lunes, 13 de mayo de 2013

Rachid Boussad


-Marruecos-

El vate…
             
               «El Poeta es un pequeño Dios»
                              Vicente Huidobro

Es un nómada infatigable,
Y un ubicuo movible.
En todas partes presente
Acá y acullá siempre oyente
Por cuestas abajo y por arriba sudando.
¿Qué vientos terribles lo arrastran más allá de sí…, y de los mares?
¿De dónde hubiera sacado lo divino en él abrigado?
Dos veces cantor:
Versos de miel, de cara a la aurora,
Y aquéllos de hiel, con el crepúsculo platicando.
En su balanza encinta de seda y marfil,
Van desparramadas sus quimeras y sus inquietudes.
Soñador de soledades, misterios y madrugadas.
Fontanar de aires y aguas incesantes.
Relámpago de suspiros alumbrando abismos.
Dueño de fuegos encendiendo patrias sin visado.
Las sombras persigue de amores fugaces,
Y el hálito de las brisas nocturnas acompaña.
¡Alma cándida y oficio ahogado en las penumbras
De su ocio hortelano y duradero!

¡Oh bajel de alegrías hacia puertos nebulosos!
¡Oh jardinero llorando por árboles deshojados,
Sus almas dolidas, y sus rosas mustias y polvorientas!
Ensánchate y aférrate a tu voz ¡oh Poeta!
Yo te tiendo la mano y yo te pregunto:
¿Qué sería de los paisajes tétricos,
De los pajaritos lúgubres,
De las sonrisas lánguidas,
De los rostros héticos,
De los corazones taciturnos,
De las lágrimas derramadas,
De los mares embravecidos,
Y de los cielos entristecidos,
Si de mis orejas viniesen a faltar tus sombras sonoras y quijotes?
¡Ay de ti, demiurgo de tinieblas y recovecos!
¡Ay de ti si te acaban en basura de dejamientos y olvidos!
Si tú te murieras en soledad y sin testigos,
¿Qué sería de las voces “escasas”,
Pletóricas de orfandad mortuoria
En aquellos oídos nutridos de sombras y fantasmas de arena?


Madrugadas jocundas

           A Majda Meskrot

He aquí que mi canto descorazonador,
Está tan cansado, tan cansado, tan cansado.
Reyertas tan fieras
Entre auroras y ocasos
Agotan mi corazón albo.

Mi alma desmantelada
Se rindió a la Verdad Ingente
Que maneja mi edad de pluma.
Mas, se nutre a diario y sin tregua
De esperanzas celestiales y oceánicas;
De esperanzas menudas y embrionarias.

Heme aquí con mi espíritu malherido,
Abrasado por el sol de la olvidanza.
Una jauría de golpes y empujones
Me cincelan con insolencias,
Y con promesas pérfidas.

¡Qué helor, qué temblor herculano, 
Qué dolor tan alto,
Y qué pesadilla tan altanera!

Si mi voz en mí muriera
Llevadla al sur
Y enterradla en aquella tierra roja.
Enterradla bajo una palmera.
Enterradla con sus sombras perfumadas
cuyas soledades ella domesticaba.


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Cuando dejo de ser lo que soy, me convierto en lo que podría ser.
Lao-Tsé

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