viernes, 8 de marzo de 2019

Áurea López Quiles


Parece escandaloso que se venda el cuerpo
que tocamos o vemos
pero no que se vendan traiciones a los demás
o nuestras convicciones más profundas
y todo lo que es intangible.

Voluntarias en la noche

Hoy empieza mi vida de jubilada a los sesenta años, después de haber trabajado con niños, adolescentes y adultos durante treinta y seis cursos escolares. Mi espalda ya no aguantaba más y protestaba sin parar de tanto agacharse para escuchar a los alumnos de ciclo inicial de primaria, para ver sus trabajos o ayudarles con ellos (…)
A las nueve y cuarto ya estaba de vuelta del gimnasio, con ducha incluida. Me he puesto a leer el libro A Fine Balance, (…) pero se me cerraban los ojos, y, aunque me hubiera venido bien dormir un poco, no he podido. Estaba nerviosa porque empezaba una nueva etapa como voluntaria. Desde hace más de diez años colaboro con una ONG que tenía su sede cerca de mi casa. El día que me presenté para ayudar en lo que necesitaran, me dijeron que, aparte de ofrecer asistencia sanitaria, psicológica y legal a inmigrantes, salían varias veces por semana para ofrecer café, chocolate caliente y galletas, además de facilitar preservativos y lubricante, a las prostitutas que se repartían distintos puestos en las carreteras de acceso a la ciudad. Comencé a ayudar a Mari Ángeles, psicóloga de la ONG, durante las vacaciones escolares, porque, antes de jubilarme a menudo estaba afónica, con dolor de garganta y oídos, y la humedad de la noche no me sentaba bien. Entonces había muchos voluntarios y a mí solo me necesitaban de tarde en tarde.
La mayoría de las prostitutas eran del este de Europa y muy jóvenes. Solían ir vestidas de forma atrevida y aniñada, casi siempre de blanco, aunque fuese invierno. También había nigerianas que iban con chándal, porque pasaban mucho frío. Los travestis y transexuales se situaban en la parte sur de la ciudad, a lo que llaman la Pasta, porque hay una fábrica de este producto alimenticio. Cuando empezó la crisis económica hace una década, dejaron de deslumbrar en las carreteras con sus ropas claras. Muchas se fueron a otros países o al suyo propio si tenían hijos o familias que las esperaban, aunque en ocasiones volvían a España porque no se integraban en su lugar de origen. En la calle ya no queda casi nadie, también debido a los años en que fueron perseguidas por su actividad.
Actualmente, mi voluntariado, como el de las demás, consiste, básicamente, en salir por las mañanas por los pisos y calles o plazas céntricas donde ejercen. La tarde del lunes y la noche del jueves nos alternamos para ir en la rulot, porque así las chicas que están en las carreteras se pueden sentar un rato y tomarse una bebida caliente. También en los clubes, Mari Ángeles les informa de la importancia del uso de métodos de protección para evitar contagios de enfermedades sexuales, de los anticonceptivos y de las pruebas analíticas, que se pueden hacer anónima y gratuitamente en el CIPS. Como sigue siendo una actividad no reconocida, carecen de Seguridad Social y de cualquier derecho como trabajadoras. Por esta razón, se encuentran en una situación muy vulnerable, pues su trabajo no existe legalmente.
El poema que incluyo a continuación fue mi fuente de inspiración para narrar las historias de estas mujeres, haciéndolas irreconocibles, cuando lo leí en un tablón de la nueva sede de la ONG. Lo escribió una antigua colaboradora:

Vagando por los caminos más oscuros

Vagando por los caminos más oscuros,
los vuestros y los de otros,
jugáis a ser artistas,
las estrellas de un arte de la noche
cuando no hay otro arte que os espere,
vagáis por las soledades,
las vuestras y las de otros,
en carreteras y periferias de ciudades
con una oferta de ilusión y fantasía
de dependencias y afectos
por necesarios tan solicitados,
la ilusión del poder que nunca nos da nadie.
Ilusiones vuestras y de otros
y también nuestras y de todos
en esta sociedad prostituida
en la que todo es susceptible de convertirse en negocio.
Vagáis por tantos mundos solitarios
en el negocio de la compañía
hartas de vuestra pobreza
y la de vuestras madres que os esperan muy lejos
haciendo como que no saben.
Perfumadas y maquilladas con brillo para el escenario,
después de colocadas las botas de altas plataformas,
la cazadora dorada
o blanca de capucha ribeteada en piel
y ajustadas las medias de encaje y las faldas acortadas
(son los dictados de vuestra propia estética),
cogéis un bolso pequeño donde caben el dinero,
el maquillaje
y los preservativos que os reparte una ONG
vagando con vosotras por el mundo de la noche
en su lucha contra vuestro deterioro.
Parece escandaloso que se venda el cuerpo
que tocamos o vemos
pero no que se vendan traiciones a los demás
o nuestras convicciones más profundas
y todo lo que es intangible.


Prólogo del libro: Voluntarias en la noche, escrito por Áurea López Quiles. Allí cuenta historias de diferentes mujeres quienes ejercen la prostitución como trabajo, y así obtener dinero para la subsistencia de ellas y de sus familias.
La autora está dispuesta a enviar el libro por e-mail a quien esté interesado en leer estas historias. Pueden contactar conmigo, gracias. Analía Pascaner

Áurea López Quiles
Alicante, España

4 comentarios:

  1. Un placer siempre leer tu revista y participar en ella

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu presencia, Áurea, tú sabes que con inmenso gusto.
      Mis cordiales saludos
      Analía

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  2. Hola. Me gustaría obtener el libro, es posible?

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    Respuestas
    1. Estimada Rosa:
      Muchas gracias por tu interés. Te pido por favor que me escribas a:
      analiapascaner@gmail.com
      para conocer tu dirección de correo y así enviarte el libro en adjunto. Disculpa la molestia por favor.
      Cordiales saludos y mis mejores deseos
      Analía Pascaner

      Eliminar

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