerosa,
su derroche de lágrimas
como ninguna, alma hostigada por
el amor,
tan leal a la soledad, como
ninguna
ojalá no gimiera entre el amanecer
y el ocaso.
*
* *
la oscuridad esplende como
ráfaga de sol
¿es el amor un abismo que nos mira
desde el fondo
de los cándidos días
donde moramos como criaturas
inocentes?
¿cómo se ama con este fervor
venenoso
que el tiempo vuelve escarcha
quebrada,
y nos deja solos?
la noche se desangra en el viento
por eso, no te enamores, madre. ya
no.
soy el hijo que nunca termina de
ser hijo
y un incendio de voces te nombran.
mi pavor te llama.
Poemas del libro palabra matada, presentado en Buenos
Aires en mayo 2014
Alfredo Luna. Buenos
Aires, Argentina
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Y es que cuando uno sacude el cajón de los recuerdos, son los
recuerdos los que terminan sacudiéndolo a uno.
Andrés Castuera-Micher
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Excelente Alfredo. Como siempre. Un abrazo desde Tinogasta
ResponderEliminar(Estuvimos hablando de vos con Juanita Acosta hace un par de días. Y nos atrajo a ambos el título de tu libro, La palabra matada, tan cargado de presagios en relación al centro mismo de nuestro oficio y de nuestras vidas).
Gracias por tus conceptos y tu lectura, mi querido Luis.
EliminarCoincido, es sumamente atrayente el título; un libro anterior se llama "la mirada sonora". Son títulos que te alertan en cierto modo.
Un abrazo y mi cariño para vos y toda tu familia, que estés muy bien y tengas días plenos de alegrías
Analía