miércoles, 20 de abril de 2016

Editorial



revista literaria con voz propia nº 68

                  abril 2016


                          publicación creada en noviembre de 2006
                             distribución y publicación gratuitas
                                 Inscripción: ISSN 2314-0275




Para tener el infinito en la palma de la mano,
y la eternidad en una hora,
hay que ser capaz de ver el Universo en un grano de arena,
y el Cielo en una flor silvestre.

William Blake. Fragmento del poema Augurios de inocencia



La memoria/2

A orillas de otro mar, un alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan; ha llegado la hora del adiós.
Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedazos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.

Eduardo Galeano
Uruguay, 1940-2015



Agito el mar dentro de mí

Cuando sea ángel
viviré en el faro…
Lloraré mirando las luces de los barcos
alejarse en la noche…
Sentiré nostalgia
de emociones nunca tenidas…
Gritaré imprecaciones al viento
(porque los ángeles no tienen padres)
y arrancaré una a una
las plumas de mis alas,
desesperada y sanguinaria
por la mala suerte
que me ha dado
maravillosas alas ligeras
y un cuerpo
demasiado pesado para volar…

Silvia Favaretto
Poema tomado de AERA Revista de Poesía



             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina



Si yo hubiera sido embarcación me habría gustado ser velero. Deslizarme empujada por el viento. No tener prisa, ni rumbo. No hacer ruido. Si fuéramos como barcos ¿quiénes serían nuestros náufragos? ¿Qué tesoros tiraríamos por la borda? ¿Qué milagro nos mantendría a flote? ¿A dónde iríamos cuando el mar fingiera estar en calma? ¿Cómo sería sobrevivir a la tormenta? ¿En qué mares se perdería nuestra cabeza?

Ángeles Mastretta


Autores publicados


revista literaria con voz propia nº 68
                                                                - abril 2016 -

autores publicados en esta edición: 


- Robert Gurney
- Cecilia Glanzmann
- Andrés Bohoslavsky
- Sergio Borao Llop
- Graciela Pucci
- Marta Zabaleta
- Norma Etcheverry
- Gustavo Córdoba
- Rolando Revagliatti
- Laura Beatriz Chiesa
- Nor Losada
- Ana Romano
- Andrés Casanova
- Mirta del Carmen Gaziano
- Osvaldo Hueso
- Victoria Servidio
- Conchi Sedano
- Ramón Rojas Morel
- Abel Granda
- Manuel Canet
- Lydia Pistagnesi
- Jerónimo Castillo
- Nechi Dorado
- Nerina Thomas
- Alejandra Zarhi


             revista literaria con voz propia
             ISSN 2314-0275

             Edición y dirección: Analía Pascaner
             San Fernando del Valle de Catamarca
             Catamarca – Argentina

Robert Gurney


Sinfield’s

Cuando era niño
mi madre me enviaba a comprar
frutas y legumbres.

La tienda se llamaba
Sinfield’s
Campo del Pecado.

Había hileras de manzanas,
naranjas, chauchas,
repollitos de Bruselas.

Podías oler la tierra fresca
en las patatas.
Era como el jardín del Edén.

Luego me aventuré
al centro de la ciudad
donde vi un enano
un hombre-anuncio
que llevaba carteles que decían:
“El pecado se paga con la muerte”.

No sabía qué significaba
pero sonaba mal.

“¿Es verdad?”, le pregunté
al párroco.

“Sí, lo siento”,
me contestó.

Desde entonces
no me sentí bien
yendo a ese mercado.


Piedras

Recibí una carta de un amigo
desde la Patagonia.

Decía que había juntado unas piedras
-para hacer patitos-
en el lecho del río Negro,
por si un día nos encontrábamos.

Pensé en Francis Bacon
-el filósofo, no el pintor-
y su experimento.

Puso unas piedras azules
en el lecho de un estanque
al lado del río Ver.

Bajaré mañana al río
y veré si aún están allí.


Incaland

Estuve ayer
en la Plaza del Mercado
de St Albans.

Había dos flautistas peruanos.

La música era desgarradora.

Me dije que si fuera
un exiliado peruano
no hubiera podido
contener mis lágrimas.

Puse 50 peniques en un recipiente.

