lunes, 13 de mayo de 2013

Mirta del Carmen Gaziano


-Santa Fe, Argentina-

A dos aguas

Debo nadar en ambas direcciones,
compartir pasajes paralelos
ambiguas permanencias,
ambas de pureza suficiente
de realeza imaginable.

A dos aguas, es cuestión de darse cita
de poder compaginar las rutas prefijadas
coordinar el espíritu y el alma,
de dominar la calma y la paciencia.

En el tiempo de la espera y permanencia
contener las ansias, doblegar las emociones,
pasar de un momento al otro en notorias congruencias.
Dejar de lado el minuto de soslayo,
pasar así al pensamiento ordenado.

A dos aguas,
al igual que el caudaloso río,
al parecer con la calma de los mares.

Con el soplido de los vientos,
del movimiento lento de las olas
a la franca tormenta de las aguas y las arenas

No es tan difícil, es simple y sobretodo verdadero,
es normal y de consenso con su estilo,
simplemente lo considero mi destino.


No renuncié

No renuncié, jamás lo hice

No renuncié a mis más puros sentimientos.
A los impulsos emanados de mis más profundas convicciones.
No dejé que me distraigan
me seduzcan
y me aparten.
Firme y segura he permanecido,
y gozo ahora de la libertad de expresión puramente concebida.

Viene de mí,
viene desde adentro
desde lo oculto y profundo de mi mente.
Viene y me invade,
abandono entonces las legítimas defensas
me dejo llevar en vertiginoso impulso
torbellino de ida y vuelta
explotan así todos los sentidos
y gozo de los dones heredados,
y de la felicidad de no haber nunca renunciado.


Sigue con vida

Con la ilusión a cuestas marcho por la vida.
No alcanza la realidad circundante para herirla.
No llega a empañar el espejo de la suerte.
No ciega la luz que desde el interior emerge.

Con la mirada al frente, ando así erguida.
Siempre el presente en vilo, la conciencia limpia.
La pasión a flote, la emoción servida.
No llegan a agrisar los días, la nefasta tragedia de estos tiempos.

La ruptura de la paz es disuadida
La fluctuante incertidumbre de la gente.
La impar pesadumbre, la barbarie.
La insensatez, la locura delirante
No alcanzan para herirla.
Y la ilusión de ese modo se mantiene.

Gracias a Dios, sigue con vida.


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El valor nunca es mayor que cuando nace de la última necesidad.
Diego de Saavedra Fajardo

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