lunes, 10 de junio de 2024

Amelia Arellano

Estación de las madreselvas escondidas 

Un banco de la Estación, sostiene la pausa y la mujer. 
La sustenta como el amor sostiene al tiempo.
Una maleta llena de incertidumbres. 
Y un hueco de ausencia redondo como el mundo. 

El tren se acerca ¿o se aleja? Es una boa de plata. 
La mujer se pregunta si la cola de la boa está roja por el llanto. 
Arranca sus raíces y le duelen hasta las huellas de sus pasos. 
Levita en una butaca con olor a distancia. 

El tren desarraiga su sollozo en aceros solitarios. 
La mujer se deja mecer suavemente. 
En sus sueños, aparece su madre. 
Cuando despierta siente en su boca un sabor lejano. 
Leche dulce de madreselvas blancas. 

El tren llega a destino. No sabe si va o viene. 
La mujer comprende que partir es llegar. 
Y el tren arraiga entre maternos pechos. 
Madreselvas de escondidos aceros. 
La sustentan como el amor sostiene el tiempo. 


Tres estaciones y una menos 

Es de noche y hace frío. 
El hombre mastica escarcha. 
En sus manos tiembla el viento sur. 
Es interminable el camino de la soledad.

Es de día y el calor es bochornoso.
La boca de la mujer es un desierto salino. 
El viento zonda se enrosca en sus pies. 
El camino de la soledad termina en el horizonte. 

El hombre entibia su boca en colinas pródigas. 
Su cabeza descansa en valles fértiles. 
La mujer refresca su boca en el pico de un pájaro. 
Sus cabellos mojados se adhieren a su rostro. 

El hombre y la mujer exploran. 
Una geografía de carbón y obsidiana, los alberga. 
El camino de la soledad es una anaconda quieta. 


          *   *   * 

Estación de los soles 

Estación de las lunas absortas 

Sobrecogido. El niño mira las absortas lluvias. 
Se pregunta porqué llora Dios. Se pregunta. 
Tan serio. Tan niño. Tan hombre. Tan de amor sublevado. 
Habla aquí y allá. Tan lejos. Tanta espera. 

Estación de las flores 

El niño mira el corazón de Dios y le habla.
-Dios le contesta, siempre- 
Nada le sobra al niño, nada le falta. 
Sabe, de las calaveras nacen flores. 

Estación de los soles 

Desde los pies le sube una virtud unida al polvo. 
Un mundo donde la profecía no decae. 
Sonámbulo trazaba contornos indecibles. 
Rizos de oro. Soles. Trenzas rojas. 

Estación de las luces 

Y le sube una llama. Mitad mujer, mitad niña. 
Por los cuatro costados, de sur a norte, sube. 
Real. Extraña. Idéntica. Distinta. El sol no es una estrella. 
Y son torso de zarza. Luz. Maraña. Silencio. 

El niño mira las absortas lluvias y musita. 
Al oído del viento, musita. No solo de dolor se llora. 


Amelia Arellano
San Luis, Argentina

2 comentarios:

  1. Hermoso lo que expresas en tus poemas de 2Estaciones" Amelia.
    Un abrazo.
    Beatriz Caserta

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu lectura, Beatriz.
      Muchos cariños y mis mejores deseos

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