Me ofrecieron una cinta
con una inscripción
“Peru - Incaland”.

Diez libras.

Desistí, sintiéndome culpable.


Gorhambury

Antaño usábamos humo
y espejos, palomas
y semáforos, botellas
y tambores.

Bacon escribió en New Utopia,
en New Atlantis,
acerca de un tubo
que podía llevar sonido
“en extrañas líneas y distancias”.

Se me ocurrieron
estas cosas
al lado del río Ver
en Gorhambury,
justo cuando un amigo
me llamó desde la Patagonia.


El puente

Cuando era niño
había un puente colgante chino
en el parque Wardown.

Aún sigue ahí, pero ahora
con más medidas de seguridad.

Nos encantaba hacerlo balancear
como un caballito mecedor
o un columpio gigante.

Por debajo el agua fluía
lentamente.

Una cerilla tardaba más de un minuto
en cruzar por debajo.

Entonces nos parecía que la vida
duraría eternamente.

Hoy el lago está helado
y el río inmóvil.


Del libro del autor: La casa de empeño y otros poemas. Lord Byron Ediciones, 2013. Colección Prometeo Desencadenado

Robert Gurney
St. Albans, Inglaterra

Cecilia Glanzmann


En esta hora
     (Meditando…)

No van a anochecerse las sonrisas
mientras haya pájaros en vuelo
mientras canten los poetas
desde la casa esencial del ser.

Cesarán las metrallas
por el mántrico latido,
por la fuerza de las mentes
como un rayo del alma,
en el centro del mandala.

Se sustenta
la humilde y soberana alquimia
en esta hora
de nuestra humanidad.


Conciencia

Elegí venir.
En esta estancia
tal vez entre las últimas
vivo mi cuerpo como todos
pero… hay algo
me crecen alas de acuarelas
con aromas de jazmines y de rosas
con sonidos de cuerdas y de cuencos.

Una luz purísima me habla
desde adentro
como desde un corazón multiplicándose.


Confesión de poeta

El poema me viene de las entrañas del ser
y entro a tu República, Platón,
y me quedo en ella con otros y contigo.

Se crea con la mente y con el pulso ardiendo.
No miento ni en las imágenes del sueño
ni en las de la duermevela transparente.

Soy poeta
en este vivir finito y colectivo
en este escuchar el aleteo del espíritu.

La poesía es voz de los sin voz
y atraviesa el alma de los seres.


Despojamiento

Desnudo la palabra
intensamente
la desnudo en todos sus ropajes

sentir esta paz
desde la mismidad que me permito
es sentir
una línea azul ensanchándose

y a la poesía buscándome
para darla
para hallarla en la luz de los otros.

Aunque nuestras miserias
y el miedo
la descuajen en ríos de sangre y escombros
la paz es pertenencia
y nos convoca
       en el poema.


Sobre el tiempo

Cuando vuela la historia
como una pluma al viento
y de repente
es un vértigo de lazos
desatándose
y la pluma al viento
deja el vacío sublime
de la espiral del vivir

la historia se ha quedado
sin nombre
hasta sin vuelo ni aliento

para la conciencia
desperezándose.


Poemas del libro de la autora: Desde el brocal del alma

Cecilia Glanzmann
Nació en Bell Ville, Córdoba. Reside en Trelew, Chubut, Argentina

Andrés Bohoslavsky


Vecinos

La noche anterior al robo, intentaba desde la habitación vecina a ellos, sin suerte, darle forma a un poema, que, definitivamente, escapaba con cada uno de mis intentos. 
Sin querer, vencido por el sueño y la frustración del texto, me recosté a oscuras a fumar, esperando dormirme. 
La charla en la pieza vecina se escuchaba nítidamente, así que, el plan de asaltar un banco me tenía como espectador invisible y a su vez privilegiado. 
El sueño me venció y el paso de los días hizo que lo que aquella noche escuché se fuera desvaneciendo, convirtiéndose en un recuerdo que no podía identificar de donde provenía y si era real u onírico. 
Luego de unos días escuché desplazar los paneles del techo de los vecinos y una especie de pasamanos hacia arriba, que termina con su colocación en el lugar habitual.
Cuando se produce el allanamiento, de madrugada y en forma violenta, en presencia del juez, del fiscal y de una cantidad de policías suficientes para detener a un barrio entero, lo escucho todo, aún despierto en mi afán de escribir el poema perfecto. Luego se produce la salida de todos y el silencio impera nuevamente en el hotel. Ahí, en el fracaso de mi poema nace la idea:
Entro rápido a esa habitación, desplazo el panel y saco siete bolsas de dinero. El único testigo es mi gato y gracias a Dios los gatos no hablan.
Me acuesto a dormir y sólo pienso en dos cosas:
Comprarle buena comida a mi gato y decirle al conserje que me voy a vivir a la montaña porque la sociedad está enferma y llena de delincuentes y un tipo como yo necesita un lugar tranquilo para dedicarse a escribir. 


