lunes, 10 de junio de 2024

Miguel Ángel Oviedo Álvarez

Envíos a Mariángel 

Entre los golpes 
que le curo 
mi hija crece. 

Se alarga la sangre 
en los gestos 
que espío. 

Ahora la cuna 
yace en el desván 

y con su guardapolvo blanco 
tejo ilusiones. 

Mientras tanto 
la corriente 
del río que nos lleva 
me agrieta la piel 

II 

Mientras vigilaba 
tu sueño de anoche 

frío en las ventanas 
aullaba el viento.

Gnomos de tinta 
para tus rondas de mañana 
en solitario artesanado 
mi caligrafía fundaba. 


Las palabras 

I 

son las llaves que abren 
cerraduras enmohecidas 

voces 
que aclaran la confusión 
de las tinieblas 

como el molino 
cuando muele al trigo 

y funda esperanzas 
en las bocas de los niños. 

II 

son dardos 
lanzados
al centro 
del tablero. 

Dardos 
que salen 
desde el límite del hueso 
desde el límite de la noche 

allí donde el verbo
aclara 
sombras 

y las voces 
entonan himnos. 


En cada guerra

los hombres se vuelven 
manufactureros de la muerte.

Las ciudades se reducen a ruinas 
y en las calles quedan yertas 
las ilusiones. 

El caos se apodera 
de las conciencias inocentes. 

Solo la muerte 
se enseñorea en la comarca. 

Tras una cortina 
los voraces culpables 
cuentan ganancias. 


Del libro del autor: Palabra concisa 

Miguel Ángel Oviedo Álvarez 
La Rioja, Argentina

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