Me debato en mi propio vacío tratando de llenarlo con preguntas que nadie quiere responder, como si se hubiera articulado un pacto con el Santo del Silencio, pero el Señor pega alaridos dentro mío, confirmando que pueden silenciarse las verdades, aunque el mutismo suele estallar tarde o temprano.
Y a mí, que no fui dotada con el favor de la clarividencia me fue entregado, en cambio, quién sabe por qué, o por quién, el don de la espera constante, de la tenacidad y el empecinamiento. Mucho más cuando está en juego mi derecho a saber, que, por otra parte, es irrenunciable.
Así es como sigo por la vida como cargando el peso de mi universo sobre mi espalda cubierta por astillas de heridas que no cierran, que perduran, que sobreviven el paso del tiempo envejeciendo conmigo aunque quisiera erradicarlas para siempre. Me conforma saber que el siempre, aunque tarde en llegar y desespere, indubitablemente, existe.
Nechi Dorado
Buenos Aires, Argentina
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