La visita del rey

Cuando el rey llegó al pueblo -este pueblo perdido en la montaña con tan pocos súbditos- cursó invitaciones a su fiesta plagada de manjares y excentricidades. Todos corrieron alborotados y felices, todos menos mi gato y yo, que intentábamos escribir, como siempre, un poema, un cuento, esas cosas que nos gustan y tienen tanto de misterio e irracionalidad como nuestra forma de vivir.
El rey llegó a la cabaña con su guardia infernal, a preguntarnos por qué no habíamos concurrido, le expliqué que nosotros preferíamos escribir. Me propuso cambiar los roles un par de días para ver de qué se trataba, así que me convertí en monarca y él, en ese intento de escritor, se instaló en nuestro hogar cuarenta y ocho horas. La gente venía a besarme la mano y me traía ofrendas, comida, todo tipo de regalos, y yo ocupado en esas idioteces, extrañaba mi vida de siempre.
Cuando el tiempo se agotó volví a la cabaña y encontré al rey con una hoja en blanco.
No supe ser rey ni él escritor, la gente siguió feliz siendo esclava, mis días pasan como siempre y los de mi gatito también. 
El reino sigue intacto.


El ladrón

Desde el punto de vista legal, el tipo es un ladrón.
Desde otra mirada es, simplemente, un pobre como el vigilador del supermercado que lo detiene, el policía que lo arresta, la señora que lo fusila con sus palabras y los que miramos esa escena que habla sola.
Todos somos pobres y honestos salvo ese tipo que se comió el sándwich sin pagar. A ese tipo hay que aleccionarlo, sin dudas, dicen todos:
no podemos permitir que esto suceda y que el ejemplo del resto de la sociedad - pobre y honesta,
que camina callada y respetuosa hacia la caja a engrosar los bolsillos de delincuentes anónimos sin rostros - da cuenta todos los días.
Cuando era un niño, mi tío repetía la frase:
La revolución nace de la boca del estómago, tal vez de Mao.
Pero eso fue hace mucho cuando no éramos tan serviles ni tan fríos y los ladrones de verdad desvalijábamos bancos.


Andrés Bohoslavsky
Desde algún lugar del mar

Sergio Borao Llop


Babel

Babel con bordes azulados
-¿simulando el añorado cielo?-

¡Hay tantísimo ruido!
¿Cómo podemos entendernos
unos a otros? ¿Cómo
podríamos siquiera
entendernos a nosotros mismos?

Así el torrente pasa
veloz como las horas
llevándose en su azul
llantos y exaltaciones.

Hacia el mar, que es la nada.


Arena

¿Quiénes seremos cuando el ruido cese
y los cuadernos, ya cerrados, duerman?

¿Qué voz nos llamará por nuestros nombres?

Tan sólo nuestras huellas en la arena
quedarán, si el mar no las engulle.

¿Persistiremos lluvia, trino, rumoroso río?
¿Tal vez ensoñación de una palabra
prendida entre las crines del recuerdo?
¿Ceniza entonces, rescoldo de nostalgias?

Signos apenas en la arena leve.
               O quizá sólo arena…


Bajo la alfombra

Todo el mundo sabe
que a los poetas los carga el diablo.
Por eso todo el mundo
mete a sus poetas bajo la alfombra
cuando vienen visitas
o los encierra con llave
en una habitación sin fondo
a ver si hay suerte y al abrir la puerta
han desaparecido para siempre
tragados por los bosques de arena
o bifurcados en las intersecciones
de los puentes heptagonales.

