martes, 20 de agosto de 2024

Martha Valiente

Ángelus 

La noche llegaba antes a la parroquia: nadie encendía las lámparas. 
Tiempo de oración; el Padre Julián se arrodillaba frente al Cristo de su habitación. Padrenuestro. 
Por la puerta entreabierta yo le veía las suelas sucias y el borde descosido de la sotana, mientras trapeaba el largo pasillo, con la última luz que entraba a través de las persianas bajas. 
La tarde protestaba afuera con la voz de los pájaros. 
Conocía de memoria cada baldosa en ajedrez, sus manchas, sus puntas quebradas. Se habían endurecido como las arrugas del cura, como su piel bajo el hábito. 
Solo el cura conocía las trampas de la luz, nadie como él para decidir el comienzo de la noche. 
Nadie como él para poner fuego en las estufas y deshelar la capilla helada con su altar de mármol carcomido. Me gustaba espiar la ternura desganada con que encendía los leños, después de la última misa del domingo. 
Tenía las manos flacas y amarillas. 
En su habitación había montañas altísimas de libros, que a veces se desmoronaban con un estruendo triste de hojas olvidadas. 
En la penumbra del amanecer, lo escuchaba a veces leer en voz alta; su voz me despertaba y entonces me ponía de rodillas para recitar mi primera oración adormecida. Dios te salve María. 
Después le llevaba el desayuno en la bandeja que él devolvía casi intacta, con los ojos llenos de disculpas. 
Como si me importara. 
Verlo amanecer fue mi único privilegio durante el tiempo que duró mi infancia y la vida de mi madre. Es nuestro, decía ella, y su boca aleteaba con un amor sublime, incapaz de palabras. 
El Padre Julián seguía usando las mismas sandalias de entonces y la antigua sotana que yo había llenado de remiendos. 
En el crepúsculo, repetía como una letanía sus oraciones para forzar la penitencia. 
Nadie encendía las lámparas. La noche se apuraba a llegar a su cuarto y yo, a terminar de lavar el pasillo, empujar su puerta, desvestirme. 
En plena oscuridad. 


Este cuento obtuvo el primer premio de Sade sede Ituzaingó, Buenos Aires, Argentina. Diciembre 2022 

Martha Valiente 
Nació en Uruguay. Reside en Buenos Aires, Argentina

4 comentarios:

  1. Amorosamente triste tu bello relato!
    Me ha gustado mucho!!
    Con cariño.
    Beatriz Caserta

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    1. Muchas gracias por tu lectura, querida Beatriz.
      Muchos cariños y mis mejores deseos

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  2. Maria Cristina Berçaitz
    Qué bella remembranza y que cuidado final. Una pequeña joya para atesorar.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu lectura y tus apreciaciones, querida Cristina.
      Mi abrazo y mis mejores deseos

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