I
Entre los golpes
que le curo
mi hija crece.
Se alarga la sangre
en los gestos
que espío.
Ahora la cuna
yace en el desván
y con su guardapolvo blanco
tejo ilusiones.
Mientras tanto
la corriente
del río que nos lleva
me agrieta la piel
II
Mientras vigilaba
tu sueño de anoche
frío en las ventanas
aullaba el viento.
Gnomos de tinta
para tus rondas de mañana
en solitario artesanado
mi caligrafía fundaba.
Las palabras
I
son las llaves que abren
cerraduras enmohecidas
voces
que aclaran la confusión
de las tinieblas
como el molino
cuando muele al trigo
y funda esperanzas
en las bocas de los niños.
II
son dardos
lanzados
al centro
del tablero.
Dardos
que salen
desde el límite del hueso
desde el límite de la noche
allí donde el verbo
aclara
sombras
y las voces
entonan himnos.
En cada guerra
los hombres se vuelven
manufactureros de la muerte.
Las ciudades se reducen a ruinas
y en las calles quedan yertas
las ilusiones.
El caos se apodera
de las conciencias inocentes.
Solo la muerte
se enseñorea en la comarca.
Tras una cortina
los voraces culpables
cuentan ganancias.
Del libro del autor: Palabra concisa
Miguel Ángel Oviedo Álvarez
La Rioja, Argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por pasar por aquí.
Deseo hayas disfrutado de los textos y autores que he seleccionado para esta revista literaria digital.
Recibe mis cordiales saludos y mis mejores deseos.
Analía Pascaner