Pero toda precaución es poca:
A través de alfombras y paredes,
de océanos y siglos, de barrotes,
la palabra se expande, primavera
de voces desgajadas por el valle,
río de aguas voraces que se acerca,
feraz enredadera trepándose a los muros,
penetrando ventanas, expandiéndose
por el aire de todas las estancias
y estallando en rotundas espirales
que estremecen lámparas y muebles
en nombre del poeta sepultado
bajo perversas lápidas de olvido.


Caverna

No es que seamos del todo inconscientes
de nuestra heredada condición de oscuros
y resignados habitantes sedentarios
en la caverna que pintó el filósofo.

(Aunque disimulemos, no ignoramos
que sombras sólo son, y no otra cosa)

Pero es más fácil permanecer quietos
sentados en silencio frente al muro
contemplando esas figuras móviles
y sus exuberantes maniobras.

Es más cómodo ver pasar las horas
sin esbozar un gesto, sin silbar una nota,
sin mirar hacia el sol -siquiera de reojo-
(porque la luz abrasa la retina).

Y si alguno levanta la cabeza,
si alguien susurra o canturrea,
si alguien grita que existen las estrellas,
entonces le miramos con desprecio,
le escupimos con furia, le arrojamos
las virulentas piedras de la ira
o el amargado esputo del silencio.

(No importará si el díscolo insurgente
es nuestro propio hijo, nuestra sangre,
el magma inmaterial de nuestra entraña).

Para preservar nuestra mentira
-nuestra tiniebla de imágenes fugaces-
le acuchillaremos ritualmente;
después veremos su sangre derramada
como si fuese otra, como si sólo fuese
la lava redentora de los dioses,
el fulgente licor de sus ensueños
-otra figura más en la pared bailando-.


Poemas de Por si mañana no amanece, tomados del blog del autor:

Sergio Borao Llop
Zaragoza, España
Ha publicado El alba sin espejos, por el sello eBooks Literatúrame!

Graciela Pucci


Después

La pasión me desata
entre bambalinas y deseo
manos sin contornos
transitan senderos inexplorados
grutas grávidas de anhelo
invitan a reconocerlas

 inicio la travesía

  El ritmo mutuo se acompasa

Urgencia de piel
fuego en las entrañas
       éxtasis
     humedad
                                                       y  
      silencio

Oscuridad salobre
en palabras muertas
       desunión
                         frío
                               tinieblas

hueco infinito dentro del pecho.

Los sueños     me pulverizan
  en el cuarto de los espejos.


Graciela Pucci
Buenos Aires, Argentina


Marta Zabaleta


Confidencias

Desde el patio
me mira
con sus ojos grandes.

Dejo de saborear la sopa.
¿Qué buscará desenterrar
del saber de la tierra?
Me observa, como si mi vida fuera
un pedazo de cielo. Lo miro
hipnotizada. No me muevo. Pero recuerdo
que él era así, como este pájaro.

¿Qué hace? ¿escucha? ¿descansa? ¿o es que me espera?

¿O como yo, solo y con frío, me buscará un día entre las piedras?

Ahora se ha parado, y piensa.
Da unos pasos.

En mi jardín, ¿qué busca?
Tal vez, que brote allí
el amor que nos dimos.

Es grande, gracioso. Bello.
Como el de aquella tarde
en que desnudos
bajo los juncos, desfloramos
un arrebol de copihues y guitarras
y emborrachó mi canto
un mar de estrellas.

Con mi sonrisa parte, sobre los
Andes vuela. Es tuya,
y con amor la lleva.

                         31 de diciembre 2014


Soledad en pleno invierno

Respiro hondo. 
Por la ventana veo 
las últimas luces de la tarde.
El mar se aquieta.
A mis espaldas
las plantas crecen.
Afuera, los narcisos florecen.
Dos ardillitas
juegan a la escondida,
Suben y bajan
por el tronco del árbol
que paciente
las sostiene.
Y los pájaros
que vuelven a sus nidos
alegran mi jardín de invierno.
Sus tempranos trinos
quebrarán también
la noche desvelada.
De pronto, suena el timbre
¿Será el eco de la muerte
que me dice “Aún estás viva”?
Y me duermo.
Pero suena de nuevo…
Era el servicio 
de la farmacia,
El joven me entrega
quince remedios,
Son gratis. Firmo. Y me dice
“Abríguese bien que se viene
una gran tormenta”
Really? I answer.
Cannot you see the sky?
he says
Le doy un beso.
Canta un zorzal.
Estoy viva…


Cárcel de espuma

       dedicado a mi hija Yanina Andrea Hinrichsen

Flores diminutas para prensar.
Habitan en mis manos
con el peso del viento.
Alimentan recuerdos.
Recorren mi sonrisa.
Hacen guiños al mar.

