La Alhambra, una joya universal
Lentamente la Alhambra, en ardimiento,
muestra sus gemas a la
primavera,
y en fragante dulzura al sol
espera
para besarlo por su
ofrecimiento.
Joya de mi Granada, monumento
maravilloso que en mi esencia
impera
con la belleza de la luz viajera
admirada por frutos con talento.
La Alhambra, corazón de casta
mora,
de tus adentros solo paz aflora
para el hombre que ensalza tu
grandeza.
El mundo te engrandece con
honores
que orbitan por los sueños de
las flores
en brazos de la fiel naturaleza.
Del
libro del autor: Mi Granada.
Editorial ‘Granada Club Selección’. Molvízar, Granada, 2016
* * *
El huracán de mi fogosidad
Tu risa abrió los cielos
y mi alma sin rencores.
Poco a poco tu amor me dio sus
frutos
bien amados que hoy pueblan mi
sangre en primavera.
Poco a poco tus besos desnudos y
salvajes
granaron mi pasión, y sus llamas
lograron
habitarte y quererte y poseerte
bajo la luna ebria
de susurros de amantes y de
miradas cómplices.
Tú eres, amor, mi bálsamo
y el huracán de mi fogosidad.
Contigo el mundo negro
se torna en paraíso
floreado y frondoso como la vida
clara,
como el fuego que ruge sobre el
lecho,
en donde tiernamente conseguimos
que tu cuerpo y el mío se
transformen
en un solo torrente de emociones
nuevas y placenteras.
Del libro del
autor: Amantes. Editorial Emboscall,
Vic. Barcelona, 2005
* * *
Un ángel en mi otoño
¿Adónde fue la luz que nutrió mi
inocencia?
¿Por qué me abandonó la alegría
de niño,
durante aquella época de
inmaculados sueños,
sin decir ni siquiera adiós a
mis praderas
y a mis huertos feraces y a mis
ríos de soles?
Tras su ida sigilosa, quizás a
ningún círculo,
me introduje en la selva que
cubre por completo
este astro cultivado por la
mente de olas
fecundas, bondadosas, mas
también destrozado
por ideas malvadas de olas de
otros linajes.
Aunque no sea otoño tedioso y
con verdines,
me nacen los deseos, sin trinos
ni esplendores,
en las simas profundas de un eco
encanecido.
A pesar de los trenes que a mi
vida llegaron
y de ella se marcharon con gran
celeridad,
dejando en los hondones de mi
esencia volcánica
el sabor agridulce de una vida
guerrera
inmersa en las tareas en pro de
los violines
que aman la paz sin precio y las
perfectamente
unidas libertades fraternas,
generosas…,
siento hoy cómo se abre, con un
blancor divino,
aquella aurora humana en mi
mundo insondable.
Ello es gracias al niño,
misterio primitivo,
que perdí en mi galope duro por
las montañas
selváticas del orbe, mientras
iba al encuentro
del corazón del hombre turbado
por su vida.
Ese niño hoy convive, en medio
de mi sangre,
con la alegría blanca que en mí
ha resucitado,
y con aquellos viejos recuerdos
que aún palpitan,
porque mi amor los riega, los
cultiva, los mima.
Del libro del
autor: Sinfonía a Dana. Ed. Granada
Club Selección. Granada, 2008
Carlos Benítez Villodres
Málaga, España
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