Parece escandaloso que se venda el cuerpo
que tocamos o vemos
pero no que se vendan traiciones a los demás
o nuestras convicciones más profundas
y todo lo que es intangible.Voluntarias en la noche
Hoy
empieza mi vida de jubilada a los sesenta años, después de haber trabajado con
niños, adolescentes y adultos durante treinta y seis cursos escolares. Mi
espalda ya no aguantaba más y protestaba sin parar de tanto agacharse para
escuchar a los alumnos de ciclo inicial de primaria, para ver sus trabajos o
ayudarles con ellos (…)
A
las nueve y cuarto ya estaba de vuelta del gimnasio, con ducha incluida. Me he
puesto a leer el libro A Fine Balance, (…) pero se me cerraban los ojos,
y, aunque me hubiera venido bien dormir un poco, no he podido. Estaba nerviosa
porque empezaba una nueva etapa como voluntaria. Desde hace más de diez años
colaboro con una ONG que tenía su sede cerca de mi casa. El día que me presenté
para ayudar en lo que necesitaran, me dijeron que, aparte de ofrecer asistencia
sanitaria, psicológica y legal a inmigrantes, salían varias veces por semana
para ofrecer café, chocolate caliente y galletas, además de facilitar
preservativos y lubricante, a las prostitutas que se repartían distintos
puestos en las carreteras de acceso a la ciudad. Comencé a ayudar a Mari
Ángeles, psicóloga de la ONG, durante las vacaciones escolares, porque, antes
de jubilarme a menudo estaba afónica, con dolor de garganta y oídos, y la
humedad de la noche no me sentaba bien. Entonces había muchos voluntarios y a
mí solo me necesitaban de tarde en tarde.
La
mayoría de las prostitutas eran del este de Europa y muy jóvenes. Solían ir
vestidas de forma atrevida y aniñada, casi siempre de blanco, aunque fuese
invierno. También había nigerianas que iban con chándal, porque pasaban mucho
frío. Los travestis y transexuales se situaban en la parte sur de la ciudad, a
lo que llaman la Pasta, porque hay una fábrica de este producto alimenticio.
Cuando empezó la crisis económica hace una década, dejaron de deslumbrar en las
carreteras con sus ropas claras. Muchas se fueron a otros países o al suyo
propio si tenían hijos o familias que las esperaban, aunque en ocasiones
volvían a España porque no se integraban en su lugar de origen. En la calle ya
no queda casi nadie, también debido a los años en que fueron perseguidas por su
actividad.
Actualmente,
mi voluntariado, como el de las demás, consiste, básicamente, en salir por las
mañanas por los pisos y calles o plazas céntricas donde ejercen. La tarde del
lunes y la noche del jueves nos alternamos para ir en la rulot, porque así las
chicas que están en las carreteras se pueden sentar un rato y tomarse una
bebida caliente. También en los clubes, Mari Ángeles les informa de la
importancia del uso de métodos de protección para evitar contagios de
enfermedades sexuales, de los anticonceptivos y de las pruebas analíticas, que
se pueden hacer anónima y gratuitamente en el CIPS. Como sigue siendo una
actividad no reconocida, carecen de Seguridad Social y de cualquier derecho
como trabajadoras. Por esta razón, se encuentran en una situación muy
vulnerable, pues su trabajo no existe legalmente.
El
poema que incluyo a continuación fue mi fuente de inspiración para narrar las
historias de estas mujeres, haciéndolas irreconocibles, cuando lo leí en un
tablón de la nueva sede de la ONG. Lo escribió una antigua colaboradora:
Vagando por los caminos más
oscuros
Vagando por los caminos más
oscuros,
los vuestros y los de otros,
jugáis a ser artistas,
las estrellas de un arte de la
noche
cuando no hay otro arte que os
espere,
vagáis por las soledades,
las vuestras y las de otros,
en carreteras y periferias de
ciudades
con una oferta de ilusión y
fantasía
de dependencias y afectos
por necesarios tan
solicitados,
la ilusión del poder que nunca
nos da nadie.
Ilusiones vuestras y de otros
y también nuestras y de todos
en esta sociedad prostituida
en la que todo es susceptible
de convertirse en negocio.
Vagáis por tantos mundos
solitarios
en el negocio de la compañía
hartas de vuestra pobreza
y la de vuestras madres que os
esperan muy lejos
haciendo como que no saben.
Perfumadas y maquilladas con
brillo para el escenario,
después de colocadas las botas
de altas plataformas,
la cazadora dorada
o blanca de capucha ribeteada
en piel
y ajustadas las medias de encaje
y las faldas acortadas
(son los dictados de vuestra
propia estética),
cogéis un bolso pequeño donde
caben el dinero,
el maquillaje
y los preservativos que os
reparte una ONG
vagando con vosotras por el
mundo de la noche
en su lucha contra vuestro deterioro.
Parece escandaloso que se
venda el cuerpo
que tocamos o vemos
pero no que se vendan
traiciones a los demás
o nuestras convicciones más
profundas
y todo lo que es intangible.
Prólogo del
libro: Voluntarias en la noche,
escrito por Áurea López Quiles. Allí cuenta historias de diferentes
mujeres quienes ejercen la prostitución como trabajo, y así obtener dinero para
la subsistencia de ellas y de sus familias.
La autora está
dispuesta a enviar el libro por e-mail a quien esté interesado en leer estas
historias. Pueden contactar conmigo, gracias. Analía Pascaner
Áurea López Quiles
Alicante, España
Un placer siempre leer tu revista y participar en ella
ResponderEliminarMuchas gracias por tu presencia, Áurea, tú sabes que con inmenso gusto.
EliminarMis cordiales saludos
Analía
Hola. Me gustaría obtener el libro, es posible?
ResponderEliminarEstimada Rosa:
EliminarMuchas gracias por tu interés. Te pido por favor que me escribas a:
analiapascaner@gmail.com
para conocer tu dirección de correo y así enviarte el libro en adjunto. Disculpa la molestia por favor.
Cordiales saludos y mis mejores deseos
Analía Pascaner