Sobresale la escollera
que se aprieta en mi cueva
desnudando la espera
de la diosa del tiempo.
Enroscada en la proa
con soberbia y sin miedo
a la noche confunde
entre tango y danzón.

Firme la brisa
corta la cara
que el sol marchita.
Parte la lancha
y en su vacío
cae mi almohada.
Prensa de esperas
pena la rabia. El sol
se agita. Mis labios
cantan.

Como los pájaros
de rama en rama
ceno piando mientras
la luz y el día
se va
se van…

              
Epping, 9 de octubre 2010


Marta Zabaleta
Nació en Santa Fe, Argentina. Reside en Londres, Inglaterra

Norma Etcheverry


La vida

No me importa si no tiene sentido-dice-.
-No lo tiene.
-Y quién lo dice?


El destino (I)

Por fin, partirá.
Tiene miedo.
De todas formas, siempre tiene miedo.
Tal vez se marche y ya no vuelvan a reconocerse.
Lo mira dormir, y soñar. En el sueño está lo que ha sido escrito con pintura roja sobre los azulejos de la vieja casa de Nampula.
Y también lo que está por escribirse.


Las estrellas

Por las tardes Vismar venía para llevarnos a recorrer las blancas playas del sur. Esperábamos el atardecer, cuando llegaban las barcazas de los pescadores y mirábamos la ceremonia de su arribo. Extendían las redes en la orilla, y mi mente entera se extendía también. Los amagues de las gaviotas eran como pequeños recuerdos, picotazos leves que sacudían el lienzo espumoso del agua. Luego, los ruidos se iban apagando de a poco y, con el caer de la noche, los hombres se perdían en las barracas débilmente iluminadas, allá arriba, en las laderas del morro. Entonces volvíamos en silencio, bajábamos por la carretera atravesada de camiones. Imaginaba los rostros de los conductores. Ser uno de ellos. Al volante de un gran Scania bajo el cielo negro, agujereado de minúsculos puntos brillantes. El camino todo el tiempo delante. Viajar siempre hacia ningún lugar.


El mandato

Le gustan esas tardes en que se sientan a leer las cartas que los padres de A. envían a sus hijos. Una entrega aparente y fatal encabeza cada una de ellas: “Mis pichones”, “Mis cachorros”.
Todas invariablemente firmadas por “papá y mamá”. Una ternura desconocida para otros, alevosa y brutal. Repasan esas páginas donde los padres imaginan un futuro para ellos que ya no es.
A. ríe, desvergonzado. Los enfrenta a su propio deseo.
- Sin embargo, de pequeño, me vestían con ropas de niña y festejaban… ¿qué es lo que ha cambiado?


El fuego

Camina sobre la gruesa alfombra carmesí. Tiene puestas unas medias de lana en los pies descalzos. Se sienta en cuclillas, cerca del fuego, y se queda allí. Horas y horas que se desprenden como la piel del verano.
Siente el calor en los ojos. Saborea el ardor de las lenguas que besan los leños, y deja a los leños que abrasen su cuerpo, que lo incendien. Se retuerce de dolor al principio, pero luego ya no siente nada y permanece dentro de las llamas, hasta desintegrarse.
Hasta volver a la montaña y ser tótem, tribu, piedra, presa de la cacería.
El viento sopla y esparce las cenizas.


La muerte

Es domingo en misa con Dios y Émile Cioran. Y esos ataúdes ahí.
Un padre con su hijo, ahí. Y el coro cantando Aleluya y otros salmos mientras ellos siguen inmóviles, frente al altar, frente al joven sacerdote, frente a todos los fieles, frente a toda esa gente que canta a viva voz porque ellos están muertos.
Los dolores de cada uno dejan de tener valor, no tienen ninguna importancia este domingo.


El extranjero

Por fin llegan las cartas. Las estampillas tienen diseños de pájaros, y de mamíferos, y de reptiles. Otras en cambio muestran los volcanes de Guanacaste.
Por fin un lugar adonde pensarlo.


Del libro de la autora: la vida leve. Ediciones La Carta de Oliver, noviembre 2014

Norma Etcheverry
La Plata, Buenos Aires, Argentina


Gustavo Córdoba


Abril

Este abril me llena de temores,
presentimiento oscuro;
abril sin rosas rojas.
Abril, con este corazón que aún late
herido.

Abril: otoño mío
preñado de hojas secas
y de cobres,
la savia se duerme entre las ramas
de un sauce que antes fue verde
lamiendo de su lecho, junto al río.

Huelo en el aire un desamor de soles
y el de saber
que he de quedarme solo a la vera de un tiempo,
detenido;
hurgando en los recuerdos
una sombra que me lleve
de nuevo hasta tu sitio…

Este abril, me llena de temores;
¡siento un otoño final
muy dentro mío!


El otoño y yo

Nuevamente es otoño y yo
con esta soledad que me devora
como echando raíces hacia dentro,
como buscando regresar hacia el origen;
hacia la procedencia de la cual partí y hacia donde debo
regresar ahora.

Siento que el agua y la greda me convocan
pero no siento el dolor que antes me dolía,
ahora me refugio en recuerdos
me guardo en mis silencios,
y espero.

Hoy nadie vino a verme,
lo prefiero
ello me permite demorarme en este tiempo
de ahora
cuando es otoño y la tarde agoniza
porque se queda sin sol
esperando como yo otra aurora
para volver en otra Entidad, a renacer en fruto
y endulzar como yo, en otro tiempo
otra boca…

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Tengo que decir adiós
o sentarme a esperar que el sol que murió
renazca a la mañana para darme la gracia de otro día,
para seguir caminando esta nostalgia
del brazo de esta soledad que me devora?

De nuevo es otoño y sigo
guardado en los silencios de mi alcoba…

¡De nuevo es otoño y sigo esperando no sé qué
en esta hora!


Dios

Regreso a TI,
cuando las sombras de mi tarde
caen impiadosas sobre la presentida noche
del silencio
y no traigo nada en mi mano para darte;
ni la candidez de mi niñez lejana,
ni la oración primera que mi madre me enseñara,
ni la fe, resguardada en la esperanza…

Sin embargo,
regreso a TI a cobijarme en tu gracia;
a ofrecerte mis manos unidas,
suplicantes,
en la actitud de aquel que pide todo
sin entregarte nada;
solamente,
¡el pedirte perdón, por la tardanza!


*  *  *

Para María Emilia Azar de Suárez Hurtado, con admiración y respeto

María Emilia Azar

María Emilia Azar, dueña de la palabra,
dueña de todas las palabras;
en tu nombre primero, nace el VERBO
y es por eso que al conjugarlos todos
un río manso de miel
te crece desde adentro.

Al igual que a la greda
amasas con tus dedos
todo un mundo de versos,
desde un fondo de rimas te recuerdo
¡y cómo no hacerlo!

Te recuerdo en los primeros nísperos,
el cigarro de chala, el cerco de tu casa
y en el canto aquel para tus cerros,
cuando dices en tu canto Catamarca.

Te recuerdo en ese poema tuyo
cuando hablas de tu alianza de oro
finita y tan delgada
como si fuera un ala
que busca en el silencio
aquella otra ala,
para juntas,
volar al infinito
en busca de otra siembra
y de otra zafra.

Te recuerdo porque sabes
que la muerte no existe
para dos que se aman,
que el adiós, es solo una palabra
que significa hasta luego o hasta mañana,
y que el verdor del sauce
con sus pies descalzos, junto al río
será siempre esperanza.

Por eso, María Emilia Azar,
dueña de todas las palabras
te pido perdón por este verso
que sé que no te basta,
porque en torno tuyo
todos saben
que tu nombre será siempre
Catamarca.


Gustavo Córdoba
Catamarca, Argentina
Poemas tomados de su espacio web:

Rolando Revagliatti


Darse la cabeza contra la pared

¿Son ladrillos?: en absoluto:
son cabezas:
una pared de cabezas
(humanas, la mitad).


Nouvelle


“Me miró sin hurañía, pero con tímida atención concentrada…”
“En el fondo de su hurañía se ocultaba la necesidad más categórica de calor humano.”
Eduardo Mallea (“Los Rembrandts”)

Y era así como ella
lo hacía y era

Y más a mí, conmigo

No llegaría a ignorar completamente
cuánto de sí
querría darme.


Llevar su tiempo


Algo había sucedido esa mañana
entre nosotros

Había sucedido recién
por la mañana

Realmente
recién
nos avinimos
por la mañana
a que sucediera.


Siento lo que ignoro

No es verdad que no recuerdo nada

y es verdad

que dudo
y creo recordar

y es verdad
que no invento.


Hija:

Tenés ya vía regia
de escape o de ingreso:
cumpliste
saltimbanqueaste con los requisitos
superado el descomunal escollo que yo te he sido
un pasaporte te habilita:

alcancé mi fecha inusitada de vencimiento:
al punto que podrías, exhausta
pobrecita, única, recalibrada
vos también muriendo:
festejar.


Faltas

Nos falta una ventana
A nuestro dormitorio le falta una ventana
A nuestras vidas les falta una ventana en el dormitorio

Y un balcón.


Oigo

Los años
me encajaron el muerto
que seré

Mis carcajadas
son ya
de viejo.


Acaso exagero

En los lugares comunes
se cae

Los lugares comunes
están atestados
de reincidentes

Cada uno de nosotros
es un lugar común
atestado

y yo no sé como eludirme
cuando escribo
que cuando escribo
no sé como eludirme.


Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina


Laura Beatriz Chiesa


Desde la inmensidad

Vagan las almas por las tempestades
acariciando hijos aún despiertos,
tratando de dictarles los aciertos
para que perpetúen las verdades.

Se mezclan con sus cuerpos en mitades
y les hablan consejos, por ser muertos,
en susurros sin voces cual conciertos
de cuerdas que no tensan ansiedades.

Se recrean e invaden en invierno
con mensajes que traen de lo eterno,
y complacen pedidos terrenales.

Misteriosos emigran al olvido,
por cumplir con el pacto prometido,
sin por eso erigirse en inmortales.


La fe

La fe es victoria presentida,
que invade los terrenos del que cree
y apuntala los embates de la vida,
entrelazando emociones que posee.

¿Qué es el amor sino la fe sentida?
¿Qué es la amistad sino una fe creada?
¿Qué es el abrazo sino fe entrelazada
  por la necesidad de ser vivida?

Por fe sonreímos ante las ideas;
por esa misma fe acariciamos sueños,
logrando mover -piedra tras piedra-
hasta poder cumplir con los empeños.

Sin fe se pararía el mundo,
pues el desgano pronto cubriría
ese sentimiento audaz y tan profundo,
con el mando frío y cruel de la desidia.

        
Humor caliente

Soy la sangre que te camina.
La que conoce, como nadie,
los vericuetos de tu ser.
La que alimenta tus células,
la que llora y ríe antes que tú.
Mi medicina natural te cura,
te hace crecer, te auxilia en silencio,
sin recetas ni barbijos.
Cuando mi química tropieza
me auxilian tus dolores,
tus reflejos adormecidos,
tu cerebro obnubilado.
Mi desequilibrio es anuncio.
Mi anuncio es tu reacción.
Tu reacción, mi próximo destino.


Secreto

¿Cómo capitaliza Dios su ahorro
si dinero no tiene en el bolsillo?
¿Será que lo hace como el viejo grillo,
que al comenzar su canto saca un gorro,

en el que cada hormiga o abejorro
le deposita, en verde o amarillo,
un trozo de su dulce panecillo
para saldar la deuda? Pero el zorro

es más vivo. Mirando al cielo sabe
qué moneda es vital en la fortuna.
Por eso ahorra el brillo de la luna

para poder salir de cacería.
No es lo mismo de noche que de día,
porque de ella depende. Es la clave.


Laura Beatriz Chiesa
La Plata, Buenos Aires, Argentina